Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

37. MY WAY

Voy con los ojos cerrados ignorando a quienes me rodean. Es un juego que he inventado aprovechando que me conozco al dedillo los pasillos del supermercado. Cuento los pasos: uno, dos…cinco, seis: cojo un paquete de harina, doy tres pasos más, atisbo, y tomo un sobre de levadura; luego iré a por la salsa de tomate y la mozzarella. ¡Mañana cocinaré pizza!

En la noche no duermo bien a pesar del Lexotanil. Al despertar, me dicen que un cura quiere hablar conmigo, pero no tengo tiempo para curas, rabinos, o testigos de Jehová.  ¡Que venga otro día! , yo tengo que volver al super por una botella bien fría de Moët & Chandon.

Estoy recorriendo nuevamente el pasillo del super, ese que los otros llaman el corredor de la… no sé qué. Hemos llegado. En mi mente descorcho el Champán y me sirvo una copa generosa. Unas manos me hacen acostar y me sujetan a la camilla, lo que no me impide retirar la pizza del horno. Mientras se templa, tomo la copa, saboreo el primer sorbo y luego doy un trago largo. Siento un pinchazo y fuego y el cosquilleo de las burbujas heladas detrás de la nariz.

36. CESTONA 2023 – EPI

He vuelto al Balneario de Cestona 61 años después. Mi abuela tomaba las aguas allí y ese año me llevó.

Ya no queda nada de aquel niño que correteaba por el complejo.

El edificio sigue igual. Anclado junto al río Irola y envuelto en un ambiente decimonónico.

Pasillos interminables de madera con una alfombra estrecha en el centro que me recordaban a la película de El resplandor.

El crujido de la madera se transmitía por mi columna vertebral y me erizaba el vello.

Me habían informado de que estaba casi lleno, pero yo no veía a nadie.

Me dirigí al salón de baile. Recordaba perfectamente donde estaba. Y al abrir la puerta me quedé maravillado. El espacio imponente. Sin embargo, estaba vacío.

Al mirar los espejos verticales de las paredes me quedé espantado. Había mucha gente bailando, dando vueltas sobre sí. Sonaba un vals. Empecé a girar vertiginosamente y caí de espaldas.

Al abrir los ojos, varias personas se inclinaban sobre mí.

Todo parecía normal. Sonaba “Despacito” de Fonsi. La gente bailaba alegremente.

Me senté. Y al mirar otra vez al espejo, vi a una señora con un traje de principios del siglo XX que me sonreía.

¿Era mi Abuela?

35. La elección

El camino era una vereda estrecha delimitada por imponentes olmos que lo separaban de un erial infinito. Solo el horizonte te situaba y el amanecer y el ocaso te orientaban en la dirección correcta. Conforme avanzabas los olmos aparecían delante tuya, desaparecían a tu espalda, y marcaban tu ritmo de vida.

Un día decidiste abandonar esa ruta plácida y segura y adentrarte en el campo inhóspito que la rodeaba. Te ilusionaste en esa nueva aventura. Sembraste frutas y hortalizas, levantaste ciudades y creaste buenas carreteras, comercios y fábricas, pero cuando te diste cuenta de la soledad en que te encontrabas en ese mundo nuevo y quisiste volver y seguir tu ruta, los centenarios árboles no existían y el sendero agonizaba bajo el sol inclemente.

34. El guardián de la selva

Agazapado el jaguar observa a los niños que, desorientados y cansados, caminan en círculo desde hace días. Les sigue sigiloso hasta el arroyo donde dormita la anaconda en espera de una presa.

Los monos chillan, grita el guacamayo y hasta el perezoso ha bajado de su árbol. Todos quieren avisar a los niños del peligro. Pero esta vez no habrá festín, no mientras vigile el guardián.

La niña mayor lo sabe y tranquilamente da de beber a sus hermanos. Ella desconfía de los hombres que llevan armas pero no de la madre naturaleza que les hizo llegar comida desde el cielo.

De nada sirve seguir buscando la salida al laberinto porque ha entendido el mensaje. La selva, mágica y poderosa, les anunciará el momento y les indicará el camino.

