Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

67. This Is The End

Salgo del funeral de un viejo amigo fallecido en accidente de tráfico. De camino a casa, busco su lista de reproducción para rendirle un humilde homenaje.

No puede empezar mejor: Space Oddity de Bowie. Suenan los primeros acordes de guitarra y el coche vuela como una nave espacial. Pienso que me han suministrado alguna droga de las que abusaba mi compadre. Me restriego los ojos: estoy en la estratosfera sobre el planeta azul. Disfruto del viaje sideral hasta que comienza el riff de Sweet Child O´Mine y regreso de nuevo a la carretera, justo cuando una rubia de ojos marrones aparece en el asiento de al lado. La cosa promete. Salta a Hurt de Johnny Cash y empiezo a sangrar. Intento cambiar sin éxito. Me presiono las heridas y me tranquilizo porque ya falta poco para llegar. Entonces se oye Where The Streets Have No Name y el GPS se pierde. El vehículo toma el control y sale por una salida hacia la costa. Arranca Don´t Stop Me Now y noto que los frenos no funcionan. Compadezco al difunto y la rubia me acaricia. Cerca del acantilado, descubro que sólo quedan dos canciones: Stairway To Heaven y Highway To Hell.

66. EL PASO DE LOS PIRINEOS (Belén Sáenz)

Se ven obligados a bajar del automóvil poco antes de la frontera, pero la lluvia de enero no logra aliviar la fiebre a Antonio. El corazón ya lo tiene helado a causa de una de las dos Españas. Un único dolor le cabe en el débil cuerpo: la resignación de su anciana madre. A ambos lados de la carretera, los gendarmes vigilan severos. El poeta, al límite de sus fuerzas, fabula con dejarse ir, entremezclarse con la escarcha blanca. Con fusionar en rimas a Leonor y a Guiomar. Entonces parece sentir pasos de gigante que retumban a su espalda. Puede ser un tanque dispuesto a aplastarle o la mismísima Parca que viene a llevarle. Sin saber si es locura o sueño, desfila un elefante ante su mirada sorprendida. El viejo Aníbal, con su ojo tuerto y cicatrices de mil batallas, va subido a lo más alto de su lomo. El legendario Suru eleva su trompa y muestra su único colmillo con intención de mostrarle el destino. Se hace necesario cruzar a Francia para salvar la vida y la Historia exige que siga caminando: golpe a golpe, verso a verso.

65. Chema aceptó

A Chema le han robado a punta de navaja al llegar a ese barrio de calles desiertas y farolas rotas, buscando una dirección que nadie conoce. Ya es medianoche y no circulan taxis. Las cucarachas revientan bajo sus pies y familias enteras de gatos cruzan las calles malolientes. Tiene hambre, pero solo quiere escapar de esa pesadilla.

Mientras busca el camino de casa, recuerda cómo empezó todo. Cómo la infidelidad de Ana acabó siendo un infierno de reproches y silencios. Cansados de aquella hostilidad, propusieron acuerdos. Ana sugirió una  reconciliación en un céntrico restaurante.

Chema aceptó.

La cena transcurrió con planes de futuro, pero algo ocurrió cuando sirvieron el postre. Ana se levantó, abandonó el restaurante, se encontró con su amante en la puerta, subieron a un descapotable rojo y desaparecieron en la noche.

Pasó el tiempo, y como aquella aventura de Ana no salió bien, Chema propuso una segunda oportunidad. No supo si fue intencionado o no,  pero Ana le citó otra vez en un restaurante, ubicado en su nuevo barrio.

Chema aceptó.

Ahora, cuando en mitad de la noche, humillado y cansado, camina hacia su casa, piensa rayar todos los coches rojos que encuentre a su paso.

64. El nuevo mundo

Una vez en Sevilla comenzó la subasta. A las más mayores nos trataron peor que al ganado añejo. Marcaron nuestra piel, ataron nuestras piernas y nos compraron por apenas poco más de ocho mil maravedíes. Por las más jóvenes se pagaron cantidades más importantes aunque a mi juicio, corrieron peor suerte. Pasaron de sembrar tabaco y cacao, a criar ladillas y gonorreas en la parte más “civilizada del mundo”.

