Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

84. PROPÓSITOS DE FIN DE AÑO

Hace dos Nocheviejas, el primo Raúl decidió dejar de ser un estudiante modélico y tomarse un año sabático. Se retiró después de las uvas y amaneció con el aspecto desaliñado de un perfecto holgazán. Se pasó los siguientes trescientos sesenta y cinco días de la cama al sofá, sin dar un palo al agua.

El pasado fin de año, con la última campanada, proclamó que había descubierto la vocación religiosa y que si no se ordenaba sacerdote era por no darle un disgusto al abuelo, ateo de toda la vida. Tras doce largos meses de misa diaria y rezos de rosario interminables, esta noche esperábamos expectantes su nueva ocurrencia.

Después de cenar hemos salido a la terraza para ver los fuegos artificiales. Raúl ha pedido silencio y, con un hilillo de voz, ha confesado su propósito de terminar con todo de una vez. Un poco achispada por el cava, la tía Paquita ha brindado porque alcanzara pronto su deseo. Como él no parecía decidirse y viendo la ocasión propicia, sus cuñados lo han subido a la barandilla y, entre todos, le hemos dado el empujoncito que le faltaba. Al fin y al cabo, para algo está la familia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

83. Apagón

   

El guardián de los cielos no debe dormirse apoltronado en la Osa Mayor, ya que ha de mantener iluminadas las candelas de los caminos celestiales. Él guía a las estrellas errantes soltando grandes carcajadas, embriagado por el polvo que pierden al pasar. Así ellas no deambulan al tuntún, llenando los cielos de susurros de anhelos de aquí para allá. Además, el guardián las protege con empeño, alejando de su trayectoria a planetas inapreciables, asteroides impredecibles y agujeros negros con las vibraciones de sus risotadas. Por eso, cada estrella encuentra siempre a su deseador. Menos la noche en la que el guardián debe apagar las candelas y, con sumo respeto, dejar de reír.  

82. Fundido en negro

Tras horas de búsqueda, las gafas aparecen dentro del congelador; el reloj, en el horno y el azucarero, en el cajón de la mesilla de noche. «¡Hay que despedir a la script!», grita furioso el anciano director. Lo que no entiende es por qué la bella aunque madura protagonista, con lágrimas en los ojos, le dice en sordina que baje la voz, que no son horas, que va a despertar otra vez a los vecinos.

81. LUJURIA

A mi padre se lo comió Madrid, la pensión de Doña María para artistas y unos zapatos de charol rojos del número 42 comprados en los saldos de Galerías Preciados. Después de esto no volvimos a verle. Al pueblo llegaban algunas noticias sobre su trabajo como vedette en el Teatro Variettes, en plena Gran Vía madrileña, gracias a los viajes que el Señor Alcalde efectuaba a la capital un par de veces al año.

Mi madre, sin rencor alguno, nos enseñó a escondidas un ejemplar de la revista INTERVIU del año 80 para ponerle cara a nuestro padre. Una espectacular rubia, al más puro estilo Marilyn Monroe nos sonreía mostrándonos sus voluptuosas curvas apenas escondidas tras una boa de plumas blancas.

No volvimos a verle ni a tener noticias suyas hasta que un inesperado ejemplar de «EL CASO» aterrizó en el bar de nuestro pueblo. Fue así como supimos de su relación con la mafia siciliana. La noticia era portada del sensacionalista periódico:

«SE CERRÓ EL TELÓN EN EL TEATRO VARIETTES.

MUERE ASESINADO VIOLENTAMENTE EL FAMOSO TRAVESTI LUJURIA.

DETENIDO SU AMANTE SICILIANO EN LA ESTACIÓN DE CHAMBERI.»

En casa, no lloramos…

80. El dibujante de mapas (Blanca Oteiza)

Desde el día que Matías perdió sus gafas, sobre la mesa, las hojas en blanco descansan junto a los nombres de ríos, montes y ciudades aún sin colocar. No recuerda donde las puso por última vez y sin ellas es imposible saber el lugar donde situar cada denominación. Ha buscado debajo de la mesa y la silla, entre los papeles y en las cajas con letras aún por ordenar.

Los petardos suenan en la aldea, la algarabía invade a sus vecinos ajenos al problema en el taller. Es casi media noche cuando decide salir a la calle y olvidarse por unos instantes del ajetreo interno que le aturde, y ahí, justo ahí es cuando las ve junto a las llaves. Debió olvidarlas el día que llamó el cartero a su puerta trayendo carta del lejano país que quería ser añadido en sus mapas.

Y así, arranca la última página del calendario y se acuesta, sabiendo que con el nuevo año podrá retomar su planisferio.

79. Prompt: Escribir el mejor cuento de Navidad con 200 palabras.

Lo tuvo claro. Cuando vio que su hijo, repetidor recalcitrante, sacó un excelente en expresión escrita supo que pasarían las mejores Navidades de los últimos 15 años.
Gracias a la IA pudo participar en el Certamen de Cuentos de Navidad de Villablanca de la Sierra, dotado con 1500 euros para el relato ganador.
El deseo de obtener un dinero fácil para pasar las Navidades como «una familia normal» se cumplió y acudió a la entrega de premios orgulloso de su increíble gesta.
Excitado por el momento y ebrio de halagos, accedió a escribir una dedicatoria en el libro de visitas del ayuntamiento:
«Me alegro de que sus haiga gustado muchas gracias Manuel González«.

