Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

70 Ilegítimo

María nunca hubiera invitado a entrar en casa a un extraño estando prometida, pero no le podía negar la hospitalidad a quien venía de parte del señor. Acostumbrada a la servidumbre, la actitud del visitante la pilló desprevenida. Su voz sonaba cálida y miraba a la mujer a los ojos con interés pero con respeto. Para quien la vida consistía en lavar, cocinar y atender el huerto, cualquier atención representaba un oasis. Casi sin pensarlo, la oportunidad se transformó en urgencia y, en un momento breve e irrepetible, se desbordó la pasión.
La boda se celebró a pesar del embarazo. Sin duda, su esposo sabía que no era el padre, pero eso jamás fue motivo de reproche. Ella supuso que lo hacía por evitar la deshonra. Y que, tarde o temprano, le impondría un castigo. Sufría pesadillas en las que la apartaban del bebé nada más dar a luz.
Pasado un tiempo y tras comprobar que sus temores eran infundados, María se sinceró con una persona que puso su historia por escrito. Y así llegó hasta nosotros, convertida en una fábula donde la palabra «señor» comienza con mayúscula, ella siempre fue virgen y, por supuesto, los ángeles no tienen sexo.

69 Pasión eterna

Me sentía incompleta, fíjate, inacabada, hasta imperfecta, y necesitaba arrebato, delirio, para llenar mis vacíos, mis carencias y los impulsos del cuerpo. Los  creía un instinto primitivo,  aunque mis amigas dicen que ese entusiasmo es respuesta a estímulos olfativos, sabores, sonidos… Te conocí y contigo un erotismo intenso, deseable y saludable. Un poco utópico, ya lo sé, teniendo en cuenta que no pareces la pareja ideal.  Para evitar decepciones, y desmitificarte,  me conviene ser realista,  no obsesionarme contigo, estamos en la fase inicial de nuestra relación, y no experimentamos el amor y la pasión a partes iguales; por instinto de supervivencia, ante este  virus persistente, y hasta que se controle la pandemia,  he optado por romper  los encuentros, en beneficio de los dos. Nuestra lujuria es un coctel explosivo y debemos conservar la cordura y la salud.

No obstante esto no es más que una etapa sin caducidad, aunque pueda hacerse eterna. Como en el verdadero amor se prefiere el bien del otro al propio, mi ayuda y colaboración la tienes, supera obstáculos  como enamorarse y desenamorarse.

La madeja de este deseo está hecha de muchas hebras. No seas juez, y dime algo que me sorprenda.

 

 

 

 

 

 

68. Acuerdo tácito

Mi padre decía que éramos sus dos arbolitos. Idénticas porque nos sembró al mismo tiempo. Así nos veían también los demás —incapaces de diferenciar a Clara de mí—. Excepto mamá. Ella jamás dudó de la identidad de cada una. Es más, se desvivió por mi hermana desde nuestro nacimiento. Como si en su corazón solo cupiese una persona, mientras que a papá y a mí nos arrojó de él. Sin su cariño, mis ramas crecieron cubiertas de espinas. Por eso me alegré. Ese fue mi primer sentimiento. Pobre Clara. Estaba sentada a mi lado cuando volcó el autobús escolar. Pensé que, por fin, tendría el amor de mamá. Pero enseguida comprendí que eso no ocurriría. Y elaboré mi plan. Solo faltaba su apoyo para que saliese adelante.

Fue mi padre quien le dio la noticia. Y mamá se encerró en su habitación a esperar. El horror desbordó sus pupilas en cuanto aparecí. Lo noté de inmediato. Supuse que había fracasado. De pronto, corrió hacia mí y me hundió entre sus pechos. Me besaba con deseos de creer. Y repetía mi nuevo nombre sin parar. Hasta que lo aceptó. Yo, sin embargo, nunca me acostumbré.

67. Convergencia

Existe una península en el hemisferio de las promesas donde, cada solsticio de verano, la tierra libera el calor acumulado durante el año y, en una genuina contracción, pliega sus entrañas.

Las llanuras y mesetas se acercan como las páginas de un libro al cerrarse, para mezclar las palabras y los sueños que se expanden por sus rincones. Las cordilleras del norte y del sur encajan sus cumbres en una certera dentellada hambrienta de tormentas.

Y en lo más alto, donde la luna contempla su noche más larga, esperan un hombre y una mujer anclados a sus puntos cardinales.

