Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

33. Todo estaba en las canciones

 

Serrat, Sabina, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Cecilia y alguna de los Pecos, ahí, encerraditas en esas láminas de vinilo  en círculo, giraban y giraban, horas, tardes y noches enteras. Canciones,  amores que no por  ganas, sino por no haber vivido solo daban vueltas sin más.

Ni miradas primeras ilusionadas, ni palabras  tristes de final. Ni “te quieros”, ni  «olvídames» . Y es que el amor pasaba por delante de mí  sin pararse. Pero todo empezó en la sorpresa, en un encuentro casual,  cuando Yolanda, siendo caprichoso el azar, se me  cruzó como ángel para un final, y con un ramito de violetas me  dio esperanzas, y aunque duró solo unos breves segundos, mi corazón sintió el calor que jamás había percibido antes , luego, otro extraño sentimiento se apoderó de mí cuando ella se marchó  para seguir vendiendo sus flores a otros transeúntes.

Regresé a casa con un nuevo disco bajo el brazo, que giró y giró horas, tardes y noches enteras, mientras  tumbado en la cama y susurrando  «hey «, al igual que un auténtico loco enamorado lloré, pero no, no por despecho sino por la emoción de haber sentido amor.

32. LÍQUIDO AMOR (Juan Manuel Pérez Torres)

Descalzos por la playa paseaban disfrutando la frescura de la brisa. Las cosquillas, que los dorados brillos de la arena ponían en sus pies, eran verdaderas caricias, casi minúsculos besos de espuma. Sus pasos, solitarios y silenciosos en la distancia y sin vocación de encuentros casuales, paulatinamente se acercaban y, con la aurora, una suave luz creciente les permitió, aun siendo desconocidos, reconocerse. El azar los juntó en la orilla y se dejaron inundar por la marea.

Primero fue una ola traviesa que rompió por sus tobillos y recorría sus pantorrillas a salpicones. La piel acrecentaba sus brillos marinos con el agua, y, a la par que en el cielo iba clareando la luz, de sus cuerpos brotaban mil corrientes hacia el pecho.
Después, la intensa refracción del sol disfrazaba su fuerza cegadora que, desde el rebalaje, los empujaba, los arrastraba y los adentraba en un mundo de algas nuevas, ignoradas, en un acuático espacio de encantadoras sensaciones, en un mágico limbo de fondos oceánicos.

Luego, cuando más bucearon, las luces sucumbieron bajo la superficie y, con tanta penumbra, no supieron emerger de lo abisal. Hoy siguen compartiendo el mismo mar, aunque, cada náufrago, una isla.

31. Receso (fuera de concurso)

 

—¿¿Tiene habitación libre?? —preguntan los dos desconocidos, al unísono.

—Solo tengo una. De una cama –les responde la recepcionista.

Hay un silencio. De hielo afilado.

—¡¡Yo lo he dicho primero!! —explotan ambos.

De nuevo, otro silencio. De estalactita.

—Miren… no quiero problemas. Ya hay bastantes problemas ahí fuera. Decidan ustedes mismos.

Los desconocidos necesitan descansar, pensar. Dormir, al fin, en blando, después de tantos días. Por tanto suben, y ocupan los extremos del colchón. Uno a la izquierda, otro a la derecha. En silencio.

El sueño los invade pronto. Arden las pesadillas y los músculos. Estallan odios, remordimientos, dudas… Fogonazos de frío y sangre. Sueños de guerra puñetera, con sus puñeteros giros. De hecho ahora hay dos. Dos giros, sincronizados, que hacen coincidir sus brazos. Y sus manos.

Ambos disimulan. Ninguno se mueve. Así. Así se está bien.

Fuera nieva. Es época de tormentas, bandazos, avances y retrocesos. Es noche de polos opuestos. De movimientos lentos, indecisos, de apariencia casual… Hasta que llega el primer beso. El primer beso es como el primer disparo.

Al amanecer se visten, se miran.

—¿Pagamos a medias? —pregunta un coronel.

—Sí —responde el otro coronel, sonriendo—, lo otro ya veremos cómo lo apañamos.

30. DISCO MYSTERY – EPI

Mis recuerdos más nítidos de aquella noche de verano en la playa pertenecen a mi sistema límbico.
Sobre todo, los olores de la arena mojada, el del fuego de campamento, los aromas del porro comunitario y el de mi chica.
He vuelto a recordar esos olores, todos, menos el de mi chica.
El sonido también lo recuerdo, el casette de los Beatles se fundió con nosotros aquella noche.
Gracias a mis amigos pude reconstruir aquella noche mágica.
El porro rulaba de mano en mano, la sangría estaba riquísima y las risas iban en aumento.
Nos bañamos desnudos, jugando a la pelota en el agua. Al poco rato dejamos de hacerlo y nos abrazamos, salimos despacio y nos tumbamos en las toallas.
No recuerdo nada más que su olor y la arena mojada y según me contaron, nos quedamos dormidos, nos taparon y nos dejaron en paz.
Me despertó justo cuando estaba amaneciendo, nos miramos, nos besamos y al darnos cuenta de que estábamos desnudos, nos entró vergüenza y nos tapamos.
Al despedirnos nos prometimos mil cosas, ninguna se cumplió y no la he vuelto a ver.
Cuando me cruzo con unos jóvenes fumando un porrete, algo de mí añora.