78. Pobre de mí

Cada vez me cuesta más levantarme tan temprano. Ducha fría, café caliente, ropa inmaculada, zapatillas limpias. Unos rezos al santo con el pañuelo y salgo hacia la calle Estafeta. Compro el periódico y llego a nuestra esquina. Intento calmar los nervios y saludo a los habituales. Salto cuanto puedo para calentar mis piernas cansadas y asimilo que será mi último encierro. Cada metro tiene una historia detrás, cada cicatriz. Concentrado, miro al suelo y recuerdo las innumerables veces que corrimos juntos desde este punto. Suena el cohete, cierro los ojos y beso tu foto que guardo en el pecho. Como si te llevara de la mano, empiezo a correr y aprieto con fuerza el diario con tu esquela.

77. Múltiplos de seis

Es un truco técnicamente impecable. El mago, de cara al público y vestido como un auténtico gentleman, pronuncia su frase favorita con un ligero y elegante acento francés:

– Ahora, damas, niños y caballeros, cuando cuente hasta tres todos ustedes desaparecerán por siempre jamás.

Los espectadores, como es lógico, desaparecen de sus asientos al llegar hasta tres; luego, el mago dobla en seis partes el patio de butacas, lo introduce en el bolsillo derecho de su chaqué y se pierde por el fondo del escenario. Yo doblo al mago en otras seis partes, lo guardo en el bolsillo izquierdo de mi chaqueta gris marengo y nos largamos los dos camino del siguiente pueblo. Como nunca queda público, echamos de menos la ovación final, aunque eso sí: tampoco hay noticias de alguien que haya hablado mal de nosotros. De nosotros, no.

 

76. Imposible habitarla (María Rojas)

La casa tenía unos alegres balcones primorosamente tallados en madera. Tiempo atrás fue habitada por mercaderes normandos curtidos en azúcar y endulzados en vino. Unas mujeres fabuladas en traslúcidos encajes de Brujas, les pisaban las sombras de los talones.

¿Recuerdas de qué color eran los postigos de las ventanas y las puertas?

Eran vedes, como las esperanzas que trepaban por el patio.

Sí, ahora recuerdo, aquellas que se enredaban en el pelo de la muchacha de piel pálida remojada en mar, a la que su madre frotaba para quitarle el frío con paños estampados en leones de feroces garras.

¿Y recuerdas quien velaba el encantamiento del pozo en las horas de silencio?

Sí, el velador era un drago idéntico al que pintó el Bosco en el Jardín de las Delicias.

 

Siglos después, debido al cambio climático, en la aridez de sus patios, se formaron círculos de hadas y dicen que a su alrededor se bailan silabeos y remembranzas y risas y broncas.

La casa se volvió arisca, no quiere ser habitada, perdió las coordenadas que la ataban a la tierra.

A nosotros solo nos quedó decirle adiós para siempre.

 

75. Limpieza con celo (Jesús Navarro Lahera)

Cogí un puñado de tierra, me levanté despacio y gritando lo lancé a lo más profundo del bosque. Luego fui al maletero, saqué el desinfectante y un trapo y los usé para quitar las manchas de la guantera. La tapicería me costó más; tuve que frotar hasta que los dedos se me pusieron rojos. Después salí y me tumbé sobre la hierba a mirar las estrellas. Eso mismo habíamos hecho mi chico y yo hacía solo una hora, justo antes de montarnos en el coche, que él admitiera que estaba con otra y entonces yo le volara la tapa de los sesos.

74. Trecho final (Alberto Jesús Vargas)

Para que el piso no se les quedara tan grande convirtieron el dormitorio del hijo en cuarto de plancha y el de la hija en pequeño despacho con una mesa de escritorio sobre la que más tarde instalaron un ordenador. Así podían ver crecer a los nietos por videoconferencia. Pero sigue habiendo un vacío instalado en aquella casa y aunque riñan a menudo por cualquier tontería, ni sus voces airadas ni las de las del televisor encendido son capaces de acallar el silencio latente de su convivencia. Los dos se hacen la misma pregunta:  ¿Qué queda de lo que fuimos? Quizás la mera costumbre que conjura el miedo a la soledad, esa soledad que se vuelve mucho más amenazante en el trecho final de la vida. Y por creerse lo que ya no son, de vez en cuando sienten la íntima obligación de hacerse el amor, siempre con los ojos cerrados. Él piensa en la joven vecina a la que desea con lascivia de viejo verde y ella en aquel joven apuesto y enamorado con el que un día se casó.

73. Al fin (Aurora Rapún Mombiela)

Extrañamiento:

La mujer que se tintaba las canas, desayunaba avena y corría para mantenerse en forma había dejado de reconocerse. 

Cuenta atrás:

Durante aquel año, el último de todos, sutiles detalles habían reescrito su piel, como un palimpsesto. Una mañana de septiembre, frente al espejo, una desconocida le sonrió abiertamente. Tras 40 años siguiendo las mismas rutinas, la persona malhumorada que acostumbraba a maquillarse la mala leche reflejaba, por primera vez, alegría.

Tres:

Un jueves de octubre, de esos en los que solía refunfuñar, sus piernas dejaron de ser las suyas. Ligeras y saltarinas, la sorprendieron con un baile improvisado. 

Dos:

Al mismo tiempo que la desconocida se apoderaba de su cuerpo, su yo iracundo se diluía hasta transformarse en un ser equilibrado. Noviembre fue luminoso. 

Uno:

En diciembre, de aquella mujer primigenia apenas quedaba algún rastro imperceptible. 

Despegue:

En el aperitivo que organizaba la empresa para sus empleados cuando llegaba el momento, le desearon lo mejor y le regalaron un reloj.

Al atravesar la puerta de la oficina por última vez, tiró la tarjeta del fichaje de control horario a una papelera. Extendió los brazos y voló.

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