Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

8. Hambre

Al escuchar su nombre, avanzó unos pasos con elegancia hacia el micrófono.

Mi deseo es que se acabe el hambre en el mundo – contestó sin perder su amplia sonrisa con la mirada fija en la cámara.

Los sonoros aplausos del público asistente al certamen de belleza disimularon el incómodo rugir de su estómago en ayunas.

7. Entre lo horrible y lo sublime (Javier Igarreta)

Nunca se sintió especialmente atraído por la pujanza de los verdes primaverales, ni tampoco por la blanca y estática placidez invernal. Lo suyo, lo que de veras le ponía al borde de la experiencia mística, eran atardeceres como el de aquel día, uno de los últimos del tórrido verano, con el sol lamiendo con su lengua ígnea el alma decadente de la floresta, en un climax visual de rojos, amarillos y ocres. Absorto como estaba en aquel trance, no se dio cuenta del pequeño fuego que iba tomando cuerpo cerca de allí.

Pese a que el incendio fue adquiriendo virulencia y abarcando más y más espacio, una irresistible atracción le dejó paralizado y con la mirada clavada en el baile de lenguas de fuego que se extendía ante sus ojos. Ni el cercano crepitar de las llamas, ni el calor sofocante lograron sacarlo de su fatal marasmo.

Cuando por fin fue rescatado, medio quemado y sin vida, aún se pudo ver grabado a fuego su último gesto, a medio camino entre el asombro y el horror, como una patética máscara escapada del infierno de Dante.

6. El lenguaje de las flores

«It is not, of course, the desire to be beautiful that is wrong but the obligation to be—or to
try.» Susan Sontag en A Woman’s Beauty (1975)

 

Rosalía no era una rosa cualquiera. El distinguido porte de sus coloridos pétalos y su tallo largo, recto y con elegantes y afiladas espinas la hacían destacar entre sus hermanas. Si dijésemos que se sabía hermosa estaríamos atribuyéndole una humildad de la que, ocupada como estaba por otras virtudes, carecía. Se sabía la más hermosa y quería que las demás también lo supieran y la imitaran, pues adoraba ser el centro de todas las miradas. Tan preciada de sí misma estaba que incluso reñía a las más jóvenes por crecer desgarbadas y abrir sus flores con osadía o beatería según las ocasiones.

Un día de primavera, cerca de Rosalía, nació Rosaura. Eran como el día y la noche, como la luna y el sol. Rosaura, pequeña, sencilla, humilde y discreta, era débil ante la poderosa influencia de su compañera, que la convenció para que, en un terrible esfuerzo, intentase revestir su belleza.

Poco después, el jardinero podó una rosa joven pero consumida y, antes de irse, contento por su trabajo, sonrió ante el rocío que cubría a Rosalía, que lloraba desconsolada pensando que quizás estuviese mal ser o querer ser bella… De nuevo, como tantas veces antes, Rosalía se equivocaba.

5. BELLEZA ROJA – Rafa Olivares

La trama tiene su origen en la muerte de una joven, en circunstancias extrañas, en un chalet a las afueras de Santiago. En el momento del suceso, seis personas se encuentran en la vivienda y cualquiera de ellas puede tener motivos más o menos recónditos para haber perpetrado el crimen. Sin embargo, el comisario Santi Abad no se deja llevar por las apariencias. Ni tan siquiera al informe del forense Salvador Terceño le presta algo más de unos segundos de atención. No obstante, se mantiene alerta ante el error que habitualmente suelen cometer los criminales. Y este llega: la autora se ha teñido el pelo de pelirrojo. La pista principal estaba a la vista desde el primer momento, en el título. La Portabales es detenida en su despacho de la Xunta, después de haber presentado los presupuestos anuales y cuando se disponía a firmar la solicitud de excedencia por dos años y un día para dedicarse a escribir su próxima novela.

4. El socorrista

Apostaría cualquier cosa a que odiaba bajar a la playa. Juraría que deseaba introducirse en una caracola de esas que le gustaba recoger en la orilla, como un cangrejo ermitaño, para, cobijada en el caparazón laberíntico, desatar a solas su verdadero verano.

