Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

60. DOS HECHOS EXTRAORDINARIOS

Tras el último volteo de nochevieja, el badajo salió volando desde el campanario y fue a incrustarse en la piedra frontal de la fuente.

La resonancia del violento impacto cortó de cuajo los incipientes impulsos para felicitarse el año nuevo entre matasuegras y descorches de sidra. En su lugar se produjo un estruendoso silencio que seguido de un murmullo de similar intensidad hizo de la plaza un laboratorio de ideas y conjeturas.

Luego del intento infructuoso por extraerlo, ya que se comportaba como artúrico artilugio, el cura tomó la palabra para convencerlos de que era un milagro que los convertía en el pueblo elegido, y que algún día llegaría Aquel que podría separar el hierro del granito, la paja del trigo.

Ante la inmensa algarabía que se produjo, el maestro aprovechó para, por primera vez, palparle la tersura glútea a la mujer del boticario.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

59. FIGURAS Virtudes Torres (Servitud)

La mañana ha amanecido arropada por una sábana blanca.

La lumbre de la hoguera no quema. El río es un cristal transparente. El aire no mueve las hojas de los árboles.

En la choza el nacimiento es una caricatura de lo que fuera en su inicio, porque dicen que no hubo ni mula ni buey.

El pastor que cruza el puente y que lleva a hombros un cordero, ha caído al río, pero no se moja.

La castañera no mueve las castañas; al final se le quemarán.

Y tras la montaña de papel, el cagón sigue con el culo al aire y el churro asomando.

El Portal adornando con un buen número de luces de colores intermitentes, parece una discoteca.

Cuando llega la noche y la casa se queda en silencio, las figuras cobran vida.

María y José salen a pasear con el Niño. Los pastores bailan jotas, la castañera se hincha a vender castañas calentitas, el cagón se asea y  roba la primera gallina que le sale al paso.

Y el Ángel pasa las últimas novedades al Jefe.

Al amanecer, todo volverá a la normalidad.

Nosotros miraremos las figuras del Portal… y a nosotros ¿quién nos mira?

58. Duelo infinito

Sentados a una mesa, cuatro figuras envueltas en el humo de los cigarrillos juegan al póker. Modesto, acodado detrás de la barra, los observa. De vez en cuando agarra el vaso y se echa un trago de cazalla que cae en su estómago como un arponazo. Los cuatro hombres se cubren la cabeza con sombreros de fieltro. Sobre la mesa, el barniz de las culatas de sus semiautomáticas produce sutiles destellos.

Modesto mira el reloj de la pared. Bosteza. Faltan cinco minutos para las doce. Saca un paquetito con las uvas y se prepara para el consabido ritual. En ese momento, uno de los hombres se retira el sombrero hacia atrás, extiende la mano sobre la mesa y muestra las cartas. Los otros, pistola en mano, se ponen en pie.  Modesto se toma las uvas al compás de los disparos que ahogan el sonido de las campanadas. En el eco de la última, el humo y las figuras se desvanecen en el silencio. Modesto suspira. Se acerca a la mesa. La limpia y la arrincona hasta el 31 de Diciembre siguiente, sin dejar de maldecir las condiciones del traspaso del bar.

57. MI PARTICULAR RECUENTO

Como si fueran a acabarse mi tiempo y mi mundo con el fin de año, hago balance del hostigamiento al que me has sometido estos años. Tres interminables horas en el balcón, desnuda, rezando para que me dejes entrar. Poco amor, casi todas las veces fueron violaciones. Dos hijos. Algunos puñetazos en plena cara antes de perder el conocimiento. Siete días a la semana con miedo a que vuelvas. Cada vez menos copas para envalentonarte conmigo. Una orden de alejamiento. 90 veces 9 disculpas insinceras con sospecha de reincidencia. Varias denuncias de malos tratos. Y, aquí es donde más me atraganto, demasiados segundos paralizada mientras recibo tus golpes.

Al fin, con el último aliento, la energía justa para decir NO.

56. ETOBER LAROPMET

Tras las campanadas, todos comenzamos a marchar hacia atrás. Lo hacíamos muy rápido, como en esas películas VHS que uno rebobina a su antojo. Al instante me vi recorriendo diciembre, noviembre, octubre… En todo momento era consciente de lo que sucedía, pero no podía hacer nada para detenerlo. En esa especie de “yo” sin “mí”, pude analizar el año vivido: la paliza a mi hijo adolescente por fumar en el baño, el revolcón con mi compañera de inglés, la mirada de superioridad al vagabundo, el gimoteo de mi mujer por menospreciarla, las excusas para no visitar a mi suplicantes padres… Hasta que todo se detuvo, de golpe, como había empezado, y me descubrí masticando uvas, rodeado de mi familia y amigos, que me deseaban un feliz año 2014.

