Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

79. Km.324, N-420

Me escruta con ojos miopes mientras sostiene mi currículum. Sondea las hojas de papel hasta que se detiene en un punto, alarmado, como todos. Se ajusta las gafas. Vuelve a leer. Me mira con los ojos como platos. Y llega la pregunta que, con reparo, curiosidad, alevosía o chanza, siempre formulan.

Le puedo contar la verdad, que una noche mis padres tuvieron un accidente y que mi madre, embarazada de ocho meses, dio a luz asistida por una campesina antes de morir en la cuneta.

O la otra verdad, que me abandonaron en un hotel de carretera, en medio de ninguna parte y que de ahí viene mi interés por el turismo y las relaciones públicas.

O la verdad heroica. Que fui encontrado allí milagrosamente vivo, como único superviviente, días después del incendio de una casa rural.

O la verdad cruel, que mi madre trabajaba en un modesto prostíbulo y no podía pagar un hospital.

No me importa ser huérfano. De verdad. Ni tengo curiosidad por conocer quiénes eran mis padres. Realmente, en estas ocasiones, solamente deseo con vehemencia saber de quién fue la idea de inscribir como mi lugar de nacimiento el kilómetro 324 de la Nacional 420.

78. Un día más

Se acerca al mostrador y toca el timbre. Música horrorosa detrás de la cortina de tirantes. Mientras espera, advierte que faltan cinco minutos para que den las doce, hora en que hay que entregar las llaves.
La música cesa de repente. Aparece una mujer mayor cuyo rostro brilla por el exceso de maquillaje. Le mira.
–¿Quiere dejar la habitación?
–No, no. Tengo que quedarme otro día.
–¿Otro día, señor Vlassasky?
–Sí, un día más. ¿Cuánto es?
–Ya lo sabe, señor Vlassasky. Quince dólares la noche. Hay que pagar por adelantado.
El hombre saca del bolsillo varios billetes arrugados. Los alisa antes de contarlos. Deja la cantidad exacta encima del mostrador.
–¿No le interesaría la tarifa semanal?
–No, no, gracias.
–La semana son noventa dólares.
–No, no. No voy a quedarme tanto tiempo. Sólo una noche.
–¿Está seguro?
–Sí. Mañana tengo que continuar viaje.
–Como usted quiera, señor Vlassasky. ¿Le gustaría cambiar de habitación? La 127 es un poco más grande y más silenciosa. El mismo precio.
–No, no. Me quedo con la mía. Sirven aquí comidas.
–No, señor Vlassasky. Ya se lo dije cuando llegó: al otro lado de la carretera hay un restaurante.
–¿No me prepararía un bocadillo?

77. Tráfico (Esperanza Tirado)

Mientras tiende las sábanas de las habitaciones observa el paisaje. Una carretera gris, recta, interminable, hasta donde alcanza la vista.

El tráfico es incesante. Aunque últimamente paran pocos. Hasta a este tipo de negocios les ha afectado la crisis.

Ellos tienen suerte: Su hotel está muy bien situado. Su jefe tiene contactos dentro de la provincia y sabe llevar el negocio. Además, trata bien a sus chicas y les deja días libres. Sabe de otras, en otros locales, de oídas, a las que maltratan brutalmente.

El viento le trae el sonido de risas infantiles. Al otro lado de la carretera está el parque del pueblo, al que se accede por una pasarela elevada. Allí su hijo juega con otros críos. Ajenos a los problemas del mundo.

Se ha integrado bien. No es la primera vez que un hijo de las de ’La Mansión’ va al colegio. Obviamente, ella no asiste a las reuniones de madres. Hay ciertos límites.

Su sonrisa de niño feliz le llega desde el otro lado. Corre entre los columpios, se revuelca en la arena, haciendo ángeles, despreocupado.

Un claxon suena en el aparcamiento. Llega un coche. La jornada del hotel comienza de nuevo.

76. ENCUENTROS (Pulgacroft)

Paré allí simplemente para suicidarme. Era el típico hotel de carretera en medio de la nada. Perfecto para dormir…o para morir.
Una vez en la habitación, tumbado en la cama, hice repaso a mi vida por si me hubiera dejado algún motivo por el cual debía quedarme en este mundo, pero una vez más, no lo encontré. No tenía familia, apenas amigos, nadie dependía de mí… ni siquiera los antidepresivos me ayudaban a encontrarle el color rosa a mis días anodinos. Ahora, al menos, me servirían como pasaporte hacia ese otro mundo que no podía ser peor que éste.
Estaba absorto en esos pensamientos, cuando un gato completamente negro -sí los de la mala suerte- se coló por la ventana. Se tumbó a mi lado suplicando con ese maullido que sólo sale del hambre. Me miró fijamente y algo me removió por dentro.
Intenté ignorarlo levantándome a preparar mi coctel mortal, pero el gato comenzó a restregarse entre mis piernas. Sucumbí. Observé como tomaba la leche que pedí para él y una vez hubo terminado, se subió a mi regazo ronroneando.
Noté que había decidido adoptarme.
Irónicamente encontré mi motivo color rosa en color negro y forma de gato. Sonreí.

