Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

13.- El equipaje.

Papá desapareció nada más cruzar la frontera, llevándose la maleta repleta de billetes. Entonces comprendimos que, cuando hablaba de una nueva vida, pensaba en singular.

Dos niños, una madre asustada, sin dinero y con pasaportes falsos no era un buen comienzo. Al menos, el capullo de nuestro padre nos dejó la autocaravana con la que habíamos llegado a México. Mamá se desvivió para sacarnos adelante cocinando para los turistas. A veces nos despachaba y dejaba que algún gringo entrara en la caravana. En estos siete años hemos visto desfallecer a mamá demasiadas veces.

Cuando creímos que ya tocaba dejar de ser fugitivos decidimos regresar. Una vez más, mamá hizo su magia y consiguió embarcarnos en un carguero. Cruzamos el Atlántico. Aunque caducados, conservábamos nuestros documentos de identidad auténticos y logramos llegar a casa. Al principio nadie parecía reconocernos, pero pronto fuimos la comidilla de todos. Nos señalaban y dejaron de hablarnos. Salíamos a la calle solo de noche.

Aún permanecía en la plaza aquella sucursal. Hace dos días, mamá agarró una maleta y desenterró la pistola simulada que papá utilizó siete años atrás.

Hoy, surcamos otra vez el Atlántico en un carguero de dudosa procedencia. Y de incierto destino.

 

 

1ª parte:  https://estanochetecuento.com/viaje-en-familia/

12. Sin anestesia

El médico no lleva mascarilla. Ayer volvió Aroa. Tengo agujetas en las abdominales.

Me desmayo de nuevo; sueño con música, niños, una artesa. Recuerdo la tarde, el pelo mojado. Ella me habló de la universidad.

Maldito gym… ¡ay!, mejor no me muevo, o… ¿acaso bebimos mucho? No, no bebimos.

Intento hablar. Huelo el perfume de Aroa. Regreso al sueño: mi abuela preparando el barreño, los tíos llegando con el cerdo. Nosotros nos escondimos… ¡Sí, ahí, nos besamos! Sonrío, pero su roce me despierta. Está tumbada aquí, a mi lado. ¡Dios santo, Aroa! Vuelvo a desmayarme. La verbena. El paseo sin luna. El carreteril…

¿Por qué el médico no lleva mascarilla? Despierta, Pablo, creo entender. Lo intento, pero… no sé si quiero; prefiero regresar al pantano. O al paseo. Ella me susurró que me echaba de menos. Punzada profunda, necesito chillar. El metal del doctor garabatea mi brazo, mi pecho. No puedo más, abro los ojos: es él, ayer nos cruzamos, de madrugada. Él… paró, y nos dijo algo.

Me giro, la miro. Ya no respira. Aroa, mi amor, no debiste regresar. Me duermo.

Los niños jugaban, los mayores de allá para acá. El cerdo chillando.

11. Concurso-oposición

 

Levanto la vista de los papeles y froto mi cuello cansado. Esta vez no-me digo-, pero a la próxima… Y es que hay cosas contra las que no puedes competir. La jodida antigüedad. ¿Y qué culpa tengo yo? He tirado todos los elementos de la mesa sin apenas darme cuenta. Mi madre solía decir meneando la cabeza: ese carácter…  A todo esto, aún no la he visto. ¿Dónde se habrá metido? Es mejor así. Me distraería de los estudios y aún me queda un montón. Las prácticas me están yendo bastante bien. Mis tutores están encantados. Creo que tiene algo que ver con ese carácter explosivo del que habla mi madre. Igualito que tu padre-decía, la pobre… Lo que me ha traído hasta aquí, para qué engañarnos. Pero, aunque aún no me dejan ejercer, salvo pequeñas interinidades, estoy seguro de que en la siguiente convocatoria voy a arrasar. Hoy, sin ir más lejos, sustituyo a uno que está de asuntos propios. Mira el terror en los rostros de esa familia cuando he tirado la mesa. Prepárate, papá. Regreso a por ti.

10. VERGÜENZA

Enseñan a los niños a dar gracias a Dios por haber nacido allí, donde no falta el agua. Fuera de sus latitudes, las ciudades y los pueblos abandonados agonizan al sol. La arena y el polvo cubren lo que antes era vegetación extinguiendo cualquier hálito de vida. El sur se ha convertido en un inmenso desierto. También les cuentan historias sobre gigantes semi humanos que quedaron al descubierto tras derretirse los glaciares y ahora, al despertar de su hibernación, deambulan en busca de alimento. Leyendas que los pequeños escuchan con los ojos abiertos y el corazón encogido.

