Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

73. FIN

Aquella mañana, una gran ballena le dio los buenos días en el salón. No podía seguir así.

Primero llegaron los duendecillos, que jugaban al escondite en el dormitorio. Después apareció el hombre sin cabeza, que veía la televisión con un cuenco de palomitas. Más tarde aquel marciano que no aguantó un pequeño resfriado, los caballeros que organizaban justas espada en mano en el pasillo, las princesas que se encerraban en el cuarto de baño, el extraño niño de madera que escribía con la nariz en las paredes…

Organizaban fiestas, asaltaban su frigorífico, arrasaban las provisiones, se probaban sus vestidos, usaban su ordenador…

Alicia sabía cómo terminar con todo aquello. Y había llegado el momento. Avanzó entre la multitud y llegó hasta el viejo libro que le había regalado el casero y permanecía abierto en un rincón. Cuando lo cerró desaparecieron uno a uno todos los visitantes de la casa hasta que solo quedó ella que, aunque se buscó en el espejo, no se encontró.

72. La canción del estudiante (Marta Trutxuelo)

 

Última palabra, última línea, última página… El peso de todas ellas cayó sobre la tapa posterior del libro cuando lo cerró de golpe. Bajo las gafas depositadas sobre la cubierta sobresalía, casi gritando, la palabra “literatura”. El estudiante tomó el libro y bajó a la parada del autobús. Aprovechó que el vehículo emitía un rugido ensordecedor para impostar la voz: “Con diez cañones por banda, viento en popa…”. El autobús zarpó a toda vela con su patio de butacas lleno. Un apuesto galán se prodigaba en halagos y una joven se ruborizaba al recibirlos: “En tanto que de rosa y azucena, se muestra la color en vuestro rostro…”, imaginó el diálogo. El estudiante, alto y enjuto, alzó su triste figura al divisar su destino: “En un lugar de la Mancha…” musitó y blandió como una lanza la barra de sujeción. “Érase una vez un hombre a una nariz pegado…”, determinó al despedirse del capitán de la nave. El estudiante colmó su interior con la tibia brisa marina y al exhalarla aún se permitió una última intervención: Que es mi barco mi tesoro, que es mi Dios la libertad; mi ley, la fuerza y el viento; mi única patria… la biblioteca”.

71. LUZ DE MIS OJOS ( Modes Lobato Marcos)

Abro el libro de ilustraciones y…

 

las estrellas

                                                                                                                flores

                          UNA                            luz

                     lluvia          

                                    DE

               COLORES

                                      cae 

                      SOBRE

                                         MI

 

                                                                                                                                                      risas

campo

                                                          sol

amigos

                                              el

                                                    mar

    MI                        SONRÍE

            CORAZÓN

                                                                                                                         mi  hermanita
mami

                                    el verano

                                                                                                                                         

los pajaritos                                                                MIS ABUELOS       

                                       LA 

                                       TELE

 

¿PAPÁ?…¿QUÉ HACES, PAPÁ?…

 

 

Me despierto sobresaltada. Llorando. Como cada mañana.

En el jardín ladra mi perro.

Mi querido perro lazarillo.

 

70.MAL DEL ALMA

Antes de la llamada de la vecina, a la que todos los otoños robábamos las manzanas, antes del primer ring, un olor a tomillo y romero entro por la ventana del apartamento. Descolgué con el corazón acelerado pensando que por una vez era mi padre el que llamaba y eso no era bueno, porque odiaba cualquier tipo de comunicación. No era él pero si eran malas noticias, llevaba dos días desaparecido, lo habían buscado por toda la sierra y nada.

Limpiamos la zona durante un mes, hasta que la vecina me sacó de mi búsqueda desesperada y me dijo que seguramente mi madre lo había llamado. Y eso fue lo que me hizo ir hacia el libro de recetas de mi madre, entre estas páginas que me habían curado mil catarros y desamores, encontré una nota con la letra de mamá: “Mi amor, si necesitas usar el remedio al mal del alma no lo hagas, ya es hora de encontrarnos, sube a la sierra, a lo más alto, cruza el camino del tuerto, llega al roble hueco y espérame dentro”.

Llamé a los vecinos y allí dentro, acurrucado, encontramos a mi padre.

