Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

50. Se vende moto BMW

Durante toda la semana llevaba una vida de ciudadano ejemplar, amantísimo padre y esposo. Ocho horas de atención al público en el banco, luego comprar en el super, llevar y recoger a los niños, por la noche escuchar las quejas de su mujer.

Pero todas las semanas tienen un sábado. Madruga, hace ejercicios de musculación, recarga energía con el desayuno, luego al garaje, limpia el carenado de su BMW R 1250, se embute en el mono de cuero, y pretrechado de casco, guantes, botas, y arnés para la espalda, sale disparado a todo gas.

Tres kilómetros después, aparca a un lado, se acercar al Ibiza, abre la puerta y antes de nada le estampa un beso en los morros a Marisa, veintitantos añitos, economista.

Vamos, estoy impaciente por empezar.

Mañana de ejercicios gimnásticos en la cama, luego ducha en pareja y a las cuatro Marisa lo devuelve a donde estaba la BMW.

En casa su mujer pregunta:

—¿Qué tal la mañana?

La moto es agotadora, pero un placer. Voy a comer algo y luego me tumbaré a echar la siesta.

Se fue a vivir con Marisa y puso un anuncio: «Se vende moto BMW. Poquísimos kilómetros».

49. LASCIATE OGNE SPERANZA (Belén Sáenz)

Es medianoche, en una plaza desierta donde el viento incapaz de llevarse el confeti pisoteado del carnaval sopla taimado hasta descubrir el pozo de los infiernos. Dante y Virgilio se reconfortan con un abrazo fraterno e inician el descenso por un sendero de lava que abrasa las plantas de sus pies.

Los que mienten penan en el octavo círculo, en las fosas que llaman Malebolge. Les han obligado a desnudarse para impedir que escondan su pecado. Algunos demonios cosen lenguas y labios para inutilizarlos y otros convierten a los niños que cuentan mentirijillas en muñecos de madera con la nariz muy larga. El castigo de las viejas maledicentes es trenzar una y mil veces los flecos de sus embustes, que se les van enredando entre los dedos y trepan por los brazos, amenazando con atraparles el pescuezo. No hay piedad aquí para los adúlteros, aunque estén enamorados, ni para los comerciantes que disfrazan las taras de sus mercancías. Mucho menos para los políticos. Ni siquiera para nuestros poetas, pues engañan por su ingenua ansia de belleza. Ambos habrán de contemplar su propio reflejo mortal, y el planeta descarnado, en un lago ardiente de azogue hasta el final de los tiempos.

48. Versatilidad laboral

Versatilidad laboral.

Mi anuncio era muy claro: «Se ofrece mentiroso en prácticas. Discreción garantizada». Cuando decidí publicarlo, nunca imaginé la lluvia de contrataciones que tendría.

La clientela era variada. Estaban quienes requerían que les mintiera para darse más importancia, viviendo del halago y el flirteo vacío y banal. También, personas mayores que, atravesando una enfermedad terminal, necesitaban creer que verían crecer a sus nietos. No puedo olvidarme de aquellos que, persiguiendo un mero interés personal, contrataban mis sabios consejos para poder manipular a quienes los rodeaban. Quienes buscaban represalias eran de andar con cuidado, les daba igual el precio de la mentira.

Me gustaba mi trabajo, no os voy a engañar. Ganaba un buen dinerillo, suficiente para costearme la uni, y sin mucho esfuerzo. Además, estaba acostumbrado a fingir para protegerme.

Hasta que un día me dijeron «te amo» y fue el mayor embuste que pude alguna vez imaginar.

Ahora y en venganza, me he convertido en mentiroso profesional. Trabajo en una consultora. Soy recruiter y, a decir verdad, se nota la diferencia: no hay nada como mentir a la cara y con cordialidad.

47. Las mentiras de todos los días

Hoy estaba de ruta mañanera con mi amiga Pili cuando de repente en una de sus “trascendentales” conversaciones sentenció: “Yo nunca miento”.

En la segunda vuelta al parque, nos topamos de frente con Auxi y casi se me salen los ojos de las órbitas cuando escuché a Pili: “Chica estás guapísima, te favorecen muchísimo las canas, desde luego teñirse es un rollo, yo me lo estoy pensando”. Ni siquiera habíamos avanzado cincuenta metros cuando empezó a criticar: “¡Madre mía! ¿te has fijado?, ¡si parece una vieja!

Cuando salíamos ya del circuito, nos encontramos con Rosa que venía del gimnasio, ataviada con todos los complementos y Pili, que no es nada sociable, entabló una charla animada que yo tuve que cortar a la media hora porque no llegaba a la cita del médico.