Han comenzado a faltar animales en algunas granjas, por eso, forman cuadrillas armadas que recorren el bosque en las noches claras. Desde las casas se escuchan disparos lejanos hasta el amanecer, cuando los cazadores regresan con los rostros sombríos, los ojos huidizos y la determinación de construir un muro para que nadie pueda entrar en la comarca. Saben que una vez que han comenzado, “ellos” no dejarán de llegar obligados por el hambre y la desesperación. Pero tampoco salir; quieren ocultar a sus hijos que los cuerpos abatidos no pertenecen a monstruos quiméricos, sino a hombres, mujeres y niños como ellos.

09. El regreso del avestruz. (IsidrøMorenø)

Fui bien acogido por el capitán y su tripulación. Pronto me puse al día con los noticiarios de a bordo. Comprobé que la crisis económica de 2008, lejos de superarse, continuaba lastrando a la población mundial, pero ahora acuciada por una crisis energética global provocada por la guerra de Rusia, afectando a las superpotencias mundiales y que amenaza otra gran guerra, quizás nuclear. También percibí el grado de infelicidad y miedo generalizado en la gente. Me parecía que todo el orden mundial estaba de borrachera.

Al segundo día de mi rescate, abandoné el pesquero. En la oscuridad de la noche lancé una zodiac por la borda. Con brújula y víveres, salté en busca del islote que me había acogido doce años, más como huésped que como náufrago. Allí mis miedos proceden de la naturaleza que me rodea y no de tiranos y otras mentes recortadas.

Llevo cinco días en la zodiac. Se acabó el combustible del motor. Apenas me queda agua. No encuentro ni rastro de mi isla. La brújula perdió el norte y gira como carrusel de tiovivo. No puedo creer que también se hayan cambiado los campos magnéticos; o es que quizás esté como el orden mundial, de borrachera.

08. CALORES Y REGRESOS (Mariángeles Abelli Bonardi)

Según Watson, ir a la aldea del crimen no es novedad. La zarza siempre ardiente del misterio, para Holmes, es irresistible…

La palabra perdida lo pone en pista: inusual que no le hable, ¿a qué se debe?… Llegan a una casa y le resulta elemental: Farenheit 451, marca la emoción de Sherlock cuando ella le abre…

Watson está seguro: los baños en agua fría le serán insuficientes… Se descubre caminando y lo asalta un pensamiento: también él quiere quemarse en la llama del deseo…

Con pocas esperanzas, consulta su libreta: ¿Volverán a hacerle caso las oscuras golondrinas? Pasa la última hoja y encuentra el nombre, el de aquella que una vez anidara en su balcón… ¿Volvería ella con él, a hacer verano? Tiene sólo una manera de saberlo: aclarándose la voz, empuña el ramo de flores, y toca a su puerta.

07. Inesperado ( Fernando Garcia del Carrizo)

Después de trece años por fin regreso a casa. Me muero de ganas de ver a mi familia, mi mujer y mis hijos, sabiendo que estarán cambiadísimos después de tanto tiempo. No sé si me reconocerán, sobre todo la pequeña, pues apenas era una cría cuando me marché.

Cuento los minutos por compartir todos juntos otra vez el rato de la cena en la cocina, luego ver en el sofá lo que echen por la tele y dormir abrazado a mi esposa.

Cuando he entrado en el pueblo, no he podido contener las lágrimas, al ver la plaza, el campanario de la iglesia, el parque con la fuente y mi colegio.

En la parada del autobús, no había nadie esperándome pues quería darles una sorpresa y no les avisé que llegaba hoy.

Conforme me acercaba al portal notaba mi corazón latiendo cada vez más rápido. Al llegar a la puerta he respirado hondo antes de entrar.

Solo espero que no les asusten los fantasmas.

06. Una de Bécker (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Celia vio por primera vez, a sus cuatro años, cómo a mediados de marzo, apareció una golondrina que presurosa se afanó en juntar bolitas de limo y pajas hasta terminar un nido escondido bajo el alero del caserío. Luego llegó mamá golondrina que no salió del nido hasta que nacieron cinco boquitas chillonas. La niña se pasó toda la primavera atenta al trajín alimentario de aquellos animalillos. Ellos la tomaron como una más en el nido y cuando salieron a volar, planeaban en derredor de las coletas de la pequeña. Quiso hablar con ellas y aprendió el trisar de las golondrinas y lo logró modulando los tonos de su dialecto abriendo y cerrando la boca mientras frotaba un globito de goma sobre sus dientes húmedos.

Aplaudía con sus manos cuando, en el lavadero, planeaban sobre el agua marcando una estela lineal con su pico inferior. Y por las tardes, a la puesta del sol, para que no la picasen, limpiaban la nube de mosquitos del ventanal de su dormitorio.

En otoño llegaron los vientos y con las primeras celliscas se hizo el silencio.

—No llores Celina, no han muerto, se fueron; el año que viene, cuando vuelva el calor, regresarán.

