Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

05. CUANDO TU PADRE TE ENSEÑA A CAMINAR (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Aquella tarea de dibujar una vaca no me salía ni cuadriculando. Mi padre me ayudó y quedó chula. Jamás le dije que solo nos pusieron un cinco sobre diez y nunca más le pedí ayuda en dibujo.

No logro recordar las reglas que el fraile de primero de bachiller nos enseñara para aprender a redactar. Recuerdo, más bien, las vejaciones con las que zaherían la autoestima de algún alumno, leyendo, entre comentarios jocosos, alguna “redacción” desafortunada. Era un “bullying” de fraile a alumno que decíamos como “se mete con él”, antes de que llegara el anglicismo.

En la mesa de la cocina de mi casa escribía yo sobre el viaje de Jesús con sus apóstoles en el que se paró en el pozo de la Samaritana. Las tareas de redacción solían versar sobre temas religiosos. Yo había escrito: … “por el camino iba predicando” …

Mi padre me cogió el cuaderno de redacciones y lo leyó.

─Tienes que adornarlo más. Deberías poner algo como: “y por aquellos caminos hollados por las pisadas de los camellos…”

─ ¿Hoyados, de hoyo?, pregunté.

─No, hollados de hollar, dejar huellas, que se conjuga como contar.

No lo olvido, padre. Dejaste en mi esta huella.

04. De vísceras y razones

—Encontraré el camino para llegar a sus elegidos. Confíen y juntemos fuerzas: démonos las manos.
Se apagan luces en el estudio y una sombra de misterio vela el rostro de la médium, Marina Fox, experimentada presentadora venida de la televisión italiana. El prime time en la noche de los candidatos está en lo más alto con «Elige tu alma». La sesión espiritista comienza. Que los candidatos unan fuerzas alrededor de una mesa, supone un hito en la crispada campaña electoral. Las redes sociales arden, las apuestas suben: ¿quiénes serán las almas convocadas y en qué orden se manifestarán? La confianza en Marina Fox es enorme y ella se siente halagada aunque ahora sude copiosamente y ponga los ojos en blanco buscando un camino. El realizador muestra tres rostros serios de notarios concentrados en dar fe de que no hay trampa ni cartón en el plató. La emoción crece. Lo visceral vende más que el mejor argumento razonado. Los arúspices de la antigüedad se manchaban las manos leyendo el futuro en las entrañas de los animales, hoy, el público se enfanga en el más allá. Esto no es ciencia ficción, es actual, es «Elige tu alma». Pronto en sus pantallas.

03 El destino está escrito ( Fernando Garcia del Carrizo)

Construyó dos aviones de papel con un par de cartas.

La primera la conocía de memoria. La había leído más de mil veces. Era la despedida escrita por su padre antes de morir.  − «Hijo mío, vive la vida, no pierdas el tiempo en tonterías…creerás que puedes con todo, como yo pensaba a tu edad, y ahora, aquí me tienes con cincuenta años, encamado y con ayuda para todo…No gastes energías en intentar cambiar cosas que no puedes…disfruta de tus amigos, ríete, ríete mucho…Sé que todo el mundo piensa que eres un calco mío, …pero sé tú mismo, encuentra tu propia senda y sobre todo no hagas caso de los comentarios de los demás…−»

La segunda la había recibido ese mismo día. Solo la había leído una vez, pero también se la sabía entera. «Estimado Sr…le escribimos para comunicarle que ya disponemos de los resultados del estudio genético…».

Lanzó con todas sus fuerzas los dos aeroplanos y contempló como volaban dando vueltas y haciendo piruetas en el aire hasta llegar al suelo. El segundo ganó la carrera. Su cuerpo llegó el tercero.

02. ALTERNATIVAS (Ángel Saiz Mora)

Trabajo con muchas anatomías, pero solo una me cautiva. Mis dedos acumulan emociones contenidas al recorrer los senderos de su espalda.

Hablamos poco durante cada sesión. En mi familia somos demasiado tímidos, pero lo compensamos mediante otros recursos.

De mamá heredé su habilidad con las manos. No es casual mi formación como fisioterapeuta. Papá asegura que debo conocer al menos dos oficios, que todo puede hacer falta. Estoy a punto de terminar el grado de Derecho en horario nocturno.

El tratamiento alivia la contractura de mi clienta. Pronto sanará del todo. Antes de que suceda, intento que la cadencia del masaje transmita señales en morse sobre su epidermis. Le cuento así lo que siento y no soy capaz de confesarle, aunque temo que no le llegue nítido. El camino hacia ella ha de ser otro.

