Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

AGO109. EL VIEJO TRONCO, de Puri Otero Domarco

Sobre el viejo tronco ya sin vida,se ha posado una bella mariposa,toma el Sol y revolotea airosa posándose dulcemente sobre la superficie de su costra.
_¡Oye!
-¿Quien llama, es a mí?
-Sí a ti te llamo, bella mariposa,quédate conmigo,le darás alegría y vida a mi corteza escabrosa curtida por los vientos que la han vuelto seca y rugosa.
_Yo no puedo quedarme quieta,tengo que revolotear como bella mariposa dándole aire a mis alas hermosas, pero si quieres puedo cubrirte con el aroma que le arranque a una hermosa rosa.
_Yo no quiero aromas,ni rosas,ni mariposas melosas, solo quiero que te poses sobre mí, luciendo tus bellos colores, siendo así la envidia de todos los que nos vean,yo tan añejo y tú tan hermosa.

AGO108. LA COLECCIONISTA, de Saúl López Dufaux

Coleccionaba momentos de placer.
En ocasiones, se trataba de un placer breve e intenso, lo que tardaba la punta del alfiler en penetrar un cuerpo gelatinoso apenas protegido por una lámina de celofán. Otras, un mayor esfuerzo venía acompañado por una sensación tenue y prolongada que culminaba con un chasquido perceptible sólo para su oído, y que concentraba en un segundo todo el cosquilleo visceral de un viaje en la montaña rusa.
Con los ojos cerrados y el cuerpo todavía arqueado, prolongaba el tiempo recreándose en ese efímero puente de la vida a la muerte. A veces, en su soledad, casi podía revivir el instante en el que su presa estiraba las extremidades como queriendo abrazarle, para dejarlas caer después agotadas, inertes.
Y así, momento a momento, fue cubriendo las paredes de su casa con tableros de corcho enmarcados, mausoleos acristalados que guardaban lo que, para las visitas, no eran más que caparazones de insectos, y para ella, las prendas cedidas por cada uno de sus amantes.

AGO107. ANOPHELES, de Miguel Ángel Page

La sola idea de haber influido en su vocación ya me hace languidecer. Una fría punzada en mi pecho acompaña a ese zumbido insistente de dos palmos más arriba. ¿Qué me voy a encontrar?

Los hijos se miran en el espejo de sus progenitores, es algo inexorable. Tan pertinaz como el orbitar de los planetas o el devenir de las estaciones.

Siempre creí que otro mundo era posible. A pesar de las noticias que nos llegan de cataclismos, guerras y codicia.

Recuerdo su asombro, bien niña, al contarle las historias de mis viajes por Sudamérica, años antes de que su madre y yo nos conociéramos; sus dibujos de ‘negritos pobres’ o cómo conminaba a su hermano a cerrar el grifo porque en otros países faltaba el agua.

Era inevitable que acabara marchándose. La cara de su madre en Barajas, un poema. La mía, mezcolanza de satisfacción, miedo y nostalgia.

No tardó en ilusionarse con el proyecto. Sus llamabas así lo confirmaban. Se puede, papá. Luego su voz empezó a titilar del otro lado.

Hoy soy yo el que está a punto de aterrizar en Ghana. Con la esperanza de que aquel mosquito no la aparte para siempre de nosotros.

EL MES DE LOS INSECTOS

…no hay duda de que el tema de los insectos ha sido OPORTUNAMENTE escogido…
Aurora nos envía esta foto de escarabajos longicornes encontrados casualmente ¡¡en la piscina!!
Estamos rodeados…

AGO106. EL ODIO Y LAS HORMIGAS, de Mercedes Jiménez Rueda

Al mediodía vuelve a salir al patio. Mientras baja la cuesta del huerto, las hormigas alcanzan sus tobillos.

– ¿Dónde vas otra vez? Ya te he dicho que no me pises las tomateras…¡Eh! ¿Estás sordo, hijo? ¡Como baje te vas a enterar!

El niño se sienta sobre los terrones húmedos. Con dos dedos va estrujando las hormigas que ya suben por sus piernas. Se las lleva a la boca despacio, las lame hasta extraerles el sabor y, finalmente, las escupe.

<< ¿Bajar tú?... Si casi no te mantienes en pie ¡Puto ron! Todo el día apestándome con tus babas pegajosas de ron. Las hormigas saben a metal. El metal no es pegajoso. Las hormigas no tienen babas. Bennie. Bennie y sus babas. Bennie y tú pegajosos>>.

– ¡Eh, Fran! No hagas que me cabree. Oye, ¿y Bennie?, ¿dónde se mete tu hermano?

Fran se clava las uñas en el muslo hasta que asoma una gota de sangre. Luego arranca un tomate de un manotazo y lo estruja contra la herida recién abierta.

<< ¡Puto ron pegajoso! Rojo ácido. Ácido para tus babas, para sus babas. Bennie. Metal. Hormiga. Una más, una más… >>.

