Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

35. CROMOTERAPIA Paloma Hidalgo

Escucho las maravillosas razones que te llevan a pensar que esta semana el rojo es tu color favorito, mientras nos comemos la pizza con extra de tomate que he preparado. Hacemos para el trabajo de plástica una amapola de origami, o algo parecido, con ese papel de charol colorado que, por fortuna, tenía en el cajón del escritorio. Pasamos por el kiosco a comprar una piruleta antes de ir al parque a que esta primavera caprichosa nos regale, como el último domingo, una tormenta, y te pongas el impermeable que acabo de regalarte, y convertida en Caperucita saltes en cada charco. Y luego llevarte de nuevo a casa, con tu madre, y volver a la mía, medio extinto, intentando adivinar qué color será tu preferido dentro de siete días.

34. Reto rojo carmesí

A mis cuarenta años jamás me he pintado las uñas de los pies, las de las manos alguna vez pero nunca de color rojo, le confesé a una amiga. Se escandalizó. Me dijo que todo era empezar, que me lo tomara como un reto. Qué absurdo, ¿o no? Era verano, calzaba sandalias y ropa cómoda que me permitiera dar el pecho, el pequeño aún por destetar y el mayor acostumbrándose a la pérdida del reino. Decidí observar y hacer mi propio estudio de mercado. Ya fueran rubias, morenas, pelirrojas, jóvenes, maduras… la mayoría con uñas pintadas, y el color ganador era el rojo (rojo o negro, par o impar, hagan juego señores). Empecé a ver feos mis pies. Me compré un esmalte rojo carmesí y unas nuevas sandalias, con algo de tacón (ya correría él detrás de los niños) y lucí mis pies por todo el paseo marítimo. Mi hijo mayor me preguntó que porqué hacía eso, yo le dije que porque a mamá le gustaba, le relajaba. Y porque llorar en el coche se había convertido en una peligrosa costumbre.

33. No me gusta mi pelo (Carmen Alonso)

—Madre, ¿por qué me llaman roja en la escuela?

—Porque tienes el pelo rojo, hija, ¿por qué va a ser?

Mi hermano y yo vamos a la escuela gratuita de las monjas. Mi hermano va a párvulos. Si paso el ingreso de bachiller me darán una beca y podré ir a la clase de las niñas normales. Ahora llevo delantal de rayas pero si apruebo, me comprarán el pichi gris con la blusa de puntos y el lazo, y me taparé el pelo con la boina para que no me llamen roja.

Mi padre está preso en Cuelgamuros y una vez al mes vamos en una camioneta a visitarlo. Nos abraza muchas veces y siempre me deshace la trenza para acariciar mi melena. Él también es pelirrojo como yo, pero no se le nota porque está pelado al cero.

Una señora que va también en la camioneta le pregunta a mi madre:

—¿ Por qué está preso tu marido?

Y ella contesta:

—Por ser rojo, ¿por qué va a ser?

Cuando lleguemos a casa le diré a mi madre que me quiero teñir el pelo de negro. No quiero que me sigan llamando roja y me lleven  presa.

32. Rojos

Echas de menos aquellos tiempos en que todo era más sencillo. Enfrente los soldados blancos; a tu lado, hombro con hombro, estábamos los camaradas, con hambre pero sin miedo. Pancartas, banderas y consignas que daban paso a los gritos, a la rabia, a la sangre joven derramada sobre la nieve.
Pero al final nos guiaste a la victoria sobre los blancos. Las pancartas presidieron el parlamento y las banderas ondearon en las torres de cada ciudad. Luego vinieron los desfiles, el bronce de las estatuas, la historia escrita en tomos de lomo dorado.
¿Qué pasó desde entonces? El tiempo es un traidor que huye sin dejar rastro. Un día sales al balcón del palacio y saludas a la multitud. Pero ya no aplauden ni cantan nuestros himnos de victoria. Ahora las banderas que ondean son de otro color, las consignas que gritan son insultos. Es inadmisible; no puede tolerarse esta traición. Levantas la mano y ordenas abrir fuego, y por un momento, al oír los chillidos de rabia y ver el brillo de la sangre sobre la nieve, sientes que todo vuelve a ser como antes. Como cuando eras joven.

