Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

25. La voz (El Moli) fuera de concurso

Fue duro, pero ocurrió. Era un vuelo tranquilo, pude ver a través de la ventanilla la tormenta que se avecinaba, estaba lejos pero hacia ella nos dirigíamos.
Cerré los ojos un momento y dormité hasta que el estruendo me sobresaltó. Todos gritaban, el terror era generalizado, me quedé sentado en mi asiento, estaba justo en el medio del avión, pasó muy rápido, me aferré fuerte al asiento mientras caíamos, hasta que el estruendo del choque y el posterior incendio desató el cáos.
Desperté en la oscuridad y el silencio, ¿sólo yo había sobrevivido? Con la luz que se filtraba entre la fronda lo comprobé. Estaba en medio de una selva desconocida donde ni el cielo podía ver.
Traté de buscar un camino, una persona, algo, pero solo era selva tupida. Con mi desesperación en aumento tras recorrer un breve trecho me detuve abatido. Fue entonces cuando escuché la voz que me dijo: ¡Continua, no te rindas! No había nadie cerca, tras unos minutos de duda reanude la marcha sin saber hacia dónde. No sé cuánto tiempo caminé.
Amanecía cuando me encontraron, había caminado toda la noche sin rumbo, sin saber de quién era la voz. Pero agradecí…

24. TIERRA PROMETIDA (Mariángeles Abelli Bonardi)

«Aut viam inveniam aut faciam»
Aníbal

Se recuerda mirando el planisferio con la cabeza inclinada, porque había descubierto que, desde esa perspectiva, América parecía un pato. Y pintando las provincias argentinas, las de forma más curiosa recibían los colores más lindos: el «zapato» de Jujuy, la «bota» de Santa Fe, la «vaca sentada» de Chaco… Comenzaba a tener, sin darse cuenta, el mundo en la palma de su mano.

Ahora, con un océano, un continente, y una vida de distancia, le tocaba empezar de nuevo… «Encontraré el camino o haré uno», decía el cartógrafo, y tenerla al lado, con esos macizos y relieves que sus manos podían, querían, deseaban explorar, lo invitaba a hacerlo… Hundió la cara en el valle de su cuerpo y feliz, gozosamente, lo recorrió.

 

 

 

23. Respirar (Josep Maria Arnau)

A ella le gustaban las sorpresas, pero él le desveló qué le regalaría aquel aniversario. Sería un anillo. Al oírlo, la invadió una sensación extraña y, por un momento, le costó respirar. Como si el aire se hubiera enrarecido. Se quedó muda, pero él no escuchó su silencio.

Al llegar a la joyería, él quiso ver los anillos más caros. Ella pensaba que un anillo tenía forma de salvavidas, aunque podía ahogar los dedos; el día de su primera comunión casi se hizo sangre al sacárselo después de la ceremonia. Se miró las manos, dijo que los quería ver todos y se los fue probando hasta encontrar lo que buscaba. Entonces él se empecinó: tenía que salir de la joyería con el anillo puesto. Después de un tira y afloja, ella claudicó y se lo puso. Era una batalla perdida, quizás la última.

Él siempre hacía lo imposible para acompañarla a todos lados. Aquella tarde tocaba clase de piano y la dejó en la puerta. Ella subió las escaleras tranquila, era un anillo abierto que se podía sacar fácilmente. Cuando el joven pianista abriera la puerta, sus manos estarían desnudas. Él se las cogería acariciándolas y ella, esta vez, respondería.

22. RUTAS ALTERNATIVAS (A. BARCELÓ)

Mi sueño siempre fue triunfar como cantautor, hice lo que pude, pero no pasó. Cuando la vida me dio limones, en lugar de hacer limonada, los corté en rodajitas y se los fui añadiendo a un montón de cubalibres. Pronto entendí que me equivocaba de itinerario. Busqué otra senda y no me fue mal, hasta que, no entiendo bien cómo, volví a acabar en la cuneta. Pasé de limones y de amargarme la vida. Me colgué la guitarra y me la llevé conmigo a una zona turística. Allí, conseguí montarme un circuito de bolos por buenos hoteles. Ahora, disfruto lo que hago y, como hormiguita trabajadora, consigo vivir en invierno de lo que recojo en verano.

El otro día, al término de un concierto, se me acercó un tipo que dijo ser ejecutivo de la industria musical. Me confirmó que yo tenía madera, un poco antigua, pero que aún servía. Lo invité a una cerveza y rechacé amablemente sus propuestas. Cuando se marchó, escribí esta letra:

Creo en la ley del vino,

que aprendí a base de vivir.

Lo que vino,

vino como vino:

como tenía que venir.

