Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

73 LA BOLA DEL MUNDO

Lo que más me gusta de la clase es la bola del mundo. Se llama así porque dice la seño que donde estamos todos los que vivimos en la tierra, es el mundo y es redondo. O sea que tierra y mundo es lo mismo, me parece.

Me gusta tanto que me quedo mirando la bola y pienso en los nombres de los países tan raros, que se llaman el extranjero y la seño me dice que atienda, que atienda.

A veces, la coloca en su mesa y la hace girar. Cuando para, pone el dedo donde sea. Entonces, cuenta cosas de ese sitio, si es un país o dos, un mar, una montaña… Cosas de verdad: cómo hablan, qué comen, qué hacen las personas, o un cuento de los que viven allí, en el extranjero.

Un día que una niña empezó a llorar y luego otra y luego un niño y al final  todos llorábamos, la seño nos preguntó que qué nos pasaba y cuando le dijimos que nada, nos explicó que en muchos países del mundo extranjero hay millones de niños que no lloran y les pasan cosas malísimas, y entonces sí que empezamos a llorar de verdad.

72 Ansiada derrota (Alberto BF)

Pilar se deja ganar todas las tardes. Es lo único que le permite contemplar algo de brillo en los ojos de Adolfo, y eso da sentido al esfuerzo que realiza diariamente para que la reconozca.

Él ya ha dejado de comer y caminar solo, y a duras penas controla sus esfínteres, en un progresivo deterioro físico y mental. Todavía le entretiene jugar a las cartas, aunque desde hace un tiempo las lance sin ningún criterio y con llamativa torpeza.

La neuróloga había advertido meses atrás que pronto olvidaría todo lo aprendido a lo largo de los años, pero aún así resulta muy duro constatar cada día esta pérdida de facultades. Por ello, y pese a producirse de manera cuestionable, la efímera satisfacción de la victoria cobra más importancia que nunca en sus visitas a la residencia de ancianos.

Cada anochecer, tras despedirse, Pilar regresa a su casa deseando que Adolfo vuelva a reconocerla al día siguiente y la vida le dé la oportunidad de perder otra partida.

71 EXTRANJERO

Marcos no fue un niño como los demás. Se pasaba los días encerrado en el dormitorio,  examinando el mapamundi desplegado sobre el suelo, calculando distancias y soñando con visitar todos los países.

Desde que tuvo independencia y algo de dinero en el bolsillo, no ha parado de viajar. Adora la sensación de perderse por las calles, de que lo miren con extrañeza y de no entender ni una palabra del idioma. Durante años ha malvivido como artista callejero o vendedor ambulante, pero en cuanto los habitantes autóctonos empezaban a acostumbrarse a su presencia, hacía las maletas y elegía otro destino, cada vez más lejano y exótico.

Hace un mes regresó a su pueblo, convencido de que el mundo es realmente un pañuelo y se le ha quedado pequeño. Se comunica en una mezcolanza de lenguas, no soporta los guisos de la madre porque dice que en España todo lleva ajo y ni siquiera sus hermanos lo reconocen como parte de la familia. Ahora es totalmente feliz, porque en ningún lugar se había sentido tan extranjero como en su propia casa.

 

 

70. Amnesia

Arribamos sigilosos, taimados. Se abrían a nuestro paso cansado las puertas de par en par. Nos regalaban peroles para las viandas, guadañas para la siega. Y bien nos parecía. Los cuatro gatos que recelaban se ablandaron y departían luego dicharacheros. Poco luchaban y nos hicimos con el valle en un santiamén. Agrandamos las haciendas que aprendimos a quitarles de las manos, cada año les corríamos las lindes a nuestro favor. Y pasamos muchos años en aquella miel.
Un día de ocres en el paisaje llegaron desde allende aquellos otros. Vestidos de harapos, dejaban saludos con hierbabuena en las cancelas de nuestras casas. Nosotros respondíamos con piedras y mal de ojo.
Nos pedían un pedazo de tierra para pan y una de las mil fuentes para apagar su sed. Querían mitades o cuartos o lo que fuera porque teníamos hasta donde alcanzaba la vista, aun más allá del horizonte. Y ellos una mano delante, otra detrás. Pecho henchido, con la mirada altiva, los desterramos. Que todo era nuestro.

69. Y le he perdonado

El confesionario me recordaba a la pequeña cabaña en la que me refugiaba cuando mis padres explosionaban.

Tras el “Ave María” y el “Sin pecado concebida” comencé a intentar expiar mis pecados.

Le conté lo mucho que odiaba a mi padre.