“Rosa ha creído que por vestir así va a parecer más joven y no se da cuenta que la miran para reírse”.

Le recriminé su actitud, pero decidí que al día siguiente le iba a dar la oportunidad de despacharse a gusto conmigo, el hipotiroidismo me había regalado algunos kilitos de más, aunque ella decía que antes estaba demasiado flaca.

“Pili, mañana no puedo venir”. Mentira.

 

46. EL VOLCÁN DORMIDO (fuera de concurso)

El afamado geólogo Gabriel Arango es la única persona de Colombia que conoce el secreto del Cerro de la Teta. Varios videntes le han asegurado que, bajo la forma curvilínea, se esconde un volcán que despertará justo esta noche, en apenas minutos, para escupir nada más y nada menos que oro negro. Gabriel siente una excitación casi adolescente mientras trepa en la oscuridad. Es la turgencia del seno, su enormidad (aparte del ansia de riqueza, claro) lo que le hace llegar casi al orgasmo.

Por el otro lado de la pendiente, Emiliano Londoño, escalador y naturalista, sube desnudo hacia su gran meta: la Teta. Queda muy poco. Los dioses le han dicho a él (y solo a él), que el seno es, en realidad, un géiser dormido, y que pronto despertará, lanzando por su pezón un licor mágico que le hará inmortal. A él. Solo a él.

Ni Emiliano ni Gabriel saben, obviamente, que tanto videntes como dioses suelen mentir. Pues cuando, en efecto, el monte reviva, lanzará leche. Solo leche. Y tampoco saben que entonces, cual ínfimos calostros, ellos serán engullidos por la boca de un gigantesco bebé guajiro que, ansioso, hambriento, emergerá entre las oscuras nubes colombianas.

45. Desde el extranjero

Estoy bien, no te preocupes, la gente aquí es muy amable.

¿Cómo es tu habitación?

Hay una cama enorme y la luz entra por la tarde responde desde la penumbra contemplando el minúsculo cuchitril en el que, él y seis jornaleros más, duermen sobre unos mugrientos colchones.

¿Ya comes bien?

Sabes que aquí en Francia se come de maravilla. Cada noche nos invitan a una botella de vino que le da mil vueltas a un Rioja contesta mientras intenta sacar una mosca que flota en el interior de su taza llena de un oscuro líquido apestoso.

¿Y cómo es el trabajo, amor mío?

Llevo solo diez días. Todavía no me han dado grandes responsabilidades, pero me han dicho que pronto voy a integrar el equipo comercial y se tumba, agotado, con la espalda molida de recoger uvas.

¿Y si voy con los niños? ¿Crees que podré encontrar yo también trabajo?

Aún es pronto, cielo. Además, no hablas francés. Saber idiomas es muy importante. Mírame a mí.

Y si los niños se quedaran con…

Cariño, tengo que dejarte que me reclama el jefe. La próxima semana te vuelvo a llamar, te lo prometo. Un beso muy fuerte, os quiero.

44. Gasolina, chaparrones y dos cuentos mal contados

Nos quemamos a lo bonzo frente al super del barrio. Era la hora de salida de los institutos y los chavales nos grababan con sus móviles, mientras tiraban sus libros a la pira y nos vitoreaban como a estrellas del trap. Cuando el fuego se extinguió, corrimos hacia el América, el bar que había bajo los soportales, y nos besuqueamos junto a la barra como si lo esperáramos desde niños, cuando tú vivías en la caja de herramientas de tu abuelo, en aquel pueblo entre el río Adaja y la frontera alambicada de un coto de caza de piedras dialogantes, y yo soportaba un yugo azul de gomaespuma en la ladera de un vertedero clandestino. Después, el camarero, harto del vaivén de nuestras lenguas, nos echó con cajas destempladas. Llovía en el cráneo oxidado de las víctimas del holocausto, en la ropa tendida de un coronel de artillería, en el primer álbum de cromos del hijo adoptivo de unos señores de Albacete. Corría marzo, con sus pantalones cortos de colegial de entreguerras y una blusa blanca de arpillera; con sus mofletes de solista de trompeta y los zapatitos de cristal que perdían las princesas al abandonar el baile.

43. Hacker mate

Sabes bien cómo husmear en cibernéticas soledades, analizar inseguridades y diseñar ilusiones con palabras de honestidad aparente. Sabes seducir y, con toda la información recopilada, desarmar cautelas que acaban en soñadoras citas para ellas, pero en festines de sangre para ti.

Eres un hacker muy hábil, abyecto colega, pero he descubierto tu juego. Hoy soy yo la que te espera.