Una de ellas pudo escapar como polizón en un barco de vuelta. Al llegar quiso advertir a su clan de lo que estaba sucediendo, pero el sumo Sacerdote recondujo a la que denominó como “oveja descarriada” y le indicó el camino correcto evangelizándola felizmente.

63. EL TIEMPO ENTRE RESIDUOS (Belén Mateos)

 

Miro mis pies, cuento uno a uno mis dedos semienterrados en la arena, escupo la sal que rebosa en la comisura de mi boca, descubro mi cuerpo casi oculto en la arena, desnudo, con los brazos en cruz y las piernas separadas de manera indecorosa, balbuceo una palabra, toso, una lágrima resbala hasta el cuello y se pierde en la humedad de la orilla.

 

No sé si estoy en Atlántico o en el Mediterráneo, la playa parece la misma, sus olas osan emblandecer la dureza del instante, el olvido por las nocturnas copas, el paseo por el borde salino de sus aguas, la risa, la mirada penetrante, sus manos, su arte para construir castillos con la pala y el rastrillo, su risa, su mirada, su dulce voz a mi oído, su caricia.

 

Oigo el vehículo que cada noche limpia la costa, siento como retira los residuos grandes, los carga para llevarlos al vertedero, como cada noche, para después eliminar de la arena las basuras más pequeñas.

 

Amanece, mis huellas se pierden.

 

Una montaña de colillas y plástico oculta mi deshecho tras su mirada. El motor apagado de su camión descarga quince toneladas de despojos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

62. Rutina (Blanca Oteiza)

Como cada viernes me arreglo para salir a cenar con los compañeros del despacho. Cena exquisita, conversaciones banales y copa antes de terminar en el piso de Eduardo. El sábado toca cine por la tarde, después de pasar la mañana con mis padres desayunando en esa cafetería con solera en el centro y escuchando la misma parrafada de qué buena pareja hacemos y cuánto se alegran de poder dejar el buffet en nuestras manos cuando mi padre se jubile. El domingo comida con los futuros suegros y tarde de sofá y palomitas con mi prometido; más bien el novio escogido por mis padres.

Viernes de nuevo, salgo de la oficina dejando atrás carpetas y papeles y voy a mi casa donde recojo en una mochila unas pocas mudas y algunas camisetas. Aparezco por sorpresa frente al local de artesanía de Javi y le propongo hacer, juntos en su furgoneta, el viaje del que tanto me ha hablado. Ese, donde recorrer la carretera buscando la libertad de ser nosotros mismos sin escondernos ni remordimientos.

61. Dos caminos (Patricia Collazo)

Llevamos días persiguiendo su andar saltarín y el vaivén de su coleta. No lo dices, pero es evidente. Cada mañana esperamos que ella y su grupo se pongan en camino para seguirles los pasos.

Mientras tanto, consultas el mapa o cambias tus calcetines. Te lo digo: tú estás colado por la rubia de los pantaloncitos. Te ríes con ganas, como si fuera absurdo. Pero lo absurdo es que no cojas mi mano y por las noches no te cueles en mi cama como habíamos planeado.

Ya no hablamos. Solo caminamos. Si los de la rubia paran, nosotros también. Si los de la rubia mojan sus pies en un río, nosotros los observamos desde la hondonada.

Una noche decido que ya no más. Identifico las botas de la rubia a las puertas de su cuarto y deposito en ellas trozos de cristal.

A la mañana siguiente las botas no están en el pasillo, ni la rubia, ni su grupo. No se han escuchado gritos, ni urgencias.

La coleta alta se ha esfumado. Dices que mejor partamos temprano. ¿Y qué pasa con la rubia?, pregunto. ¿Qué rubia?, dices encogiéndote de hombros.

Huérfanos de excusas, seguimos juntos, esperando alcanzar pronto la siguiente bifurcación.