29. Final de color rosa

Cuando ella se echó a un lado y él encontró acomodo sobre la balsa improvisada, el cine entero estalló en aplausos. Después de veinticinco años y miles de visionados, el amor verdadero triunfa y el público ve cumplidos sus deseos más íntimos.

Esta vez Rose y Jack son rescatados. La joya no acaba en el fondo del mar, si no en una casa de empeño, y con lo poco que les da el prestamista, se instalan en un ático del Bronx. Jack pinta y pinta sin cesar: Rose de espaldas, Rose tumbada, Rose desnuda… Siempre desnuda. No consigue  venderlos —dice—, pero lo cierto es que no se los muestra a nadie. Rose es solo suya.

Ella empieza a cansarse de fregar suelos para poder comer, le pide que se busque un trabajo. Él es un artista, no puede embrutecer sus manos. Ella empieza a guardar unas monedas en una lata que esconde bajo el fregadero. Centavo a centavo, junta lo estipulado para recuperar la joya.

Rose compra una maleta y un billete de tren. Emprende, esta vez sí, el viaje de su vida. Y lo hace sola.

Cuando se encienden las luces, el público abandona la sala en silencio.

28. Amor de diccionario

«creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.»

(Lope de Vega)

Abrió la caja de los truenos cuando, a la sobremesa, cansada de las sempiternos comentarios de su madre y hermanas (A ver cuándo asientas la cabeza, Ya va siendo hora de que te emparejes con alguien, se te va a pasar el arroz, te vas a quedar para vestir santos etc…) decidió abordar la cuestión directamente, afrontándolas:
«¿Te ha ido mejor a ti, Carmela, desde que te abandonó Carlos? ¿Y tú, Rocío, te has decidido de una vez a salir de la jaula en la que te ha metido Sergio? Quizás sea mejor que me meta a monja, a la desesperada, como la tía Hermelinda cuando la plantó su novio y no vuelva nunca a visitaros…»  «¡Qué extrema eres, hija!» repuso la madre. «¿Extrema yo, mamá? ah, no, perdona, sois vosotras las que os empeñáis en encasillarme. Yo tengo mis amoríos, y los disfruto plenamente, pero no soy de nadie; si os parece, la semana que viene invito a casa a mi nuevo amante, siempre que no empecéis a buscarle las cosquillas y a presionarle para que se se encadene a mi para siempre y tire la llave…»

 

Amanda sabía que con estas respuestas su familia la dejaría en paz por un tiempo. ¡Qué poco sabían su madre y hermanas del verdadero amor,  aquel que nunca hace preguntas y siempre da alas!

27 LA PACIENCIA ES MI MEJOR VIRTUD (Ana María Abad)

Que no se diga que no soy un hombre paciente.

Desde hace semanas, le envío a diario ramos de margaritas y violetas, y cajas de bombones rellenos de licor, sus favoritos, y no pasa una hora sin que su móvil tintinee al recibir algún emoticono tierno, apasionado o divertido. Estoy agotando el repertorio.

Y ahí sigue, dudosa, insegura, sin alentarme con claras esperanzas ni tampoco rechazarme de plano. Si no fuera un hombre paciente, ya me habría comido las uñas hasta los codos.

Pero sé que, al final, cederá. Lo leo en su rostro cuando le entrego mis presentes: las caídas de ojos son cada vez más profundas, el sonrojo cada vez más encendido, la sonrisa cada vez más abierta. Ayer, incluso, hizo un tímido ademán de alargar su mano hacia la mía, buscando ese primer roce electrizante destinado a romper los diques que aún contienen nuestra relación.

Por eso, creo que ya es hora de ir ajustando la alianza de bodas a su medida, rebuscando en el baúl una negligée de su talla, y preparando el tinte azul para la barba. Y, por supuesto, tendré que adecentar un poco el sótano, que con la última quedó hecho un asco.

26. Bailes de salón (Susana Revuelta)

Benita y Julián se mueven al son de las coplas que animan la noche del centro de mayores. Ella abrazada a su cuello, él rodeando delicadamente su cintura con las manos. En los vaivenes, Benita gira un poco la cabeza, lo justo para rozar con su pómulo la perilla blanca bien recortada. Entonces deja escapar un suspiro, «aahh», se siente tan confortada.

Julián le hace sentirse una mujer deseada. Con eso le basta.

Regresa después a casa, camina ligera por la acera, aminora la marcha, que le dé el aire frío en la cara. Tiene la respiración desbocada, el cuerpo ardiendo, el alma embriagada. Abre el portal con manos temblorosas y en el espejo del ascensor contempla con arrobo su rostro encendido, su mirada ilusionada.

