Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
3
9
horas
0
6
minutos
2
3
Segundos
0
9
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

17. Dos por una

Me descuidé un instante en el pasillo de las conservas. Me volví con las manos vacías y, despistada, agarré aquella cesta sin prestar atención. Luego seguí caminando por el alambre de los ocho euros con veinte de mi bolsillo. Fue poco después, al meter en la cesta un paquete de salchichas en oferta, cuando descubrí aquel prodigio: pescado fresco; jamón ibérico; un panetone gigante; el perfume ese que anuncia Julia Roberts. Busqué con la mirada a la autora de tal derroche. Imaginaba que aparecería arrastrando con incomodidad mi cesta a rebosar de miseria. Estaba dispuesta a pedirle mil disculpas, qué menos —por rango social o porque sí—, pero allí no apareció nadie. Así que ahora desdeño promociones y marcas blancas, elijo vinos de añadas excelentes, describo una estela de opulencia por cada pasillo (en especial por el del aceite de oliva) hasta que busco una zona tranquila del súper. Y si algún empleado de esos que no me quitan ojo me sorprende abandonando el carro, le digo que enseguida vuelvo. Al fin y al cabo, ellos también mienten cuando, a la salida, palpan sus bolsillos y mascullan que no llevan suelto mientras yo les deseo que tengan un buen día.

16. A liar to love

Miró fijamente los ojos del enchufe y vio como descargaban una baba verde que llegaba de un lugar enroscado en su mente, como un caracol con su tapa bien cerrada. Agitó la cabeza por si se había quedado dormida; empezó a entender. Comprobó que el fluido verdoso que iba llegando al suelo era la bilis de sus mentiras, tan enquistadas e infectadas, que al despertar estalló el continente y esa lealtad que le había unido a él, se derramaba con frustración sobre el suelo y la alfombra. Tan pronto como fijó sus ojos allí, una catarsis venida por el flujo eléctrico que proyectaba el desengaño, le llevó a preparar una pequeña mochila, buscó un mechero en el segundo cajón. Antes de empujar la puerta, las llamas ya devoraban su colección de trajes y camisas. Dejó sonando en bucle «A liar to love».

Ella, que nunca había existido, se marchó invisible dejando solo una huella verde en el descansillo.

15. El sorteo

Cada diciembre, coincidiendo con la onomástica de su fundador, el bufete de Eloy Bergareche celebra el aniversario de su inauguración. El veterano jurista, con una copa de champán en la mano, aguarda impaciente el sorteo de una cesta navideña entre socios y trabajadores. Le sorprenden de nuevo los cambios en la decoración y, sobre todo la escasa concurrencia, justificable por el trabajo febril en épocas de cierre de ejercicio; pero su inquietud desaparece cuando el administrador le entrega la caja decorada, que guarda los nombres de los posibles agraciados.

Uno tras otro lee en voz alta los papelitos que extrae, Al no obtener respuesta, los descarta alborozado con la fórmula: ¡Decae en su derecho! Finalmente, sucede lo inevitable y don Eloy grita como un niño su propio nombre.

Solo entonces advierte la presencia de dos desconocidos con bata blanca, que toma por empleados de los almacenes proveedores del obsequio.

– Tranquilo don Eloy, se la llevamos a casa, como otras veces.

El anciano regresa feliz a la residencia donde vive hace tiempo, aunque al administrador no le cuadren las cuentas, empeñado en mantener la tradición un año más, sin saber cómo justificar los gastos ante la nueva directiva.

13. Detector de mentiras

Cada vez que rompíamos algo jugando a la pelota en el salón, mamá nos colocaba ante una máquina que si no decíamos la verdad, se iluminaba una bombillita roja. Con el tiempo supimos que se limitaba a accionar el interruptor hasta que finalmente confesábamos. También lo utilizaba con papá, las noches en que llegaba tarde del trabajo oliendo a perfume, pero en su caso sí le conectaba unos cables y no precisamente a la altura del pecho.

12. ADIÓS (Puri Rodríguez)

Ella quedó allí sentada, con el sobre de correos entre las manos, ensimismada tras una mirada que abarcaba el infinito.

Lo miró un instante cuando él abrió la puerta por la que se iría para siempre. Quiso decirle adiós con algunas palabras amables en recuerdo de los días felices, pero dijo:

–”La verdad no tiene precio y la mentira sale cara”–

Y esa fué su despedida.

Él le dió la espalda, cruzó el dintel y se perdió en la noche.

Volvió a mirar la foto y supo que la verdad, que siempre se arrastra porque jamás tiene prisa, sería su más leal compañía desde entonces. Dos lágrimas le dieron la bienvenida, desdibujando las imágenes de su fallido amor y una desconocida joven gozando sobre una cama.

Él caminó, sonriente, atravesando la oscuridad para reunirse con su bella mentira, pero…El apartamento estaba vacío y su diosa había volado sin dejar señas.

11. SUPOSICIONES (Ángel Saiz Mora)

La tía Isabel asumió las funciones de mis padres tras su trágico accidente. Conmigo nunca escatimaba esfuerzos, atención y, sobre todo, buenos consejos.

Al llegar mi “edad de merecer”, como solía decir, puso gran empeño en aconsejarme que no estuviera sola, que buscase a alguien acorde con la manera en la que ella, según yo daba por hecho, parecía entender las relaciones correctas: noviazgo tradicional y ceremonia antes de la unión definitiva.

Para no decepcionarla me inventé a Eduardo, con gran derroche de adjetivos muy masculinos, convencida de que Isabel los iba a utilizar para presumir de mi buen gusto ante sus amistades.

Soy actriz, pero mi control del lenguaje corporal a duras penas mantenía ese engaño frente a una persona tan cercana. Incapaz de dilatar más las presentaciones, quedamos una tarde en casa, con el compromiso, ya ineludible, de aparecer acompañada de mi pareja.