—Muchacha, eso es muy grave. Dios no lo acepta hacia cualquier persona y mucho menos a tu progenitor.

Le expliqué los porqués. Que era un borracho, maltratador y jugador, y que para esto último le robaba el dinero a mi madre, la cual se mataba a trabajar todo el día, cuidando la casa y ocupada en míseros trabajos para poder llevarnos algo a la boca.

—Hija, entiendo los motivos, pero debes tener sobre todo capacidad de perdón y poner de tu parte para que las cosas se arreglen. Si tu lo haces, la divina providencia hará el resto. Es cuestión de fe.

Volví a casa mascullando las palabras del sacerdote para encontrarles el sentido y poder ayudar a papá a dejar jugar.

Esa noche, cuando volvía tambaleante de su timba de póker, acabó rodando por la escalera con malas consecuencias.

Me miré el pie sin saber que proporción del movimiento había sido mía y cual por intervención divina.

68. Amor sin fronteras

Faltaba una hora para abrir el Gran Casino y la jefa de sala estaba inquieta, muy inquieta. Llevaba así varios días esperando una nueva remesa de naipes que llegaban tarde. Por fin le avisaron que ya estaban separando y clasificándolos, esperando su conformidad para distribuirlos según el juego. Ella llegó arrebolada, conteniendo la respiración y las dudas que le amordazaban los pensamientos. Pero, allí estaba. Como en los últimos pedidos desde su visita a la fábrica: una baraja roja con las cincuenta y dos cartas iguales. No traía ningún distintivo, más ella se sabía la destinataria.

A kilómetros de allí, en la planta de producción de la empresa más famosa del país estaban desorientados. Desde hacía unos meses, en cada expedición al Casino, la máquina lanzaba un mazo completo con la misma figura, la Reina de corazones, que desaparecía antes del control en un recodo del mecanismo. No habían conseguido encontrar el fallo.

67. PURA GENÉTICA

Después de pasar una mala racha en el juego fue a una vidente esperando que le pronosticase que sería muy afortunado en el amor. Las cartas no le defraudaron, es más, en ese mismo instante supo que se había enamorado y sólo necesitó un rápido cruce de miradas para confirmar que era correspondido. Tenían muchas cosas en común, su pasión por las cartas les unía mucho, las barajas para ellos era casi un objeto sagrado, no en balde era su principal herramienta de trabajo.

Desde aquel día en que se conocieron no se han separado, su vida en común ha sido muy azarosa, han dormido en mansiones y en la calle, han viajado en descapotables y han hecho autostop, han comido en restaurantes de cinco tenedores y han pasado hambre…

Ahora su mayor alegría es su hijo Sotero, al que todos llaman “carapóker” porque es un niño especial, jamás sonríe ni se muestra triste, por mucho que lo mires nunca sabes cómo está. Sus padres no pueden estar más contentos con él, son conscientes de que en sus manos tienen una mina de oro, no paran de hacer planes para convertirlo en el mejor jugador del mundo.

66. Barajando…

En el grupo de amigos, todos esconden sus cartas.

PICAS
“Las lanzas están en alto por Claudia. Hace tiempo que no pienso en Roberto como colega, sino como competidor. Todavía conservo la esperanza de que ella me elija a mí.”

DIAMANTES
“Paula está muy buena, pero he de ganarme el cariño de Claudia pasando de Andrés. Con la pasta de su familia tendría el futuro resuelto sin dar un palo al agua en la vida.”

TRÉBOLES
“Todos van detrás de Claudia. ¿Cómo podría mostrarle mis sentimientos? No quiero abordarla directamente, quizá me rechazaría de entrada… A ver si, con un poco de suerte, ella se da cuenta de lo que siento.”

CORAZONES
“Algunos de mis supuestos amigos son unos cazafortunas, mi madre ya me lo advirtió. Aunque no sé qué opinarán mis padres sobre mi elección de pareja si, reuniendo valor, me declaro a Paula y me dice que sí.”

65. Dadas o tomadas -Calamanda Nevado-

-Mejor-, espeta mamá después de hacerme  caminar, erguida y  elegante, como si estuviera en    el casino. -Ahora descansa-, murmura. Y me tapa con la manta  apartando  los mazos de   naipes que  dejó  sobre los pies de la cama. Los mira. La tensión    se refleja en su  rostro. -Qué pasa ¿Ocurre algo?-  Niega con la cabeza. -No  me engañas-. –No, lo de siempre-.