RELATO FUERA DE CONCURSO POR SER JURADO ESTE MES

AGO105. UNA ABEJA OLIENDO LAS TOSTADAS CON MIEL, de María del Pilar P. Rey

Somos dos chicas valientes, ¿verdad?, le pregunto a mi hija, quien como yo, tiene un pánico atroz a los insectos. Las dos nos escondemos detrás de la cortina del salón. Mi hija dice sí moviendo su cabecita rubia mientras me abraza con sus brazos helados por el miedo. Mientras llega a nuestros oídos el zumbido aterrador de la abeja que ha entrado por la ventana de la cocina que mi marido ha dejado abierta cuando estuvo preparando sus tostadas con miel de todas las mañanas.

AGO104. PROYECTO WALDEN DOS AL GARETE, de Christine Cleret de Langavant (kistila)

¡¡Ya estábamos hartas!!
Padres, profesores, y luego jefes, nos querían todas iguales: uniformizadas, en fila, y, por descontado, sin rechistar…
Como nuestro grupito de bohemias y artistas se entendía bien, soñábamos en independizarnos y vivir juntas. Soñábamos en crear una comunidad estilo Walden Dos…

Un día en el que habíamos acarreado azúcar todo el día y que la fila de obreras exhaustas volvía a los barracones, decidimos aprovechar el anochecer y el relajamiento de los soldados para escabullirnos.

Los primeros días fueron mágicos sobre todo que a nuestro grupo se adjuntaron dos buenos elementos: uno cantaba rancheras y el otro con sus pelos azules erizados tocaba la guitarra eléctrica.
Lo malo es que estos dos cogieron un gran ascendiente sobre ellas y cuando les recordaba el invierno que se acercaba todos se mofaban…

Iba errante y melancólica buscando algo de comida…
Por las noches veía las compañeras en fila que volvían al hogar calentito con comida rica… ¡pero por nada del mundo volvería con ellas!…
Estaba decidida en realizar sola nuestro gran proyecto:
¡¡Criar pulgones!!
Por más que todas, a coro con la cigarra y la oruga, me griten:
“¡¡Vuélvete al hormiguero de una vez!!”…

AGO103. JACINTO Y SUS GUSANOS, de Miguelángel Flores

El mismito día que me compraron las zapatillas veloces, se perdió Jacinto. Fue cuando vi luego a papá con la caja de mis deportivas irse para la higuera. Allí se arrodillo y se puso a escarbar. Asustado fui hasta mi armario casi llorando, pero sin correr porque no las llevaba puestas. Lo abrí y allí estaban. Entonces, me las puse y me dormí con ellas.
Luego se me olvidó hasta un día que no. Ese día, como no, me acordé de la caja. Así que, fui a la higuera, rebusqué donde la tierra removida y la encontré. Recubiertita de polvo marrón. Claro, como no llueve, del roce la vida se desgasta así, dice el abuelo. La destapé. Estaba llena de gusanitos iguales, que se movían como si brillaran. O como si respiraran con un ruido de moscardones. Seguramente pensaban dármelos si seguía llorando por Jacinto. Por si tenían hambre o frío, pobrecillos, metí la caja bajo mi cama.
Primero les echaba morera; ahora, carne y cosas así, que les gusta más. Ya hay casi un millón y como no caben, algunos granujillas se suben por mi cama, donde muchas veces sueño con que vuelve Jacinto. Y anoche lo oí maullar.

AGO102. HIELO, de María Jesús Briones Arreba

Soy un parásito, cuando, intento posarme en tus labios, como una de esas cien mil moscas , en busca de mi mínuto de orgasmo.
El manotazo impacata en mis lentes, con la embestida de aquel camión, ¿Recuerdas?
La moto sobre mi cuerpo inútil y el tuyo convertido en carámbano. después del diagnóstico. Duelen los cristalitos perforan mi carne con la provocación de tu sentimiento hostíl.
Me siento un insecto estampado en un frigorífico.

Mi vida se construye con tus pequeñas gotas de hielo , que congelan el corazón.

AGO101. EN LA BUHARDILLA, de Gabriel Bevilaqua

Los sábados de madrugada, mientras me cree dormido, mamá sale de casa y regresa siempre con un extraño. Tras cuchichear brevemente en el living, los invita a subir a la buhardilla. Con cautela, los sigo; pero como le echan llave, ignoro qué es lo que hacen. He llegado a deducir que practican algún tipo de arte marcial, porque mi mamá suele abandonar la habitación con la ropa desarreglada como en los combates de yudo. Pero tengo la seguridad de que ella siempre gana, y de que esa es la razón por la cual nunca he visto a los sujetos salir de la buhardilla. Su vergüenza los hace escapar por la ventana. Sin embargo, anoche la puerta quedó sin llave y descubrí que mi teoría era incorrecta.

Mamá se hallaba en el centro de una telaraña gigante, y a su lado yacía, medio envuelto en un capullo, el desconocido de turno. Al verme, ella ocultó su rostro tras sus ocho extremidades y me suplicó que cerrara la puerta. Desde entonces mamá se la pasa llorando en la buhardilla. ¡Y para colmo está tan demacrada! Lo mejor será que me apure en colocar el aviso ofreciendo un cuarto para hombres solos.

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