42. ENCRUCIJADA (Rafa Olivares)

Apurados de tiempo, los tres sabios se dirigían, en carruaje tirado por briosos corceles, al castillo de Fronenbürg donde tendría lugar el congreso de científicos. Sabían que, en un punto determinado, el camino se bifurcaba hacia Este y Oeste. Desconocían cuál era el que llevaba al castillo pero, afortunadamente, en ese cruce vivían dos hermanos gemelos, tan idénticos que solo se diferenciaban en que Hans decía siempre la verdad y el otro, Hans también, siempre mentía. Además, nunca admitían más de una pregunta de los viajeros. 

Elucubraban los eruditos sobre qué única interrogante plantear para saber la dirección correcta cuando el filósofo Müller exclamó «¡Ya lo tengo! Preguntaremos al primero que encontremos cuál sería la respuesta de su hermano sobre el camino a Fronenbürg y tomaremos el contrario al que nos indique». Celebraron con euforia la ingeniosa lógica del colega hasta que llegaron al lugar en el que se encontraban los hermanos. Antes de poder formular la pregunta acordada, el doctor Schneider advirtió «Aprecio en ambos gemelos evidencias claras de trastorno bipolar, con tendencia a adoptar la personalidad de personas cercanas». Fue entonces cuando el profesor Weber sacó una moneda de su bolsillo y la lanzó al aire.

41. REFLEJO DISTORSIONADO Rosa Gómez

Gracia se planta desnuda frente a un espejo. Quiere analizar cada parte de su cuerpo con la intención de mejorarlo.

—Me sobra grasa de los muslos. Necesito una liposucción aquí. —Sus muslos son muy delgados; apenas hay diferencia con la parte inferior de la pierna.

Contrariada, pellizca la piel del abdomen.

—Haré la dieta de las mil doscientas calorías. Tengo que alisar esta barriguita. —Su abdomen está totalmente liso; por encima, se pueden contar las costillas.

De espaldas, gira la cabeza para verse los glúteos.

—Necesito una flancoplastia ya; la genética de mi madre no me ha ayudado. —Tiene un culo pequeño, sin apenas carne, eliminar algo sería inviable.

Acerca la cara al espejo y se asusta.

—¿Cómo no me había dado cuenta? ¡Es demasiado ancha! Una bichectomía sería ideal. —No le queda grasa en el rostro. Una finísima capa de piel envejecida cubre su calavera.

Espantada con su propia visión, grita desesperada.

—¡Mi pelo se cae! ¡Tengo la piel cuarteada! ¡No puedo salir así! —De todo lo dicho, esta es la única verdad.

Gracia, de nombre artístico Graciela, se prepara. Quiere estar perfecta. Será el último desfile.

40. Cándida

A las dos semanas de comprarlo la dejó tirada en la carretera; dio dos tirones y se paró, así, sin más, saliendo de una curva. Se acordó de Felipe y de toda su familia, de sus más lejanos ancestros y de la que alguna vez pudiera ser su descendencia. Le dedicó la retahíla de insultos más extensa que pueda imaginarse, con expresiones que jamás antes habían salido de su boca, animadas por una elocuencia que solo se consigue bajo ciertas circunstancias y  como desahogo momentáneo, y no fue hasta que empezó a apaciguársele la ira que recobró la sensatez y encontró a la verdadera culpable, porque  a quién si no a ella se le ocurrió creer con fe ciega en un vendedor de coches de segunda mano.

39. Bola de nieve

Mis padres me pusieron Tom por el Tom Sawyer de Mark Twain. Mi abuela dice que las mentiras tienen las patas muy cortas, como Danny DeVito. Mi abuelo afirma que son como una bola de nieve: crecen y crecen.

Negué haber hecho las pintadas en la fachada del colegio. Aseguré que ni siquiera había estado en la ciudad; me fui a esquiar con mi tía. Me pidieron algún ticket que lo demostrara, pero ella es muy generosa y pagó todo. Las manchas en mi sudadera parecían pintura, pero dije que era grasa de su coche; intenté ayudarla a arreglar un pinchazo.

—¿Podemos llamarla? —preguntaron.

—Eh… no, es sorda —respondí, improvisando.

—¿Le escribimos las preguntas?

—Bueno… el problema es que también es ciega.

Me miraron en silencio. Noté que algo fallaba: vi cejas fruncirse y escuché algún suspiro profundo. Tragué saliva.

—¿Cómo conduce?

Tardé varios segundos en responder.

—No conducía. Fuimos… en autobús.

El despacho quedó en silencio. El director se inclinó sobre la mesa y me miró fijamente antes de soltar la frase que me hundió del todo:

—“Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada”. ¿Te suena? Es de un tal Mark Twain.

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