Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

60. VELEIDADES DE LA MODA (Toribios)

–Iré de amarillo –le dijo ella, y le sonó atrevido.

No se habían mandado fotos, ni chateado por Skype, aunque ambos conocían los rudimentos del sistema. Añoraban los tiempos de la tinta y al papel, y les gustaba mantener el misterio. Tras varios meses de relación epistolar les acuciaba ya la urgencia del encuentro.

–Creo que tengo una corbata amarilla  –contestó él, travieso.

Cuando llegó al café Comercial, creyó que le estaban gastando una broma. Y es que todas las mujeres iban vestidas de amarillo. Unas la chaqueta, otras la blusa y algunas el bolso o un fular. Y él que pensaba que era un color inusual. Pidió un café y paseó su mirada alrededor. Quién sería ella. Aquella tan gruesa, no, pensó, y tampoco la de la nariz ganchuda. La imaginaba bella y distinguida. Justo como una que le miraba de hito en hito mientras se quitaba sus guantes amarillos.

–¿Eres Rosa? –le dijo con un leve temblor en la voz.

–Sí –contestó ella arrebolada.

Pronto comprobaron que estaban hechos el uno para el otro. Durante años disfrutaron juntos del placer de estar vivos. Rosa nunca le dijo que en realidad se llamaba Rafaela.

 

59. En las arenas del Sáhara (Marta Navarro)

Un ruido sordo en el motor lo puso sobre aviso. Algo no iba bien. El avión vibraba, se estremecía, se inclinaba a izquierda y derecha sin control. No lograba el piloto enderezar el rumbo, perdía altura a gran velocidad, de un momento a otro iba a estrellarse, lo supo de inmediato. Desabrochó nervioso el cinturón que lo ataba al asiento del aparato, abrió el cristal de la carlinga y, cegado por un repentino torbellino de arena, saltó al vacío. Cayó despacio sobre un brillante e inmenso océano amarillo cuyo perfil solo a lo lejos rompía alguna duna solitaria. Prisionero del desierto, aislado del mundo y sin oasis a la vista, una melancolía sin objeto lo invadió de pronto. Cerró los ojos un instante y, al abrirlos, la sorpresa lo dejó sin respiración. Frente a él, un extraño hombrecito lo miraba con descaro. «Dibújame un cordero», susurró. Asombrado, Antoine retrocedió dos pasos. «Dibújame un cordero», repitió el muchacho y, sin saber por qué, entonces él obedeció. Lo hallaron días después, deshidratado y solo. Hablaba en su delirio de un asteroide muy lejano, de un zorro y una rosa…. De un pequeño príncipe que, entre planetas y estrellas, el firmamento habitaba.

58. De profesión tertuliana (Rosy Val)

Sí, de pequeña era tímida, muy vergonzosa, pero eso fue hasta los cuatro añitos, en cuanto cumplió los cinco desenvainó la rebeldía, también las palabrotas. Con ocho era la mandamás de la pandilla; si no se cumplían sus normas abandonaba el juego y se llevaba la pelota. A los nueve se metía en todos los jardines y alrededor de los diez empezó a elegir su propia ropa. Doce tenía y seguía en sus trece —los mismos contaba cuando se cansó del conservatorio y malvendió la flauta travesera—. A los catorce aseguraba que quería ir por letras, pero un año más tarde dejó el instituto y se fugó con uno de ciencias. Con diecisiete abriles dio a luz a su primer churumbel.

Actualmente busca empleo. A pesar de su mala educación y mal gusto por la vestimenta; su pésima dicción y doctorado en oídos sordos; la pérdida definitiva de vergüenza y progresión en lengua serpentina; la han fichado en cierto medio de comunicación de la prensa amarillista.

57. LA LEY DEL MÁS SUERTE (A. BARCELÓ)

Un enemigo desconocido amenazaba su tranquila y pacífica existencia. El nuevo adversario había cercado los límites de su hogar situando un escuadrón permanente de su poderosa fuerza aérea a las puertas de sus casas. Cualquier intento de romper la línea de asedio era castigado por el despiadado ejército invasor de la forma más cruel imaginable. El objetivo quedaba angustiosamente claro: buscaban su completo y total exterminio, no cabía rendición posible.

Parecía que nada podía ir peor cuando observaron como la silueta de otro temible contrincante recortaba el sol e iba haciéndose más y más grande. A éste le conocían bien, pero eso no mejoraba las expectativas, sino todo lo contrario. La situación hacía presagiar un absoluto y espantoso apocalipsis, pero su antiguo rival les sorprendió pasando de largo y arremetiendo sin cuartel contra los nuevos conquistadores. El Halcón abejero acababa de encontrar en la Avispa asiática un nuevo y exótico manjar amarillo y negro mucho más grande, jugoso y apetecible que las aburridas abejas de siempre.

