Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

20. LOS COCHES DE ANTES

Mi suegra tenía permiso de conducir y soñaba con coches deportivos, pero nunca se puso al volante de ninguno, porque prefería el ferrocarril. Le firmó los papeles, como era costumbre en esos años, un empleado de la Escuela de Ingenieros de Caminos, aunque jamás se examinó ni de una prueba teórica, ni de nada. Eso sí, llegó a la oficina con una bufanda roja al cuello y un gorro de piloto con gafas y todo.
Al llegar a casa con su carnet, tampoco le comentó semejante logro a su familia, que, como ella, viajaba en tren. Dejó en una carpeta el cartoncillo rosa con su foto, y en un armario el disfraz de heroína de las cuatro ruedas.
Muchos años más tarde, cuando ya había que bajarla en su silla al paseo, ella seguía embobada por el ir y venir de los bólidos, y cuanto más brillantes y ruidosos, ella más trémula y fatigada.
El día en que vaciamos sus cajones, apareció el documento con la foto y aquel atuendo tan sofisticado. Tenía por entonces mi edad actual. Yo nunca la conocí tan joven. Creo que ella a mí nunca llegó a conocerme.

19. Objeto de Deseo

Deseo de Deseos
Azul de Azules
Deseo de Azul
Azul de Deseo

Azul intenso
Inmenso Deseo
Azul de luz
Ansia de Deseo

Azul azabache
Azul escarlata
Azul esmeralda
Azul añil

Deseo extenso
Deseo abierto
Deseo redondo
Deseo sin fin

Azul Azul
Deseo Deseo
Azul objeto
Objeto de Deseo

18. TIEMPOS MODERNOS (Rafa Olivares)

Hace unos años, a mediados de los 40 de este siglo XXI, Henry Böhl-Schneider consiguió hacerse multimillonario demandando, por usurpación de patente, a la multinacional que se había hecho, después de la gran crisis energética, con el mercado automovilístico mundial. Para ello, se había valido del invento del tatarabuelo de Henry, en 1933, para juguetes de cuerda. En realidad, los nuevos motores no eran más que una adaptación de aquel ingenioso muelle en espiral capaz de recuperar la energía acumulada por las vueltas de llave. Gracias a ello, ahora los nuevos modelos ya alcanzaban los 800 metros de autonomía a una velocidad máxima de 30 kilómetros por hora.

Con su inmensa fortuna, Henry reunió la mejor y más completa colección de miniaturas de vehículos del mundo. Estaban todos, desde los primeros impulsados a vapor o gasolina, hasta los híbridos y eléctricos, más recientes, y que duraron menos que un aleteo de colibrí. Eran réplicas perfectas capaces de funcionar si hubiera habido combustible. Böhl-Schneider se extasiaba contemplando cada ejemplar a la luz de una lámpara de carburo.

 

17. Coches (Javier Ximens)

[Al Cowboy Carlos Romano de la Parra Silva]

          Hace un año me robaron el Aston Martin azul. Me lo habían regalado mis padres. La policía dijo que buscaban dinero y joyas, pero que al no hallarlas, se llevaron los coches. Los otros eran obsequios que hice a mis hijos por sus cumpleaños: Un Maserati plateado y un Ferrari amarillo. Las grabaciones mostraban a dos individuos saliendo con una bolsa de deportes y mi sombrero de tratante de ganado.

Días después, otras imágenes nos trajeron pésimas noticias. Mi familia, conocedora de que la ilusión de mi vida había sido el Jaguar «E», descapotable, biplaza rojo, me lo regalaron por mi cumpleaños.

El Aston Martin representaba para mí la pérdida de la juventud. Días después de la Navidad de 1965, mi padre me dijo que partía con mis hermanos a Alemania, que aquí no había trabajo, y que en delante iba a ser yo el «hombre de la familia». Abandoné el coche de cuerda, la escuela diurna y me puse de mozo en un comercio.

El Jaguar representa el paso brusco de la madurez a la vejez.

Hace unos días, mis nietos se han presentado en casa diciendo «mira abuelo, un Fórmula 1», y me pasean en él.