55. Campanadas (Luisa Hurtado González)

La primera fue que vendría a la cena su exmarido.
La segunda, por aquello del empate, que también mi exmujer.
La tercera, fue cosa mía: invitar a mi muy querida vecinita del sexto.
La cuarta, apuntar al butanero con su bombona.
La quinta, que no iba a haber uvas.
La sexta, que me daba igual como fuera.
La séptima que pondría el mantel que había hecho mi madre.
La octava, que lo que tú quieras, mi amor, que tras el detalle del mantel, lo que tú quieras.
La novena, que no fuese tan complaciente, que le gustaba que le diera guerra.
La décima, que para guerra la que me das tú y todo lo que me gusta.
La undécima, es que volvimos a mirarnos a los ojos como antes hacíamos, sin decirnos ni media.
Al final, ha llegado Nochevieja, estamos solos y, aunque bebemos en los labios del otro, no hemos tocado la comida.
El Año Nuevo está a la vuelta de la esquina y ésta es la última campanada, la buena noticia: lo estamos esperando juntos, con una sonrisa.

54. Un problema menos (Montesinadas)

Había visto el reflejo de su corpachón roto en mil pedazos en los charcos con cada pisada. “Mal presagio”,  pensó. Quiso atrapar un taxi. “Imposible esta noche”, se dijo. No le quedó más remedio que arrancar su vieja furgoneta.  “Tampoco he bebido tanto”. El vodka le había dejado un sabor lítico en el paladar y un zarpazo atigrado le arañaba el esófago. Se lo había prometido al salir de casa. “Ni una gota”,  pero qué valor podía tener  ya su palabra con la cuenta atrás de su relación activada hacía meses.

Iría, por última vez, a la cena de Noche Vieja en casa de sus suegros por los niños, que aún no sabían nada. Tendría que oír de nuevo los reproches de su cuñada: “Hay que mover el culo Tomás” “El trabajo no vendrá a llamarte”. Le mirarían, como siempre, por encima del hombro y cerraría los ojos cuando le entregaran a su mujer el sobre con el aguinaldo.

Sobre el asfalto del puente, un carro con luces de navidad, frenazos y al abrir los ojos el reflejo de su corpachón destrozado en las frías y cristalinas aguas del río del que nunca emergió.

 

52. «Impaciencia»

Rojo.
Ceñido.
Tacones de vértigo.
Vestida para la ocasión, no necesito mirarme al espejo para pintarme los labios en son de guerra.
Me observa.
Mientras arrastro con furia la mesa del salón para colocarla frente a él, suena un dong inesperado. Se me rompe un tacón.
Su continuo tic tac y sus campanadas desobedientes hacen eco en mi alma solitaria.
Tela bordada, porcelana fina y plata.
Sirvo una cena ligera en la mesa: sopa de verduras de temporada, sobras del pescado de antesdeayer y una copa de Belondrade.
«Tic      Tac», suena mientras yo saboreo altiva la cena.
«Tic      Tac», doy un respingo irreverente.
«Tic      Tac», responde él sorprendido.
«¿Tic tac?», pregunto yo, retando.
«Tic                    ¡Tac!», salta al quite.
«¡Ja! Tiqui taca», me burlo.
«Tic»
«Tac»
Y se calla.
Cuento los segundos con la respiración contenida.
«Tic tac»
Suspiro aliviada.
«Tic tac»
Me guiña.
«Tic tac»
Le sonrío.
Entonces llegan sus esperados 12 dong.
Mis 12 uvas acompañando.
¡Un 13 dong!
Me rindo.
«Tic tac», sabiéndose vencedor.
1 de enero de 2015.
Primer pensamiento del año evitando su mirada: mañana al relojero.
¡FELIZ 2015!

51. Marianita, la blanca, (Asunción Buendía)

Marianita, la blanca, estaba a un paso de arder en la hoguera.

Al filo de las doce de la noche del último día del año, con la última campanada del reloj de la catedral, comenzaría la danza del fuego.

Quizá su destino estuvo escrito el mismo día en que nació.

Demasiado blanca para su clase. Delicada y dulce hasta desesperar. El amo dudó de su paternidad. Semejante birria de niña no podía ser de su cosecha, aunque tampoco parecía hija de esa poderosa jaca que era la Mariana.