El abuelo es un filón de experiencias, como la del beso robado a la abuela al poco de conocerse, cuando las palabras tampoco le salían. Voy a adoptar su arriesgado todo o nada. Si no funciona, confío en que un juez acepte, como atenuante tras la probable denuncia, el amor absoluto de este joven abogado en defensa de sí mismo.

01. M.A.P.E.O.

El robot recoge la chatarra del área J8 con su pinza mecánica. Avanza. Recorre el trayecto programado hasta la trituradora. Abre la compuerta. El engranaje comprime y destruye su forma hasta convertirlo en un bloque paralelepípedo. Lo eleva. Lo deposita en la zona de almacenaje. Regresa. Recoge. Avanza. Recorre. Abre. Destruye. Almacena. Regresa. Recoge. Avanza. Recorre. Abre. Destruye. Almacena. Regresa. Se detiene y aparta una bicicleta abandonada en mitad del trayecto. Apunta la incidencia. Aprende. Continúa. Recoge. Avanza. Recorre. Abre. Destruye. Almacena. Regresa. Se detiene. Aparta una nevera de camping. Apunta. Aprende. Continúa. Recoge. Avanza. Recorre. Abre. Destruye. Almacena. Regresa. Se detiene. En el intento por apartar una caja de botes con la pinza, estallan algunas latas vertiendose parte del refresco sobre la carcasa y afectando al sistema de control. Inmediatamente se activa el Modulo Avanzado Para la Eliminación de Obstáculos. Con la pinza derecha se rasca el sensor superior. Repasa datos. Estadísticas. Logaritmos. Valora si los seres de carne de la instalación pueden ser impedimento para realizar su labor con excelencia. Gira. Va en su busca para solucionarlo.

79. PRESTIGIO GANADO

Es verdad que no tengo demasiados amigos. Bueno, de hecho, apenas son conocidos. Pero, gracias a mis dotes y capacidades personales, me respetan y, en cierta manera, me temen. Y nunca me faltan los clientes. Muchos entran con miedo, no lo puedo negar, aun así acuden para saber, para quitarse la angustia del cuerpo. Cuando un presentimiento se adueña de ellos, vienen a que mi bola les muestre el futuro, a que yo se lo interprete. Por eso me pagan el precio que les pido, por más que les parezca caro. Necesitan conocer qué desgracia les acecha, tanto si se trata de la muerte como de una larga enfermedad o del abandono de la pareja, y así intentar evitarla o prepararse para ella. Luego, salen de la consulta tan sugestionados que ellos mismos acostumbran a provocar la tragedia anunciada. Menos al principio que, para labrarme la fama, tuve que ayudar a causar algunos accidentes o suicidios.

78. Makyo

Llevaba horas sentado en zazen cuando un rumor de hojarasca me hizo entreabrir las orejas y dirigir las antenas de mi atención hacia el sonido. Parecían pasos. De persona. Muy lentos, como sopesando cada uno de ellos. El leve rumor fue acercándose y me planteé levantarme de un salto, pero no estaba seguro de si las piernas me sostendrían.

No me dio tiempo: a mi lado, en cuclillas, tenía a un barbudo y sucio hombretón mirándome con socarronería. «No sirve de nada» me espetó con una voz dulce que no encajaba con su aspecto. «Lo que pretendes no sirve de nada» me repitió. Sus palabras me enfurecieron y le grité que callara de inmediato y me dejara en paz. Se rio con tanta fuerza que la barriga le temblaba como un plato de gelatina.  En medio del estruendo, me dijo: «¿Qué pretendes, ser mejor que los demás? no lo eres. Por mucho que cruces las piernas, eres como todos. Peor, porque crees que meditar te eleva por encima de la muchedumbre». Sus palabras terminaron de enfadarme y dando un salto, agarré una rama seca del suelo con intención de atizarle con ella. No lo logré. ¡Maldita sea!

77. El ogro (Pablo Cavero)

Con pánico en el cuerpo por las historias que habían circulado sobre ese ogro tan temido, tras días de incertidumbre, me decido a una hazaña arriesgada a la que nadie se ha aventurado hasta hoy. Me dirijo al lugar más recóndito e inhóspito de la isla donde hay una cueva de difícil acceso, supuesta morada de ese ser legendario que aterroriza a la población. Tras horas de marcha, escalo por las rocas con esfuerzo casi sobrehumano, me adentro en la caverna con sigilo y atisbo en las entrañas de la misma a un andrajoso anacoreta con aspecto de oso de dos metros. Avanza hacia mí, el pavor y su gruñido me dejan inmóvil. Con mirada desafiante me examina desconfiado sin pestañear. No porto ningún arma ni objeto beligerante. Aguardo sudoroso. Con una voz ronca de quien lleva años sin usarla me pregunta quién soy y para qué he venido. Tembloroso le respondo que soy periodista e investigo las leyendas de la isla. Tras minutos de silencio su rostro se relaja, con gesto hospitalario y un atisbo de sonrisa oxidada me ofrece agua y comida. Entre lágrimas, el ermitaño me detalla y desmiente su sambenito de bestia inhumana.

