Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

26. Algo haría

 

–Desde ese día nadie vende barquillos en el parque –comenta distraídamente mi hermano mayor, al tiempo que distribuye sus indios tras la colina de piñas y troncos secos.

– ¿Pero por qué se lo llevaron? –pregunto, mientras escondo mis soldaditos entre los tiestos de hortensias.

–Yo que sé. Algo haría –responde.

– ¿Y al maestro?

Mi hermano encoje los hombros.

–Algo haría también.

Sin previo aviso, lanza un ataque. El jardín se llena de flechas como las que mamá ha bordado a papá en su camisa azul. Mis soldados abren fuego en respuesta.

– ¡Algo haría! ¡Algo haría! ¡Algo haría! –exclamo atrincherado tras las macetas, cada vez que disparo con el dedo y veo caer a lo lejos un indio herido.

La criada, nos avisa de que la comida está lista. El estruendo de la batalla resuena aún en mi cabeza mientras me lavo las manos en la palangana. “Algo haría”, repito maquinalmente, y sonrío pensando en el fabuloso grito de guerra que acabo de inventar. Ya solo falta que el barquillero vuelva pronto del paseíllo del que papá habla con sus compañeros, golpeándose el pecho con el puño. Echo mucho de menos la música de la vieja ruleta de latón.

 

 

25. OJALÁ TE DEJARAN LAS PALABRAS QUE DIGO…

…por un momento el amargo sabor que va conmigo ( García calvo/ Amancio Prada). Así suenan en noviembre los relatos marrones que superamos. Semejan algunos un regodeo en el encaje de bolillos de los misterios de las verrugas,  pura melancolía otoñal.

Desde una película como «Les Perseides» que acoge y te lena de vida propongo pasar de lo fúnebre a la ilusión. Citando ( puede que sean muchas citas, sí) a Triana : » Abre la puerta niña y dale paso al amor». Espero leer historias que nos inunden de ilusión, de vitalismo naif.

Confío en que nuestro foro se llene de tonos verdiazules, incluso ultravioletas, por muy literario que lo ocre pretenda aparentar.

Adiós tristeza , hasta el próximo encogimiento del corazón.

C´est la vie ( Emerson, Lake and Palmer)  😉

24. DIOSES

En casa de los Dioses del Olimpo se almuerza temprano.
Rea llama a los chicos para que acaben el juego.
Zeus y Hera llevan toda la mañana ocupados creando un planeta azul. Tierra lo llaman. Pero no consiguen ponerle paz.
Al oír a su madre, al permanente conflicto le añaden un punto nuclear que acaba con todo.
Dicen que la próxima vez inventarán seres buenos.
Cronos y Rea sonríen indulgentes. Sus hijos son Dioses, pero todavía niños.

23. HIPERREALISMO

Era como si todo se hubiera parado de repente. Las nubes dispersas, completamente estáticas sobre la bóveda celeste, provocaban el efecto engañoso de estar contemplando una pintura en lugar de la realidad. Su mente, tan inquieta segundos antes, también se había detenido. En los instantes previos, venía pensando en cosas como que aún le quedaban por pagar diez años de hipoteca; que tenía que cambiar el coche; que su hijo mayor empezaría la universidad el año que viene y quizá no podría afrontar los costes, porque su trabajo podía irse al garete en cualquier momento… Observando aquel cielo todo lo demás se diluía. Unas sirenas rompieron la magia del momento; un hombre uniformado le tapó la visión a través del parabrisas roto; una lucecita blanca escrutó sus ojos azules en busca de la reacción de sus pupilas y una voz tranquilizadora respondió a una pregunta que no había pronunciado: ‹‹No te preocupes, todo irá bien››.

22. La mujer del teniente del séptimo de caballería

Brandon aguanta hombro con hombro junto a su comandante, ambos descargan sin miramientos la munición sobre el enemigo. No concibe que Custer se haya dejado atrapar como un cadete recién salido de West Point.

Piensa en Helen, su esposa, y en que hace sólo unas horas hicieron el amor. Recuerda sus pezones de azabache, y sus pechos que nunca se cansa de besar.