A Fermín le cuenta que ganó al chinchón y él, después de tantos años viéndola apagada, sonríe, y es una alegría sincera, le sale de dentro ver feliz a su amada, aunque se le pone un rictus de dolor que ella confunde con la incomodidad de la cama articulada. Pero no es eso, no, es que no logra acostumbrarse al olor a loción de afeitado que queda cada viernes flotando en la estancia.

25. AÍDA : AMOR ETERNO

Como cada día 12 se acercaba por el cementerio de la Almudena para visitar la tumba del amor de su vida y ponerle a los pies unas clavelinas.
Era un ritual que no olvidaba nunca, ni siquiera cuando se encontraba enferma.
Eusebio lo había sido todo para ella: su amor, su amante, su compañero y su amigo, y a pesar de los años que habían pasado de su muerte nunca lo olvidaba.
Este mes de febrero acudió como todas las tardes, pero en esta ocasión el suelo habitualmente impoluto, se encontraba lleno de hojas y ramas.
La mala suerte quiso que resbalara en ellas, en un momento en el que nadie pasaba por allí.
Y Aída, la víspera de su 90 cumpleaños, se cayó de espaldas entre las tumbas y al lado de la de Eusebio, sin nadie que pudiera asistirle.
En ese instante creyó que ya se encontraba a su lado acompañándole para siempre como habían hecho en su camino de la vida, y entonces, creyó ser feliz.

24. Batido de fresa

—Luis, hijo, siento despertarte.

—Mamá, en Vancouver son las tres de la madrugada y el congreso comienza muy temprano.

—Ya… pero se trata de los abuelos. La abuela entró en el sótano y…

—¡Como! ¿Que entró en mi laboratorio?

—Si…si, ha sido un descuido. Ella y el abuelo se han bebido varias dosis del preparado color rosa que guardas en el refrigerador. Están encerrados en su habitación como dos tortolitos. Nos han pedido que les dejemos en paz y que les hagamos llegar otro batido de esos tan ricos que preparas con sabor a fresa.

—Es angelato de picachocho con clitoferina psicosa, que precisamente voy a presentar aquí.

—Llamé al 061 y vino un enfermero, pero no quisieron hablar con él. Decían que estaban estupendamente, que les lleváramos otro batido. El abuelo le decía a la abuela: «pajarito vuelve a la cama, no hables con extraños».

—No te preocupes, mamá, vamos a dejarles tranquilos. El efecto del rospitilino, que así lo voy a llamar, no dura más de doce horas.

¡Y felicítame! parece que mi descubrimiento ha sido un éxito. Lo que nunca imaginé es que los abuelos fuesen a ser los cobayas.

23. La ladrona de nuestros sueños (Gemma Llauradó)

Toda alma tiene un don que fácil pierde nitidez. Tu imaginación trabaja, juega y regala dudas… No sirve de nada apresurarse y cuestionarlo todo, tu mente es un espíritu rebelde y romántico que jamás se ha conformado con las normas establecidas. Y aunque me duela, jamás va a quedarse inmóvil, permitiendo que le corten las alas y no se le permita volar.

Sí amor, tú y yo, ahora tan distintos y emparejados por Dios. Tú “en ese mundo” y no “en este” y es precisamente esa insalvable distancia la que confiere tu realidad, particularmente sólo tuya.  Cuando todo comenzó eran solo palabras de amor, pero pronto eso cambio y fueron frases sin razón. La vida hiere y el amor duele… Mientras ella, tu mente y ladrona de nuestros sueños, perpetua su poder con tu demencia. La verdad de la eterna locura dónde la fantasía y la realidad se cruzan. Esa realidad sesgada, estigmatizada, mezcla de creatividad y rebeldía. Ese lado oscuro de la mente que tanto nos intriga, fascina y atormenta.

Sí amor, de improviso deliras, alucinas y todo cambia. De esta relación, unas veces salgo vencedora, otras simplemente indemne, y en ocasiones frustrada.

22. «You are always on my mind»

Ella se fue después de una larga y arrebatada discusión. No era la primera vez que esto sucedía y, como le advirtió antes de partir, tampoco sería la última. Entre cortinas, la vio mirar atrás, mientras se desvanecía, con paso sensual y tentador, entre el tumulto de la calle.

Su familia tenía razón, aquella relación no le convenía. Debía retomar su vida, disfrutar de la calma, salir con los pocos amigos que le quedaban. Asearse. Pero acababa de irse y ya la echaba de menos y, aunque nadie parecía notarlo, en su bandolera se había llevado los colores de la casa y la mitad de los recuerdos. En el techo se había instalado una nube gris tan amenazante como una caricia helada y, asustado, empezó a sentirse muy solo en la oscuridad de aquel cuarto que, sin ella, era una celda de castigo. Arrepentido, deseó que volviera, que volviera, que volviera… Necesitaba escuchar su hermosa voz, amanecer abrazado a su silueta.  Contemplarla… Claro que, pese a todo, lo tenía fácil, razonó de pronto. Actuaría igual que en otras ocasiones y, con astuto disimulo, saldría en su busca. Únicamente tenía que fingir mansedumbre y, en un descuido, escupir las pastillas.

Nuestras publicaciones