Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

46. Daltonismo

Existe una isla en el Pacífico donde, cada atardecer, el sol derrite su esfera dorada al sumergirse en el mar azul, y en la mezcla de sus fluidos se abre un prado de hierba fresca que llega hasta la orilla. Cuentan que la tripulación de las naves que fondean en sus aguas camina como hechizada sobre esta alfombra y se adentra en el interior de una selva aún más verde y blanda a las pisadas. En el sendero, los helechos se enredan en sus piernas y los hacen avanzar hacia el mismo corazón de la ínsula. Allí les aguardan hermosas criaturas con cuerpo de mujer y húmeda piel de musgo, y el deseo de oro muere para despertar una sed primitiva y carnal. 

Ningún hombre regresó del embrujo esmeralda de sus miradas, salvo el náufrago que hallaron a la deriva y que relató esta historia. El castigo de sus ojos para distinguir los colores no le permitió contemplar la intensidad de aquel tornasol, y la vegetación lo devolvió, incólume, a la playa. Anhelando sentir el éxtasis que otros probaron, recorre desde entonces sin fortuna los puertos en busca de una embarcación que lo lleve allí de nuevo.

45. PASIÓN VERDUSCA (Petra Acero)

Cada noche cubro mi deseo con este camisón verde esperanza. Subo la persiana. Descorro las cortinas verdegay (más relajante que el verde esmeralda, ¡dónde va a parar!). Abro la ventana, de par en par. Enciendo la nueva lámpara de nuestro dormitorio —un enramado de siluetas difuminadas y verdosas se proyectan a mi alrededor—. Y, así, teñida de verdín luminoso, permanezco en vela esperando su regreso.

Todo empezó al descubrir su primera cana verde. “Seguro que nadie tiene otra igual”, comentó divertido. Esa noche hicimos el amor hasta que clareó el alba. Cuando las canas poblaron su cabeza se quejó con gritos de niño enrabietado. A cada impulso, su boca —lapa experimentada, enorme, vigorosa— escupía torrentes de placer. Noche tras noche, el éxtasis no dio tregua a nuestros cuerpos. Hasta el día en que todo su pelo —cabello, cejas, barba, axilas…—, sus ojos, sus orejas, sus uñas, sus dientes, su lengua… fueron verdes. Entonces, como animal enjaulado, arañó el parquet, rasgó las cortinas, mordió los cantos de muebles y paredes, y, suplicante, me lamió. Tras besar su verdor, subí la persiana, descorrí las cortinas y abrí la ventana. El parque de enfrente verdeaba acogedor.

44. El caballero desconocido

Ahí, tras la pantalla, es imposible que percibáis el frío que cala los huesos en estos verdes y frondosos bosques. O el olor nauseabundo de un grupo de hombres malviviendo en comuna. Sin agua, sin comida. Que ya no sé qué es peor. Tener que vigilar dónde pones el pie, llena como está la tierra de defecaciones, o dormir junto a torres inmensas de huesos y carne que no sólo roncan, sino que también han de compensar en las noches la ausencia de hembras. Me ven como a un líder porque mantengo las distancias. Me aíslo en un rincón tallando figuras de madera, cuando por dentro soy yo el que se carcome. Soy un héroe, robo y reparto. El valiente que no teme a los soldados. No, no los temo. Pero ahí, sentados en vuestras butacas, todo os parece fácil. Sabéis que esto acabará bien. Pero no es así, porque yo con quien quiero casarme no es con la bella Marian, sino con él.

43. NUNCA JAMÁS (Belén Sáenz)

-I-

El osito de trapo yacía boca abajo al pie de la cama. James, dieciséis años recién cumplidos, se hacía el dormido con una mano nervuda, exigente, aferrada al almohadón. La luna que se colaba por el tragaluz frenó súbitamente una silueta menuda que se aproximaba, que empezaba a crecer. En lugar de pedir cuentas por aquellos oscuros juegos victorianos, Peter Pan desplegó los brazos y salió volando por la ventana.

-II-

Soy capitán. Después de tantos años distanciados me hizo ilusión que mi hermano pequeño acudiera a la graduación en la Academia Naval. Le sentaba bien aquel curioso traje verde. La rubia que le acompañaba era increíblemente etérea, como un hada disfrazada de libélula. Me sorprendí a mí mismo palpando su espalda cuando la saludé, como si esperara que tuviera alas. Propuse una ronda por las tabernas del puerto para celebrar el reencuentro; bebimos como piratas. Cuando desperté a la mañana siguiente, Peter me había cortado una mano con mi propio sable y tenía implantado un garfio. No siento dolor físico, aunque he desarrollado fobia a los cocodrilos y los relojes. Sí me duele que el perdón y la redención no existan en la eternidad de la ficción infantil. Somos personajes.