La observaba cada día esconderse bajo pareos y toallas, envidiando las piernas largas y morenas de sus amigas, sus vientres planos, el desparpajo alegre  de sus cuerpos sin complejos.  Casi podía escuchar su lucha interna, amarga, salada, entre lo superficial y lo profundo, entre razón y corazón, entre deseo y realidad. Palpaba su rabia, su vergüenza y su tristeza. Su fragilidad.

Presentía su necesidad de ser rescatada de la crueldad del mundo. Y de sí misma.

Pero, sobre todo, era incapaz de no admirar el halo luminoso que lucía tras  la caricia de las olas, su voz clara, la serenidad de su mirada al impregnarse de mar, la delicadeza de sus dedos dibujando en la arena, el reflejo del sol en su pelo y aquel excitante aroma a isla salvaje e inexplorada.

Y, desde mi puesto privilegiado, me preguntaba por qué aquellos ojos tan bellos no eran capaces de encontrar en el espejo la hermosura que yo saboreaba.

3. EL OMBLIGO MÁS BELLO (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

─Amalio, corre en la bicicleta a casa de Don Ramón, que la criatura viene de nalgas, gritaba Elvira la partera desde el dormitorio alto convertido en sala de parto.

Para cuando Don Ramón aparcó su vespa 125 ya se oía el llanto del bebé. La habilidad de Elvira para atender partos era bien conocida en Cudeyo. Sus manos colocaban a la criatura de forma que encarase el canal de la vida de la forma más adecuada para el bien de criatura y de madre.  Dos generaciones de trasmeranos habían nacido en sus manos y ya comenzaba a dar luz a la tercera.

Tenía ojo certero para calcular el momento del parto. No faltó nunca a la llamada de sus vecinos y siempre contó con la admiración de Don Ramón y de todos los anteriores médicos asignados a la comarca.

Pero lo que perduraba en el recuerdo de todos sus nacidos era la peculiar forma que daba, como una firma de autor, a los ombligos mediante un nudo especial.

Mi prima Carmina, con el regocijo de los oyentes, siempre repite que su ombligo, al igual que todos los de los alumbrados por Elvira la partera, es el más bello de Cantabria.

2. LABIOPLASTIA – EPI

Un cartel en mi sala de espera pone que todas las vulvas son bellas.
Pero es cierto, que por los años o por los partos, la firmeza decae.
Una paciente me contó, que la estaban a punto de echar del trabajo.
En un club, terminaba su actuación con la introducción en su vagina de varias pelotas de ping pong que luego expulsaba con maestría.
Últimamente notaba falta de fuerza y parecía más una gallina poniendo un huevo.
La coloqué en posición ginecológica y me di de bruces con los belfos del camello de Melchor.
Me puse el guante de látex e introduje dos dedos preguntándole si le hacía daño, me sonrió y me dijo que hasta hacía poco, era capaz de quitarme el guante con su musculatura vaginal.
Hubo que operar. Reforcé las paredes y recorté con bisturí eléctrico las excrecencias de los labios.
Meses después, acudí una noche al club donde actuaba y me situé en la última fila, amparado en la oscuridad.
Estuvo gloria bendita y al final se quitó la braguita de lentejuelas, se introdujo las pelotas y disparó.
La que cogí al vuelo, la observé a la luz de la vela, ponía “I LOVE, DOC “

1. El ave del paraíso (Jesús Garabato)

Después de  comprobar la temperatura prevista para la jornada, pilló una cazadora ligera y salió hacia la oficina. Al ir con tiempo, decidió hacerlo por el parque para poder gozar, demorándose, de la incipiente primavera. El aroma de las flores lo puso de buen humor. La irrupción inesperada del apacible canto de un ave de vivos e hipnóticos colores hizo que se detuviera a disfrutar de semejante maravilla. Era tal su abstracción que no sentía ni el ruido alejado del tráfico, ni el bullicio de la gente, ni los correteos inquietos de los perros a su lado. Y el ave siguió  cantando.

