Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

71. SABIDURÍA ETERNA

La abuela Lucía era tan sabia como el refranero.
Cuando llegaba la primavera sacaba todo su arsenal y usaba esos aforismos para cualquier momento de la vida, cuando le parecía oportuno.
En cuanto veía reverdecer de forma peligrosa la belleza de sus nietas, sin venir a cuento, les recordaba:
“Queridas mías, cuando os vayáis a vestir tened en cuenta que “la que con verde se atreve, por guapa se tiene”, y nunca olvidéis cuando pretendáis casaros que “a la fruta verde y al hombre barbado, darle de lado”.
Pero también aplicaba esa erudición en el mercado para evitar tentaciones de vendedores sin escrúpulos, advirtiéndoles que la “fruta temprana, verde y cara”, o que “la leña verde, mal se enciende”.
Además sacaba a relucir su conocimiento popular para impedir que el mal corrosivo de la envidia se acodara en el espíritu familiar. Entonces aprovechaba para recordarles que “la hierba del vecino es siempre la más verde”.
Sus familiares y amigos seguían siempre, obedientes, sus consejos. Y para que el mal de amor no anidase en su ánimo, Lucía, toda llena de razón, les recitaba eso tan manido de que “la mancha de la mora con una verde se quita” .

70. REGRESO

Al despertar, no sabe dónde se encuentra. Una habitación abandonada por el tiempo. Un hogar perdido en su significado. Gimen las ventanas por sus heridas de cristal. Llora el presente rememorando el pasado. La vida convertida en muerte. En nada.

Cierra los ojos y busca la hierba. El aroma del bosque. El cobijo de las copas de los árboles. La caricia del viento. La luz del sol atravesando ramas. El verde de la esperanza. El verde de la vida. Las hojas que ocultan hogares, pisadas, momentos. Las hojas que roban besos.

Se yergue en busca del sol. Se levanta en busca de amor. Se alza en busca de respuestas.

Su cuerpo duele. Hiere. Su cuerpo no es suyo. Lo olvidó en alguna parte.

Desnuda recuerda. Desnuda llora de impotencia. Desnuda existe. Desnuda no olvida.

Grita. Se escucha el volar agitado de los pájaros asustados. Y el silencio. El terrible y horrible silencio.

Grita y recuerda. Llora y observa la ropa rasgada. Siente el golpear del cuerpo sobre su memoria. Grita y odia. Odia y grita. Llora culpabilidad. Clama impotencia. Duelen sus lágrimas.

Surge de la nada y se funde con el verde del bosque. Con la esperanza. Con la vida.

69. PIRÓMANO (Salvador Esteve)

Acojo la noche como disfraz y entre la desolación me abro paso. Mientras los humanos duermen con la conciencia enjaulada en sus miserables sueños, repto sobre el asfalto y asciendo al edificio más alto; el orgullo de la ciudad.  Ya en su cumbre levanto mis ramas como brazos clamando justicia y espero. Las nubes se van agrupando presagiando la tormenta. El rayo escucha mi llanto y viene hacia mí desgarrando mis tejidos.  La savia que hasta ahora me insuflaba vida  se esparce sobre el cemento; el fuego empieza su reguero de ceniza, de destrucción.

Mientras mi existencia se consume veo una lluvia verde caer sobre la tierra.

68. NERVIOS

Aunque me tome las pastillas a su hora, con exasperante puntualidad, repitiendo el rito de forma monacal, sigo sin poder soportarlos. Ya no le digo nada al doctor ¿Para qué? No creo que pueda subir mucho más la dosis de los tranquilizantes sin dejarme catatónico.

Antes lo había probado todo. Incluso esos potentes narcóticos tan eficaces como ilegales. Pero ahí continuaban, bailando, riendo con estruendosas carcajadas que me rompían los nervios. Haciendo chistes mientras me señalaban con sus quince dedos. Una fiesta para ellos, sin duda.

Pero aquel día no pude más.

Yo no soporto que me molesten en el baño. Y aquella mañana ahí aparecieron gritando, discutiendo sobre algo incomprensible. Intenté echarles pero no pude. Estaba ridículo de pié, con los pantalones a media pierna dando manotazos al aire.

