Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

25. AÍDA : AMOR ETERNO

Como cada día 12 se acercaba por el cementerio de la Almudena para visitar la tumba del amor de su vida y ponerle a los pies unas clavelinas.
Era un ritual que no olvidaba nunca, ni siquiera cuando se encontraba enferma.
Eusebio lo había sido todo para ella: su amor, su amante, su compañero y su amigo, y a pesar de los años que habían pasado de su muerte nunca lo olvidaba.
Este mes de febrero acudió como todas las tardes, pero en esta ocasión el suelo habitualmente impoluto, se encontraba lleno de hojas y ramas.
La mala suerte quiso que resbalara en ellas, en un momento en el que nadie pasaba por allí.
Y Aída, la víspera de su 90 cumpleaños, se cayó de espaldas entre las tumbas y al lado de la de Eusebio, sin nadie que pudiera asistirle.
En ese instante creyó que ya se encontraba a su lado acompañándole para siempre como habían hecho en su camino de la vida, y entonces, creyó ser feliz.

24. Batido de fresa

—Luis, hijo, siento despertarte.

—Mamá, en Vancouver son las tres de la madrugada y el congreso comienza muy temprano.

—Ya… pero se trata de los abuelos. La abuela entró en el sótano y…

—¡Como! ¿Que entró en mi laboratorio?

—Si…si, ha sido un descuido. Ella y el abuelo se han bebido varias dosis del preparado color rosa que guardas en el refrigerador. Están encerrados en su habitación como dos tortolitos. Nos han pedido que les dejemos en paz y que les hagamos llegar otro batido de esos tan ricos que preparas con sabor a fresa.

—Es angelato de picachocho con clitoferina psicosa, que precisamente voy a presentar aquí.

—Llamé al 061 y vino un enfermero, pero no quisieron hablar con él. Decían que estaban estupendamente, que les lleváramos otro batido. El abuelo le decía a la abuela: «pajarito vuelve a la cama, no hables con extraños».

—No te preocupes, mamá, vamos a dejarles tranquilos. El efecto del rospitilino, que así lo voy a llamar, no dura más de doce horas.

¡Y felicítame! parece que mi descubrimiento ha sido un éxito. Lo que nunca imaginé es que los abuelos fuesen a ser los cobayas.

23. La ladrona de nuestros sueños (Gemma Llauradó)

Toda alma tiene un don que fácil pierde nitidez. Tu imaginación trabaja, juega y regala dudas… No sirve de nada apresurarse y cuestionarlo todo, tu mente es un espíritu rebelde y romántico que jamás se ha conformado con las normas establecidas. Y aunque me duela, jamás va a quedarse inmóvil, permitiendo que le corten las alas y no se le permita volar.

Sí amor, tú y yo, ahora tan distintos y emparejados por Dios. Tú “en ese mundo” y no “en este” y es precisamente esa insalvable distancia la que confiere tu realidad, particularmente sólo tuya.  Cuando todo comenzó eran solo palabras de amor, pero pronto eso cambio y fueron frases sin razón. La vida hiere y el amor duele… Mientras ella, tu mente y ladrona de nuestros sueños, perpetua su poder con tu demencia. La verdad de la eterna locura dónde la fantasía y la realidad se cruzan. Esa realidad sesgada, estigmatizada, mezcla de creatividad y rebeldía. Ese lado oscuro de la mente que tanto nos intriga, fascina y atormenta.

Sí amor, de improviso deliras, alucinas y todo cambia. De esta relación, unas veces salgo vencedora, otras simplemente indemne, y en ocasiones frustrada.

22. «You are always on my mind»

Ella se fue después de una larga y arrebatada discusión. No era la primera vez que esto sucedía y, como le advirtió antes de partir, tampoco sería la última. Entre cortinas, la vio mirar atrás, mientras se desvanecía, con paso sensual y tentador, entre el tumulto de la calle.

Su familia tenía razón, aquella relación no le convenía. Debía retomar su vida, disfrutar de la calma, salir con los pocos amigos que le quedaban. Asearse. Pero acababa de irse y ya la echaba de menos y, aunque nadie parecía notarlo, en su bandolera se había llevado los colores de la casa y la mitad de los recuerdos. En el techo se había instalado una nube gris tan amenazante como una caricia helada y, asustado, empezó a sentirse muy solo en la oscuridad de aquel cuarto que, sin ella, era una celda de castigo. Arrepentido, deseó que volviera, que volviera, que volviera… Necesitaba escuchar su hermosa voz, amanecer abrazado a su silueta.  Contemplarla… Claro que, pese a todo, lo tenía fácil, razonó de pronto. Actuaría igual que en otras ocasiones y, con astuto disimulo, saldría en su busca. Únicamente tenía que fingir mansedumbre y, en un descuido, escupir las pastillas.