75. TERROR

El coche se había averiado y la grúa no vendría a recogerlos hasta mañana.
Aunque Carlos había propuesto que durmieran en el coche, su familia no lo aceptó. Querían dormir apaciblemente, sin escuchar el ruido de los coches, ni levantarse sobresaltados porque quisieran asaltarlos.
Con lo necesario para pasar una noche se dispusieron a desandar, con resignación, los cinco kilómetros que les separaban del hotel en forma de torreón que habían visto.
Para hacer la caminata más corta el padre les contaba historias de miedo, que terminaban con los gritos de los chiquillos. Así, sin apenas darse cuenta alcanzaron el aislado hotel, anclado en un desolado paraje.
Dispuestos a dormir apaciblemente no repararon en el extraño empleado, que les ofreció las habitaciones.
Y cuando estaban a punto de dormirse, les sobresaltó un grito aterrador. Los niños corrieron a protegerse en la habitación paterna, mientras especulaban sobre lo ocurrido.
El padre les intentó calmar, les aseguró que debía tratarse de alguna alimaña procedente del bosque cercano y propuso que durmieran todos en la misma habitación.
Cuando estaban arrebujados se despertaron sobresaltados, al entrever entre las sombras a un extraño que les amenazaba desde la puerta con un hacha ….

74. NEGOCIOS (Begoña Heredia)

Durante la estación invernal, pocos son los que se alojan en el hotel cercano a la carretera, sin embargo, cuando despierta el buen tiempo suele caer por allí algún que otro cliente haciendo parada antes de llegar a destino. Y es entonces cuando Samuel deambula por las escaleras, pasillos y dependencias, con un radio cassette sobre el hombro, paseando su vida rosa junto a Mireille Mathieu; repitiendo una y otra vez con perfecta pronunciación estribillo y estrofas. A Samuel le faltan abriles, dice su madre. Cortito que es el chico, explica el abuelo.

Nadie puede quitarle esa costumbre. Se empeña en llevar las maletas y el hombretón de metro ochenta hasta sonríe en francés a los visitantes del país colindante.
Al final de la temporada, el chaval de treinta y dos años, para disgusto de su padre, se refugia de nuevo en su habitación durante todo el invierno. No sin antes haber bajado al pueblo a comprar con las propinas conseguidas, ese juego de consola que tanto le gusta, un par de comics coleccionables y una nueva cinta. Este año se ha hecho con una de John Lennon; dicen que el verano que viene llegarán a la península muchos ingleses.

73. Exégesis (Jesús Mollinedo)

El furtivo encuentro nocturno tuvo lugar en un hotel de carretera de la ruta 66. Unas luces de neón rojas parpadeaban en la entrada. El hotelito, un antro de mala muerte regentado por una prostituta redimida, fue el lugar elegido. La música de fondo de los Eagles le daba al lugar un toque más intimista, relajado. Pero de paredes para dentro, en la habitación elegida estalló la locura. La lujuria entre aquéllos dos hombres, profetas de Dios en la iglesia redentorista de los últimos días de todos los siglos se desató. Nació de una lectura profunda y sosegada de las Sagradas Escrituras en las que Onán no deseaba compartir el placer con nadie.

 

72. ASESINA EN SERIE ( Paloma Hidalgo)

CUÉNTAME COMO PASÓ, suplicó LA DUQUESA, a uno de los POLICÍAS al llegar al hotel de carretera donde habían encontrado a la chica, mientras un MÉDICO DE FAMILIA del HOSPITAL CENTRAL intentaba sin éxito reanimarla. AÍDA llevaba DESAPARECIDA, SIN RASTRO, desde el principio de aquel VERANO AZUL.
EL COMISARIO explicó que tenían a LOS HOMBRES DE PACO MANOS A LA OBRA buscando LA HUELLA DEL CRIMEN, y aseguró que la CUENTA ATRÁS para encontrar al culpable había comenzado.
También le dijo que en EL INTERNADO, alguno de sus COMPAÑEROS afirmaba haberla visto AL SALIR DE CLASE perdiéndose rápidamente en entre la gente, como un ÁGUILA ROJA, medio en PELOTAS, en dirección a la FARMACIA DE GUARDIA de LA PLAZA DEL DIAMANTE, para comprar algo que calmara su ansiedad, tras haber discutido a gritos mientras hablaba por teléfono.
Pero prefirió no comentarle nada de la grabación que CELIA, la mejor amiga de AÍDA, había hecho de esa conversación. En ella, la voz inequívocamente grave de LA SEÑORA que ahora tenía a su lado, aseguraba que NADA ES PARA SIEMPRE, y que una PRINCESA DE BARRIO como ella iba a necesitar 7 VIDAS para arrebatarle a su hijo.