Ella lleva el brillo del sol en los ojos, y al primer roce prende en llamas la hojarasca de los bosques boreales con la que él cubre sus manos. Y así, desnudos sus cuerpos, arde el deseo a fuego lento en un rito ancestral.

El tiempo apremia en la piel y surca los caminos del placer, hasta que el último gemido agrieta la roca que los sostiene para dejarlos caer a una distancia infinita.

Con el alma tatuada de pasiones, los amantes aguardan en su playa un nuevo temblor, mientras miran un horizonte que siempre se dibujó en direcciones opuestas.

66. DEPREDADOR

Me levanto temprano, tengo náuseas y una bola en el estómago que me recuerda lo amarga que es mi vida. No tengo ganas de nada, el hastío inunda cada vez más mi día a día .

Voy caminando al trabajo, cabizbajo, gris, invisible. Decido comprar un café para llevar, ni imagino que está decisión lo cambiará todo.

Nada más verla lo sé, es ella, la he estado esperando toda mi vida. Me pregunta que voy a tomar, estoy tan nervioso que ni las palabras me salen. Tartamudeando le pido un expreso con caramelo, me sonríe y me ruborizo.

Mi cabeza y corazón van a mil por hora, necesito saber todo de ella, mi vida cobra un nuevo sentido, soy feliz.

Llamo al trabajo con la excusa de que estoy enfermo, necesito pensar, planificar.

Empiezo a notar una tremenda erección, el deseo me nubla la vista y la mente.

Corro a casa, necesito estar solo.

Empiezo a imaginarme con ella, arrancándole la ropa, haciéndole el amor. Me pregunto si llorará y gritara pidiendo auxilio, y solo con pensar que si lo hará, exploto en un placer indescriptible.

65. Empalagado (Mónica Posth)

 

He vuelto a despertar enmerengado por Lola. Desde que la vi a través del cristal de la panadería de mi barrio, no he podido soñar con otra canela: anoche le mordisqueaba una oreja y ella crujía hasta volverse quebradiza; se deshacía en suspiros y con sus delicadas yemas, únicas como la huella dactilar de las almendras, tanteaba mi centro aturronado. Glaseado y con la cabeza hecha un rollo intentaba atravesar sus milhojas; pero a Lola le quemaban mis tentativas y, aunque destilaba almíbar, todo quedaba en natillas.

De vuelta a la realidad, camino hasta su vitrina con el corazón humeante, dispuesto a pedir aunque sea un beso para llevar, pero al verla se me aflanan las rodillas por el cremoso vaivén de sus buñuelos y el vigoroso batido de su cuerpo; así que me encojo de hombros y sigo a fuego lento con este pastel, esperanzado en que algún día por fin me atreva a poner la guinda, mientras ella, sin levantar la vista, sigue concentrada en lo único que deseo: amasar.

 

 

64. Turbación (Paloma Hidalgo)

Al introducir la tarjeta en el cajero le tiemblan las manos, no es la primera vez que lo hace, pero esta es especial por la edad del chico. Dieciocho otoños dice en el anuncio. Se da cuenta de que podría ser libra, o mejor aún, sagitario, que son más imaginativos. Tras guardar la pequeña fortuna que le va a costar comprobar si el cuerpo de Elián es puro fuego, se encamina, toda excitación, hacia casa pensando si ponerse el vestido escarlata, o la bata de seda azul para esperar a ese capricho que quizás no estudie ingeniería como asegura, y cuyos ojos casi con seguridad serán pardos y no verde selva, sin sospechar el calibre del estremecimiento que va recorrer el cuerpo de ambos cuando abra la puerta envuelta en perfume y deseo, y encuentre, efectivamente, a un futuro graduado en tecnologías industriales, que tiene ya los diecinueve y es escorpio. Que se llama Antonio, como su abuelo, y necesita más dinero del que consigue dando clases a los niños de su barrio para pagarse sus nuevos y caros vicios. Y que no mentía sobre el color de ojos, heredado de ella misma.