Muy enfadado y cansado me presenté en la Consejería de Educación. Quise retirarme de aquel proyecto “Erasmus Replus” y hacerlo inmediatamente. No podía aguantar más a esos estudiantes bajitos, verdes y de otro mundo que no respetaban nada «¡Que se vayan a un hotel!»; le dije al funcionario. Pero me contestó que eso era imposible, que había firmado un contrato y que de no cumplirlo cometería un importante delito transplanetario.

67. Sólo los niños se toman la vida en serio

Sabela nació una tarde de primavera en un hospital con aroma de eucaliptus y jazmines.

Desde la cuna, fue tocada por el hada de la sensibilidad y empatía hacia todo ser, inerte o vivo, que caminase a su lado.

Frecuentemente, su familia la llevaba al campo y le gustaba coger  pequeñas ramas del suelo, que movía con gracia, mientras bombardeaba a sus padres con decenas de preguntas.

-¿Por qué las plantas son verdes?

-¿Por qué las abejas comen flores?

Quiso que, las paredes de su habitación fuesen pintadas de verde con abundantes árboles y flores.

Era el color de su mundo.

Un día, viendo la TV en su casa, escuchó, por primera vez, dos palabras desconocidas:

«Cambio Climático»

La pantalla se cubrió de un baldío campo de mustios colores.

¿Dónde se escondía  el verde de la vegetación?

Ríos secos. Charcas sin ranas. Ausencia de pájaros y mariposas.

Sabela se puso a llorar y se negó a hablar en todo el día.

A su corta edad, se tomaba la vida en serio.

66. DE AQUELLOS GOZOS (Virtudes Torres)

Mira que me advirtieron que lo único que buscabas en mí era llevarme al huerto.

Aquel día florecí, al siguiente noté como mi cuerpo se transformaba, quizás era la primavera, pero en invierno la nieve se tornó roja como un sorbete de fresa.

Por tu parte seguiste picando de flor en flor, siempre con el ramito de tomillo entre los labios. Yo cambié de aires, busqué el que mejor iba a mi retoño y, ahora aquí estoy, en esta esquina, dando alegrías de las que escaseo, por un puto billete verde.

65. Inocencia

Ella decía que estaba muy verde. Como las briznas adheridas a la ropa después de rodar por la pradera del río. Era verano, y el tiempo jugaba al balón sobre la hierba, contaba chistes verdes, comía uvas de la parra del patio. En otoño, dejamos de vernos. Y me senté a esperar bajo el álamo hambriento del jardín que vigilaba su ventana. Y las hojas cayeron, y su mejor amiga se sentó a mi lado y me advirtió que ya no la esperase, porque se estuvo viendo con un lechuguino de otro pueblo, y no tuvo cuidado, y se hizo la prueba de la rana, y la rana desovó sobre la mano abierta de su padre, y se marchó de casa con lo puesto y una maleta color primavera.

Yo la esperé un invierno. Volví a la pradera blanca y me dejé caer hasta la orilla del río. Y luego llegó marzo, y supe de las flores de un día, de los labios de menta y las hiedras venenosas del amor. Y su nombre se perdió entre la maleza. 

Hace unos días alguien tocó mi espalda. Estás muy verde, me dijo. Tuve que desbrozar un poco  los recuerdos.

64. Hoyo en uno (Javier Puchades)

Cuando llegué a MANUEL GUTIÉRREZ E HIJOS & ASOCIADOS, me dijeron que estaría a prueba con carácter temporal. Pero si, tal como ponía mi currículum, cumplía las expectativas, pronto dejaría de ser un bisoño pasante para convertirme en socio.
Con el propósito de codearme con la élite del despacho acepté su invitación para jugar al golf. No tenía ni idea. Era un neófito en eso de golpear a la pelotita, pero pensé que no debía de ser muy difícil. Acudí a la mejor tienda de deportes y me agencié todo lo necesario. Así, bien pertrechado, me presenté esa mañana en aquella inmensa e impoluta pradera.
Ha pasado tiempo desde aquel nefasto día. Lo maldigo. Todos mis sueños salieron volando junto con mi hierro nueve cuando intenté darle a mi primera bola para alcanzar el green, con tan mala fortuna, que se estrelló en la cabeza de D. Manuel. Ahora, el bufete se llama HIJOS DE GUTIÉRREZ & ASOCIADOS, yo estoy acusado de homicidio y encima, no soporto esta humedad y el verdín que tapiza las paredes de mi celda.

