Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

15 SABOR A SAL (Belén Mateos)

Al lado de mi lista de la compra está la de mis deseos. Cada una con un imán diferente adheridos a la nevera.

El azul con un aroma a mar, el rojo con sabor a espaguetis caseros.

 

Eduardo las contempla, juega con ellas. Yo vuelvo a colocarlas en la posición correcta mientras enciendo el fuego para hervir la pasta.

 

He tirado a la basura sus gafas de sol, la toalla de propaganda de una bebida con demasiado azúcar, el cuenco donde todavía estaban las conchas enarenadas de sus días.

 

Se me han pasado de fuego, estoy tratando de separarlos. Quizá el tomate me ayude a ello. Les añado atún, una pizca de pimienta y una chispa de fantasía. Me esmero en el punto al dente, restado los tres minutos de más.

 

Abro una botella de vino blanco, reboso las copas de ese dulce espumoso que siempre nos ha sabido a costumbre. Él remueve, pensativo, ese recuerdo, lo cata, fija su sabor en la desmemoria.

 

Se envenenan mis celos con ese olor a basura exhalada desde cocina. Contengo la respiración.

 

Eduardo oculta mis deseos con sabor casero en el congelador, después, abre una lata ansiando paladear el salitre de Rebeca.

 

13. HOMBRE (María Jesús Briones Arreba)

Yace desnudo sobre un lecho húmedo. Busca un cuerpo cálido que lo envuelva, otra carne donde embeber su jugo en un festín de amor.
Está solo tragando la sal de sus lágrimas aparcadas en el estómago. Tiembla y muestra su desabrigo al mundo que le rodea.
Acaba de nacer. Todos le envidian y su hermano se encela.

12 Ahora sí

Desde los primeros juegos educativos en la escuela infantil comenzaron a ser inseparables. Imanes atraídos por un probable destino.

Las dos tenían la misma gracia que tiene esa edad, aunque sus rasgos y carácter fueran completamente distintos.

En secundaria seguían siendo un par, pero Julia ya le sacaba un palmo a Lidia y además era muy hermosa. Cualquier grupo la quería incluir, pero ella siempre lo mismo: o las dos o ninguna. Adoraba esa amplia sonrisa que siempre le regalaba por todo lo que hacía por ella. Se sentía orgullosa de darle un sitio en el mundo.

La ayudaba a vestirse para los eventos con chicos. Le prestaba ropa ancha para que no se percibiera la línea recta entre sus piernas y su torso. La maquillaba para intentar disimular su rostro sin lumbre.

Julia tenía vorágine de pretendientes, pero se enamoró de un solitario. Y fue su amiga la que dijo que lo arreglaría, como celestina, yendo a él para acercárselo.

Un día en que Julia los observaba, soñando en que el fruto cayera, de repente la atravesó una sonrisa seria y profunda, inmensamente distante a las de siempre. Justo tras un beso apasionado.

11 PRÍNCIPE DESTRONADO

Se ha sentido como un príncipe destronado tras la llegada a la vida de su hermano, 20 meses menor.
Ya no es el único centro de atención de sus padres. ¡Tiene que compartirlos!
Y piensa, ¿qué se creerá ese pequeñajo, de pelo indomable y profundos ojos verdes?
Él, rubio, de mirada celeste, está acostumbrado a que les paren por la calle para alabar su cara “de anuncio”, y ahora, destacan la extraña belleza de su hermano.
Y no piensa permitirlo. Por eso, le tira del pelo cuando no le ven, le araña la cara y le quita los juguetes.
Ellos no se dan cuenta, aunque les parezcan extraños esos arañazos y algunos quejidos.
Pero un día, lo pillan en plena faena. Le castigan mientras le recuerdan que es pequeño y debe cuidarlo.
En los años siguientes, de habitación compartida, el pequeño aguanta estoicamente las arremetidas de su hermano mayor y su implacable tiranía.
Con la llegada de la juventud, el menor, con trabajo e independencia económica y vital, se venga del mayor, negándole el saludo.
Y el príncipe destronado, que a sus treinta años se empeña en ser un niño grande e irresponsable, intenta recuperar unos lazos de sangre, ya inexistentes.

10. Eras mía

Recuerdo cuando cogí la carta del bolso de tu madre, la última vez que la invitamos a casa. No sé por qué la he guardado todos estos años. Al leerla se me han subido los colores; o tal vez haya sido el fuego de la chimenea, avivado al recibir las trizas de papel. Te imagino escribiéndola al volver de la playa aquel día. Estabas tan guapa, con el cuerpo moreno y el pelo suelto; reías mientras las olas te besaban los tobillos, y todas esas  miradas repugnantes se pegaban sobre tu piel, más aún que la arena. A mí me subía la bilis, las uñas me hacían heridas al apretar los puños, pero tú no parabas, nunca parabas, hasta que me obligaste a frenarte a la fuerza, día tras día. Hasta hoy. Ahora, por fin, podré descansar tranquilo.

09. Digno deseo

El peón blanco abre y, mientras avanza dos escaques centrales, no le quita ojo al caballo negro. No solo desea tener su capacidad para saltar, sino también su pelaje negro como el azabache.

Un pelaje que al caballo le estorba -concretamente el tupé- porque le impide ver con nitidez al alfil blanco. Del que admira su libertad para moverse de una esquina a otra, y además le pirra su color níveo.

Al alfil, en cambio, no le importa esta cualidad y tiene la mirada puesta en la torre negra. Adora su fortaleza para enrocar y se muere por tener una corpulencia tan robusta como la suya.

Por el contrario, la torre no se siente cómoda con su imagen y examina de arriba abajo a la dama blanca. Nada le gustaría más que ser como ella, una dama delicada y valiente, capaz de debutar con su propio sacrificio como de finalizar con un jaque. Pero un jaque perpetuo, no mate, para eternizar así la amenaza al rey negro.

