Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

48. INTUICIÓN (A. BARCELÓ)

Al principio, te parece una idea cojonuda, pero poco a poco te vas dando cuenta que no, que lo que pensabas que iba a ser un puntazo es una estupidez increíble. En el fondo ya lo sabías, algo en lo más recóndito de tu mente te estaba avisando, algo a lo que deberías hacer caso siempre y, sin embargo, desoyes sin parar. Estúpido de ti, que inflado de juventud y osadía te atreves a ignorar eso tan importante: eso que se preocupa a todas horas por ti; eso que te produce un hormigueo en el estómago y un sentimiento de desasosiego en el justo momento en que vas a tomar una decisión que no te conviene; eso que sabe que te arrepentirás más tarde y te lo dice sin decírtelo; eso que te avisó de que te confundías; eso que casi logra detener tu dedo antes de que pulsaras la maldita opción, antes de que esa foto, que ahora te avergüenza, quedara publicada en tus redes sociales.

47. Post mortem (Toti Vollmer)

Hundida en su tristeza, recibía una por una las condolencias de familiares y amigos sin separarse un instante del ataúd que contenía los restos del hombre con el que estuvo casada más de cuarenta años.

–Mi más sentido pésame, señora, nunca conocí un marido más detallista que el suyo.

–Muchas gracias, señor ¿?…

–Pascual, el florista de siempre del difunto. Fue un gran cliente, ¿sabe? No quedan muchos que le envíen una docena de rosas blancas a su mujer todos los jueves sin faltar uno. Usted me dirá qué hago con los tres meses que dejó pagos por adelantado.

Tras un instante de confusión, la viuda tragó amargo y le hizo saber que el jueves iría a por su ramo personalmente. Y a ajustar cuentas.

 

46. VERGÜENZA SIDERAL (Mødes)

Ni poco, ni algo, ni bastante.

No.
Yo era un cabrón integral a tiempo completo. Todo un cabrón pata negra.
Y me pasaba interminables noches de fiesta en Neptuno, o hacía la ruta del Plutón verbenero y canalla.
Y me quemaba con las ardientes hembras de Mercurio, o perdía la noción del espacio-tiempo en los antros más infectos de nuestra galaxia.
Y una maldita noche, mi mujer, harta de padecer la cara oculta de mi luna, me dijo que quería el divorcio.
Entonces, el tejido estelar de estupidez que nublaba mi mente se resquebrajó.
Y sentí una infinita vergüenza por mi comportamiento.
Y quise reconquistarla.
Por eso le regalé el anillo más grande de Saturno, pero ella lo rechazó.
Después creó un agujero negro y, sin molestarse en decirme adiós, desapareció en su interior.
Y yo, al verme solo, empecé a llorar.
Millones de años más tarde, una de mis lágrimas aún vaga errante por el sistema solar.
Los humanos del planeta Tierra la llaman Halley.

45. DOS SEGUNDOS DISTINTOS (IsidroMoreno)

Mi zapatilla se desliza por la acera de forma irremediable. Deseo recomponer el equilibrio pero mi pie y pierna derecha desobedecen, bien como si no me perteneciesen, o bien que ya no quisieran seguir formando parte de mi ser. A cámara lenta diviso a media altura mi babucha rosa despedida que voltea lentamente hacia arriba; mi pie desnudo apunta al cielo; mi cuerpo en el aire y en horizontal; mi holgada falda, al viento; mi vista fija al frente, hacia el infinito, hacia la gente que me mira y a los que se asombran al verme. Ya nada soporta este cuerpo que se desploma. Recuerdo que no llevo bragas. Mis piernas abiertas, mi figura desecha, la dignidad y los huesos por los suelos. Había salido apresuradamente de la ducha para avisar al butanero antes de que se marchase. Oigo la voz de un vecino que grita mi nombre. La gente se arremolina, me miran y yo no sé dónde mirar. Son momentos eternos.

Luego, mi vecino, que ha sido testigo, ha narrado así todo lo ocurrido: Ella salía corriendo por el portal y al llegar a la calle ha resbalado con una cáscara de plátano y ha caído de espaldas.

44. La guerra después de la guerra (Antonio Bolant)

A veces se sorprendía esbozando sonrisas con la misma amargura que usa la madrugada para juguetear con los recuerdos. Durante algún tiempo, esa sensación de agria dulzura le mantuvo confundido hasta que entendió que la vergüenza más cruda se viste de nostalgia cuando intenta ocultar, entre la suavidad del tiempo transcurrido, aquello que nunca debió permitir, o, en su caso, obedecer.

Pero el pasado es obstinado y, finalmente, consiguió rasgarle las vestiduras para exigir respuestas a aquel joven miembro del partido que aceptó germinar en una tierra abonada de pavesas humanas. Ahora, completamente desnudo, su insomnio sólo quiere abandonar el sórdido lecho de los pretextos, y tratar de encontrar un lugar donde las horas no muerdan, donde el silencio no sea tan denso que haga impronunciable el perdón.

42. ¡Señor, llévame contigo!

Me abruma pensar que me han maquillado demasiado, yo que apenas uso maquillaje y el rímel se me seca de no utilizarlo. Tampoco el vestido que llevo me parece el más adecuado para la ocasión. Esta no es la imagen que yo querría dejar de un día tan especial.

Se ha corrido la voz del evento y muchos han querido hacer acto de presencia.

Pronto empezaron a llegar amigos, conocidos, familiares; también acudieron gente no grata, ¡uf me sacan de mis casillas!

Me agobia sentir sobre mi piel sus miradas y hubiera querido huir de este lugar.

Ante tanta gente me siento tan vulnerable, tan expuesta, tan a la vista que esta situación está acabando con el poco espíritu que aún me queda.

