Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

63. Remesas defectuosas (Jerónimo Hernández de Castro)

Es el mejor. A pesar de publicar constantemente su secreto, no hay ingeniero biofacial como él: Lo importante es la elasticidad de las comisuras, insiste. Si no se trabaja desde la primera puesta en funcionamiento, la sonrisa original de fábrica se pierde pronto y se desploma enseguida en sucesivos pliegues de tejido plástico, que retuercen el gesto del humanoide para siempre.

Él mira cada androide con ternura, como si fuera una criatura única y acaricia con golpecitos sus mejillas inertes, para dotarles de esa pizca de alma que pueda ser autocaptada por su precaria inteligencia artificial.

62. Hasta que la muerte nos separe (Montesinadas)

Cuando nos besamos ante el cura y los invitados, nos comprometimos, y era nuestro deseo, amarnos toda la vida. Un sueño que, con el paso del tiempo, se volvió en nuestra contra. Sin saber cómo, perdimos habilidad para relacionarnos, los pucheros y payasadas ya no bastaban para dar por terminada una bronca casi desde su inicio. Los pecados veniales, que dejaban los enfrentamientos en tablas, desembocaron en reyertas mortales, sin penitencia que los redimiera.

Aquellos susurros cariñosos vieron llegar contestaciones violentas, las palabras, dulces y mimosas de otro tiempo, se tornaron en munición de artillería pesada, insultos y ofensas que buscaban hacer el máximo daño al enemigo devolviendo el dolor mil veces aumentado.

Olvidamos cómo pedir perdón y, cada mañana, toca ir al frente. La intimidad se ha convertido en un juego esquivo para evitar el roce, como si estuviéramos envueltos con alambre de espino. Entre los dos, un ensordecedor ruido de hierros y la falta de aire fresco. Vivir juntos es como habitar en el interior de un tanque. Mirarnos a los ojos disparar sobre las trincheras que han brotado entre nosotros, un campo de batalla por el que transitamos, atentos a nuestra espalda, preguntándonos quién disparará primero.

 

61. Un rayo de esperanza

Ya llevo dos años en este agujero. Procuro mantenerme vestida y lo más arreglada posible. Me ayuda a sentirme persona. Me peino con los dedos hacia atrás. Como el agua no es muy abundante, la propia grasa permite que se me quede repeinado, como si llevara gomina…¡Gomina!…No sé ni cómo soy capaz de recordar esa palabra. Ese objeto. Ese concepto. Todas las paredes rugosas de este lugar están llenas de marcas. Decidí empezar a hacerlas el segundo día de mi cautiverio. Pensé que me ayudarían a calcular el tiempo y a tener algo que hacer. A veces las cuento, las sumo, las resto. Eso me permite aguantar. Sigo conservando la esperanza de que me encuentres y me saques de aquí. Por favor, ven hoy. Es mi cumpleaños. Por favor, asómate de una vez por todas a ese agujero en el suelo y sácame de aquí.

59. CASTING

La habían llamado para un casting. Les gustaba su físico para hacer un papel en La boca crispada de las hadas. Acudió con un vestido blanco y vaporoso. Una joven le entregó el texto que tendría que representar. Tenía solo cinco minutos para prepararse. Leyó con atención, cerrando los ojos de vez en cuando para concentrarse en la expresión facial y en los gestos que utilizaría. Sólo le preocupaba la acotación tras la última frase.

Se descalzó y ocupó el centro del escenario. Toda la luz era para ella.

ꟷArrodíllense ꟷordenó, mirando severamente a la cuarta pared. Estiró su cuello de cisne hacia el cielo, a la vez que se ponía de puntillasꟷ. A la luz de la luna ꟷcontinuó con la mirada perdida en vuelo altoꟷ, una hiena adora lagartijas ꟷcontrajo su barbilla en un mohín de desconsuelo y orientó las comisuras de sus labios hacia sus pies descalzosꟷ, sobre psilocibina ardiente ꟷgritó, estiró sus brazos en alto con las manos abiertas y cayó desplomada sobre las tablas del escenario.

El director y su equipo aplaudieron con ganas. Ella permanecía inmóvil aunque ya no sonaban aplausos. Parecía muerta. Siempre se tomaba sus papeles muy en serio.

58. CONTAGIO

Fui una bella durmiente narcotizada por el sueño de hombres flácidos con billeteras de piel de dólar y pellejo sobre su carne decrépita.

¿Por qué me habrán descalificado del concurso de mises?

57. Salvando el planeta (Pepe Sanchis)

Llámenle intuición femenina, pero hace tiempo que tengo la certeza de que esta nueva obsesión de mi marido no acabará bien. Me lo acabo de encontrar llorando a moco tendido frente al televisor, donde Piqueras ha informado al mundo mundial del feliz nacimiento de un bebé gorila en el zoo de Sebastopol. Dice que es la mejor noticia que le han podido dar en toda la semana.

Y es que desde que lo prejubilaron lleva dedicando todo su tiempo libre, que es mucho, muchísimo, yo diría que demasiado, a informarse sobre todo lo relacionado con el calentamiento global y la desaparición de animalitos protegidos.  La otra noche me confesó que sufría mucho por el deshielo del casquete polar. Aprovechando la ocasión le lancé una buena indirecta, pero no se dio por aludido. Está seriamente preocupado por los osos polares y su futuro.