21. AMORES QUE MATAN (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Todos los atardeceres, terminadas sus tareas diarias, el joven Mamboreto se dedicaba a acechar, camuflado entre las hiedras del tapial del convento, a las religiosas de la orden de las Santas Teresas.

A esas horas, en las que parece que despiertan todos los insectos, las religiosas se afanaban, guardando su voto de silencio, en evitar las plagas, cuidar y desinfectar el huerto y los jardines.

Las más viejas con sus tocas negras almidonadas como élitros abiertos a punto de emprender el vuelo limpiaban de pulgones las lechugas y repollos de la huerta. Pero no eran ellas las que le interesaban al joven espía.

Su mirada, más lasciva que amorosa, se dirigía al contoneo de los pliegues del delantal verde de una novicia que escardaba con esmero, en el jardín soleado, fuera de la sombra del muro, el suelo donde crecían los rododendros.

El mozalbete no supo aguantarse y se lanzó sobre la joven rodeándola hasta que logró montar sobre su espalda tratando de alcanzar la boca de la novicia. Esta reaccionó y asestó un tijeretazo en el cuello del atacante.

La superiora, que fue testigo del asalto, al ver el resultado comentó:

─Nuestra joven Mantis ya ha profesado sus votos.

20. No se admiten devoluciones

Y llegó a la aldea una anciana poseedora de elixires mágicos, así que las tres bellas hermanas juntaron sus ahorros y fueron en búsqueda de pócimas para propiciar el amor. A la primera se le dio un líquido ambarino que ingirió allí mismo, y tras hacerlo, terribles retortijones sacudieron su cuerpo haciéndole expulsar aquel brebaje. Rápidamente sus hermanas acudieron en su ayuda y calmaron su malestar con compresas frías y agua fresca. La segunda de las chicas tomó uno de textura más amable y, sin embargo, una vez lo hubo tragado, una tristeza infinita se apoderó de su alma y, desdichada y quejosa, se dejó consolar por las otras hasta que aquella negrura se fue. La tercera tomó su poción no sin cierto recelo, mas según caía el líquido por su garganta, feos cardenales marcaron su cuerpo llenándola de dolor. Sus queridas hermanas curaron esas heridas con ungüentos y con besos. Fueron entonces prestas a pedir explicaciones a la vieja por tan fraudulenta venta y ésta, sesuda, práctica y con dedo aleccionador les indicó que lo que ellas habían venido buscando era el amor verdadero. Y que eso hallaron. Y que eso mismo les trasfirió.

19 TRAVESÍAS DESIGUALES

La ciudad del amor no se encuentra en este mundo, susurraste con un hilo de voz la última vez que nos vimos a escondidas bajo los soportales del ágora. Tus ojos pálidos, vencidos de fiebre, me invitaban a seguirte.

Te enterraron envuelta en collares de perlas y fíbulas, brazaletes de oro y diademas de zafiro. Mi cuerpo, en cambio, fue incinerado en pira humilde junto a la espada de cedro con que me traspasé el pecho el día después.

Supongo que ya habrás cruzado allí.

Yo hace meses que aguardo en la otra orilla, donde el frío lacera la piel y nunca amanece, esperando a que algún piadoso viajero me entregue un dracma de oro para poder pagarle la travesía al barquero Caronte.

18. FLECHAZO (Rosalía Guerrero Jordán)

Para que se enamore de mí, solo tengo que esperar que llegue el momento. Con mi aspecto, con este rostro de rasgos desiguales y estas lorzas orillando mi cintura, es difícil que sienta el flechazo al conocerme. Sé que he de esforzarme más que las demás: ser paciente, mostrar mi lado más amable, hacerme necesaria poco a poco… Y usar todas las herramientas a mi alcance para evitar que se vaya antes de sentir la flecha de Cupido atravesándole el corazón. Igual que hice con los anteriores. Cuando eso ocurre me llaman, desesperados, tendiendo sus brazos llenos de cables hacia mí.

Yo sé que es amor verdadero, aunque el aguafiestas del doctor se empeñe en llamarlo infarto.

