Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

108.Una historia

Eran días en sepia; días de niñas vestidas de uniforme revoloteando alrededor de severas monjas, de cuadernos con olor a goma de borrar y tirantes colas de caballo sometiendo hirsutos rizos.

Treinta caritas se arremolinan en las ventanas para ver pasar las estaciones, el mundo exterior  y sobre todo, sobre todo… ver pasar a los chicos del colegio de enfrente.

Todas tímidas, todas curiosas, pero una y solo una con el alma desbocada y el cuerpo en llamas.

Sólo esa se saltará verja, escalará las ventanas y cuchicheará por los rincones incapaz de silenciar su dicha… y un buen día, sin previo aviso, esa niña desaparecerá para siempre de nuestras aulas.

Preguntaremos por ella muchas veces,  pero ante las esquivas respuestas, terminaremos por olvidar.

El curso seguirá  y sin darnos cuenta llegará el día en el que  las verjas del colegio se abran por última vez para dejarnos salir en tropel,  marcadas por un objetivo común “Vivir”

Será entonces cuando quizás reencontremos a nuestra antigua compañera que nos observará esquiva, desde el parque en el que vigila a su pequeño.

De la vida de las demás también he sabido, pero eso es ya … otra historia.

107. LA ISLA DEL SUEÑO

Desde aquí puedo ver algunas nubes que avanzan como borreguitos en un cielo color azul celeste. Miro con curiosidad todo lo que me rodea.

No sé dónde estoy.

Es un lugar paradisíaco, singular, donde percibo olores diferentes que me saben a complicidad y naturalidad.

El viento corre veloz revolviendo mis cabellos mientras camino por la arena blanca de una playa que se pierde en el horizonte en la que respiro libertad.

Mil  sensaciones distintas envuelven mi cuerpo, todo lo que veo me gusta, un gran espíritu de lucha, actividad y armonía, mucha armonía.

¡¡¡¡ Es una isla de mujeres!!! sonrio mientras el agua que llega revoltosa a la orilla salpica mis pies y va borrando mis huellas una a una.

Durante la noche y en mitad de un cielo abovedado de estrellas encuentro tu mirada nostálgica intentando buscarme, en ese momento me doy cuenta de todo lo que te echo de menos!!!!.

El sonido frio y persistente del despertador me trae de vuelta de mi sueño,  poso  los pies con pereza  sobre el suelo y solo siento la realidad pura y dura debajo de ellos.

Otro nuevo día !!!!

106. Generación perdida

Los desconcertados marineros se reencuentran en la plaza tras su alocada carrera por las calles del puerto. Se preguntan, jadeantes, dónde estarán las mujeres prometidas por Ulises después de tantos años de travesía. De penurias. Y ellas, las viejas con las cuales han ido tropezando aquí y allá, en las esquinas, en los soportales, sentadas a la puerta de las casas de paredes encaladas, apartan por un instante la vista de las muñecas de madera y cabellos de alga que tienen en sus regazos y cesan de acariciarlas y peinarlas, de jugar con ellas, y fijan sus ojos hundidos en esos hombres esqueléticos de piel de cuero moreno que tanto les recuerdan a quien, décadas atrás, llegara a la isla de las mujeres diciendo ser el rey de Ítaca. Y suspiran. Nostálgicas.

105.ELLAS LOS PREFIEREN JÓVENES (Petra Acero)

La primera vez que el abuelo me habló de aquella isla fue el día que aprendí a mear erguido −ahora sé por qué−. Contaba que en la isla de las mujeres no se pasaba hambre ni frío. Que allí sobraba el pan, el agua y los arrumacos. Que no había puertas ni candados. Que las mujeres sonreían cuando les mordisqueaba los tobillos… Me habló de pájaros, de un estanque, de árboles que daban sombra fresca, del arco iris −un toldo de mil colores− bajo el que chapotear, correr y jugar.
Al crecer, el abuelo volvió entre rejas. Casi todos vuelven… Yo esperaba ocupar su lugar algún día, pero cuando aquellas mujeres eligieron al enano orejudo, el abuelo masculló una sentencia con mi edad.
A veces, saco la cabeza entre los barrotes de la jaula y babeo pensando en esa isla maravillosa, en sus mujeres que acarician…, mientras el halo de la linterna recorre la perrera −cegando mis esperanzas− en busca de algún cachorro.