Hay caminos que no se buscan,

ellos te encuentran a ti…

21, Iter Stellarum

Botty llevaba impresas en sus ingenies las lenguas de los Pueblos Anónimos y dominaba el arte cuántico del “to be and not to be”. No había ciborg como ella en toda la galaxia. Nada más salir de fábrica la nombraron Intérprete Mayor del Laberinto de Agujeros de Gusano, el destino soñado por todo droide de protocolo.

Pero un troyano hizo estragos en su comportamiento: Perdía microchips, se lubricaba con aceites usados y esnifaba gases de la bola azul. El paroxismo estalló cuando, en pleno intercambio de credenciales con el Multiverso Perdido, se abrió las hojalatas de par en par y exhibió la tuerca sexygonal en público al grito de “¡¡Quiero un tornillo!!”

Su actitud desencadenó un conflicto multidimensional y La Omnisapiente ordenó que la desguazasen en la bola azul. Pero su ciborginiera, apenada por sus desgarradores bips, la ingresó en la Unidad de Codificación Intensiva, hizo un remiendo con el editor de ingenies y logró reciclarla en un robot aspirador, la vocación secreta de Botty desde que era un proyecto en la nube.

En su nueva vida Botty gira y gira, mientras aspira el polvo interestelar y la vía láctea centellea majestuosa. Ella es la luz del camino.

20. SALIENDO DEL CASCARÓN (Juan Manuel Pérez Torres)

Nunca me gustó seguir la corriente. Desde polluelo, siempre quise hacer las cosas a mi ala, sin importarme lo que piaran los demás. Por eso, cuando terminé la muda, decidí no ir al sur, sino viajar por el mundo con una pluma y una melodía.

Muchos me dijeron que estaba loco, que desperdiciaba mi destino, que me arrepentiría si dejaba la bandada. Pero yo no les hice caso. Quería conocer otros celajes, nuevas formas de volar, otras maneras de mirar el mundo. Quería aprender de la naturaleza, no de los nidos.

Así que volé, sin mirar atrás. Recorrí nuevos aires, conocí a muchas aves, viví incontables aventuras. Aprendí cantos, vientos, rutas. Me enamoré, me decepcioné, me sorprendí, me divertí, me asusté, me emocioné. Crecí, maduré, cambié.

No fue fácil, ni siempre bonito. Hubo días difíciles: soledad, miedo, duda. Pero también momentos maravillosos, de alegría, de amor, de paz y libertad.

No sé cuándo lo lograré. Puede que aún tarde días, o semanas, quizá años. Pero lo haré. Lo sé. Lo siento. Lo quiero. Encontraré mi cielo.

19. SOLO POR UN DÍA

Sentado en la barra del bar, estaba a punto de ahogarse dentro de aquel café con leche y poner así punto y coma a su vida. En la radio comentaban el periplo del emérito, la guerra en Ucrania, mientras una revuelta de sanitarios, ya sin aplausos, convalecientes por el Covid y silenciados por una deontología política, irrumpían en la calle de Moncloa.

Para cuando el sol abriese los ojos, él ya destilaba un café, un intento de suicidio, una guerra, un corrupto, un rebaño de batas blancas exigiendo una receta de utopía.

Esperaba atragantarse con los churros cuando, fuera, las porras al galope disolvieron a los facultativos en la sala de espera (de la democracia).

En ese instante, le dio por tomar notas para su columna del periódico, mientras el cigarro con hierba le devolvía (EL ARDOR DE LAS PALABRAS) a la monotonía de la vida.

18. Tecleo, no escribo

He visto a Dizzy Gillespie masticar corcheas a dos carrillos en el Minton’s Playhouse, tocar el happy birthday to you a su Lorraine, con la campana de su trompeta en erección. He visto a Johnny Carter pedir por las esquinas de las calles oscuras de París, perseguir sombras en su habitación del hotel mientras ardía un colchón al ritmo del Amorous. He visto a Machado tamborilear sobre una mesa las sílabas de sus versos en el café de Fornos, las yemas de sus dedos amarillas y el vaho de un cortado empañando los cristales de sus gafas. Me he emborrachado con Capote en la barra del bar del Hotel Trías una noche en la que el whisky era tan profundo como el mar, en la que confesé mi amor por Kerouac y él, entre carcajadas, declaró cagarse en la Generación Beat. He mirado al suelo y he levantado mi puño vestido con un guante negro junto a Tommie Smith y John Carlos en octubre del sesentayocho. He cantado a voz en grito Cry Baby con Janis, junto a la lápida de Bessie Smith, después nos montamos en el Porche y volvimos al hotel a terminar Buried Alive in the Blues.