63. Y así ocurrió

¿Qué cómo lo supe? Pues mira, pequeña, ocurre que una mañana, al levantarme de la cama, me sentí muy rara, tanto, que corrí al espejo por si me habían crecido antenas o tentáculos. El espejo me devolvió la imagen de la noche anterior, despeinada, dormida, la lengua seca, pero seguía siendo yo. Y sí, lo era, pero mi corazón gritaba que algo había cambiado. Revuelta y removida, me dirigí a la cocina para preparar café. La mañana estaba hermosa, verde, perfumada. Estallaba de hermosura. Abrí las ventanas para  oler la primavera y en ese gesto tan cotidiano averigüé, por fin,  dónde estaba ese cambio. Me habían nacido unos brotes verdes, tiernos, quebradizos. ¿Qué era aquello? Asombrada, me desnudé por completo y así, despojada de muros, examiné mi cuerpo.  Nada en las piernas, nada en el vientre, nada en los muslos, nada en los pechos. Solo en las yemas de los dedos. De pronto tuve mucha sed, pero con el vaso en la mano calculé que no sería suficiente y bebí del chorro fresco, como los perros. Luego, chorreando y frente a la ventana, eché de menos la sangre y corrí hasta el calendario. Así lo supe, pequeña. Estabas brotando tú.

62. Querias morir sin decirme nada

Llamé a tu madre y me dijo con desprecio que no sabía nada de ti. Hacía  tres días que habías desaparecido de mi vida. Cansado ya de buscarte, al fin comprendí que me habías abandonado, como se abandona un regalo inútil en un banco del parque.

Sabía que habías empezado a dejar de amarme mucho antes de ausentarte, porque dedicabas  tu vida a las plantas del jardín y te alejabas de mí. Mientras ocupabas el tiempo con las plantas, noté que tu cuerpo iba perdiendo unos gramos cada día, los mismos gramos que ganaban las albahacas. Tus huesos se hicieron más cercanos a la geometría de la hiedra y tu contorno se anguló, como el hibisco del jardín. Finalmente, antes de abandonarme,  tu piel fue tomando un verde de mustia enredadera.

Para  aliviar mi desdicha, me dediqué al cuidado del  jardín. Una mañana descubrí  un gran recipiente lleno de  compost que se secaba al sol. Por su  forma supe que era un sepulcro, verde y triste. Me acerqué y olía a ti.  Entonces lo comprendí todo. Querías morir sin decirme nada, porque estabas más cerca de la tierra que de mí.

61. Verde musgo (Javier Igarreta)

VERDE MUSGO

Con la primavera a la vuelta de la esquina, nuestro viejo profesor de literatura se olvidó por una vez de “Alicia en el país de las maravillas” y, en un rasgo de asombrosa originalidad, nos puso de tarea una redacción para que nos explayáramos por los fértiles parajes del color verde. Remilgado como era, nos advirtió encarecidamente que evitáramos lo prosaico, más todavía el mal gusto, y así con sucesivas acotaciones nos fue marcando la pauta para que nuestra desbocada imaginación fuera a parar al huerto de la exuberante fronda primaveral. Yo me sentía un tanto remiso a transitar por sendas, por otra parte tan trilladas y, mientras me estrujaba la sesera buscando matices del verde menos pedestres, contemplaba el nervioso deambular del profesor, tan pulcro y aseado él, sin poder evitar imaginármelo en sus, según algunos, frecuentes paseos por el parque, que le habían acarreado, sin duda injustificadamente, cierta sombra de viejo verde

60. PINTO

Tengo que volver a pintar mi casa, está ya con falta de color. Siempre la he pintado de blanco porque si se mancha o resquebraja es más fácil de reponer. Pero mi habitación la voy a pintar de color verde !Me apetece tanto! Las paredes verdes incluso el techo.
De niña siempre tuve los ojos verdes, ahora con el paso de los años ese brillo verde se ha deteriorado. Por las mañanas cuando amanece ese color se intensifica.
Verde es el color de las hojas de los árboles, verde es el campo donde pasta el rebaño. Verde es el color ¿Dicen? de la esperanza. No sé si la esperanza lleva el color verde de la espera.
Llevo tantos años esperando que ese maltrato verbal y afectivo que no convive pero vive, cambie su color por el color verde.

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