17 MÁS ALLÁ DE LAS CENIZAS

La más bella luz de aquella mañana de invierno brillaba en el fondo de los ojos de Ana y Raúl.

–»Te amaré más allá de las cenizas»–. Esa frase, susurrada por ambos, sellaba su unión eterna al besarse tras la boda.

Ana supo un día que él compartía su amor con el de otra mujer, pero calló y no le hizo ningún reproche.

Hace poco, los amigos nos enteramos de la repentina muerte de Raúl tras darse un atracón de setas silvestres que solía recolectar en el bosque cercano al pueblo. Le encantaban, y con su colega Ignacio, iba a cogerlas a menudo.

Al amanecer del día siguiente a su entierro, Ignacio recorrió los senderos que los dos frecuentaban y observó, extrañado, que aquellos tres bellos ejemplares venenosos que habían visto en su reciente búsqueda, habían desaparecido.

Solo Ana supo de su hallazgo durante el último tapeo de los tres en el bar de costumbre. Y solo ella, finalmente, había cumplido la promesa hecha el día de su boda.

16 Living Apart Together

ÉL: Guardo mil sensaciones de cada uno de nuestros encuentros. Noto un vacío en mi interior cuando te marchas. Te echo de menos. Desearía que estuvieras siempre a mi lado. Pero así lo decidimos. Y así debe ser.

ELLA: Cada uno en su espacio. ¿Recuerdas? Afrontar una nueva etapa, con madurez, conocernos mejor…

ÉL: A pesar de nuestro pacto, una angustia extraña me devora por dentro. Mi corazón está helado.

ELLA: Nuestro futuro no está escrito aún. Guarda tu calor para la próxima vez.

ÉL: He escuchado a algunos; dicen que estamos locos, que somos unos insensatos, qué pensarán nuestros hijos…

ELLA: Nuestros hijos están más cuerdos que todos esos que murmuran. Locos ignorantes. Eso es lo que son. Tal vez su amor se ha estancado. O no siquiera lo hayan conocido.

ÉL: Quizá yo estoy demasiado loco por ti para dejar de verte, siquiera unas horas…

ELLA: Piénsalo bien, amor, recuerda que la rutina secaría nuestras vidas. Ya nos ocurrió tiempo atrás.

ÉL: Prefiero olvidar aquello. Recordarte a ti. Tenerte siempre…

ELLA: Todos éramos tan jóvenes… Unos locos impacientes por devorar la vida. Ahora iremos más despacio. Y con espacio. Para flotar más arriba en cada reencuentro.

15. CUPIDO EN CRISIS

Se le ha visto de noche, por los suburbios, con los rizos despeinados y el carcaj vacío. Se comenta que se tambalea por las grises aceras buscando un punto de apoyo en las farolas. Se dice que está cabizbajo, que tan solo balbucea un nombre como un mantra y que al no vocalizar no se sabe qué dice, aunque hay quien parece haber entendido Psique o algo similar. Sea como fuere, un grupo de jóvenes han ido en su auxilio tomándole por los sobacos para que no se caiga, estirando con cuidado sus alas ajadas, colocándole la venda que le rodea la frente en lugar de cubrir sus ojos. Animándole a volver a trabajar. Se necesitan con urgencias sus servicios. Ya no hay parejas poniéndose ojitos y las floristerías tienen superávit de rosas.

13. Aeternus

Se conocieron el día en que él le prestó una moneda de euro. Fue en la cafetería del hospital donde trabaja como enfermero, en la unidad de cuidados paliativos, la que está situada en la última planta del edificio. En realidad, no es una cafetería, es una sala diáfana ubicada al final de los pasillos. Hay un banco de plástico y dos máquinas expendedoras, una de café y otra de aperitivos poco saludables. También hay un ventanal con la mejor panorámica de la ciudad.
−Parece que alguien nos encendió las nubes -dice ella mientras recuenta la calderilla que lleva en una bolsita.
−Eso parece −contesta él. Me encanta el atardecer, ¿a ti?
−Yo prefiero el amanecer −contesta ella−. ¿No tendrías cambio? No llevo suficiente suelto para un café.
−Toma un euro, ya me lo devolverás.
Él mueve el banco y lo coloca de forma que el ventanal simula una gran pantalla de cine. Se sientan y, sorbo tras sorbo, día tras día, ven como el sol desaparece en el horizonte.
Apenas ha pasado un mes cuando, a primera hora de la mañana, él aprieta un euro en su mano en el mismo instante en que ella le enciende el cielo.

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