63. Romero y Julieta (Jonathan Ruádez Naanouh)

«¡Ajo, carajo!», digo frente a la casa de Julieta, que con esa canela fina me tiene clavado de olor. Trepo las paredes de adobo y la encuentro en su cocina, aliñada como siempre, aunque un tanto ajedreada meneando el cucharón. Se me abre el apetito y me acerco en cilantro, con el ají empimentado, y la enebro por detrás. «¡Romero, eres tú!», me menta eneldecida, entorna su par de hinojos y deja que le mosque la nuez. Cuando empiezo a desenvainillar, se desazona y me aplaca: «Epazote, epazote, que si te alborotas y me albahacas, hacemos estragones por todo el piso, se me desperejila la estancia y ya casi llega papá». «Pasaba a dejarte un regaliz», le susurro menos caldeado y le muestro el tomillo de oro que coseché en mi sueño de laurel. Con lágrimas de jengibre, acepta y jura escapar conmigo, mañana a la medianoche, sin importarle un comino lo que piensen los demás. «Ahora, ¡sal! Y vuelve a tu alcaravea que, si te encuentra, nadie te salvia». Antes de partir, le doy un beso anisado que la deja encalendulada y le prometo que, de luna de miel, la llevaré a perpetuar la especia en un Chile mexicano.

62. LA PASIÓN Y EL DESEO ( J.A. Iglesias)

La pasión la excitaba, el deseo la devoraba. Lo practicaba varias veces al día, largos ratos de suspiros, quejidos, posturas aprendidas, otras improvisadas, estiramientos y genuflexiones, húmeda y sudorosa.

Unas veces con uno, otras veces con otro, u otra, a veces sola.

Pasado el tiempo sin dejar de practicarlo todos los días, logro alcanzar el clímax, ganó la medalla de oro de gimnasia rítmica.

60. Deseo sin fin

Esto es amor, quien lo probó lo sabe.
(Lope de Vega)

Impertérrito, a mi pesar, observo el Paseo de Recoletos con su incesante ir y venir de culos prietos en pantalones ajustados, piernas infinitas asomando de faldas mínimas, escotes generosos, pezones insinuándose bajo camisas transparentes, hombros desnudos, melenas al viento, labios carnosos…

Insólito efecto, sin embargo, el que tan turbadora exhibición de sensuales cuerpos opera en mi persona. Siglos ha, tales situaciones hubiesen sin duda derivado en un incontrolado aumento de la turgencia en cierta parte de mi anatomía, mas en la actualidad me provocan un reblandecimiento general, igualmente incontrolable. Tanto es así que, de no ser por la extraordinaria fijación que el marmolista, sabedor seguro de mis impulsos y debilidades, empleó para adherirme al pedestal, habríame abandonado ya a semejante ablandamiento, continuando el paso en que estoy suspendido, para descender la escalinata, seducir a la más bella de estas mancebas y entregarnos al placer hasta sentir nuevamente la bien conocida y añorada tumescencia.

59- Sinfonía de piel (Manuel Menéndez)

La ginebra fue la obertura. Tras algún travieso pizzicato en el ascensor, al llegar a mi piso iniciamos un accelerando a due al que siguió un crescendo en el que su liguero voló tras el compás de mi camisa. Ya desnudos por completo, nos fundimos en una alternancia de movimientos. A un delicioso allegreto siguió un atronador presto agitato y, con sumo esfuerzo, un sostenuto final. Quizás el resultado final hubiera mejorado ejecutando un ritardando, intercalado entre el vivace y el molto vivace, pero juraría que mi compañera alcanzó varios vibratos previos al adagio e incluso me pareció distinguir un trémolo. En fin, no quiero jactarme de ser un virtuoso, pero creo que el tempo fue más que correcto, incluso brillante en algunos pasajes. Sin embargo, al amanecer, la última nota se había desvanecido con ella. Y yo vuelvo a ser solista otra vez.

58. IN FRAGANTI

Le agradezco con otra sonrisa su mentira piadosa.
Pero se me queda congelada cuando veo que Manuel, mi marido, aparece por la izquierda.
Fernando se queda petrificado y al sentirse descubierto, le lanza una mirada asesina.
Entramos los tres en casa y me excuso diciendo que voy a preparar café.
Sin que ellos lo sepan, me quedo escuchando.
Manuel le dice: “¿A que vienen esas miradas?”, por favor, ¿dime que está pasando?.
Fernando responde: “¿Estás loco? Cuando te vayas con Virginia, avísame. Así podré cubrirte. Cuando has llegado le estaba diciendo a tu mujer que tenías una reunión. O sea que invéntate algo para no dejarme quedar mal. Esa pasión vergonzosa que sientes por tu alumna adolescente va a acabar mal.
Entonces, aparezco sin café y con una gran sonrisa…

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