Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

ABR.96. CUANDO LA TORMENTA AZOTABA TE VI CERRAR LOS OJOS, de Martha Damiano

Cuando la tormenta azotaba te vi cerrar los ojos.
Si no ves al rayo abatir al árbol ¿este no cae?
¿O es menor el dolor al saberlo derrotado si no presenciaste el  momento exacto de su destrucción?
Yo vi a la lengua de fuego descender por las entrañas del tronco y a la cabellera verde explotar con un estremecimiento convulso mientras me cegaba el resplandor flamígero
Cuando se hizo la oscuridad y me oprimió el silencio, pude acercarme al despojo truncado y hacer mi duelo entre sus restos.
Te vi entonces abrir los ojos azorado y con un parpadeo espantar la imagen del entorno. Volcaste el rostro hacia el oriente y deseaste  refugio entre las luces de la población lejana.
Una lluvia mansa brotó de mis ojos borrando las señales que no querías ver y brindándome alivio.
Tú pretenderás que nunca existió este baluarte, pero, negándote al dolor ¿será tu vida más plena?

ABR.95. MEMORIA DE LA CIUDAD QUE LLUEVE, de Beatriz Aparicio

La lluvia en Oviedo no es como en los demás sitios que conozco. Llueve bonito y cala despacio, pintando las calles del gris cantábrico que estalla tan solo unos kilómetros más al norte.
 -Si no te conociera, pensaría que lloras de alegría al verme- murmuro al reconocer la silueta de la ciudad a lo lejos. Y ella me acoge con toda su lluvia, como cada vez que decido volver.
Mi máquina del tiempo, que funciona precisamente perdiendo la noción del mismo, se activa mientras camino entre la gente. Me acompaña el sonido de las campanas de fondo, como tic-tac que guía mis pasos y se diluye con el sonido de las gotas de lluvia. Solo estoy aquí por ella, por la mujer que pasea solitaria y triste su sonrisa de bronce. Bella, pienso. Más bella con el paso de los años, mientras yo, mortal, no puedo dejar de mirarla. ¿Quién te crees que eres? Rasgas el cielo con el cuchillo afilado que te protege, desafiando al paso de los años, siempre desde el mismo escenario. Y como consecuencia, tu lluvia.
Te vivo intensamente, pero he de abandonarte…una vez más.
-Si no te conociera, pensaría que lloras de pena, ahora que me voy-. Murmuro al dejarte atrás.

  http://elsuenodedesdemona.blogspot.com.es/

ABR.94. AMOR DE UNA NOCHE, de David Moreno

  Siempre me has contado que ese hombre llegó una noche con la lluvia, que buscaba refugio, que iba empapado. Que te dio pena, que le dejaste pasar. Que maldita soledad la tuya. Que qué bien le quedaba el pelo mojado y cómo brillaban sus ojos al calor de la hoguera. Que parecía una buena persona y que una cosa llevo a la otra con el crepitar de la leña como único testigo.
Que muy a tu pesar, a la mañana siguiente, el aguacero había desaparecido. Y misteriosamente con él, ese hombre que ya era mi papá, también.
Y de nuevo, la sequía y la soledad de siempre hasta que nací yo nueve meses después. Que te pusiste muy contenta, que no cambiarías nada, que darías la vida por mí. Que las ausencias ya no fueron tales conmigo cerca.
Pero me entra la duda cuando veo abalanzarte hacia la ventana, con el corazón encogido, en cuanto suenan los primeros truenos de una tormenta que no rompe, esperando la venida de un imposible. Y aunque repites una y otra vez que sabes que ya nunca regresará, la ilusión se dibuja, por un segundo, en tu rostro.
Maldita soledad.

 http://microseñalesdehumo.blogspot.com

ABR.93. LA RESPUESTA EN LA LLUVIA, de Carolina García

La descubrí una tarde de verano. Ella reposaba sobre la hierba crujiente de un amplio jardín, opacándolo todo.
Las flores que la rodeaban, las fragancias de la tierra trepándose al aire y los murmullos embriagantes como canto de sirena, ya no tenían importancia. Tampoco eran suficientes.
Nada conseguía arrebatarle la congoja que cargaba en sus delicados hombros, en la cabeza gacha empapada de llanto sin lágrimas.
Me escondí tras unos arbustos cercanos y la contemplé durante un largo rato. Oí en sus lamentos que su hijo estaba muriendo; ella, desesperada, ya no encontraba razones para vivir.
Luego la vi intentar algo, aunque mostraba poco brillo y menos fuerzas. Miró al cielo angustiada y comenzó a rezar, quizás con la esperanza de que esa plegaria encuentre ayuda para su pequeño.
De repente, decenas de rayos agrietaron el firmamento plomizo, decantando el sollozo dulce que a éste, paradójicamente, le sobraba.
Hoy la veo aún más hermosa y angelical que aquella vez, sobre todo por esa sonrisa casi perfumada que muestra orgullosa.
¿Su hijo? Está a su lado, indefenso, sujetándose a la vida con sus frágiles raíces, mientras las tiernas manitos de hoja veneran al Sol.