Al verme con Elvira no hubo desconcierto en el rostro de mi tía, solo una inesperada sonrisa, que no deshizo cuando Remedios, su mejor amiga, salió del dormitorio. El beso prolongado que ambas se dieron en la boca dejó las nuestras abiertas. Luego vino aquel guiño cómplice que me dedicó con su ojo derecho.

10. Intrusa

La noche que papá llegó con ella subida a hombros aduciendo que era pequeña y piadosa, mamá no tuvo más remedio, no sin reticencias, que aceptarla.  A falta de espacio, acordaron alojarla en el desván.
Un sábado temprano, papá salió de la casa con premeditado sigilo. El primer rayo de sol iluminó la estancia en el instante que mamá despertó y notó el vacío que siempre había a su lado. Se levantó con un runrún impropio y sospechó que provenía de arriba. Subió con impostada prudencia y comprobó que la trampilla de acceso estaba  entreabierta. Por la rendija observó a padre amancebado con su mentira, fruto de la cual ya habían nacido tres hijas: la duda, la desconfianza y la ausencia. Mamá hizo como si nada hubiera visto. Echó dos vueltas de llave y bajó a la cocina a preparar los desayunos como si tal cosa. Al tiempo vendría el hijo, al que llamaron olvido, y todo se sobrevino.
Desde entonces no le hemos vuelto a ver. Al principio preguntábamos por él, luego dudamos si volvería y desconfiábamos que lo hiciera. Por último, nos acostumbramos a su ausencia tanto así que, a día de hoy no logramos recordar su nombre.

09. PIADOSAS (Modes)

Tras el atropello, me susurró: «Es un rasguño. Apenas me duele».

Entonces cogí su mano y sólo pude decir: «Te pondrás bien, mi amor».

Y así, bañados en lágrimas, mi marido y yo nos mentimos por primera y última vez.

08. ¿Quién soy? por Jose María Escudero Ramos

7 AM. Adrián, un hombre de 60 años llega muy alterado a su solitaria casa. Extrañamente, hoy no parece excesivamente borracho. Su pesadumbre le hace gritarse muy inquieto mientras va, quitándose la ropa, hacia su dormitorio.

¿Cómo he podido hacer esto? ¡Qué gilipollas soy, por Dios!. Como se enteren mis hijos. ¿Qué mierdas he hecho?

Lamentos y suspiros mientras se pone el pijama. Solloza cabizbajo sentado al borde de la cama.

Como se enteren mis hijos, ¿Qué van a pensar de mí? ¿Cómo me he dejado manipular así? ¿Somos tan influenciables dependiendo de con quienes nos encontremos? ¿Nos dejamos llevar tanto por los instintos más depravados de nuestros compañeros de cenas o fiestas que olvidamos nuestros propios principios?

¿Qué cojones hago con sesenta años que tengo? ¿A esto me ha llevado la codicia y el deseo? ¿A querer sentirme eternamente joven? ¡Y perverso!. Una copa de más y me dejo llevar hasta las tinieblas. ¿Dónde he escondido los valores que creía tener?

¿Acaso me construyo en base a la gran mentira que represento cada día? ¿Qué quiero ser? ¿Ejemplo de qué para el pueblo y para mis hijos? ¿Quién soy? Nada más que una gran mentira queriendo ser reconocida.

www.escuderoramos.com

07. PATICORTA ( Fernando García del Carrizo)

Me creaste tras la cena de navidad de la empresa. Al principio era pequeña, una justificación sin más, y su confianza en ti hizo que me aceptara. Seguiste alimentándome después de cada viaje de trabajo, tras esas largas noches de hotel donde compartíais cama. Cansado y sin el más mínimo remordimiento me adornabas con detalles innecesarios que despertaron sus sospechas. Me hiciste crecer más y más con excusas que se pegaban como la nieve de la pendiente por la que rodaba, aumentando mi tamaño hasta hacerme algo descomunal. Mi mala conciencia, esa de la que tú carecías, se incrementaba al mismo tiempo que me hinchaba hasta hacerme un ser grotesco. Por eso, cuando apareció la verdad de la mano de los hechos y me hicieron estallar como una frágil y gigantesca pompa de jabón, justo milésimas de segundo antes de desaparecer, sentí alivio.

6. FUTURO MANDAMÁS (Edita)

Ya tiene diecisiete años y, hasta ahora, nadie supo diagnosticar correctamente su dolencia, siendo dicha circunstancia la causante de reprimendas, castigos, expulsiones escolares e incomprensión general.  Sus propios padres se avergüenzan de él; los amigos le duran justo el tiempo que tardan en descubrir el defecto.

Pero un investigador de síndromes congénitos raros se ha interesado por el caso y acaba de ponerle nombre al trastorno: intolerancia extrema a verbalizar certezas. Miente por imperativo genético. Rubor, taquicardia, temblores o vértigo aparecen cuando se ve forzado a emitir una verdad, como en los exámenes. Aunque el especialista pronostica que lo suyo será incurable, pretende minimizar esas molestias aplicándole tratamientos experimentales que parecen eficaces. De hecho, después de una semana en terapia, ya puede pronunciar su nombre completo sin ponerse colorado, o recitar  la dirección postal exacta con apenas palpitaciones.

Lo mejor es que el doctor augura al paciente un futuro profesional brillante. Le recomienda inscribirse, de momento, en el sector juvenil de cualquier partido mientras continúa estudiando. Luego, cuando descubran su capacidad innata, se pelearán todos por él; entonces elegirá aquella formación política que más valore la mentira de autor. Y alcanzará un desarrollo personal envidiado, sin reproches ni sacrificios.

 

Nuestras publicaciones