69 .TE HABLA EL

Hola soy yo tu amigo,no te olvides que cuando me tengas entre tus manos te dejes llevar por la imaginación, porque yo te brindo cantidad de aventuras libres de peligros y que cuando me dejes abandonado en cualquier cajón no me enfadaré si por ello vas en busca de una puesta de sol , o de un amor a la luz de la luna.

Quiero comentarte que en alguna ocasión he conseguido sentir sobre mis hojas el sabor salado que dejan tus dedos al deslizarse sobre ellas cuando me llevas a disfrutar de una tarde junto al mar, también me deleito si me dejas caer por tu regazo cuando lentamente el sopor del verano te vence y te abandonas en manos de Morfeo por breve tiempo, ya que cuando escuchas el zumbido de una abeja sobre tu nariz despiertas y me recuperas del suelo volviendo a introducirte en la historia que yo te brindo.

Pero cuando mas contento me pongo es cuando decides esconder entre mis páginas esa flor que años mas tarde encontrarás por casualidad y te hará recordar aquel amor de juventud que te brindó su primer beso.

 

 

68. Mis libros

Quiero rendir un homenaje a mis libros.

A aquellos que apilados en el trastero contienen a duras penas oleadas de  hadas y princesas que me condujeron de la mano hacia la vida.

A los que me hicieron vivir tórridas pasiones y aventuras disparatadas, que me obligaron a ser pirata, pastora o náufraga.

A ese libro del que rescaté una frágil rosa seca, único testigo de hechos que juré no olvidar, pero que no logro recordar.

A los que me acompañaron en épocas serenas o desesperadas o tristes. A aquellos que me consolaron las largas noches de vigilia hospitalaria.

También al libro que hoy descansa en mi mesilla, esperando la noche para arroparme o a al que aún no existe y que anda bullendo en la cabeza de su futuro autor.

A todos ellos les debo muchas horas de feliz abstracción,

Sin su lectura hoy no sería quien soy, mi pasado hubiera sido más pobre y mi futuro, sin duda, más solitario.

67. El adúltero (Lorenzo Rubio)

Cada quince días, Víctor aprovecha que César trabaja de noche para dormir en su casa. Está enganchado a ‘El adúltero’, un libro que encontró lleno de polvo en la biblioteca de su colega.

Víctor lo suele leer recostado en la cama, cuando la mujer de César ya duerme, y, antes del alba, lo devuelve al anaquel. Pero la noche de la que os hablo, el libro aparece en la mesita. Le extraña hallarlo allí y, aún más, que el marcapáginas señale una hoja más avanzada a la que él había apuntado hace dos semanas. Intrigado sigue el punto de lectura:

“El adúltero observa una obra a centímetros de sus ojos. El cornudo sabía que la presencia de ese libro no pasaría desapercibida.

—¿Has visto la novela que lee tu marido? —dice sorprendido.

—No te preocupes. Nunca sospecharía de su mejor amigo —responde y ríen a carcajada tendida.

El traidor decide hojearlo y lee la página marcada por una tela roja:

<<Abrazado por mi mujer, acaricia mi piel de papel mientras el veneno se va adhiriendo a las yemas de sus dedos. Un regusto amargo va creciendo en su paladar. Será carmín, piensa. Intenta paliarlo besándola apasionadamente una y otra vez…>>”.

66. PROMESA CUMPLIDA ( Montse Acevedo)

 

Mientras buscaba consuelo entre las páginas de aquel libro, oyó de forma clara como la puerta de la calle se abría, y su corazón y la lectura que tenía entre manos se paralizaron a la vez.
Alguien había entrado en la casa y solo ella y su difunto marido,  tenían llave para abrir o cerrar esa puerta.
Con dificultad, agarrotada por los años y el miedo, se levantó y se dirigió con pesados pasos hacia la entrada.
Una luz extraña, como si emanara de las paredes, se extendía por la estancia, y en un rincón… Todo sombras.
De repente, una voz surgió de las tinieblas:
– Ven conmigo- Era su voz, no había duda. -Prometimos que el primero que muriera volvería a buscar al otro y lo ha cumplido – Cerró  los ojos durante unos segundos, pero pronto los abrió para enfrentarse a su destino cara a cara. Ya no había oscuridad ni las extrañas luces atravesaban las paredes y ella volvía a estar recostada en su sillón, en donde antes leía plácidamente

“Me he quedado dormida y estaba soñando” Pensó para sí.

