Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
1
horas
0
7
minutos
2
7
Segundos
4
8
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

MAY12. MENSAJE SIN FLORES, de Ángeles Sánchez Gandarillas

Recibí un mensaje con inesperadas palabras de amor. Seguro llenaría de paradójicos escalofríos, al remitente y a mí.
Creí que estaba dormida y despierta a la vez, la vida había conseguido marearme, porque, hubo una vez en que hubiera querido cultivar esas flores. Sí, mi corazón se salió del sitio y no tuve donde guardarlo, ahora, sé positivamente de la inexistente coincidencia del amar, me está golpeando con las letras del mensaje recibido y el mundo me confina entre aromas…
Que alguien me ame es un traje nuevo que aprieta mi corazón en el pecho; es conturbador y me hace recordar cuando no fui correspondida. ¡Dioses!
Mi cabeza gira y todo se instala en la lejana memoria, entre la nada. Ni siquiera tuve tiempo de permitirme soñar en paseos de la mano por los claros de los montes o, bajo la luz radiante del sol.
Ya no quiero amores, se me acabó la energía y me rendí ante la realidad; hace mucho tiempo, toda la vida…
Mi jardín se quedó sin flores en mayo, y las hierbas silvestres ahogaron las semillas de la reseca esperanza entre mis áridos adentros…
Es posible que esté insomne y sueñe despierta…

MAY11. ESPERANDO EL FINAL, de Gloria Arcos Lado

Aquel día no hubo flores para celebrar la llegada de la primavera.
  Eran  demasiadas las cosas que urgía cambiar en sus  rutinas diarias, antes de que su familia pudiera permitirse el lujo de intentar retomar de nuevo la normalidad.
 La trágica noticia de que la madre sufría una enfermedad incurable´había  irrumpido  de forma atropellada en sus vidas.
  No, esa vez no había flores que atrajeran con sus colores la alegría de la vida para celebrar un año más el Día de la Madre.
   Tendrían que esperar los seis meses que le habían dado de plazo los médicos, para que esas bellas flores alegrasen no su vida, sino su sepultura como prueba innegable del amor que le profesaban los suyos.

MAY10. NO HABRÁ FLORES, de Mª José García

Sobre tu tumba no habrá lágrimas que puedan delatarme, no habrá flores que lleguen a marchitarse, no escribiré tu nombre para evitar que otros labios lo pronuncien.
Sobre tu tumba no arrojaré tierra que pueda llegar a tocarte, no pondré una lápida fría y pesada, no dejaré que ningún elemento nos separe.
Tu tumba será el mar como tu deseabas, ese mar que tanto amabas y que tantos secretos nuestros guarda.
Así, junto a tu tumba podré pasear siempre que lo desee, incluso podré introducirme en ella para volver a fundirme junto a ti en un inmenso abrazo sin fin. Podré llorar sin miedo sabiendo que únicamente tú sentirás mis lágrimas de amor infinito. Podré bailar una danza sin fin mientras me meces en tus brazos convertidos en suaves olas. Podré soplar pompas de jabón repletas de sueños e ilusiones nuestras que quedaron inconclusas.
Porque no existirá jamás una tumba que pueda separarnos, tan sólo, un espacio infinito en el que un día volveremos a encontrarnos.

MAY09. ALLÍ NO HAY FLORES, de Luz Hernández Baute

Cierra los ojos para que no se contaminen sus recuerdos. Arena y viento. Calor y sed. Nunca sospechó más  mundo detrás del horizonte. No hay sonrisa atraída por el recuerdo del primer beso ni palabras de amor envolviendo la concepción de sus hijos. Caminó el tiempo con su carga: arena, viento y soledad. La muerte entró, sigilosa, en su vida  y se fue apoderando de sus fuerzas. Sólo esperaba que se apagara el sol y durmieran las lunas para siempre. Aquella gente que un día visitó el campamento le aseguró que vencería al dolor. La tarde que salió de su jaima para siempre, todavía ignoraba que existiesen las flores. Allí nunca hubo flores, allí sólo florece la esperanza.
Abre los ojos. Ese viaje al pasado le duele demasiado. Ahora debe enfrentarse al último y definitivo.No teme ese momento, sólo sonríe y espera. Vendrá a buscarla un aire limpio y fresco y, envuelta en flores, la llevarán al oasis eterno donde el dolor no existe.