05. A MEDIAS (Ángel Saiz Mora)

Todos los veranos llegaba un ángel, menos en ese final de junio, cuando la ausencia anunciada se confirmó.
Alicia me había hablado de la enfermedad en sus cartas, de una incierta lista de espera y visitas al hospital.
Mientras acompañaba a mi padre en los sembrados, recordaba nuestras charlas de otros años. Al caer la tarde, rodeado de vecinos que anhelaban marcharse para siempre, sentía de nuevo esa mirada suya, aquel decir sin palabras lo que yo significaba para ella, una mezcla de cariño y límites: Matías, un buen chico, el mejor amigo del pueblo; nada menos, pero también nada más.
El mismo día en que cumplí los dieciocho viajé a la capital, con muchos papeles que firmar y las intenciones muy claras. Solo puse una condición: el anonimato. Nunca he contado a nadie lo que sucedió allí.
Sigo unido al mismo lugar, a cargo de las tierras de la familia. Alicia, felizmente restablecida, viene algunas semanas en época estival con su marido e hijo.
Saber que una parte de mí permanece en su interior me ayuda a sobrellevar una vida incompleta, en la que el riñón que no tengo es lo que menos echo en falta.

04. Das Metzger

El venerable y respetado anciano caminaba como cada mañana al local social de Río de la Plata donde se encontraría con sus camaradas, venerables y respetados ancianos, para compartir las mil veces repetidas historias de juventud, juventud perfecta y deseada.

Ensimismado en sus recuerdos no se apercibió de la furgoneta negra de cristales tintados que frenó junto a él. La capucha envolvió su cabeza siendo introducido en el vehículo a empujones. Sintió un pinchazo en el brazo.

Despertó mucho después conmocionado, atado a una silla, viendo entre nebulosas varias personas que le hablaban con voces tranquilas:

• …culpable del asesinato de miles de… …es Vd. el Carnicero…

“Así me llamaban, idiotas, Das Metzger aus Auschwitz, a mucha honra, malditos miserables, teníamos que haber acabado con todos vosotros” farfulló revolviéndose frenético.

• …se le condena a…

Retorciéndose bramó varios insultos y escupió.

Ya en el cofre de madera lo último que vio fue el letrero de hierro adorado por él y sus camaradas del local social, “ARBEIT MACHT FREI” leyó.

Siempre había querido regresar pero no de esta manera.

La realidad le golpeó cuando el inmenso calor del horno crematorio comenzó a envolverle.

03. In memoriam (fuera de concurso)

Añado a la lista no volver a burlarme de tu nariz. Este vestido tan ceñido me está matando, pero es perfecto. Busco las gafas negras. Ayer anoté lo de no disfrazar cebolla en la tortilla de patata, no resoplar cuando viene tu madre a comer, no planchar torcida la raya de tus pantalones, no escupir en tu café.

Lo de no hacer cortes en tus cuerdas mejor lo omito.

Aunque el sedán sería más adecuado para presentarme allí, cojo las llaves de tu todoterreno. Lo trajeron anteayer, cuando te declararon oficialmente desaparecido en la sierra. Siempre preferiste estar con tu amada montaña antes que conmigo ¿no?

Decías que mi originalidad resultaba ridícula. Quizá tuvieras razón, pero me regodeo imaginando la escena: tu familia circunspecta, apenada en su justa medida, sin una lágrima fuera de lugar, ni aspavientos innecesarios, ni muestras de dolor indecorosas. Alternando sus miradas de desconcierto a tu inapropiada foto en el Mulhacén con las de odio a mi indumentaria amarilla. Boquiabiertos, escuchándome enumerar las pequeñas satisfacciones con las que me rebelaba a tu despotismo y prometer, riendo, que si regresas me enmendaré.

Como si fueras a regresar. Como si alguien te esperara. Eso sí que sería ridículo.

02 FLORENCIO

Mi primer amor tenía siete años, como yo, y ambos íbamos a un parvulario en el centro de Madrid, con dos aulas separadas por sexos, como era preceptivo en la década de los sesenta del pasado siglo.

Una mañana, durante nuestra tediosa lección, oímos la voz de un niño que, desde la clase contigua, gritó: “¡¡¡Puri, me gustas mucho!!!”.

Niñas y maestra lo oímos con toda claridad, pero el silencio se hizo tan atronador que a mí no se me ocurrió otra cosa que contestarle, también a voz en grito, para que me oyera: “¡¡¡Y tú a mí también!!!”. Era la pura verdad.

Nuestra maestra y el suyo hablaron un momento y pasaron al despacho de la directora que, de inmediato, decretó nuestra expulsión a partir del día siguiente mismo. Habíamos transgredido unas normas no escritas.

Aquel episodio supuso mi primera decepción con la oscura y pacata docencia institucionalizada de mi infancia, carente de empatía y sentido del humor con dos críos de tan solo siete años.

No hace mucho busqué aquel parvulario y había desaparecido. Pero juro que ese amor entre Florencio, aquel niño al que nunca volví a ver, y yo, no fue un sueño.

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