31. DOS (Virtudes Torres)

Dos despachos.
Dos sillones.
Dos grandes.
Dos poderosos.
Dos neuronas: LOCAS.
Dos botones: ROJOS.
Más de diez mil kilómetros los separan
Los dos piensan que están jugando. Uno se burla diciendo que su botón es para pedir una coca-cola, el otro se hincha al decir que el suyo es nuclear.
Millones de personas esperan que se atrofien sus neuronas si alguna vez los intentan pulsar.

30. Crepúsculo

A sus ochenta y dos años, con gran esfuerzo, el abuelo Alejandro terminaba el que sería su último cuadro, una copia de El Estudio Rojo, de Matisse. Los juegos de luces, reflejos e incluso estados de ánimo, que este oleo inspiraban, habían sido un reto para él durante sus últimos años de trabajo de copista.

Le asqueaba la simpleza con que denominaban rojo a los que era una verdadera constelación de estímulos: Bermellón, cadmio, amor, granate, amaranto, rubí, fuerza, odio, prohibido, carmesí, escarlata, pasión o rosa. Estaba seguro que Matisse, Munch, Gaugin o Rothko, nunca hablaron de ese color, así, sin matizar, como un analfabeto que mira las letras y es incapaz de desentrañar un texto.

Jamás se desprendió del cuadro y nunca volvió a pintar, hasta un día en que cogió un tubo de blanco de titanio, y fue sobrepintando el suelo, la pared, la mesa y las sillas, el jarrón, las figuras y las flores del lienzo. Cuando tapó todo su trabajo, el mismo día en que se instaló la desmemoria, sobrepuso su nombre en blanco rutilante, que el tiempo termino de mimetizar con el fondo monocromo.

29 SAN MARTÍN, 1979

Mi aldea era una agonía lejana. Tenía casas blancas, analfabetos y una triste necesidad de tierra, lluvia y bestias. Sufríamos, además, cierto acostumbramiento a la muerte, pues solían perecer recién nacidos, parturientas, animales y cosechas.
A veces matábamos un pollo. Mi abuela lo degollaba y desangraba en un barreño mientras yo observaba sonriendo.

Cada otoño la matanza volvía todo rojo. El ritual de despiece, el desentrañamiento, el relleno de tripas… Delantales y brazos completamente ensangrentados. Pero el ambiente era festivo y los hombres bebían vino como ignorantes. Las mujeres acababan retirándose agotadas y a los machos les brotaba aquella mirada salvaje.

Un noviembre me sorprendió mi primera regla. Mi madre susurró algunos consejos. El día de San Martín yo ayudaba mientras los hombres bebían. Al llevar unos barreños al establo, un brazo abandonó la oscuridad para arrastrarme a ella. Me desgarró hasta desangrarme con su brutalidad, manchándolo todo. Sus manos me amordazaban. No podía verle pero sabía quién era. Olía a tierra rojiza y cebollas.

Desde entonces, cada año, durante la matanza, las fachadas del pueblo se tiñen de rojo y un hombre inocente muere degollado, desangrado sobre un barreño, mientras yo observo sonriendo, comiendo cebollas.

28. MARÍA (Pilar Garrido Aláez)

Aquella mañana desde la habitación de al lado, escuché como mi hermana María lloraba. No me atreví a llamar a su puerta así que estuve atenta, esperando a que saliera. Cuando por fin lo hizo, corrí detrás de ella por el pasillo, se fue directa a la cocina y al entrar, mamá, que estaba preparando tomates para hacer mermelada, la vio con los ojos muy rojos y le preguntó:

–  ¿Qué ha pasado María, qué te ocurre?

Ella, con timidez y rubor le contestó:

– Mamá, creo que estoy embarazada.

Los rayos del sol entraron en ese instante por la ventana y se reflejaron en sus cabellos mientras las dos se abrazaban. Mamá la miró con tanta ternura que ya no hicieron falta las palabras.

Yo no entendía muy bien que pasaba, pero ese día me di cuenta que ya nunca más sería la pequeña de la casa.