Los corrillos, los cuchicheos, me están poniendo de los nervios. Rezo porque todo acabe lo antes posible.

Llegó la hora, se hizo el silencio, algún llanto, algún suspiro y mi alivio cuando pusieron la tapa de la caja.

¡Por fin podré descansar en paz!

41 Hola y Adiós (Rosy val)

Quise irme de allí, de su lado y cariño, a un lugar cualquiera. No era mi momento. De lazadas ni de alianzas. Y tras hacer añicos su corazón le eché un pulso al mío y a mis veintidós primaveras. Cuando embarré bien mis botas y mis faldas se enredaron entre cardos y mil espinos, la melancolía, ávida de sus brazos, me aconsejó retornar a sus besos.

Llamé a su puerta. Me abrió una mujer delicada y serena. Una pitusa alojada en su regazo me trajo su mirada aceituna; un querubín aferrado a su pierna su ensortijado pelo. Pregunté por él pero no necesité respuesta… seis ojos me desvelaban que yo había muerto. Recogí mi turbación del felpudo y el bochorno de mis mejillas y partí de nuevo, pero mi estupidez todavía sigue allí, delante de su puerta.

40. Depravado (Alberto Jesús Vargas)

Le había vuelto a pillar. Esta vez intencionadamente. Se levantó de la cama sin hacer ruido y se acercó sigilosa como una felina dispuesta a cazar a su presa. Sentado frente al ordenador y de espaldas a la puerta no resultaba difícil sorprenderle mirando otra vez las dichosas fotos, con la mano derecha agarrando el ratón mientras que la izquierda la ocupaba en lo que por el movimiento rítmico del brazo se podía deducir. Sintiéndose humillada le llamó baboso, depravado y no reparó incluso en decirle que sentía asco por estar casada con un tipo así. Él, avergonzado, le pidió perdón y le prometió que borraría para siempre esas fotos íntimas en las que ella posaba provocativa y exuberante, solo para él, treinta años atrás.

39. Cuestión de clase (Juana Mª Igarreta)

El primer recuerdo que Marta guarda de su tía monja lo tiene grabado a fuego. Del hábito negro que la escondía apenas asomaban su cara enmarcada en un óvalo blanco y las manos que agitaba mientras hablaba ante Emilia, madre de la niña. Pocas, pero persuasivas, palabras después la religiosa conseguía su objetivo.
Marta dejó atrás la escuela pública del barrio y pasó a ser alumna de aquel colegio de “chicas bien”. Más lejos de su casa, pero más cerca de Dios.
Hoy todavía le duele haber sentido vergüenza aquel jueves de mayo. Claveles sobre los pupitres y gargantas afinadas para entonar en la capilla “Con flores a María”. Un ceremonial que se repite todas las primaveras como la vuelta de las golondrinas. Pero antes esperan conocer a la Madre Superiora General. Esta llega y, tras el ensayado saludo pertinente, la monja tutora de la clase cruza unas palabras con ella y, sumamente entusiasmada, ordena: “Niñas, las que seáis hijas de médicos, abogados, ingenieros, empresarios… poneos de pie, por favor”. Marta, confusa, visualiza a su padre con el mono de la empresa de limpieza al tiempo que su compañera de pupitre le pregunta: “Marta, ¿tu padre qué es?».

38 Taxonomías (José R. Codina)

«Que gusto da verlo todo recogido», dice estampándome un sonoro beso en la frente. Y es que a la abuela le gusta tenerlo todo ordenado, organizar la vida por categorías. «Los balones con los balones, los   los cuentos por temática y orden alfabético, y los animales, los animales por parejas y especie, como en el arca de Noé. ¿Entiendes, Samuel? Así es más fácil entender el mundo, cielo». Mamá, sin embargo, sigue empeñada en que los mezcle; tigres con elefantes, jirafas con cebras y leones con hipopótamos. Cree que así me será más fácil entender que me hayan criado dos tigresas y que mi hermana y yo tengamos la piel como las cebras, ella tan blanca y yo tan, tan negra.

37 El recluta y el general

Se celebraba el Día de la Fiesta Nacional y la culminación de los activos programados era la gran parada militar presidida por su majestad el rey. Participaban en el anual desfile conmemorativo de la victoria más de cuatro mil efectivos militares, guardia civil y policía nacional, aparte de cien vehículos y aeronaves. Especial atención recibió un joven militar que desfilaba en un pulcro anonimato entre los impecables soldados del destacamento de tierra.

Fue en el momento de alcanzar la tribuna de autoridades, cuando el joven perdió el paso produciendo en el capitán general que, orgulloso acompañaba al rey, un leve enrojecimiento y un imperceptible rictus de inquietud y vergüenza. Repuesto del desagradable infortunio, bastó un gesto suyo, una mirada amenazante, para que todos los participantes se acoplaran, con perfecta obediencia castrense, al paso perdido de su hijo.

36. Memento mori

Tras librar múltiples batallas por tierras remotas, volvió a casa como un héroe. Abriéndose paso entre la muchedumbre, desfilaba con un cachorro de tigre en brazos, junto a su anciano siervo en un carruaje tirado por cuatro caballos. Lucía una corona de laurel y la toga púrpura bordada en oro, a la espera de ser ovacionado. Sin embargo, conforme avanzaba la comitiva, el collar de piedras preciosas que llevaba el animal desató los murmullos de la plebe, que hartos de pasar hambre y calamidades, comenzaron a rebelarse. Viendo tal despropósito, el viejo esclavo le arrancó los rubíes arrojándolos a la multitud, un momento antes de interceptar con el pecho una lanza dirigida al amo.

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