Entonces me acordé de Manolo, lo más parecido a un oso y/o gorila que conozco, y hemos quedado a esa hora de la siesta cuando echan los documentales de la 2. Al fin y al cabo, la reproducción de la especie humana también es un asunto preocupante…

56. VIGILANTES (Carmen Cano)

Voy encendiendo las luces de la casa para no tropezar en la oscuridad. Esto es la cocina. Hay un vaso sobre la mesa y una botella de agua. Bebo lentamente y observo las líneas de los armarios. Está todo recogido. Abro uno por uno. Aquí está. Parto un buen trozo y me lo llevo a la boca. Dulce, muy rico. Si me descubren, se enfadan. Él me vigila de noche. De día llegan ellas. Deben de ser mis primas, porque me cuidan bien y me preparan la comida y la ropa.

Orino y me lavo las manos. En el espejo ella me mira. Es mi madre, que ha vuelto. Lleva los cabellos recogidos, pero le caen algunas mechas encanecidas. Me mira con atención. Está a punto de decirme algo.

-Teresa, apaga ya la luz y ven a dormir, cariño.

Desaparece de pronto. Ahora me veo a mí misma, tragándome las lágrimas.

-Mamá, no me dejes aquí con este extraño .

55. Playa sin mar (Anna López Artiaga / Relatos de arena)

Pensé que me harían compañía y los llevé a mi nuevo apartamento. Drama y Comedia daban vueltas en su mundo transparente y golpeaban el cristal cuando me veían cerca. Yo los premiaba con unos copos de harina para peces  —gusanos, larvas e insectos, prensados y secos— y ellos los devoraban. Aunque debería decir que solo Drama tenía verdadero interés por la comida. Comedia prefería jugar: nadaba en círculos, hacía burbujas en la superficie con su boca redonda y roja, y saltaba —como si fuera un delfín amaestrado— haciendo sofisticadas piruetas.

Hasta que una mañana, encontré a Drama solo en la pecera. Golpeaba el cristal, como si pidiera comida, pero sus ojos de pez intentaban decirme algo. En el suelo, Comedia se retorcía y agitaba, intentando acostumbrarse a aquel nuevo elemento. No lo consiguió. Aunque lo devolví presurosa al agua, sus agallas se habían secado y resultaban inútiles. Flotaba, agonizante en la superficie, y no tuve valor para verlo morir. Lo cogí y lo lance al váter con rabia. Tiré de la cadena.

Después, le eché doble ración de comida al pez superviviente. Quizás un ambiente de abundancia lo convencería de que era mejor no explorar los límites de su prisión.

54. Títulos de crédito o el crédito del título

Era su turno, y como tantas otras veces salió al entablado para representar las escenas que le habían marcado.

¡Cuándo quiera!, oyó desde las butacas.

Todo eran escenas en las que una mujer, dotada especialmente para la alegría y la convicción, transmitía la felicidad incuestionable de la vida y daba un vuelco espectacular a las pesadumbres de los demás.

No lo hizo mal, pero la competencia era siempre muy fuerte, así que tampoco albergaba mucha esperanza.

Tras un gracias, el director le pidió que mientras un foco le iluminaba la cara en la oscuridad, se dejara llevar mientras pensaba en su pasado, su presente y el futuro que visualizaba.

Así lo fue haciendo, envuelta en un silencio que atronaba y que poco a poco clavaba alfileres en los corazones que no se escuchaban.

Tras unos cinco minutos, el director no pudo más. Hizo un gesto para que encendieran las luces y otro para pedirle que podía retirarse.

Tardó un buen rato en recuperar el habla: Ella será la protagonista en caso de que aún pueda atreverme a dirigir esta película de mierda.

 

 

 

53. Las mejores críticas (R. L. Expósito)

La joven Cate cumplía el sueño de actuar en un festival de teatro griego. Aguardaba su turno entre bambalinas cuando advirtió, demasiado entusiasmada, que las gradas de piedra del hemiciclo estaban repletas. ¿Cómo iba a defender su monólogo lleno de llanto contenido, si salía al escenario sonriendo? Sería el principio perfecto de una carrera truncada… Para evitarlo, se tragó la sonrisa —revoloteaba en su estómago— y entró en escena fingiendo aplomo.
Caminaba con la túnica al viento, sofocada porque aquella tarde veraniega hacía bochorno y porque su sonrisa regresaba pecho arriba, le hacía cosquillas en la garganta. Apretó los dientes, contuvo la risa. Si ahora cediese, ¡¿arruinaría su interpretación con carcajadas tragicómicas?!
Afligida, desquiciada por tener aquella euforia a flor de piel, Cate miraba al cielo suplicando algún milagro… y divisó los nubarrones de una tormenta inminente.
El corazón le dio un vuelco, derramó su última esperanza. Luego empezó a recitar —la inercia de meses de ensayo— y su rostro se deshizo en pucheros tan amargos, tan genuinos, que el público asistió sobrecogido —mientras pudo— a la actuación más convincente que jamás hubiera imaginado.
Por eso en la prensa del día siguiente, a Cate le llovieron las mejores críticas.

52. CAPTACIÓN ANULADA

Muecas absurdas es un rostro sin color: no veo mejillas arreboladas, ni ojos cargados de pena. ¿De verdad crees que vas a engañarme con un mohín infantil? ¿Acaso crees que no percibo ese brillo malicioso que te distingue?

Cuando se miente por costumbre pierdes la fe de tus semejantes. Y aunque pienses que algunos hombres que rozan los setenta en soledad van a caer rendidos a tus pies y tus encantos dándotelo todo, la próxima vez cerciórate de que no tenga hijas. Al menos una como yo.

 

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