Cuando, tras desvanecerse el sortilegio de aquel sonido,  se dio cuenta de lo tarde que era, aún tuvo tiempo de escuchar, antes de morir, como un chaval  se burlaba diciéndole a sus compañeros: «¡mirad a ese viejo medio alelado, debe hacer trescientos años que no se lava ni se cambia la ropa!»

102. AGUA

Sobre un fondo azul que se une con el verde mar del horizonte, se ve perfilado el paisaje de edificios, rocas, y aves que salpican de azabache el tierno color. El viento sopla sobre mi rostro y por instinto observo el cielo. Por el este se acercan a la carrera pequeñas nubes de color gris que van tragando el azul y cuando ya las tengo a mi altura, a modo de una pirotecnia sobrenatural, explotan desprendiendo estrellas grises y azulinas que se evaporan hasta la siguiente tanda. Inmóvil no dejo de observar el espectáculo, las nubes siguen corriendo a toda velocidad, pero la que ahora se aproxima es como una enorme capa del color de miles de topos juntos. Se desliza de manera lenta y soberbia hasta sombrear la luz, y las aves acaban mimetizándose en el apagado color. El mar ya es plomo y las olas baten nata. Sé que este manto descargará lluvia, y no me muevo. Sé que no estoy guarnecida para el aguacero, pero necesito que me empape, me sacuda, para que resucitar a mi espíritu sin energía. El agua borrará el paisaje, el horizonte, las aves, y así tendré la oportunidad de rehacerlo de nuevo.

101 Genes de contrabando

Por años, los había dividido una línea imaginaria que nadie tomaba en serio a la hora de establecer relaciones entre ambos  pueblos, Hasta que los gobiernos desviaron arroyos y ríos para crear una frontera infranqueable, un brazo de agua  que impidió el tránsito de las especies silvestres, partió el abrazo de los árboles y separó amantes y familias enteras a cada lado del límite. Muchos, enloquecidos, corrían en busca de un paso de tierra seca,  donde ahora solo había agua, para llegar al otro margen. Cada día se amontonaban en la costa los cadáveres azules de personas y animales. A pesar de la vigilancia y la prohibición, unas botellas camufladas en el añil de la corriente, llegaban hasta las playas para fertilizar el amor a la espera del reencuentro. Al drenarse la masa acuática a petición de las poblaciones hermanas, los jóvenes se hallaron de vuelta con sus parejas y sus hijos e hijas concebidos gracias al intercambio de material genético a través de la frontera.

100. Todo al azul

Se empeñó en llamarlo Azul porque le recordaba al mar. Nunca supe por qué, la verdad, pues el perrillo era bajito y marrón chocolate, pero le dejé hacer. Lo cierto es que a Azul le encanta bañarse en la playa en cualquier época del año, como a ella, y pasear por la arena, retozón.

A mí me llamó «amor» casi desde el principio. La primera vez me atraganté al oírlo pero disimulé y no dije nada. Le dejé hacer y la verdad es que siempre me ha hecho reír y somos muy felices juntos.

Desde que la operación no salió bien está un poco triste así que Azul y yo hemos decidido darle una sorpresa. Siguiendo sus instrucciones vamos a llevarla a ese restaurante nuevo junto al mar (por fin uno con rampa), para que pueda disfrutar del sol de invierno en la terraza y acariciar las patitas con arena de Azul. Seguro que vuelve a sentir el mar aunque ya no pueda verlo. Y cuando yo coja su mano sabrá que llevo una de las camisetas azules que siempre me regala, me dirá algo ingenioso y volveremos a reírnos juntos. Seguro.

99. AZULADA (Edita)

 

Esperábamos un niño y fue recibida en azul. El presupuesto familiar no daba para improvisar una canastilla rosa y tuvo que empezar a vivir entre ropas y paredes celestes. La presentamos a la familia como Mario. Hasta bien entrado el invierno, no la sacamos a pasear en su carrito para poder taparla totalmente, evitando así que algún espabilado descubriera la trampa. Al llegar a casa y liberarla del envoltorio, comprobamos que su carita compartía color con la manta protectora. No le dimos importancia: la tela, sin lavar previamente, habría desteñido. Pero sí nos extraña que, habiendo pasado ya varios días, siga sin respirar…

 

 

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