42. Nicolai y el cántaro roto (Salva Terceño)

En Zelenyy8, la astronave rusa, Nicolai ingiere sus vitaminas. Mientras, estudia aquella lejana mancha verdinegra en el corazón de la tierra, una monstruosa explosión vegetal, tan vetusta como virginal.
Custodian sus límites dioses impronunciables, inspiradores de atroces leyendas sobre relámpagos y diluvios. Leyendas imaginadas por hombres de cuerpecillos cetrinos y pelo azabache, tribus que pescan con lanza y elevan chozas de palma. Hombres que saben extrañar la lluvia cuando escampa.
Habitan un terreno limoso que no conoce el fulgor del sol. Un umbrío submundo bajo el gobierno de helechos y madreselvas, saturado de larvas de artrópodos imposibles y anfibios esquivos. Un contexto clorofílico de perenne humedad letal, caleidoscopio de mantis asesinas y orquídeas carnívoras.
Nicolai leyó que, siglos atrás, tras sonar la pólvora, llegaron hombres acostumbrados a apropiarse de la tierra que albergaba los muertos de otros. Aquellos arcabuces y mosquetes cesaron, pero permanecieron los hombres con sus leyes de fuego y muerte.
Aunque no puede verla, imagina a Amaru, con su cántaro, atravesando la fronda hacia el manantial. Tendrá unos doce años. Suele cruzarse con guerrilleros ataviados de camuflaje y a veces Nicolai puede escuchar el cántaro caer y quebrarse, derramando aquel dolor secular en el silencioso herbazal esmeralda.

41. Te verde

En medio del silencio, se erigía una figura solemne, de magnética quietud y poderosa armonía. La belleza de su enigmático gesto apenas dejaba traslucir el hervidero por el que transitaba su interior. Silencio y quietud dominaban la escena en la que todo volvía a su ser, todo adquiría sentido de nuevo, todo y nada se convertían en una sola cosa.

Al eco de la campana, la escena se disolvió suave y lentamente, pero preservando aún las calidades propias del silencio y la quietud. Desde esa postura interior, acogió entre sus manos un humeante te verde, y en el primer sorbo abrió su mirada a lo que durante toda su vida había sido el anhelo vital por el que amanecer de nuevo.

40. Envidia mohosa

—¡Pero será posible que no sepas aún que lo más rico es lo verde?

Mi padre se desespera al verme desmigajar un trozo de Roquefort.

—Al precio que tiene te lo vas a comer todo, lo blanco y lo verde, que en esta casa no entrarán quesos de esos que no saben a nada.

La mueca de desdén que hace no deja lugar a duda, aquellos otros quesos a los que se refiere son holandeses. Nadie sabe el porqué de su aversión hacia Holanda y, en general, hacia todos los países más al norte que el nuestro.

—Sus quesos son tan insípidos como sus tulipanes faltos de gracia. ¿A que cuesta saber si un tulipán es de verdad o de plástico?

Como la única razón de vivir de mi hermano es la de molestarnos a todos, dice que Ámsterdam es la ciudad más molona del mundo.

—Para los yonkis como tú —gruñe mi padre.

A la abuela le gustaría contarnos que en 1945 salvaron a su padre gracias a un descubrimiento llamado penicilina. Y a mi madre, que la vecina del tercero se ha apuntado a un viaje para ir a ver auroras boreales. Pero se quedan calladas.

 

39.- LÁGRIMAS VERDES (Esperanza Temprano)

Las primeras gotas del rocío le salpican en los ojos y se despierta armando tal escandalera que los luganos huyen en desbandada. Ha dormido tantas lunas que su gorro se ha cubierto de musgo y sus polainas de hiedra. Se atusa mirando su reflejo en la charca de las ranas y se sacude la chaqueta para quitarle el olor a hierba recién cortada. Con un trébol de cuatro hojas en la solapa, avanza decidido hacia el claro del bosque desde el que se divisa la aldea y tras rascarse con fruición sus orejas puntiagudas suspira porque, por fin hoy, ella se unirá a él para siempre. Mientras la espera, se mimetiza en un arbusto y después en un sauce bajo el que, unas mujeres hacen la colada. Las escucha hablar de la hija del furtivo, cuentan que ha acabado en un manicomio porque le dijo a todo el mundo que en el bosque habitaba un duende que la amaba. El agua se vuelve verde y las lavanderas huyen despavoridas. El sauce que les daba sombra ahora llora, a través de sus hojas, lágrimas verdes.