MAY08. OTRO COLOR, de Eva García Martín

Oí abrirse la puerta de entrada y me enjugué rápidamente las lágrimas mientras sacaba del horno el bizcocho que tanto le gustaba.
– ¡Mira mamá lo que me ha traído la lluvia mágica! – anunció con solemnidad desde el pasillo.
Me volví estupefacta al escuchar la música de su vocecita, después de ocho meses de impenetrable silencio. Sostenía entre sus manos un gatito flaco y sucio que me miraba confiado con unos enormes ojos verdes: pero fue la chispa que brillaba de nuevo en los de mi hijo, lo que realmente me impresionó.
-¿La… lluvia? –logré balbucear conmocionada.
– ¡Claro mamá! La lluvia lo dejó entre tus plantas para que sea mi amigo – explicó con indulgencia.
– Pues…tendremos que bañarle y darle de comer – aseguré, arrinconando gozosamente mis aprensiones y mi alergia.
La tarde pasó volando entre las risas que nos regaló con sus cabriolas y juegos, buscándole un nombre apropiado mientras preparábamos una cuna y una caja de arena en el desván.
Ni siquiera me acordé de las macetas cuando oímos que el granizo bombardeaba los cristales: Aquel año no hubo flores en el zaguán, pero la alegría y la voz de mi hijo iluminaban otra vez toda la casa.

MAY07. NAVEGANTES INVISIBLES, de Teresita Bovio Dussin

El brumoso día invernal desdibuja el pueblito de pescadores
Una visitante solitaria se detiene frente a la vetusta iglesia, aturdida empuja la pesada puerta.
Fulgurantes velas iluminan en el altar la desnudez de Cristo crucificado.
Ora en religioso éxtasis, sus ojos dormidos vagan en la añoranza de su niñez vivida en el pueblo…
Torturada se sumerge en el río del tiempo.
Los amados recuerdos de los navegantes invisibles que compartieron sus sueños pesan en su corazón
No hay flores, solo el rumor de lejanías que trae el mar la invita  a recibir el verde beso de las olas…

MAY06. LA GUARDIANA DEL JARDÍN, de Carmen Guzmán Ortega

La grava del sendero crepitaba bajo mis pies apenas visibles bajo la tenue luz de la Luna. Un búho  me observaba y un sauce reflejaba sus ramas en  un charco. El camino se estrechaba a mis costados por ambos setos poblados de enormes flores blancas. Mi primer impulso fue arrancar un ramo, pero algo me decía que estaba prohibido, y durante un rato se estableció dentro de mí una lucha, la eterna batalla entre la curiosidad por lo desconocido y el miedo a los tabúes.
     Alargué la mano, decidida a arrancar las flores, cuando de repente, por entre los arbustos apareció  una niña de unos cinco años de edad, vestida con una túnica blanca. En sus manitas portaba un gran ramo de flores, como las que yo había intentado robar. La niña me miró entre altanera y tierna.
—Detente, persona mayor– me dijo con su vocecita de plata— tú no puedes arrancar estas flores.
— ¿Y tú sí?
—Yo sí, claro.
— ¿Por qué no puedo yo?
—Podrás, persona mayor, pero antes, debes crecer hasta mi altura.

MAY05. ¿VIDAS DE CINE?, de Rebeca Gonzalo López

Se preparó para ir al cine. Hizo cola hasta conseguir su entrada en taquilla y se dirigió hacia su butaca. En el interior de la sala el silencio resultaba abrumador. Algo desconcertante en los momentos previos a la proyección de una película.
Miró curiosa a su alrededor y descubrió horrorizada que a todos allí les faltaba algo: un ojo; un brazo; la facultad de habla… Personas aparentemente incompletas que seguían adelante sus vidas haciéndose duras en la desgracia. La única flor rara de aquel macabro jardín era ella. Tan débil, ínfima y solitaria como siempre. Tan triste como una flor mustia.
Se sintió ridícula junto al ramo de rosas rojas que había decidido regalarse esa tarde de sombrío aniversario para ella, y que ocupaba la segunda de las localidades que había pagado. Se levantó y su boca floreció con una sonrisa que llevaba cinco largos años dormida. A continuación se puso a regalar a todas las parejas una de aquellos capullos fragantes. Cuando las flores se agotaron siguió repartiendo páginas de la novela que acababa de comprarse esa mañana.
«Las tristezas mejor mantenerlas aisladas. Las alegrías siempre conviene compartirlas», les decía.

 www.mimundomiburbuja.blogspot.com

MAY04. TENGO QUE IR, de Rosa Maria Iglesias Yañez

 El día que decido acercarme el corazón me da vueltas en el pecho.
Nerviosa, se me nubla la visión.
Quisiera ir más a menudo. Pienso, para que, para no oírle, ni verle. Se me rompe el alma en mil pedazos. Intento armarme de valor, sacar fuerzas de lo mas hondo, no lo consigo.
Me siento al borde de la cama, miro sus fotos, lloro, le busco pero no le veo, está tan lejos. En esas fotos su sonrisa reclama mi atención y en sus ojos me pierdo, descubro mi razón, y vuelvo a la cordura.
Tengo las flores, son tan bonitas, que adornan todo lo que está cerca, y es feo. Las dejaré a su lado, para que esté a gusto y acompañado, que le den alegría a esa morada triste y desalentadora en la que descansa.
El último día, las flores estaban marchitas. Las hago desaparecer. Lo mismo que en otoño, las flores parecen ocultarse de repente, dejando sus pétalos por el suelo.
He decidido no ir, mi corazón no lo resiste, las flores las dejaré aquí, en la mesilla, aunque la pena amenace mi ser por no poder, hoy no habrá flores.