56. Aquellos días

Muchas tardes jugábamos a contar mentiras. Mi favorita era que alguna vez viviríamos juntos en esta casa. La tuya, que plantaríamos un árbol en el patio. Y observábamos largamente las estancias, imaginándonos en mil ocupaciones diarias y envejeciendo felices entre sus paredes, para luego mirar hacia afuera, donde al poco aparecía un olmo grande y frondoso bajo el que nos cobijábamos en verano, leyendo y conversando, y sobre cuyas ramas peladas cantaban los zorzales en invierno. Yo entonces cogía con fuerza tus manos, como si con ellas pudiera sujetar también el tiempo, porque solías proponer ese juego justo antes de marcharte.

Desde la misma ventana te veo pasar ahora cada tarde con tu familia. Tu marido te habla apretándote con ternura sobre su hombro mientras tus hijos, siempre andando rezagados, zarandean mi cancela y espantan a pedradas las currucas que habitan la maleza del jardín. Las hojas del olmo que nunca plantamos ocultan la vereda bajo un denso manto amarillo, y tus pies, avanzando de forma caprichosa, parecen juguetear con ellas.

55. EL ENIGMA DEL RÍO AMARILLO (Rafa Olivares – EdH2019)

Tao Weng-Xu, doctor en etnografía por la universidad de Beijing, dedicó su vida a un único propósito: descubrir el origen del color que daba nombre al río Huang He. Murió con noventa años sin haberlo conseguido.

Averiguó que durante la dinastía Han, 206 A.C., desde su nacimiento hasta la ciudad de Yinchuan, 2.500 kilómetros después, era conocido como Da, río Negro. Y era a partir de Yinchuan cuando se le llamaba Amarillo. Cada una de estas denominaciones se correspondía, obviamente, con el color de las aguas en sus respectivos tramos. Parecían oscuras por sus fondos rocosos de basalto hasta llegar a Yinchuan, adquiriendo después la tonalidad ocre sin que se conociera su causa. Descartó que se debiera al depósito de limo de cuarzo o a la proximidad de campos de maíz, como afirmaban  investigadores poco rigurosos. Tampoco creyó la leyenda que la atribuía al dragón K’au-fu, al sumergirse en sus aguas montado en uno de los diez soles.

En su cuaderno de campo, Weng-Xu había anotado muchos datos sobre Yinchuan, como cuántos tuk-tuk circulaban en 1960, el millón de habitantes de 1823 o que el alcantarillado y depuración de aguas no se acometiera  hasta mediados del siglo XX.

 

54. Limones

Llegó del pueblo para alegrarnos el verano. Sus vestidos anticuados, el rojo permanente que pintaba sus mejillas y aquella trenza que domaba su melena, chocaban en el Madrid tardofranquista de finales de los sesenta. Olía bien, como si trajera cosido a la piel el aroma del espliego; a pesar de la lejía con la que fregaba los suelos y de las cebollas que cortaba a todas horas. Llegó como la hija del Eusebio, el del lavadero, pero pronto se convirtió en Elena, la princesa que mojaba nuestros sueños. Su llaneza rural despertó nuestro deseo, aletargado hasta entonces entre tebeos de El jabato y juegos de canicas. Descubrimos a hurtadillas la rotundidad de su figura, la exuberancia de sus carnes, la supuesta jugosidad de los frutos que, como sujetos a un árbol prohibido, pendían de su cuerpo. Hablar de ello era tabú, y en más de una ocasión un coscorrón de la abuela cortó nuestras miradas codiciosas, mientras ella mecía los desvelos de Josito, el más pequeño. Apenas tenía seis o siete años más que Juan y que yo, pero tuvo que poner tierra de por medio porque, la temprana sazón que otorga el campo, había seducido al hijo del patrono.

53. ORGULLO (FUERA DE CONCURSO)

Vienen de lugares muy distintos, pero todos esperan con ilusión el momento en que la carretera se estrecha para llevarlos al Sendero.

Allí los acogen el manto caduco de los castaños, los tonos caramelo de Lea, el reflejo del sol del norte ocultándose entre montañas, el ritual sagrado de la sidra escanciada por el caballero negro, los culines que se apuran por turno riguroso, las tortillas de patata de la vecina y el fuego de la chimenea que nadie sabe si está encendida porque el calor de los abrazos lo inunda todo.

Este año los recuerdos compartidos están teñidos de intensidad. La misma que ilumina la camiseta del boss sonriendo junto a su chica desde el balcón. Igual que las croquetas de Bea doradas en su punto justo, los girasoles del Capricho que suenan a música y los rizos rubios de Rosy enmarcando la emoción de su mirada. Como la luz de las lámparas chinas para el compañero que estuvo presente aunque no pudo ir o la melena de su eterna musa.

En el orgullo enteciano caben muchos más colores, aunque esta noche os cuento en amarillo.