17. «TREE-HUGGERS»

                                                                                                                                                                                                                                                                                            A Gloria M.

 

En las tardes más calurosas del verano, paseamos por el bosquecito de los alrededores. Caminamos sin parar hasta encontrarnos con aquel anciano alcornoque; cada vez, su cuerpo está más retorcido; lo abrazamos emocionadas,  pensando que aliviamos su tortura y él nos ofrece todo el frescor de sus lustrosas hojas. 

 Pronto, nos sentimos fuertemente conectadas a nuestro pequeño mundo natural, continuamos por la vereda sin fijarnos por dónde nos llevan nuestros pies sueltos y  libres. Respiramos, conversamos, contemplamos…

Fácilmente acabamos perdidas; entonces, la única solución es volver al inmortal chaparro (yo juraría que se alegraba de volver a vernos), pedimos permiso y subimos a lo alto de su poderoso  tronco para mirar desde arriba y descubrir que,  aunque todos los caminos nos parecían iguales, sólo uno, nos llevaría a nuestro inicio. Justo allí, queríamos acabar.

16. Atajo (Susana Revuelta)

Lo que dura un eructo de los largos ha tardado John en decidir que no va a salir al rellano de la tercera planta del hotel a esperar al ascensor ni atravesar a hurtadillas el hall para llegar a la piscina y darse un chapuzón. Para qué va a arriesgarse a que le paren a estas horas en recepción, con lo que le apetece bañarse, se pregunta el joven mientras mira hipnotizado desde el balcón el reflejo del agua iluminada.

Lanza entonces con pésima puntería una lata de cerveza que acaba de arrugar entre sus dedos a la papelera del salón, donde se acumulan unas cuantas más, que vaya calor que hace y eso que son las tres de la mañana y no consigue quitarse con nada esta sed, sino al revés: la sangría de la cena, los combinados de naranja y vodka de después y las cervezas de antes de acostarse cada vez le dan más ganas de beber. Y en vez de refrescarse en la ducha, beber agua fría y dormirse en el sofá frente al ventilador de aspas, como su compañero de habitación, suelta otro eructo, masculla un fuck off y se apoya tambaleante en la barandilla.

15. Alicia

Y de esta manera, observando y tratando de imitar los juegos del conejo blanco, caí por el agujero. Descubrí un mundo nuevo atiborrado de color, ruido y afeites, en el que me ofrecieron botellas y pasteles para espantar el miedo. Mi cuerpo crecía y menguaba a gusto del consumidor. La reina de corazones amenazaba mi cabeza cada vez que intentaba dejarlo.

Y entonces yo comía otra vez. Y crecía.

Me exprimían y torturaban. Y menguaba.

Creé un mar de lágrimas para escapar nadando. Me empapé y di vueltas en círculo para secarme. Una y otra vez; y otra; y otra más ante la atenta mirada del gato.

No sé muy bien cómo conseguí trepar por el agujero de la madriguera en un tortuoso viaje de vuelta. ¡Qué infierno de ascensión oscura! Arrastrándome, despellejándome manos y rodillas, aullando, sola…

Y volví al punto de partida, a la casilla de salida.

En su merienda de locos los ancianos de la plaza murmuraban a mi paso: esa es Alicia, la niña más bonita del pueblo.

Pero yo ya no creo en golosinas ni en reinas.

Ya no confío en los naipes.

Fue un espantoso viaje.

Fue un camino de mierda.

 

14. El comienzo de un cambio dietético (Rosy Val)

Aquel verano del 75 significó para Rosalía, una niña de doce años y de calles enlosadas, un cambio importante en su vida. Despertarse con el sol en la cara; trepar por las higueras; recoger huevos; jugar con Copito; ver a sus abuelos trajinar con las cabras, gallinas, cerdos… llegaba a su fin. Lo entendió al ver el Chrysler 180 aparcado bajo el gran olivo. Su padre le pareció menos alto y su madre, con su Chanel Nº 5 rivalizando con el olor a tierra, brevas maduras y caca de vaca, algo más delgada. 

Partirían después de comer y quiso despedirse de Copito. Lo encontró en el establo. Sus orejas pendían de las manos de su abuelo. Sus patitas bailaban el aire y bruscamente su cuerpo se paralizó. Después, unas palabras sonrientes que no acertó a digerir…

«¡Hoy comida especial, que han venido los papás!».

Apareció sobre la mesa envuelto en granos de arroz. El dolor, prisionero en un porqué infinito, clausuró su estómago. Con el martilleo de los tenedores contra los platos aumentaron sus náuseas. Cuando la rabia se transformó en congoja y sus ojos consiguieron escupir sus lágrimas, tomó una decisión. 

 

Para Ernesto Ortega

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