Dos soldados caen fulminados por las flechas. A su alrededor los cuerpos van conformando una tétrica montaña azul. Brandon asume que todos morirán. Un fuerte golpe por la espalda lo envía de bruces contra el suelo. No siente dolor al comprobar cómo la punta de una lanza asoma ensangrentada en mitad de su pecho. Los aullidos sioux, tan próximos, se vuelven insoportables. Custer debe ser el único que se mantiene en pie.

Mira hacia lo alto y el azul, generoso, le transporta lejos de Little Bighorn: reposa en su alcoba tumbado sobre la cama, y se deleita viendo cómo Helen avanza sonriendo hacia él mientras invita a que el albornoz de seda azul, que apenas le cubre el torso, se precipite a cámara lenta desde sus hombros de ébano.

21. CROMATOGRAFÍA DE TUS OJOS (Mercedes Marín del Valle)

Difícil adivinar qué pensabas cuando ocultabas tus ojos tras las gafas. Te sentaban muy bien, es indiscutible, pero pasaba mi tiempo hablando, sin adivinar si me mirabas a mí, sin saber si al menos me escuchabas, porque siempre supe que los oídos escuchan y los ojos comprenden.
Pasó el tiempo y con él, pusimos algunos secretos sobre el tapete. Los míos más aventurados que los tuyos, y las gafas siempre presentes. Sin embargo, y a fuerza de insistir en ello, un día, dichoso para los dos, se produjo el milagro y las dejaste olvidadas sobre la mesa de la cafetería.
Me dediqué entonces a descifrar los misterios ancestrales que ocultaban tus pupilas: En los amaneceres una esfera imperfecta recreaba las tres cuartas partes de la Tierra, con sus pequeñas islas acarameladas. Al atardecer, el sol hiriente arrancaba sus lágrimas y un mar de confusión trataba de ahogarnos. Con la magia de la noche se oscurecían y brillaban como un cielo salpicado de constelaciones.
Tus ojos, azules, pequeños y melancólicos, aprendieron a besar mi boca mientras te hablaba.
Un día aparecieron las gafas, pero ya no supiste ponértelas. Habías descubierto la luz, la tuya propia que viste reflejada en los míos.

20. Alada obstinación (Juana Mª Igarreta)

Una moscarda azul lleva días instalada en el salón de mi casa. Sabedora de que estos insectos están disminuyendo, lo que al parecer es una clara evidencia del cambio climático, he aprendido a mirarlos con cierta consideración. Antes, su sola presencia desencadenaba en mí una intensa sensación de repelús y, pertrechada de escobón o bayeta de polvo, encaramada sobre las sillas o inspeccionando bajo los muebles, no cejaba en su persecución hasta hacerme con la presa. Ahora, a mis ochenta años, con la ventana abierta y suaves movimientos de mis manos, intento persuadir a esta criatura para que recupere su libertad; ella, obstinada, se resiste una vez tras otra y sigue jugando al escondite, a veces llenando la estancia de un grave zumbido.

Esta mañana un tímido rayo de sol se cuela entre las cortinas impactando sobre “Azul”, uno de los libros que habitan la estantería. La moscarda se ha posado en él, exhibiendo su brillante caparazón aturquesado y las transparentes filigranas de sus alas. Yo me pregunto, ¿estará ya jubilada de su función polinizadora? He leído también que ayudan a la descomposición de los cadáveres. Espero que no sea el mío.

19. CUENTO PARA TI (Joaquin Collado Sevilla)

La ilusión le hacía abrazar una muñeca y vestirla de color turquesa. Pero, cada seis de enero se preguntaba si los Reyes no recibían su carta o no apreciaban las nueces que les dejaba en su ventana. Le descorazonaba pensar si no era tan buena como le decían; si sus notas no habían sido las mejores o dejaba tareas de casa por hacer. Y se consolaba pensando que aquella muñeca estaría mejor en otras manos que, al menos, tuvieran tiempo de jugar.

Creció atada a las carencias de su casa, a la necesidad de ayudar desde el celeste hasta el cobalto estrellado de la noche. Miraba por la ventana ansiando parar el azul y sacar tiempo para estudiar. Forraba sus libros de aguamarina y los cuidaba como habría hecho con la muñeca que no tuvo. Quiso saber tanto de ellos y tanto soñó por ellos, que uno le hizo leer: “no fue justo no verte jugar”. Y ese libro alzó sus tapas, aleteó sus hojas y voló como carta a los Reyes para traer su regalo. Ha tardado porque esa muñeca debía ser la más bonita, latir con corazón de verdad y regalarse a todos. Eres tú.