 

52. El Canario (Edita)

Es cierto que estábamos hartos de los gorjeos agudos procedentes de la casa del vecino; no conocíamos de él ni su nombre, solo el mote; debía todas las cuotas de los cinco años que llevaba en nuestra comunidad… Pero el silencio absoluto, presagio de algo extraño, nos movilizó. Tres días después de oír el último trino, en una junta vecinal de urgencia, decidimos intervenir.

Más que las toneladas de trastos y basura que encontramos al forzar su puerta, sorprendían las jaulas abiertas y la cantidad de pequeñas aves amarillas esparcidas por el suelo. Algunas tenían la cabeza arrancada. No tardamos en encontrarlo semienterrado entre ropa y pájaros muertos. Un canario estrangulado permanecía entre sus manos agarrotadas. Fue en ese momento cuando entendí la razón del sobrenombre.

Atónitos, comprobamos que todavía respiraba, y surgieron las dudas: unos, como yo, propusimos acabar de enterrarlo en su propia tumba y tapiar la puerta; otros, la mayoría, decidieron llamar a emergencias sin opción a réplica. Desde entonces, reniego de la democracia.

 

51. Sic transit gloria mundi

-Voilá, -murmuró el cabo Jean Pierre cuando vio el arbusto de flores amarillas.

Amanecía en Austerlitz, el tibio sol de Moravia se abría camino entre la bruma. Las órdenes eran terminantes, encontrar el melilotus officinalis, una planta silvestre de reconocidas propiedades curativas.

-La suerte de Francia está en sus manos, cabo -le dijo un sombrío general.

Cuando entregó el preciado botín en el puesto de mando se oían descargas aisladas de fusilería, los ejércitos comenzaban a hostigarse. Alguien le ofreció una silla y un trago de cognac y entonces le vio. Napoleón estaba apoyado en la gran mesa de los mapas con el pantalón en los tobillos, mientras su médico personal le aplicaba en la retaguardia el ungüento antihemorroidal preparado con las flores amarillas. Amenazaba con traer la guillotina de París y profería los peores insultos oídos en la lengua de Víctor Hugo, mezclados con la jerga portuaria de los marineros de Córcega. Aliviado el imperial esfínter, la victoria fue  épica. Al día siguiente recibió al emperador austriaco para firmar la capitulación sentado en unos cojines de seda de Lyon . Las crónicas de la época dijeron que el corso tenía complejo por su estatura.

50. SOL SOLECITO…. CALIÉNTAME UN POQUITO…. POR HOY Y POR MAÑANA….”

Estoy en el salón sentada en el sofá, Aron está sobre mis piernas y canta con su balbuceante voz y con retazos de palabras “…ol oito, eame u oito…”, dándole una increíble buena entonación, me mira con esa luminosa sonrisa que me deshace, y dice: “ela…: eita ónde stás ….”, es otra de sus tonadillas favoritas, quiere que se la ponga en el móvil, en cuánto la tiene, suelta el móvil, ha oido “cumpleaños feliz” del canal BTV y se pone a tararearlo “eaños éliz….”

Aron acaba de cumplir 2 añitos, pero es un chicarrón mas grande que otros niños de más de 3 años, es grande de cuerpo y grande de corazón, aunque su vocabulario se reduce a los nombres de sus hermanos y a repetir las últimas sílabas, o vocales de cada palabra.

Cuando Aron ve a otro nene llorando, le acerca su boquita a la cara, le pone un sonoro beso, y con la manita le acaricia su cabeza.

A veces te quiere contar lo que ha sucedido en la guarde y articula una larga parrafada, con increíbles e inauditos sonidos que salen de su boca, acabando con sus ojos fijos en los míos: “sí , ela”

49. La vie en jaune

Me llamo Amalia Rico Llorente, un nombre normal para muchos, pero no para un compañero de clase que dedicaba su ingenio a fabricar apodos. Conjugando las letras de mi nombre y apellidos, creó el acrónimo “Amarillo”. A mí la gracia no me hacía ni pizca de ídem pero me conformaba porque tenía peores ocurrencias.  Estaba Pilar Linares Lamas (o la “Pilila”), Teresa Tolosa Nájera (la “Tetona”), Pedro Domínguez Romero (el “Pedorro”), Carlos Canales Sáez (el “Cacas”) o el de nuestro profesor, Manolo Montes Azorín (el “Mamonazo”).  La situación se agravaba al sumarle el color de mi pelo, de un tono similar al trigo maduro que mi madre se esmeraba en coronar con un gran lazo de color mostaza, a juego con el uniforme de las Hermanas Piadosas, compuesto por falda de tablas gris y jersey de cuello caja en tono yema de huevo de gallina picasuelos.

El amarillo marcó mi infancia y adolescencia. Todo prometía cambiar al iniciar la universidad, pero entonces conocí a mi marido, Amadeo Ríos Llona y mi vida se sumergió en el dorado. Ahora tenemos tres hijos preciosos:  Amaia, Amanda y Amador, un canario flauta llamado Giallo y un gato que responde al nombre de Yellow.

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