Lesly de reojo mira al guardián agradecida.

33. La importancia de los nombres

Cuando yo nací, lo menos importante era que me buscaran un nombre. Mi padre no estaba, mi madre falleció justo en mi primer llanto _el primero de los muchos que derramaría después _y mi abuela no tenía la intención de criar un “piojo”a su edad.

Me colocaron en un serón y andando la matrona me dejó en la puerta de un convento. Durante un tiempo me llamé «la niña», «Teresita» y «Manuela» según quien hablase de mí, hasta que me bautizaron  como Dolores.  Ya de mayor, con 13 años, yo misma decidí llamarme Agustina, sí, como la heroína y como ella, me labré la vida a golpe de luchas, coraje y  negándome a ser monja  salí del único hogar conocido para hacer mundo, construirme y avanzar. Después de 40 años he logrado deshacerme de  dolores  de la propia vida y del  carnet de identidad.

 

31. Trayectorias

No fui consciente de la huella de mis primeros pasos, cuando aún desconocía de qué iba el mundo. Después pasé años corriendo, abriendo senderos, despreocupada de lo que quedaba bajo mis zapatos, hasta que aprendí que cada pisada repercute en algo o alguien. Hubo un tiempo en el que me aseguraba de que no hubiese ni una hormiga en mi camino, arrepentida de todas las que inconscientemente había aplastado. Pero acabé arrastrando los pies, cansada de ser responsable entre tanto indiferente, llevándome por delante lo que se interpusiera, sin mirar atrás. Ahora observo cómo huyen las culebras y los escarabajos cuando me acerco, pero también los pájaros y las mariposas: la hierba se tumba, las piedras ruedan, el barro delata mi ruta y el horizonte me espera, siempre inalcanzable, sea cual sea el camino que dibuje el  ritmo lento de mis piernas ya cansadas.

Hoy, desde la mecedora, persigo hipnotizada los calcetines dispares que mi nieta se empeña en ponerse, para desesperación de su madre, mientras bailotea sobre la alfombra. Uno rojo y uno verde; uno azul, otro amarillo; el derecho blanco, el izquierdo rosa. Y suplico que la vida jamás le haga renunciar a su andar libre y alegre.

30. Epifanía

«El camino del Infierno está empedrado de buenas intenciones». El proverbio golpeaba su cabeza como un mantra. Todo salía del revés, ¡maldita sea! Ponía empeño, de verdad que sí, pero en algún momento las cosas siempre se torcían.

⸺En fin ⸺se dijo un día, harto de la situación⸺, a grandes males grandes remedios. Pongámonos en marcha hacia el Infierno. Quizá allí cambie mi suerte.

Aprovisionó su mochila y puso rumbo hacia el Averno.

Un letrero sobre un muro ⸺«Bienvenido al Infierno, hogar de las buenas intenciones»⸺, marcó el final de su camino y una inmensa pradera lo recibió con alegría.

¡Qué maravilla! Las almas allí recluidas no parecían sufrir ni mostraban signos de tortura.

Un pequeño grupo que construía una pasarela sobre un río llamó su atención. Se acercó dispuesto a ayudar pero… apenas había colocado la primera piedra, cuando el puente se desmoronó con estruendo.

⸺¡Increíble! ⸺musitó, al borde del llanto.

⸺Amigo mío ⸺sonrió un diablillo, apiadado de su torpeza⸺, tu intención es encomiable pero nadie construye un puente sin experiencia, ¿no crees? Regresa a tu mundo y revisa tu enfoque.

Cabizbajo y meditabundo, enfiló el camino de vuelta. Habilidad, esfuerzo, perspectiva… Un nuevo objetivo guiaba su vida.

29. El camino de vuelta

El padre, que hasta ahora conducía con tranquilidad, pisa bruscamente el acelerador al acordarse de la joven de la churrería.

<Bueno, ha sido una tontería de verano>, piensa mientras retorna a la velocidad de crucero.