60. EL VUELO

Quería ser mi hermana. Ella hacía que pareciera fácil. Y hermoso. Me quedaba embobado mirándola por una rendija que había en la puerta, estirando la merienda hasta la hora de la cena pues me olvidaba de comer concentrado en su danza. Cuando se fue, mis ojos la siguieron hasta que se mimetizó con la línea del horizonte. Dejó sus gastadas zapatillas y su decolorado tu-tú sobre la cama; en la escuela le esperaba una nueva equipación.
Decidí seguir sus pasos.
Hice una bola con el desprecio de mi padre el día que le dije que yo también quería ir a ballet y la eché a la papelera. La tarde que me sorprendió con el tu-tú de Katrina, estaba practicando un grand jeté. No me detuve. Impulsé mi cuerpo hacia la ventana abierta y salté siguiendo la estela que ella dejó en el camino.

59. Genio y figuras

A Rafa Heredero

Las estrellas tienen rostro de mujer. Los espíritus celestes invocan a la nieve, que cae copiosa sobre un valle de estalagmitas donde los cráteres escupen fumarolas anaranjadas. Y a su regreso los acoge un mar verde cobalto poblado por medusas y tritones.

Lo despierta la luz de la mañana, que se derrama desde el techo de cristal. Se pregunta si las imágenes han brotado del sueño o si, cuando cayó dormido en el estudio de puro agotamiento, ya estaban allí, mimetizadas con los decorados, esperando a que su genio de dios ilusionista las conjurase. En su mente repasa la película, resuelta casi por completo, excepto por la secuencia central: solo sabe que la Luna tendrá la cara de su adorada Bleuette. En un arrebato de inspiración repentina, Georges decide estrellarle la nave en un ojo. Será su pequeña venganza por todas las veces que ella lo ha rechazado.

58. Llamadas -Calamanda Nevado-

No ve peligros imaginarios, y los padece tanto o más que la mayoría. No siente como se aleja poco a poco de su familia y de los amigos. No interpreta haberse separado con veintipocos años, tres veces.  No siente como  carga “la gracia” de  salir de casa a escondidas, en múltiples ocasiones,  para curarse en el hospital sus innumerables heridas.

Llama cada vez más a menudo a la policía. Intenta, una y otra vez, comenzar una nueva vida; pero ni eso perturba su temple, ni asume que es una víctima.  No se reconoce como tal. Es que los chiquillos gritan.

57. «Malasombra»

Llegó al mundo por un descuido del destino y la recibió el fragor de una repentina tormenta de verano. Su madre, sin darle siquiera un beso, la abandonó, envuelta en una capa negra, a las puertas de un convento de clausura. Luego, se esfumó misteriosamente en el aire.  Condenada desde su más tierna infancia al silencio y al trabajo, a menudo se preguntaba, por qué temblaba el solado cuando barría, por qué se inquietaban las campanas de la torre al escuchar sus rezos o por qué le brotaban espinas en los dedos cada vez que se enojaba. Tampoco era capaz de comprender la razón por la que las piadosas monjitas la miraban de soslayo en el refectorio y aceleraban el paso en el claustro para esquivarla. Ella, que aún ignoraba que en su interior habitaba un volcán dormido, lo atribuía al extraño brillo de sus pupilas y a su nariz ganchuda.  Hasta que una noche de San Juan la Luna llena la visitó en su celda y le desveló el enigma. Después, precedida por un vuelo de murciélagos, se encaminó hacia la niebla del bosque. En el convento dejó una sombra con hábito de novicia. Sólo quiso llevarse la escoba.

56. El camino. (ana-liliana)

Desde lo más externo a lo más minúsculo, todo puede afectar la distancia que te tome llegar hasta ahí. Tu porcentaje de materia grasa, tu cantidad de melanina, incluso la existencia o no de una pequeña patita de cromátida. Muchos te dirán que son factores irrisorios, pero solo hace falta levantar un poco la vista para darse cuenta el patrón observable entre los individuos que sí han llegado. Muchos te dirán que escribo estas líneas con amargo resentimiento, y yo me pregunto ¿acaso no tengo el derecho al resentimiento? Tantos otros dirán que soy tan solo una más que quedó al costado pero ¿a cuántas no les han dado el poder de decidir, si quiera, estar al costado? ¿a cuántos, sin importar su talento, los han dejado para después?

No me importa, dijo con la fuerza que dan la ignorancia y la juventud, conmigo será diferente.

 

 

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