27. Desconsuelo (fuera de concurso)

Cuando la noche amenaza ser fría y borrosa, me basta  evocar su boca procaz. Esa lengua que acariciaba, inconsciente de su efecto, una eterna piruleta de fresa. Esos labios rojo caramelo que sonreían de puro placer y se fruncían alrededor del palito.

Cuando la madrugada  congela con su abrazo invisible de bruma el pálpito de mis entrañas, rebusco el calor de su mirada inocente en mi frágil memoria.

Cuando la luz de peligro destella en mi cabeza y descubro en mi bolsillo la caja de cerillas, tarareo nuestra canción, balanceándome, como hacía ella.

Cuando pregunto qué hora es, siempre es mediodía. Siempre hace calor. Siempre es quince de agosto. Siempre hay sangre en mi mano. Siempre hay fuego en la casa. Siempre suenan las sirenas que me anclaron a ese instante. Siempre hay una piruleta en el suelo. De fresa.

Cuando el silencio de la tarde me enfrenta al reflejo sin lágrimas de la ventana, cuando sólo veo a un monstruo desquiciado sin futuro, cuando adivino de reojo los lazos encarnados de sus trenzas deshaciéndose furtivos, cuando me quiero morir, oigo su risa.

Y entonces comprendo que ella desea que viva, cada uno de los días que me queden, recordándola.

26. EL COLOR DE LA TRAGEDIA (A. Barceló)

En 2025 la tecnología era la llave del dominio mundial. El sistema impedía que absolutamente nadie pudiera vivir al margen. Los algoritmos eran la clave para dirigir el destino de la humanidad. Todas las almas vivientes podían ser monitorizadas y teledirigidas. Un grupo selecto y heterogéneo de magnates denominado “GUIDE” ejercía, en la sombra, un poder absoluto.

El quince de junio a las cuatro de la tarde, en las instalaciones del Centro de Supercomputación y Teledirección Global situado en un lugar secreto e indetectable del Pacífico, todos los testigos luminosos de la Terminal Cuántica Madre se iluminaron en rojo. Los especialistas encargados del funcionamiento y la integridad de la infraestructura se sintieron aterrados. El sistema de alarma se había instalado como algo anecdótico, era imposible que algo o alguien fuese capaz de sobrepasar la barrera de seguridad basada en CBTIA (cripto-biotecno-inteligencia-artificial), al menos, algo o alguien del planeta Tierra.

25. EL MARCHANTE

Nadie pinta como él las puestas de sol. Sin embargo, sus pinceladas saturadas de bermellón resultan demasiado agresivas para los burgueses biempensantes, por eso le cuesta tanto vender sus óleos. Las deudas se le amontonan cuando llega al estudio un excéntrico personaje. Tras estudiar detenidamente los cuadros le hace una oferta irrenunciable. A partir de ahora comprará toda su obra a condición de que pinte sin firmar al estilo de antiguos artistas consagrados. Además, él será su exclusivo marchante.

Con el dinero que recibe puede ascender en la escala social, ser por fin “alguien”. Sin embargo, las exigencias de su cliente le sumen en una frustración que va en aumento. Entonces comienza a pintar en secreto autorretratos en los que da rienda suelta a su particular estilo y muestran el proceso de su decadencia. Su agotamiento le provoca una enfermedad que no tiene cura.

Todos los días va a visitarle el extraño hombre que le observa sentado al lado de su cama. Al fin, en el instante que exhala su último aliento, éste aproxima su boca para inhalarlo.

En la habitación retumba una carcajada. Otra alma con que alimentar las llamas del infierno.

24. Preocupación de madre

Les obligaba a llevar una alimentación equilibrada. Para ello, era im-pres-cin-di-ble una dieta en la que se incluyera la presencia de todos los grupos, “para que no tuvieran ningún tipo de carencia”, les decía. El mayor hacía caso e incluso ya se alimentaba solo a veces; el problema se lo daba el otro, que le traía por la calle de la amargura. En el día a día conseguía que ambos comieran, aunque fuera a regañadientes, pero la dedicada madre vivía intranquila por la falta de un grupo, y se afanaba en buscar un sabor más agradable en otra especie que les pudiera aportar ese 0+, sobre todo al pequeño mal comedor.

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