En aquel momento, escuchó como la puerta de la calle, que aún permanecía abierta, se cerraba suavemente… 

65. Los ojos de Lucía (towanda)

Abuela siempre tenía entre sus manos una libreta donde pasaba el tiempo escribiendo. Mi madre decía que lo hacía para entretenerse con sus recuerdos. Mamá se equivocaba.

Abuela completó decenas de cuadernillos, que ella misma numeraba, como si se tratase de los tomos de una gran enciclopedia.

Solo entendí ese afán suyo por escribir cuando encontré su último cuaderno caído en el suelo. Frente a él, callada y asustada, mi abuela Lucía observando nada por la ventana. Abuela lo sabía.

Tras el desplome de su última libreta, Abuela no volvió a escribir. Fue entonces cuando decidí arañar unos minutos a los días para sentarme a su lado y leerle esos fragmentos manuscritos en voz alta…. Por unos momentos, le robábamos protagonismo a la enfermedad y era su prodigiosa memoria, plasmada en páginas de celulosa, la que invadía nuestro espacio.
Me convencí de que existía algo mágico en sus historias que la retuvieron más tiempo del previsto entre nosotros.

Cuando Abuela nos dejó, recopilé todos sus cuadernos y hoy, con la misma pluma con la que ella escribía, firmo “Los ojos de Lucía” en una afamada librería y continúo en el empeño de mantener vivo su recuerdo.

64. Desenlaces

Una noche deshilachada por el insomnio y acorralada por la soledad inicié la lectura. A medida que pasaban las semanas manchadas de invierno se me empañó el talante y una tristeza oscura me embargaba el ánimo. Fui cayendo prisionera de una trama apretada, con personajes conchabados para mantenerme rea de sus locuras. Amaban, se despedazaban y sufrían sin encontrar una salida. Empeoré y ningún médico sabía dar con el origen de la pesadumbre. En una noche de fiebres, ansiosa por desentrañar el final, me asomé a la última página. Una melancolía rancia abandonó cansada las palabras en las que se había enredado y las figuras, liberadas de un yugo antiguo, corrieron libres a encontrarse con su destino. Al día siguiente encontré tu carta bajo la puerta. Dejé entonces los bálsamos porque la mejoría ya solo podía ser una banal cuestión de tiempo.

63. SEDUCCIÓN (Rafa Olivares)

Ya había ocurrido otras veces. Ella descartó a los que ya conocía; había disfrutado con ellos de momentos íntimos, de deleite, de evasión; ahora apenas les dedicó un rápido y huidizo vistazo. Buscaba algo nuevo, desconocido, atractivo. Después de observarnos al resto con cierto detenimiento se decidió por mí.

Me llevó aparte. Mientras sus manos me abarcaban, sus dedos, con sensual suavidad -un roce apenas-, exploraban todos los rincones de mi piel. Su mirada, en un principio casi distraída, fue adquiriendo primero un tono de curiosidad, luego un brillo de interés. Como en anteriores ocasiones en quienes la precedieron, ella también arqueó sus cejas con expresión de sorpresa que derivó al poco en emoción, mostrando sus ojos la humedad de dos proyectos de lágrima a punto de desbordar.

Permanecimos juntos compartiendo silencios, compartiendo luz, compartiendo atmósfera, compartiendo tiempo …

En su despedida me devolvió al anaquel. Al mismo lugar del que me había tomado.

Ahora espero a un nuevo lector.

62. DESAHUCIO (Eduardo Iáñez)

Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos, al menos mientras la obsesión blanca del capitán siga obligándome a alzar el arpón y su peso me aplaste hasta entumecerme el brazo. Apenas puedo ya enristrar la lanza mientras velo mis armas junto al brocal del pozo de una venta bañada por la luna, a donde asciendo abriéndome paso en este río cuyo curso me lleva hasta el corazón de las tinieblas. Desde el fondo del cráter, el brillo cristalino de un monolito negro me atrae como a un insecto, y mis ojos ocelados contemplan con sorpresa el bullir de mis propias patas entre unas sábanas que me son ajenas.
Huelga decir que sufro este peregrinaje continuo con una terrible incomodidad, pero también con un total desapego. Me aflige saber que todo habría podido evitarse si aún habitase entre las páginas de los primorosos volúmenes dispuestos en anaqueles de Alejandría, Constantinopla o Londres. Ahora, en este minúsculo ámbito, aséptico y sofocante, los efímeros trazos de la tinta electrónica me aturden sin remedio.

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