16. UN JUGUETE MÁS

Luisa y yo gastamos todos nuestros ahorros en clínicas y tratamientos, solo para poder acunarla. La criamos entre algodones y nos olvidamos totalmente de nosotros.
Yo no veía por otros ojos que no fueran por los suyos, azules, pequeños y vivarachos. La mimé tanto que Luisa enfermó de celos.
Así entre desvelos y caprichos llegó Isadora a la adolescencia.
Para su dieciocho cumpleaños quiso una de sus extravagancias, un coche que imitara uno de juguete. Descapotable, color nube, una gris azulada, una de tormenta.
La complací como siempre y encargué aquel proyecto soñado para mi niña, pero como tantas otras cosas, ahí quedó, arrumbado en la calle, siendo objeto de la curiosidad de los transeúntes.
Creo que me he equivocado cuando voy a ver a Luisa al sanatorio. En sus ojos sigue habiendo desconfianza y rabia. Procuro no hablarle de Isadora, aunque vivo por y para ella, tan rosada, tan inocente, tan dulce.
Vuelvo enseguida a casa, pero últimamente no coincidimos. De casualidad la vi hoy, llevaba prisa. Reconocí el foulard de flores de Luisa.
Un flamante descapotable blanco la aguardaba.
No me esperes papá, no volveré. Me ha dicho lanzando un beso al aire mientras soltaba una carcajada.
¡Isadora!

15. La partitura de Pau

Leticia y yo seguimos sentados en nuestro Corvette, rígidos como dos maniquíes. Varados en el arcén. Las luces de emergencia parpadean en nuestras esquinas y algunos coches nos envuelven con sus gritos. Sonido de claxon en pasado, presente y futuro: la partitura del efecto Doppler. El sonido podría ser un participio, pero se comporta como un violento tictac si no tienes nada más que decir. Es agudo cuando está llegando, el gozne de la puerta de una casa que se abre por primera vez. Todo por llenar de muebles.

La voz de un niño también es aguda.

La de Pau lo era.

Los coches nos sobrepasan rápidamente en esta carretera nacional. Inventan estelas de colores. Nos muestran el sentido del ruido, horizontal y más grave según se aleja. Pasa de largo una ambulancia que nos trae el recuerdo de aquella otra sirena atronadora. Leticia me aseguró que superaríamos lo de Pau y me lo creí. Los dos nos lo creímos hasta que el camino asfaltado se nos ha acabado de golpe. El kilómetro 63 nos ha sorprendido justo aquí, constatando el puto efecto Doppler, en silencio, porque nunca he visto un maniquí que hable ni llore por su hijo.

14. DIVINA LOCURA (A. BARCELÓ)

“…Para ti y todo lo que en ti vive,

Yo estoy escribiendo.”

(Para quién escribo – VICENTE ALEIXANDRE)

 

Todo lo que el chico decía o hacía era automáticamente anotado en la libreta del Psicoanalista. El crío  jugaba con el cochecito que éste le había entregado dejándolo correr sobre la mesa hasta que llegaba al final y se precipitaba al vacío abismo existente entre el mueble y el suelo. Después, lo recogía y volvía a empezar.

−¿Qué te gustaría ser de mayor? –le preguntó el especialista en uno de los momentos en que el chaval volvía a darle cuerda al juguete para repetir la secuencia.

− Quiero ser hombre y mujer y animal y…

−Lo ve Doctor –le interrumpió la madre− ya está otra vez con sus chaladuras.

−Deje que el muchacho se explique, señora. A ver, chaval, ¿cómo crees que vas a poder ser todas esas cosas a la vez?, eso no es posible.

−Sí se puede –dijo el pequeño mirándole fijamente con sus dos grandes ojos negros.

−¿Cómo?

−Fácil, voy a ser escritor.

Los adultos se miraron asombrados y el niño volvió a concentrarse en su juego.

 

Para Eduardo Martín que nos lee desde el cielo

13. Control

Sale furiosa de la casa y le da toda la cuerda al coche, se sube, quita el freno de mano y alcanza una velocidad de vértigo. Mientras se aleja, con el pelo al viento, en su reluciente descapotable, se siente más cerca que nunca de la libertad, casi puede tocarla, pero, cuando está a punto de salir de la finca, el volante no responde y el coche da la vuelta. Hace varios intentos, con el mismo resultado, hasta que se queda sin cuerda. Ya agotada, piensa que nada tiene tanta importancia como para huir y dejar todo atrás, y abandona su objetivo. 

Desde el interior de la casa, la madre sonríe al verla por la ventana de la cocina. Es un alivio que, tras una discusión, aún pueda utilizar el control remoto, al menos con el cochecito de su pequeña díscola.