Marianita creció a golpes, porque el amo cerraba los ojos para no ver su fragilidad y la trataba peor que al resto de sus criados. Ella etérea y liviana lo resistía todo.

A los 15 años era hermosa, su tez no se había oscurecido un ápice y su cuerpo aunque  menudo, tenía  proporciones justas para enloquecer.

El amo perdió la compostura por ella y su hijo Rodrigo, perdió mucho más, el entendimiento entero.

¡Bruja! Acusaron públicamente. ¡Bruja! La niña era capaz de arrebatar almas y conciencias, guiada sin duda por el maligno. Así resolvieron tan incómoda situación.

31 de diciembre, noche cerrada.

Marianita, la blanca, daba su último paso hacia la hoguera.

50. Crimen ejemplar (Jesús Mollinedo)

Fuimos tan amigos. Su única pasión era el juego, para mi la lectura. Ambos nos disputábamos el mismo amor.

Un 31 de diciembre decidimos jugarnos en una partida de canicas nuestros corazones. El vencedor, como César laureado, tendría con quién brindar y disfrutar tras las campanadas.

Allí estábamos los dos, frente a un jardín a media tarde con dos bolitas de cristal. Comenzaron a rodar nuestros destinos sobre tierra, hierbajos y piedrecitas. En un primer tiro falló y se alejó. En mi turno realicé un acercamiento peligroso porque había que arriesgar. En la réplica él efectuó una aproximación certera usando la palma de su mano. Cogió la canica, elevó la diestra, encogió el pulgar como quién acaricia un gatillo con el índice y se aprestó a lanzar un mortífero ataque como una víbora. En décimas de segundo vi la vida correr en un instante, agarré una piedra y le abrí la cabeza. Le metí la bola por el gaznate y un instante de satisfacción recorrió todo mi cuerpo.

Sinceramente no se por qué lo hice. Supongo que porque nunca me gustó la Navidad ni el juego de las canicas como a él.

¡Claro que sí, lo hice por Max Aub!

49. Empuja la vida (La Marca Amarilla)

Los gritos coinciden con las campanadas de año nuevo.

Mientras en una sala cercana enfermeras y celadores brindan, todavía con uvas en la boca, en el paritorio de aquella misma planta Julia empuja la vida con todas sus fuerzas y toda su rabia.

Se escucha llorar al nuevo cachorro pocos minutos después de las 12, y su llanto temeroso se mezcla con el de una Julia feliz, exhausta, estremecida, confusa… Hace tan solo unas horas que su madre murió muy cerca de aquella sala, y no pudo despedirse de ella.

Alejandro, el marido, que estuvo en todo momento dándole ánimos, se emociona una vez liberado de la compostura y observa maravillado a la criatura mientras recuerda vagamente los augurios de familiares y amigos: “que la vida está muy mal, que cómo se os ha ocurrido esa locura con los tiempos que corren, que ya podéis olvidaros de vosotros, que vais a necesitar mucha ayuda…”

En ese momento, entra un celador ofreciendo a los presentes un poco de cava para celebrar que el feliz nacimiento es el primero del año en todo el país. Al preguntar a Julia por el nombre de nueva personita, la madre orgullosa contesta:

– Esperanza.

 

48. Esfuerzo numantino (Petra Acero)

Tras las doce campanadas: ¡nada de nada! Porque los muertos no esperan nada del año nuevo, y Natividad desea estar muerta… Como buena numantina no se rinde, y anticipa su glorioso final enarbolando el documento que así lo confirma. Le echa un último vistazo: “La víctima, dulce y tierna, se deshizo en… La muerta trató, heroicamente, de posicionarse en primera fila… La inmolada resultó de un gusto exquisito…” Nati piensa que tal vez se ha excedido con los sustantivos, que los adjetivos igual pecan de pretenciosos, que no estaría mal cambiar el término “muerta” por asediada, mártir, suicida o… elegida. Lo que no reconoce es que tanta literatura, tanto bodoque, filigrana y fantasía desvían la atención y le restan realismo… Pero sobre todo, Natividad olvida que ¡todavía no está muerta!, y que por mucho que redacte su ansiada necrológica cada Navidad, seguramente este año tampoco lo estará. Porque tras las doce campanadas, entre brindis de cava, turrones de Jijona, pan de Cádiz, polvorones y mantecados de Estepa o Antequera, mazapán de Soto y Toledo… ¿quién va a elegir una figurita de mazapán soriano?

 

 

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