18. Azul…

Que era un niño singular nadie lo ponía en duda, ni siquiera sus progenitores. Su vocabulario sacaba de quicio al padre alcohólico y embelesaba a la esposa de este, doña Rosa, que se sentía orgullosa de que su hijo utilizara palabras tan extrañas.

Aquella mañana de noviembre, Félix Rubén paseaba, sin fijarse en nada concreto, por la calle principal de León. Siempre lo hacía callado y con la mirada al cielo, caminando en una nube de ensoñaciones. Pero, en esa ocasión, comenzó a encadenar, en voz muy alta, vocablos como estos: fanfarria, ditirambo, esmaragdina, oropel, dáctilos, anapestos, pirriquios, hipocentauros, zambras, echacorvería… Y así siguió el niño, hasta entrar en su hogar. Como de costumbre, el padre lo trató con desprecio y la madre se emocionaba con la aparente valía del muchacho.

Ni su familia ni nadie, por aquel entonces, se imaginaría que de la estirpe de los Daríos saldría un genio de las letras,  ni que el color azul y los cisnes blancos iban a conducirlo, entre estanques y ninfas, entre vocablos imposibles y bellos adjetivos, a ser diferente y único.

17. Herminia

Decidí pasar las navidades con mi tía, en la aldea de Manzaneda.
Herminia, solícita y cariñosa, me acogió en su casa.
– No hay nada más reconfortante que dejarse querer y mimar por alguien que realmente te quiere-
Para ella, yo era una chiquilla de ciudad, flaca y estresada, y estaba dispuesta a cambiarme en quince días.
No pudimos salir a pasear. El mal tiempo no nos dio tregua.
Se fue la luz.- como de costumbre-. Distribuyó velas por todos los rincones, y nos sentamos, en el banco de madera, junto a la cocina bilbaína. Yo dormitaba al calor y olor de la leña quemada.
Se puso a calcetar una bufanda, y con la misma lana azul, me enseñó a manejar las agujas, poniendo gran empeño en que aprendiese.
-Terapia de meditación. Te veo un poco descentrada. El ritmo trepidante de la ciudad no te conviene.
En un cesto de mimbre guardaba varias prendas de igual tono.
La miré interrogante. Sólo tenía lana azul.
-El mal tiempo me impidió bajar al pueblo y…- Se disculpó.
Sabía exprimir lo mejor de cada instante. Sus palabras y actos eran una lección constante de vida saludable.
Tengo  suerte de tenerla a mi lado

16. Azul celeste (MVF)

El rojo es una herida, como una amapola en un campo de otoño amarillo. El viento lleva, ladera abajo, un lazo rosa, fugitivo. Los ojos se alejan, pero la vista vuelve. Siempre vuelve. En la retina queda un vestido ondeando en el viento, una sonrisa. Un corazón atrapado en el tiempo. Un nombre que no se pronuncia. La memoria es una rama quebrada. El azul son unos ojos, de par en par abiertos.

15. La Partida ( Jesús García Caurel )

Sigues en el mundo onírico.                       Ojalá no fuera así…
Tu oponente coge otro pedazo de tarta…
Lo miras otra vez, pero su gesto sigue siendo tan inexpresivo como siempre. En su brazo derecho descansa la guadaña, aguardando con paciencia a que se decidan a darle uso…
Te muerdes el labio inferior. Ojalá supieras que naipes sostiene en sus sarmentosas manos, para aguantar sus envites. Aumentarían tus posibilidades de doblegar a un ente omnipresente e inmortal…
El nivel de la tarta va descendiendo. La va engullendo como si fuera un niño goloso, bocado a bocado, hasta que solo quedan las migajas.
Te queda una única oportunidad. Robas la última carta…
Miras el rey que ha aparecido en tu mano. Siempre te ha fascinado su egregia capa azul, color deificado en antiguas civilizaciones…En esta ocasión es tu as fuera de la manga…
Retiras las cartas de encima de la mesa y sonries a tu adversario. El juego ha terminado. Se levanta con presteza y se marcha sin mirar atrás. Sus extremidades parecen no tocar el suelo. Suspiras aliviado. Has ganado otra vez, y tu mujer podrá seguir velándote a los pies de tu cama, otro dia más…

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