71. La libertad tiene sus vuelos Calamanda Nevado

Conduce con  torpeza. Busca  ávidamente con los ojos a su mujer; aún no ha llegado.  Elije un rincón del aparcamiento del hotel. Su coche llama demasiado la atención. Entre tanto la espera, escucha canciones. Se excita con el video de una cantante. Desde el asiento sigue idas y venidas de otros coches. Su esposa llega. Camina con desenvoltura. Lo descubre entre el intrincado de pilares. Se sienta a su lado. Lo  alborota con el repique de su  conversación. Con  gesto amenazador  la ordena callar.  Obedece y  cambia su ropa arrugada por un conjuntito de falda  y chaqueta. Mientras, su lengua insistente, empapada de ginebra, le babosea el cuello y  pregunta por el dinero. No parece sorprenderle que su marido  le  espete esto.  Ignora el comentario y le muestra una    factura de habitación. La arruga sin mirarla, le registra el bolso, y le explica quién  manda y vela por ella.  –Continuarás hasta que yo diga.  Murmura, quiero verte sana, a pesar del veneno que te pones  en la infusión por las mañanas. Cuando sale le pellizca el pecho, y grita  entre carcajadas. –Gatita ¡Tranquila! Queda tiempo. Ve sin prisa  que espero-.
Regresa al hotel como una golondrina; aguarda  su verdadero  amor.

70. Aún es pronto

Pidió la 201, o la 205, si podía ser. Introdujo la tarjeta en la ranura y entramos: servicio a la izquierda; dos camas al frente; mueble, televisión y cuadro a la derecha. Me tiré en una de las camas. Ella dijo que era pronto. Me dio la espalda y comenzó a desnudarse porque iba a darse una ducha. Luego se acercó, preguntó si no me importaría y se me subió encima a horcajadas, sin esperar respuesta. Era muy fuerte y no la contrarié (…). Me duché y me vestí. Aún es pronto, repitió. Me relaja (…). Nos duchamos y nos vestimos. Se aseguró de la correcta colocación de los chalecos antibalas y salimos fuera. Con la punta de la pistola me indicó un lugar a su espalda y de una patada echó abajo la puerta de la 203.  ¡Alto, policía! Servicio, izquierda, vacío… Hombre al frente con mano interior chaqueta: ¡quieto o disp…!, ¡bang…! Mujer con maleta: codazo al estómago y esposas a las muñecas. La bala atravesó el muslo y El Gordo cayó al suelo. Métele un torniquete antes de que se desangre. Cogió la maleta con la coca y los sacamos a empellones de aquel hotel de carretera.

(Relato fuera de concurso por formar parte del jurado).

69. ONOMATOPEYAS DELATORAS (Beto Monte Ros)

En un hotel de carretera apareció el cadáver de una chica y el inspector Valdez, junto a su ayudante, repasa los detalles del crimen.

—¡Grrrr!, ¡cómo no lo vi antes! —grita el detective

—¿Qué le pasa? —pregunta el subalterno.

—Nada, que la clave para resolver el caso está en esta declaración.

—¿Hoy le puso algo extra al tabaco?, sabe bien que el testigo es ciego y tiene problemas del habla, además, en esa grabación solo se escucha ¡TOC, TOC! ¡CRAC! ¡PAF! ¡AYYY! ¡RAS! ¡ARGGG! ¡SGLUPS, SGLUPS! ¡CHOF, CHOF, CHOF! ¡BANG, BANG! ¡CLIC!

—Pues ahí está, esos no son tartamudeos, sino los ruidos que oyó la noche del crimen.

—¿Y?

—Si pones atención te darás cuenta de que quiso decir: “tocaron una puerta, la que luego rompieron, entraron dando bofetadas y una mujer gritó, le rasgaron la ropa, le apretaron el cuello, la obligaron a tener sexo oral, la follaron y le dispararon hasta vaciar el arma”.

—Siempre hemos tenido eso claro y ni con las pruebas de ADN sabemos quién la mató.

—Cierto, mi amigo, pero ya tenemos una pista, solo una persona puede producir esos sonidos.

—¿Quién?

—¿No te has dado cuenta? ¡Buscamos a un escritor de cómics!

68. CONTAR HASTA TRES

Tenía una mujer, dos casas y tres hijos. Tenía un trabajo bien remunerado, dos iPhones y tres Samsonites de distintos tamaños. Eran las dos y aún tenía tres horas de carretera hasta su destino. Tenía un motel a mano, así que paró y cogió una habitación. Tenía un último cigarrillo y bajó al aparcamiento a fumárselo. Entonces la vio: tenía un problema con su C3, dos pezones color castaña que pugnaban contra la camiseta blanca y sólo tres euros en el monedero. Él tenía un mueble bar bien surtido y una cama king size. Tenía una oportunidad y se lanzó sin contar hasta tres. No tenía un condón, pero le importó tres narices.

Tiene un piso deslucido de tres dormitorios junto a un polígono industrial, dos trabajos mal remunerados y una ex esposa. Tiene que pagar una pensión alimenticia para tres. Tiene dos gemelos que se pasan las noches berreando, excepto cuando se enganchan a un pezón color castaña. Y hacia mediados de mes, cuando suma dos y dos no le salen las cuentas.

(Relato fuera de concurso)

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