12. Anacronismos

A veces se empeña en que esa cáscara que habita, ese cuerpo traidor que lastra las alas de su espíritu, no sea real. Maldice los dientes postizos que aún desean morder manzanas en un picnic eterno, los dedos retorcidos que sueñan con regalar caricias de seda, los pies cansados que no pueden conquistar montañas, devorar bosques, bailar hasta el amanecer. Los brazos que duelen intentando dar cobijo.

A veces se afeita, se baña en agua de colonia, se viste con traje azul y pajarita roja y empuña el marfil de su bastón. Corta una flor para el ojal en el boulevard y cruza la calle para sentarse en el banco que queda bajo su ventana. Ella le saluda, tímida, detrás de la cortina. Pero el resto del mundo cree que es un fantasma.

A veces inventa un vehículo imposible y diferente que nadie más sepa conducir, la llama y viajan juntos, despacito,  a todos los lugares que siempre quisieron conocer. Sin teclados, sin pantallas, sin realidades virtuales. Con el único combustible de un amor a prueba de tecnologías.

A veces quisiera voltear el imparable reloj de arena de la vida, como un supermán desesperado por salvar el mundo que conoce.

11. En piloto automático (Esperanza Tirado)

Como cada mañana suena el pitido insufrible del despertador, se levanta a regañadientes, se ducha, se viste, desayuna, se lava los dientes, susurra un adiós cariñoso en voz baja y lanza un beso hacia la habitación; donde ella aún duerme.

Y baja al garaje.

Donde estaba el coche. Su coche. Con el que iba a trabajar cada mañana. El que se convirtió en un arma mortal aquella todavía madrugada de neblina baja, de demasiado stress y preocupaciones acumulados.

En la cama del hospital su cuerpo intenta recuperarse; su mente sigue en piloto automático, recordando la escena. Esforzándose en no apurar tanto en aquella maldita curva.

Esta vez sin lágrimas ni ese intenso dolor que le muerde dentro. Que supera al de sus heridas.

Pero es incapaz, porque la mitad de las hojas con las instrucciones para seguir dando cuerda a su vida se perdieron en el asfalto.

Las del otro conductor se perdieron por completo.

Y ella ya no puede dormir.

10. Instrucciones de uso (Carmen Cano)

Cuando me regalaste el flamante vehículo, me pareció tan fácil de manejar…
-Pisa fuerte, nena.
El acelerador del deseo nos llevaba hacia horizontes desconocidos.
-Más fuerte, nena.
Su azul metalizado brillaba en atardeceres de palmeras recortadas sobre cielos de fuego. Competía con el destello de las estrellas.
-Pisa más fuerte, nena.
Nos sorprendía el alba exhaustos, más allá del placer y del vértigo.
No advertí en qué consistía el mecanismo. Nunca fui dada a leer la letra pequeña. Había que darle cuerda, cada vez con mayor frecuencia.
-Pisa fuerte, nena.
Me esforzaba en hacer girar aquella llave para emprender cada nueva aventura.
-Vamos, nena, con más empuje.
Casi sin aliento, lo puse de nuevo en marcha y os abandoné al borde del vacío.
Desde entonces camino sola y leo con atención los manuales de instrucciones.

09. Fuera de la vida (Calamanda Nevado)

Su mirada empieza a cojear, como él, sin fuerza  ni peso se echa al suelo. Qué te pasa, le pregunta, y hace venir al médico. Es duermevela matinal,  asegura y enseguida se marcha. Como lo entiende bien, a pesar de creerlo caprichoso,  lo invita a mirar desde la   ventana y a  su manera le habla despacio igual que  a un niño mientras hierve la olla en la cocina.  Despierta, murmura intentando hacerlo reaccionar, mira que hervidero de automóviles   cruza la  avenida, las mejores marcas  ¿Qué te sugiere   nuestro Renault azul celeste aparcado en ella? Parece  un juguete delicado ehh,    nos  espera  ¿Has visto el cielo? Está manso, y las palmeras son  altas, verdes y   variopintas;  hasta aquí llega la melodía    del  mar blanco dándole suaves topadas  a la arena desnuda.

Se que veo peligros imaginarios,  pero soy infeliz; estoy  asustada curioseándote con  atención como  el niño al muñeco. No me atrevo a dejarte  en paz, ni  a salir de paseo en  el   descapotable sin tus alas viajeras y tu honda respiración, por cierto; se le saltó la cuerda.

Al besarlo en la  mejilla le pareció sudoroso,  la cara blanca y mate,  todo ojos negros y dientes blancos; intentó inútilmente sostenerlo.

 

 

 

 

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