Lo de siempre son sus sensaciones,   antes de mis partidas. Quiere irse pronto a la cama, me dice,  levantarse temprano,  meterme en la ducha y lavarme el pelo; lo hace  a diario. Aunque disimulo mi malestar,  acepto. El estómago me duele, otra vez.  No  puedo dormir. Recuerdo como desde niña, me entretenían ella y papá  con partidas de cartas de la baraja española, según  su opinión la más antigua,  porque estimulaba mi imaginación.  Me recuesto y  repaso algunos detalles de bazas, rondas y apuestas.  Espero   que nadie mire las cartas lentamente,  o las tenga demasiado tiempo en la mano. Deberé intervenir.  Mañana, a primera hora,  tengo reunión con el comité de empresa.  Como jefa de mesa, procederán a darme a conocer el cómputo de propinas de la semana pasada, que no introduje en la ranura  destinada a eso.

64. Paola la portuguesa (Nuria Rodríguez)

Cuando Paola llegó al pueblo, arrasó con todo. Las mujeres la rechazaron de inmediato por su aspecto desvergonzado y sucio que denotaban su peludas axilas. En realidad, era la envidia la que hablaba por ellas a través de sus viperinas lenguas ya que no podían soportar  la forma descarada y lasciva  con la que sus maridos miraban  embobados el baile de sus sensuales caderas al pasar frente a ellos. 

Para mi desgracia, yo fui uno de sus elegidos. 

Me amó, si, pero de una forma egoísta solo comparable a la de un gato.

Su indiferencia y ausencias me mataban lentamente.

Cuando se enroscaba entre mis piernas y me miraba con sus preciosos ojos verdes, la poseía salvajemente hasta satisfacer su celo. Esa noche dormía como un bebé a pesar de saber que al despertar ya no estaría a mi lado lo que haría que yo me rompiese un poco más.

En los momentos más bajos, barajaba la posibilidad de acabar con ella, de acabar con todo, pero solo era un farol para engañar a mi mente, ya que siempre fui consciente de que, al contrario que el gato, Paola solo poseía una vida.

63. MEZCOLANZA

– ¡Envido a chica!

La muchacha parpadeó, sorprendida, y detuvo su paseo matutino ante aquel desconocido con extraño acento que le bloqueaba el paso. Era alto, rubio y de ojos azules. “Nórdico, seguro”, pensó, meneando la cabeza al tiempo que lo esquivaba y reanudaba la marcha. Pero el joven no se rindió: corrió para alcanzarla, rebasarla y saltar de nuevo ante ella, con las piernas separadas y los brazos en jarras.

– ¡Veinte en copas!

La muchacha no sabía si echarse a reír o soltarle un bofetón. Con un resoplido ambiguo, que a nada la comprometía, lo esquivó por segunda vez y siguió andando, esperando la tercera acometida, que no se hizo esperar más allá de quince segundos.

– ¡Siete y media!

La muchacha se encaró con él.

– ¿Pero a ti qué te pasa?

El joven, sonriente, sacó de su pecho un as de corazones. Enternecida, la muchacha le tomó de la mano y paseó junto a él, ese día y todos los demás, compartiendo oros y diamantes, despreciando picas, espadas y bastos, regalándose mutuamente tréboles de cuatro hojas hasta apurar la copa de la vida de ambos.

Dos barajas, un solo destino.

62. Complejo enemigo

Cuando Kunumi recobró el sentido comprobó espantado que yacía entre los cadáveres del resto de su tribu. Los desconocidos, que momentos antes habían llegado disparando indiscriminadamente, tenían preparada ahora una hoguera en la que iban arrojando los cuerpos.

Kunumi debía darse prisa, zafarse cuanto antes del abrazo inerte de los suyos y huir sin ser visto. Pero perdía tanta sangre que dudaba de poder hacerlo. Tuvo que esperar a no tener peso encima, a punto de ser arrojado él también, para arrastrarse a duras penas y desaparecer entre la maleza.

Pasó meses agazapado en la selva sanando sus heridas. Fabricó armas y amuletos. Efectuó rituales sagrados. Recuperó su acostumbrada fuerza. Y ataviado como el gran cazador que era, con el alma y el arco tensados para la venganza, empezó a subir un día la gran montaña que lo separaba del enemigo.

La noche cayó cuando encaraba el último tramo, mostrándole un extraño fulgor que perfilaba la cumbre. Su paso fue cobrando cautela. Hasta detenerse abruptamente al llegar arriba. Su brava figura parecía de bronce iluminada por las luces de la jungla de hormigón que vio. Un portentoso rótulo, indescifrable para él, resplandecía sobre todo ello: «El indígena, hotels & resorts».

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