76. COMPULSIONES

Su mayor anhelo era la asepsia absoluta. La pandemia le dio la excusa perfecta para camuflar su obsesión: gel hidroalcohólico por todos sitios, distancia de seguridad estricta en el trabajo y ni una visita a sus padres durante meses, además sin reproches molestos. Rehuía cualquier contacto espontáneo con su mujer bajo el pretexto del contagio. Había diseñado un protocolo de desinfección tan exhaustivo que cuando lo completaban a ella ya se le habían pasado las ganas y acababan durmiéndose sin ni tan siquiera rozarse.

Recibió espantado la noticia del embarazo: la certeza de que ese niño no era suyo fue superada por el terror a unas manitas tocándolo todo y que luego se le acercaban portando el Maligno.

Cuando ella ingresó por consejo de su ginecólogo, él se ausentó del hospital durante seis días con sus noches argumentado prepararlo todo para el bebé. Al regresar a casa lo encontraron inmerso en un zafarrancho de limpieza creativa, blandiendo el spray de lejía con la amenaza de expulsarlos de su paraíso impoluto si infringían sus mandamientos. Nunca había estado de acuerdo con esa frase estúpida de su antecesor: «No es bueno que el hombre esté solo».

 

 

75. Ratas

El alcalde ordenó la busca y captura del flautista solitario al que los zagales seguían como a un dios. Prometió la mayor recompensa jamás conocida a quien lo atrapase vivo o muerto. Se agotaron los tapones para los oídos en toda la comarca. Escondieron a los niños en arcones, despensas, e incluso, en ataúdes a la espera de algún muerto, con la confianza de que el grosor de sus tapas y el acolchado interior consiguiera aislarlos de su melodía. Tras encerrar a los pequeños a cal y canto, los adultos salieron a la caza del enemigo con avaricia desatada. Pese a las precauciones, solo quedó en el pueblo el único niño sordo. Los vecinos, enfurecidos, lo apalearon en un ataque de rabia. 

74. Dejémoslo así

“El tratado”. Así rezaba la primera página a la espera del resultado al que llegara.

Una idea sugería la siguiente, y esa a la consecuente en un continuo tan amplio como su mente era capaz de recorrer. Mientras avanzaba, Gemma podría haberse convertido en el bicho del praguense sin que él se percatara de nada.

Ella acabó por irse a vivir con Julián, pero seguía llevándole comidas y bebidas que le dejaba distribuidas por la casa para que instintivamente sobreviviera.

Tras dos mil seiscientas cuatro páginas, llegó a la conclusión que creyó era la más ampliamente desarrollada jamás.

Comenzó a buscarla para contarle su logro, pero no la encontró. Mientras la esperaba, suponiendo que no tardaría, decidió no perder el tiempo y comenzar con la primera corrección del texto, aunque previamente quiso ponerle el título: Vasta demostración del error de la soledad humana.

Mientras iba corrigiendo, con bolígrafo rojo, pudiéramos pensar que ese buen número de cucarachas voladoras lo observaban como a un congénere extraviado; pero eso no sería más que un final metafórico que necesitaría su propio razonamiento y corolario.

73. Colada semanal (Patricia Collazo)

Los domingos por la noche, cuando los nietos que nunca ha conocido se han marchado, Rosario cuelga sus ropitas en el tendedero sobre el patio de luces. Renueva las prendas considerando las estaciones y el teórico crecimiento de las criaturas: equipaciones deportivas para el niño y vestiditos pastel para la niña.

Los viernes despliega los uniformes de toda la semana, esos que su marido trajo de la fábrica por última vez hace una década. Procura ensuciarlos con grasa del horno antes de lavarlos para evidenciar su cruzada contra manchas rebeldes.

Los miércoles, las batas de laboratorio del hijo que se marchó a trabajar a Alemania seis años atrás. De tanto lavarlas, más que blancas están casi transparentes. Como esa capa de polvo que cada jueves limpia de los muebles. Como los remolinos de pelo que su Toby abandonó definitivamente sobre el sofá, antes de decidirse a morir.

Los sábados no tiende, solo se hace la encontradiza con la vecina. Mientras la otra cuelga las prendas de un batallón, Rosario recoge los monos azules. Siempre comentan cuanto aborrecen hacer la colada y bromean acerca de quién será la primera en quedarse por fin sola y poder descansar como una verdadera diosa.

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