A su lado, la madre reclina el asiento y se acomoda. Bosteza. Luego, se ajusta las gafas de sol y cierra los ojos intentando olvidarse de la joven de la churrería.

<Solo es un capricho pasajero>, se repite una y otra vez.

En los asientos traseros, viaja el hijo sin levantar la vista del móvil. Wasapea desde que salieron del pueblo. Entre emoticonos de corazones y palabras románticas a medio escribir, traza su plan de fuga con la joven de la churrería.

28. Predicción (Miguel Á. Moreno)

“Un viaje te colmará de felicidad”, le predijo la vidente tras descifrar una fila de cartas. Se lo tomó tan en serio que al día siguiente, sin avisar a la familia ni dar recado a los compañeros, se lanzó a la carrera. Siempre le gustó ir deprisa. Ni una nota de despedida dejó. Partió sin rumbo fijo, fiado al destino y a sus zapatillas, con una pequeña mochila en la que guardó una cantimplora, unas onzas de chocolate, una manzana y un mendrugo de pan sobrante de la noche anterior. Impaciente por alcanzar la ventura augurada por aquella zahorí, caminó y caminó sin desmayo para distanciarse del pasado. Encontrarás el camino, se decía recordando las palabras de esa mujer.

Cada día transcurrido aumentaba el tamaño de su sonrisa y rogaba a los hados que el viaje no concluyera nunca, tan identificado como estaba con la madre naturaleza. Sin embargo, a fuer de sinceros, le daba la impresión de que el mundo retrocedía y él se sentía cada vez más prehistórico.

 

 

27. Su último vuelo o cómo convertirse en leyenda

Sobre la madera percuten los tacones de las jóvenes bonaerenses que abandonan el hall del Monumental. Femmes fatales a lo Verónica Lake. Dos mujeres maduras pasan desapercibidas entre los asistentes al estreno. La rubia —alta, de cabello corto— echa un vistazo a la marquesina donde Clark Gable abraza seductor a la Gardner. Mientras, Grace Kelly los observa despechada. “Lo sabía —habla en español con acento yankee — la rubia tonta tenía que ser la exploradora”. Su compañera ­ aletea la mano y le roza la mejilla: “Pero, Amelia, vos sos la persona más inteligente del mundo”.

Continúan  por la Avenida Galicia y entran en el Café Orión. Amelia pide un Malibú Sea Blue. No por su sabor sino por el curaçao azul. Por esa alegoría del Pacífico. Y sus ojos se hunden en las profundidades de la copa. En 1937. Cuando hace dieciocho años perdió al copiloto y a su aeroplano. En aquel océano. “¿Te arrepentís del camino que inventaste?”. “En absoluto — contesta­—, la muerte trágica es la única hazaña que perdura”. Atraviesa con el dedo la barrera de coral blanquecina y agita la bebida hasta formar un huracán. Entonces, como un orgasmo, se descarga en ellas una ola gigante.

26. Peligro, mente en obras (Montesinadas)

La terapia le había proporcionado herramientas eficaces para entrar en su mente a voluntad con sólo cerrar los ojos. Al principio a tientas, como si palpara con la yema de los dedos las paredes de su memoria. Muy despacio recorría espacios y momentos felices que le daban la seguridad necesaria para continuar explorándose, pero aquel día fue diferente, se aventuró por recónditos lugares donde ni siquiera la psicóloga se había atrevido a hurgar. Era demasiado pronto para transitar ese tramo del camino. Si lo hizo intencionadamente o fue por efecto de los sedantes y las drogas no es relevante. Lo cierto es que, agarrada a la cola de alguna neurona perdida tomó un desvío y regresó a un escenario que hasta ahora su cerebro había rechazado: aquel atardecer, la calle solitaria por la que salió a correr, el destartalado coche que para a su lado, aquellos hombres encima de ella, su olor pegajoso, una mano que le tapa la boca, otra mano que le rompe las mallas, las bragas y la oscuridad plena. Al fondo, el parque, y en el parque un árbol y del árbol la soga que cuelga de la última vez que lo intentó.

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