ABR.92. LLUVIA DE AQUÍ Y DE ALLÁ, de Fernando Sopeña

De entre todos los momentos inolvidables que viví el tiempo que pase en Colombia, recuerdo los aguaceros que caían sobre la ciudad de Medellín como uno de los más simples y a la vez sorprendentes. Los ciudadanos lejos de guarecerse ante la contundencia del chaparrón cantaban y bailaban bajo la lluvia, empapándose alegres, con la seguridad de que en los cinco minutos siguientes el sol saldría de nuevo secando todo lo que hacia unos instantes estaba pasado por agua. No eran ajenas al diluvio las prostitutas de mi calle, desganadas hasta ese momento, sonrientes y hermosas ahora, con su ropa escasa pegada al cuerpo y su piel dorada recorrida por las gotas, el pelo húmedo brillante bajo el sol reaparecido, aportando una de las imágenes mas eróticas de mi adolescencia. Era entonces cuando los clientes, hasta ese momento perezosos,  parecían salir de todos los rincones quizás compartiendo mi erotismo. Lo que no consigo recordar era el dicho que allí empleaban entre risas cómplices para describir este momento pero que a mi me sonaba algo así como “A río revuelto…”.

ABR.91. GOTA Y EL PARAGUAS DE REYAS, de Mar Escudero

Gota y el Paraguas de Rayas eran grandes amigos, mucho más que eso, ¡eran inseparables!. Gota a la cual su amigo la llamaba G se lo pasaba en grande deslizándose por las curvas finitas y de colores de P (como así le llamaba ella), su sonido en su desliz era como una suave melodía.
Nube, su gran aliada siempre le guiñaba un ojo cuando se ponía su abrigo más oscuro, sabía que eso le pondría muy contento.
Así pasaron horas eternas, disfrutando  de su compañía mutua, pero Martes, Miércoles y Jueves no trajeron a G.
P estaba profundamente triste. Llamo desesperadamente a Nube para que se vistiera con su abrigo oscuro, pero Nube con una amplia sonrisa le dijo: S ha quedado con N; ¿y por qué tienen que fastidiarme? dijo muy enfadado. Nube lo miro con cariño y bondad y le susurro muy dulcemente; porque los Niños también tiene derecho a tener un Sol en sus vidas.

ABR.90. AZUL MOLECULAR, de Antonia Garcia Lago

Llegó con las manos cuajadas de lluvia. Le ofrecí un lugar junto al fuego y se quedó. Mientras duró el invierno y las nieves cubrían los picos la vida fue plácida. Era extraño, melancólico y apacible, y yo lo amé. Un día, el sol empezó a despuntar entre las nieblas que desaparecían, la primavera olía ya en los rincones, y él se fue volviendo líquido. Su mirada, sus gestos, eran como agua que  se escapa entre los dedos. Un día llegué y ya no estaba. Divisé a lo lejos su silueta que poco a poco, bajo los rayos del sol, se fue transformando en arco iris.

 http://estimemlaparaula.blogspot.com.es/

ABR.89. HE DE APRENDER DEL AGUA, de Nieves Martínez

Abrió la puerta con sigilo y se escapó. Como todas las tardes que amenazaban lluvia, subió a la azotea y se sentó a esperar  junto a una de las silentes chimeneas. El viento, irregular y suave, mecía las sábanas colgadas en cadencias que anunciaban un cambio de tiempo. Nadie había subido aún a recogerlas. En los tiestos las flores temblaban como ausentes, indefensas y absortas en los últimos abrazos de unas luces que todavía recordaban el invierno.
Antes de la tormenta, ella cogió el cuaderno y escribió:

           “ la luz viene despacio, prisionera, como si lenta alguien quisiera perseguirla y herirla bajo tierra. En las lluvias de Abril nacen las aguas nuevas que visitarán Mayo. Hoy quiero que en mis lágrimas la lluvia encuentre su reflejo. He de aprender del agua  sus caprichos ; de cada gota el alma que la rige, su llanto  silencioso…”

-Pero niña! dónde estás otra vez?
Aún  escribió otra frase: “ la lluvia es un estado de ánimo”
Y guardó el lapicero en aquel saliente oculto del tejado, al amparo de una lluvia que ya había comenzado a iluminar el horizonte.