Un rey con quien tuvo un devaneo y el mismo que, ahora, no puede pensar en otra cosa que no sea la envidiable apertura que acaba de hacer el peón blanco.

08. Decisión final (towanda)

 

Era lo que debía hacer. De lo contrario, me habría consumido viéndote crecer,  sabiendo que siempre serías la favorita.

Esta mañana tuve que insistir mucho para que me dejaran sacarte de paseo. Y mentir un poco. No podía decirles dónde iba a llevarte porque me lo habrían prohibido y, además, era un secreto de hermanos. Solo nuestro. Quería enseñarte los acantilados y el mar. De cerca. Lo más cerca posible.

Mientras caminábamos, sonreías recogiendo flores y piedras en una cesta, parloteando en tu lengüecilla de trapo. Qué bonita estás cuando se te marcan esos hoyuelos que tienen fascinado a papá… Te confieso que estos últimos años han sido terribles para mí. He dejado de ser hijo único, el ojito derecho de mamá, su niño, para convertirme en el hermano mayor. Me han despertado tus cólicos, me he pringado con tus cacas, has emborronado mis dibujos con tus babas y, lo peor, papá me obligó a regalar mi colección  de canicas para evitar que te ahogaras.

No te guardo rencor, hermanita, pero ha llegado el momento de despedirnos para siempre.

Diles a papá y mamá que los quiero muchísimo y, también, que saltar no era mi primera opción.

07. SIT TIBI TERRA LEVIS

Lo fuiste todo para mí. A mis ojos, eras la excelencia.

Nunca te gustó esa mediocridad de quedarse a medias y siempre me decías que si uno se proponía hacer algo, lo que fuera, debía hacerlo bien y, sobre todo, debía terminarlo.

Me lo repetiste tantas veces, mi amor, que acabé interiorizándolo hasta convertirlo en una convicción propia. Y entonces decidí que tenía que echarle valor a todo lo que tuviera que hacer a partir de ese momento.

Por eso te disparé justo en el corazón, sin que mi cabeza ni mi pulso dudaran un instante.

No debiste serme infiel sin terminar antes conmigo, pedazo de hipócrita mediocre.

Que la tierra te sea leve.

06. La dama sin vida (Antonio Bolant)

Ya no estaba allí cuando despertó, aunque el armazón de carne que le había alojado durante toda su existencia todavía respiraba sobre aquella cama. Pronto, la enfermera de guardia se alertaría por la parada de sus constantes vitales. ¿Pronto? Se sorprendió de comprender que el tiempo sólo era una ilusión. También de que podía sentir, de una forma inconcebiblemente honesta, con una formidable plenitud que lo conectaba con lo esencial.

Entonces se sintió acompañado. Ella fue la primera en hablar:

—¡Vamos!

—Por favor, dime que vienes de parte del cielo.

—No, pero tampoco conozco infierno alguno.

—Entonces, ¿adónde me llevas?

—No hay «adóndes», serás un estado que aún no eres capaz de concebir, pero que ya empiezas a intuir.

—Es curioso. No me siento solo, tampoco siento ningún miedo.

—No lo tendrás. Todo lo ocupará la esencia perdurable de quienes habéis estado vivos. No sabes cuánto os envidio por ello.

05. LAS RAMIFICACIONES DE UN OJO DEMASIADO VIGILANTE* (Mariángeles Abelli Bonardi)

No daba crédito a lo que veía… Lo agarró con manos temblorosas y me preguntó qué hacía ahí. El ojo se le puso verde y su mirada – una hiedra venenosa – medró por la tapa y todo lo absorbió: el título, el dibujo, los colores y mi nombre, sobre todo el nombre…

Le contesté tranquila, sintiéndome reivindicada, casi pudiendo leerle el pensamiento… ¿Qué hacía ahí yo (que escribía «con palabras raras») en el stand de Escritores Independientes de la Feria del Libro?

 

*Agradezco a mi amigo, Ángel Saiz Mora, las palabras que me inspiraron

04. FURIA

Todo comenzó cuando Agua se enamoró de Hierro.

Hierro disfrutó zambulléndose continuamente en Agua, para salir goteando y satisfecho.

Pero a Fuego le gustaba Hierro.

Rezumaba celos.

Lo abrasaba, volviéndolo rojo incandescente en cuanto salía de Agua.

Hierro regresaba inmediatamente a Agua.

Fuego, desesperado, lanzaba llamas a Agua quien se partía de risa retozando con Hierro.

Fuego se enfadó. Mucho.

Hizo al mundo escupir lava y llamas.

Agua respondió con gigantescas olas y diluvios para apagarlos.

Hierro se cansó de la pelea y se hundió en las entrañas de la Tierra, donde decidió descansar libre de pasiones por el resto de los tiempos.

Mientras tanto, en la superficie, se desató la mayor furia jamás imaginada.

03. Soberbia (Marisa Martínez Arce)

 

La veía pasar con su vestido blanco de percal.  Altanera, ufana.  Mirando por encima del hombro a todo aquel que se le cruzaba. La barbilla alta, la mirada desafiante. Hacía años que bebía los vientos por aquella chica, desde que íbamos a párvulos. Jamás me dio una oportunidad.

El tiempo no perdona, los años pasan. Se le bajaron los humos, aunque demasiado tarde, para entonces me había enamorado de otra. Ahora, era yo quien paseaba por su calle: primero de la mano de mi novia, más tarde agarrado del brazo, de la que ya era mi mujer. No lo hacía por fastidiar, es que el pueblo era pequeño. Ella, nos miraba desde su ventana bajando la cabeza, corroída por la envidia y los celos.

 

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