38. RODEOS (Fuera de concurso)

«A buena marcha recorrían el camino, antigua vía de ferrocarril, al que muchos denominaban “tontódromo” por lo muy transitado. Él no paraba de narrarle historias picantes, a veces muy extrañas, desde que ella le dijera que le hacían gracia.

Por aquel sendero que llegaba hasta el santuario, por fin, superando mil indecisiones y cantando, le declaró su sincero amor, mas ella, jocosa, le dijo que ya su corazón estaba ocupado».

Ese era el relato descalificado por el jurado ya que nada tenía que ver con el tema “VERDE” de la convocatoria. Así pues, el autor volvió a remitir la misma historia pero sin elipsis, ni implícitos, ni morondangas:

«A buena marcha recorrían la vía verde mientras él no paraba de contar chistes verdes en ocasiones más raros que un perro verde desde que ella le diera luz verde a sus historias.

Por el camino verde que va a la ermita, se declaró cantando, “verde que te quiero verde”, pero ella le dijo que verdes las han segado y que, ¡a buenas horas mangas verdes!»

Ese fue el segundo relato, también descalificado, pero esta vez por reiteración, cacofonías y por pesado.

 

IsidroMoreno

37. Rebelde

«La que con verde se atreve, por guapa se tiene». Este antiguo refrán, válido también para el género masculino, fue el que le dio la novedosa idea al gobernante: Ordenaría a la población más favorecida que se vistiera de ese difícil color. La estrategia sirvió y, en poco tiempo, con una sola mirada aérea, era capaz de catalogar a todos los habitantes según su belleza o —era una desviación estadística inevitable— el concepto que cada uno tuviera de sí mismo.

A la vista del éxito de la medida, decidió ampliarla y, dependiendo de los intereses y necesidades administrativas, dispuso que los deprimidos se vistieran de negro, los felices de blanco, los enamorados de rosa, los entusiastas de amarillo, los místicos de púrpura, etcétera. A los inestables y bipolares se les permitió, en clausula anexa, vestir de rayas y, para aquellos que tenían matices en su rasgo predominante, creó un listado de complementos —corbatas, sombreros, cinturones o bolsos—, de variados colores para su clasificación.

Un día las fuerzas de orden detuvieron a un ciudadano que se paseaba con el torso desnudo. El presidiario hoy viste de negro, y los ciudadanos usan complementos, más o menos disimulados, de igual color.

36. MEDIADOS DE MAYO Paloma Hidalgo

Otra vez la primavera se ha adueñado del jardín. Ha colgado abanicos de las ramas del ginkgo, corazones en el tilo, y en el arce, estrellas. Y a mí, se me ha metido en los ojos. Te veo pequeña, descalza corriendo por el césped persiguiendo mariposas, y sentada merendando bajo el avellano. Empapada de agua tras regar con la manguera la rocalla, enterrando los bulbos de los tulipanes en las jardineras, buscando caracoles entre las hortensias cuando llovía. Parpadeo, pero sigues ahí, ahora más alta, estudiando exámenes finales en el porche, bajo las glicinias. Y cuando cierro los ojos, como casi siempre, el verde del pijama del cirujano que hizo todo lo que pudo, me trae de nuevo este invierno que mantendrá helada mi sangre, incluso en agosto.

35. Corazón verde (Luisa Hurtado)

El hombre yacía sobre el camastro, cubierto de heridas y moratones; su cuerpo no iba a resistir. Le habían aconsejado que esquivase todo contacto, incluso el visual, y fue, al bajar los ojos, cuando descubrió el pequeño papel. Lo cogió y en la fotografía, pues de eso se trataba, descubrió una versión joven del varón que yacía junto a él al lado de una mujer y un pequeño lactante.
La visión lo hirió. Evitaban los niños, examinaban solo hombres y mujeres adultos, nada más; pero había visto la imagen y era demasiado tarde. Miró al moribundo, posó sus tres dedos verdes y cartilaginosos en el lugar donde estaba su cerebro, se concentró y dejó que sus sentimientos, miedos y esperanzas avanzasen por su tentáculo hasta inundarle, quemándole, y supo qué era lo correcto hacer.
No mucho tiempo después su civilización dejó de visitar el planeta que tanta curiosidad les había despertado; aunque siempre hubo quienes querían seguir con el estudio de los humanos, los mismos que desde hace no tanto vuelven a estar al mando y sin mayores retrasos retomarán las extracciones y los ensayos.

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