ABR.88. LO TRAJO LA LLUVIA, de Carmen Cotilla

Golpeaba suavemente contra la ventana. De forma mecánica, una y otra vez. Quería levantarme y mirar, su olor me lo impedía.  Acurrucada en medio de las sábanas, el deseo todavía impregnaba cada poro de mi piel. Quizás si me movía desaparecería la magia de aquel momento. Una ráfaga de aire arrastró consigo el aroma de la hierba recién cortada y unas gotas de lluvia se deslizaron tímidamente por mis mejillas, apaciguando su rubor. Noté como el corazón se me aceleraba al recordar y cerré los ojos. La tormenta había empeorado y el azote del viento me hacía temblar. Me sentía viva. Quería conservar aquel recuerdo eternamente en mi memoria. Cada detalle, cada caricia, cada beso, cada suspiro. Los segundos pasaban muy lentamente. Los truenos llegaron al compás de los pasos y la puerta se abrió. Distinguí su figura y sonreí. Mi cuerpo se estremeció con el calor de su aliento. Un rayo. Un gemido. Un adiós definitivo. El temporal amainó, pero lo que  aquel día trajo la lluvia nunca se volvería a repetir.

ABR.87. ABRIL, LA LLUVIA Y EL ¡DESAMOR!, de Emilio Martinez

Las gotas de agua golpeaban fuertemente, sobre los cristales de mi ventana. Aquel día de Abril, mi inspiración se quebraba, ante el panorama desolador de mi huerto. Los pájaros se escondían debajo de las hojas,  paralizando la construcción de su nido, y los brotes verdes y tiernos de los arboles, detenían su crecimiento, aturdidos por el paso de la tormenta.
Y de pronto, aquellas gotas, con un brillo especial,  se estrellaban en mi ventana, rompiéndose en mil pedazos, y desde una de ellas apareció de repente ella saltando hasta mi mente, apoderándose de todo, como la luna en una noche oscura, como el sol tras el paso de la tormenta, como un león atrapando a su presa.
Y logro que mi bolígrafo se deslizara sobre el papel, con frases maravillosas, como si ella dirigieses mi mano y mi conciencia. Construyendo el mas hermoso poema de amor nunca visto.
 Aquel día de Abril, aquellas gotas de lluvia estrellándose en mi cristal, su presencia, aquel beso mientras acariciaba mi pelo, la música de la tormenta, el despertar de la vida, los pájaros y las plantas, estuvieron inmortalizados  en un poema de amor, que guardare para siempre, junto a mi corazón atormentado.

ABR.86. EL FINAL DE LA SEQUÍA, de Sergio Haro

La nube creada por los científicos sólo tenía una peculiaridad: su color, una extraña pero hermosa tonalidad rojiza, similar a la que en otro tiempo podía advertirse en el horizonte con la llegada del viento sur. Sin embargo, aquel detalle carecía de relevancia para la impaciente muchedumbre que se agolpaba en la llanura. Millones de seres temerosos, cansados, envilecidos por una sequía interminable, que amenazaba con destruir todo cuanto eran y cuanto podían llegar a ser.
Y entonces llovió. Un agua purpúrea empapó los campos, alimentó los manantiales, colmó los embalses. A nadie pareció importarle su color: la pesadilla había terminado. Semanas más tarde, cuando los bosques renacidos adquirieron a su vez un tono carmesí, los científicos de la Compañía se apresuraron a tranquilizar a la población, apelando a una reacción química pasajera. Meses después, las primeras noticias de vacas que daban leche escarlata obligaron al propio presidente de la Compañía a dar una rueda de prensa. Comenzó hablando con la seguridad que siempre le había caracterizado, pero después pareció dudar y perder el hilo del discurso. Sus mejillas se pusieron coloradas, algo que en un primer momento se atribuyó al rubor.

ABR.85. Y EL CIELO LLORÓ…, de Raúl Jiménez

Y se puso a llover justo en el momento que me acerqué a ella. Le di el beso más envolvente del mundo. Era como si el universo llorara de alegría por nosotros. No era para menos. Después de dos años flirteando, huyendo, escondiéndonos y postergándolo, al fin sucedió. Yo creo que por allí arriba estaban tan cansados de nosotros que decidieron echarnos agua por encima como si de un bautismo de amor se tratara. Hay que decir que nosotros también lloramos. Las gotas de lluvia se confundieron con las gotas de sal y todo aquello pareció un final glorioso de una película de Hollywood. Del hollywood glorioso, claro. Cuando abrimos los ojos y nos miramos comprendimos que todo el universo había conspirado para que ese momento tuviera lugar y sólo nosotros estuvimos ahí para vivirlo.

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