 http://clavametusojos2.blogspot.com.es/

MAY02. NO HABRÁ MÁS FLORES PARA MARGARITA, de Sotirios Moutsanas

Stelios entró en la habitación, tenía en la mano un ramo de flores y fue directamente al florero. Colocó las flores como cada día en los últimos dos meses. Miró hacia la cama donde estaba su novia, de sus ojos brotaron lágrimas. Margarita, aunque pálida y escuálida todavía mantenía su belleza. El cáncer la consumió igual la llama consume la vela. Se aproximó sigilosamente, ella abrió los ojos.
—Acércate más, mi amor —dijo—. Stelios, recuerdas qué nos hemos prometido.
—Claro que sí, cariño, estaremos juntos en la vida y en la muerte.
—Pues, Stelio, ahora quiero que me hagas otra promesa.
—Lo que quieras mi amor.
—Prométeme que nunca bajo ninguna circunstancia te quitarás la vida. Stelios desolado y con los labios temblorosos profirió: “Te lo prometo.”
—Acércate y abrázame.
Stelios abrazó a Margarita, escuchó su voz queda, “Te quiero,” y ella expiró en sus brazos. No habrá más flores para Margarita.
Pasaron tres meses. El doctor se acercó a la madre de Stelios. Señora en mi larga trayectoria profesional, vi muchas personas fallecer, pero nunca vi alguien morir de pena.
—No, doctor, se ha equivocado, mi hijo no murió de pena. Mi hijo murió de amor.

ABR.109. ME TRAJO ABRIL, de Ana Gómez Quevedo

Mis recuerdos provienen de un lejano mes de Abril.
Por entonces vivía sola en un sitio diminuto y ruidoso lleno de humedades. Apenas podía moverme, mis débiles huesos parecían poder quebrarse con el más leve temblor.
Estaba yo arrugadita como un níspero olvidado en el fondo de un frutero y apenas tenía cuatro pelos, mis encías estaban desiertas y me alimentaba de una miserable y aburrida dieta por sonda.
Lo días se sucedían sin novedad. Hasta que de pronto algo extraño rompió mi monotonía: sentí una pequeña sacudida y las paredes de mi casa se contrajeron. Luego tranquilidad. Al poco tiempo volvió a ocurrir lo mismo. Tuve miedo. Mi ritmo cardíaco aumentó.
De pronto me sentí atraída por una luz que intuían mis ojos casi ciegos y me desplacé hacia ella aprovechando una nueva y extraña contorsión de las paredes de mi hogar.
Atravesé un camino estrecho y sentí un frío espantoso. Mi llanto histérico se apoderó del momento y unos cálidos brazos me envolvieron protegiéndome. Era mi casa por fuera.
Abril me recibió con el tenue sollozo feliz de mi madre, con leche tibia, lluvia pertinaz y flores de interior. Cada abril recuerdo quién soy y de dónde vengo.

ABR.108. FRANCOTIRADORES, de Xavier Blanco

Llueve. Se escucha el repique de las gotas sobre los barrizales y el lamento invisible de los caídos. Hay un hombre agazapado, está herido. Le encañono tembloroso mientras me observa. Resplandecen, como luciérnagas en la noche, sus ojos color miedo. Sólo se ausculta el silencio que precede a las tragedias, el silencio de los mataderos. Tirito. Tengo frío, la puta guerra que cala hasta los huesos. Llueve sobre el rostro aterido de los muertos, sobre sus guerreras gastadas, sobre sus manos. Llueve sobre el olvido de las viudas, sobre el futuro de los niños huérfanos, diluvia sobre la razón de los hombres. El agua sabe a desasosiego. Revolotea la sombra de los cuervos. Se escucha el trino equivocado de un pajarillo. Sigo mi camino. Me persigue el eco amargo de los fusiles disparando extremaunción. Me apoyo en un roble y enciendo un pitillo. Inspiro hondo iluminando con mis pulmones la espesura de la noche. Se escucha el chasquido de un percutor y el silbido de la muerte que penetra en mi cabeza. Me desplomo como una estatua de barro que el agua deslíe. Llueve sobre mi rostro, sobre mis manos. Se acerca un hombre, me mira: esboza una sonrisa. Llueve.

Nuestras publicaciones