104. La devota (Sara Lew)

Atravesando una estrecha gruta que deja atrás un remanso de aguas cálidas hay una isla. La isla, en la que apenas cabe una septuagenaria saltando a la comba, está habitada por una mujer de mediana edad. La joven vive dentro del hueco del tronco de la única palmera. A la niña le encantaría salir a saltar, pero por el retroceso propio de su escasa edad camina unos pocos pasos y se tambalea. Ya ha empezado a gatear y pronto dará sólo pataditas al aire tumbada en su cuna de hojarasca. La pequeña sabe que al berreo hambriento de leche y al llanto de su primer aliento de vida le sucederá el naufragio al vientre cavernoso de la Diosa, su deidad adorada. Aquella que un día atendió a sus súplicas y le concedió su maldito deseo de no morir envejeciendo.

 

103.Hoy (Montse Acevedo)

 

Atrás quedan dolores físicos y  sufrimiento moral; noches de terror, lágrimas, impotencia y sobre todo desgana ante la vida.

Cuando le hablaron del centro no lo dudó. Una experiencia piloto que le aislaría del mundo por un tiempo. Pero ¿qué tenía ella que perder? Iba a olvidar golpes e insultos, y por muy mal que le fuera, nunca sería lo mismo.

La última paliza fue la gota que colmó el vaso. Dolorida por fuera, pero incluso más aun por dentro se dirigió a la asistente que le propuso el ingreso en la residencia. – Cambiarán tu  aspecto, aprenderás un oficio y conocerás a muchas mujeres en tu misma situación.- Fueron sus palabras.

Hoy ya ha pasado un año. Ella es una mujer nueva. Renovada por dentro y por fuera.

Hoy no sabe como agradecerle a aquel lugar todo lo que ha supuesto para su vida.

Hoy llega el momento de decirle adiós a la Residencia Santa Marta, o mejor dicho, a “La Isla de las Mujeres”, como  se conoce  el lugar entre ellas.

Naufragas en la vida, pero aprendes a vivir de nuevo…

102. Espejismos

Una tempestad del diablo partió el barco en dos y nos escupió a cinco miembros de la tripulación hasta esta isla, que no recogen los mapas de navegación y que he bautizado con el nombre de Paraíso.

Desde el día siguiente al naufragio, de ya no recuerdo cuándo, recibimos tratamiento de marajás, cada uno dentro de una tienda, protegidos del sol abrasador, rodeados de mujeres bellas y desnudas que nos alimentan con ricos manjares de frutas y mariscos, nos lavan con agua de rosas y nos embriagan con licores, que nos permiten viajar a las estrellas. Y todo porque somos los únicos hombres en la isla, unos enviados de los dioses, como me ha revelado, en uno de sus trances, la que parece la hechicera de todas ellas. Imagino que por eso, últimamente, muchas noches de luna llena mis compañeros de aventuras experimentan placeres ocultos del más allá, pues les escucho aullar, entre sonidos de tambores, mientras lamento que nunca me elijan a mí. ¿Será por qué mi cuerpo se hundió con el barco?

101. Grosso modo

En el fondo —pensaba Jaramillo—, un burdel era una empresa fácil, pero hacer de aquel local un ateneo filantrópico, eso ya era otra cosa.

Apiadado por el incierto porvenir de sus empleadas, el emprendedor logró convencerlas de que en otro gremio su salud sería más resistente y su vida mejor, de modo que ellas, amables e inconscientes, fueron dejando el lupanar para hacerse actrices, cantantes, clarinetistas. El nuevo ritmo de vida más ordenado de las señoritas, que dormían más y comían en abundancia, hizo que mejorara su aspecto y que tomaran algo de peso, lo que las alejaba aún más de la prostitución. Pronto pasaron de esbeltas jovencitas a carnosas señoras, y si bien en ambos casos eran atractivas, el gusto puso de moda la delgadez en las meretrices, no como antaño, cuando se gozaba más con las rellenitas. Sin excepción todas engordaron y todas dejaron el antiguo oficio para convertirse en aplaudidas artistas.

Tras las primeras dudas, pues no se entendió aquello de un cabaret de gordas, el pueblo accedió a tal osadía ya que los caballeros podían asistir a los números con la propia. Y con la ajena. ¡Que no había nada que esconder!

100. Verdes (Luisa Hurtado González)

Eran abuela, madre, hija y tía o, quizás, simplemente cuatro amigas, poco importaba.

Desde el interior de la casa veían pasar la vida, asistían a los paseos y a las carreras, a las zancadas y a los pequeños atascos, a los asaltos y a las cazas. Con el corazón en un puño esperaban y deseaban a un tiempo: internarse en la acción y permanecer al margen.

Sin embargo también para ellas, como a nosotros nos pasa, la suerte no atiende a razones, oraciones o ruegos. El azar depende solo y exclusivamente de la cifra que saque el dado.

Más concretamente y como viene siendo costumbre en el parchís las fichas, del color que sean, han de empezar a jugar cuando sale un cinco.

En nuestro caso, dueños de las manos que empuñan esos dados, el inicio de la partida se produce al nacimiento pero en algunos parece retrasarse por extrañas e incomprensibles razones durante años.

98.SUMERGIDO EN LA NOCHE (Beto Monte Ros)

Nadando entre penumbras descubre un atolón que ostenta en el centro, como faro, un gran tótem. Desconoce que está habitado por hermosas mujeres que adoran al alto fetiche y les ofrecen en sacrificios a jóvenes náufragos, que no se han liberado de sus fantasías más reprimidas. Son diestras en el arte de la sugestión y gobiernan en el islote, escondido en el mar de Euforia.

Es la primera vez que se pierde en esas aguas y la visión provoca que se desborde en su interior un torrente de adrenalina. Ansioso, avanza hacia la orilla, donde cree podrá ser salvado. El pobre tonto no sabe que pronto se unirá a los otros hombres que han sido atrapados, y que para ser liberados tienen que pagar un tributo en monedas, con las que ellas, expertas buceadoras en los océanos del deseo, confeccionan su cinturón de lastre.

97.Hombres X

Desde la torre centinela, la reina Antártica II divisó las velas rojas en el horizonte: la nave Deméter regresaba a casa con un cargamento de Hombres.

Acompañada de su séquito, descendió al desembarcadero, donde la esperaba la mercancía y una violenta revuelta. Comprendía la desesperación de sus súbditas por usurparle la primicia. Desde la época del deshielo, que dio paso a la flota colonizadora de Antártica I, no se producían nacimientos en la isla. Solo los vientres que embarcaron inseminados, concibieron una única generación de niñas. Ahora mujeres en edad fértil que debían luchar por preservar su linaje.

Cinco espadas se estrecharon contra la suya. E igual número de Hombres se añadieron a su harem de hielo. Ninguna guerrera más quiso apostar por ver, dos veces en su vida, las velas rojas.

La reina se desnudó frente a todas. Una enredadera de cicatrices y heridas frescas le caía desde la calva coronilla a los pies.  Entre sus conquistados, eligió a uno: dos metros de alto, pigmentación clara, cosecha 2096…, según lo detallaba la etiqueta del producto Hombres, seleccionado exclusivamente, por Industrias Germotrix, con espermatozoides de la serie x.

96. Herencia (Anna Lopez / Relatos de Arena)

Aprendí de madre a detener las horas. Sentadas frente a la casa escuchábamos hablar a los árboles mientras la tarde se deslizaba calle abajo. Ella entonces sembraba una idea nueva y si brotaba, sonreía mientras plantaba ilusiones que darían fruto cuando yo creciese.

Mi abuela fue quien me enseñó a coser almas rotas. Sus brazos acogían niños de rodillas peladas, jovencitas que aterrizaban cómo pajarillos caídos del nido, o alguna vecina con heridas invisibles. Estas últimas eran tan frágiles que la abuela me mandaba a jugar a la calle, pues cualquier ruido podía romperlas en pedazos.

De mi bisabuela, hija y esposa de pescadores, cuentan que podía hablar con el viento y siempre sabía cuan preñadas se izarían las redes. Yo hace años que abandoné la isla, pero siempre preparo una gran cafetera cuando el garbino anuncia trabajo extra. El lebeche me susurra las historias que escribo y puedo pasar días sin comer ni dormir, hasta que cambia el viento.

Ahora que ha germinado todo lo que mi madre sembró en mí, dibujo estrellas en mi vientre convencida de que serás niña y añadirás al legado otra brizna de esa sabiduría antigua que siempre nos ha acompañado a todas.

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