Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

79. Servidumbres

Paseado de casa en casa junto a la hornacina de Nuestra Señora de la Temeridad, el cuerpo embalsamado del último prócer local era venerado y rezado con la misma devoción. Todos habíamos necesitado alguna vez de su ayuda, de su consejo, y las buenas gentes, agradecidas, nunca olvidan a sus benefactores. Al menos hasta que otros ocupan su lugar.

Abandonado desde hace años en un estercolero, a las afueras del pueblo, sobre los restos del ataúd de aquel que años atrás decidiera nuestros destinos, crece ahora un musgo de color verde amarillento, como la bilis, que nos recuerda que, con el tiempo, el respeto deja paso al olvido y al rencor.

 

78. Memoria y Paisaje (Antonio Cuesta)

El paisaje reside en la memoria. Quizás por mi afición a la Fotografía y al Cine se configuran en mi memoria los instantes del pasado como si de fotogramas se tratase. Así, en esa película se dibujan y permanecen escenas, y luces que van dando forma a unos recuerdos.
Como Salvatore en Cinema Paradiso cuando emocionado revive esos 123 minutos de fotogramas escondidos y recuperados por el viejo proyeccionista Alfredo, los instantes del pasado se convierten en una hermosa película que a menudo se va editando con el devenir del tiempo.

…Desde lo alto de la espadaña de la pequeña Iglesia de San Salvador en la Omañuela y tras ascender por unos peldaños recubiertos de musgo, la imagen compone unos tonos verdinegros en el tejado, a la derecha y bajo el puente de madera las frías aguas del Omaña bajan impetuosas. El cauce pizarroso ayuda poco a que el agua alcance temperaturas más altas. En lo alto y siguiendo la vista hacia la derecha y sobre los robles en la cima de un cerro se aprecia la silueta de la aldea de Castro de la Lomba. De color verde oxidado es la cerradura que da acceso a la Iglesia.

77. EN LAS ANTÍPODAS

Zapatos de clavos, polo y visera de marca…  Par cinco. Coloco el tee de salida en el green, la bola a la corona del driver, la base del palo bien cuadrada, pies juntos, ajuste. El pie  izquierdo un poco separado, bastante menos que el pie derecho, la bola queda mirando de frente el talón del pie izquierdo. Adress, todo listo. Ataque ascendente. Down swing.

Es inútil indicarle a este pijo lo que tiene que hacer para no caer en el bunker, él jamás conseguirá sacar la bola de ahí, tendré que hacerlo yo en riguroso silencio y con el menor número de golpes de que soy capaz tras negociar una rácana propina.

Algún día vestiré la chaqueta verde del Augusta Masters y quizá este imbécil presuntuoso quiera acompañarme para acercarme el palo más complicado de la bolsa. Cuando mi nombre dé la vuelta al mundo, él se olvidará de que fui su caddie; comentará en voz alta en la barra del bar que somos buenos amigos, que me conoce desde que era un chaval y que ya apuntaba maneras cuando  jugábamos juntos al golf… aunque fuera en las antípodas.

76. La lírica del Alma

El salón se encontraba abarrotado de gente poseída por el alcohol, danzando  hasta el desatino…

En una esquina del inmenso gentío nos encontrábamos a solas mi alma y yo; y allí, delante de nuestra presencia, no cabía nadie más… 

¡Qué desierto me parecía  aquel poblado espacio con la multitud disfrazada de masa y al ritmo de “Paco el chocolatero…”

¡Cuánto echaba de menos a mi gato, a mi libro; a mis momentos felices y a solas…!

La diversión de toda aquella jungla social me desplazaba. ¡Qué lejos de todo y todos me sentía…! 

Ya no me divertían esas apuestas multitudinarias. 

Sin duda alguna hubiera elegido mis danzas privadas con sones y líricas concertadas entre mi alma y corazón para sentir la armonía y el ritmo del gran baile existencial en el que respiro.

 

75. Es videncia (Alberto Jesús Vargas)

Salió de la consulta de la vidente creyendo a pies juntillas que muy pronto una mujer con algo verde entraría en su vida y pondría fin a esa soledad que tanto le afligía. Impaciente se puso a buscarla en cuanto pisó la calle sin esperar que fuera el destino el que propiciara tal encuentro. La primera en aparecer, la de la bufanda verde, se cruzó con él sin ni siquiera mirarle. Descartó a la del abrigo verde porque le recordaba a su abuela. La del suéter, mejor no. La morena con tipazo podría tener el verde en los ojos, pero la vio alejarse en un taxi sin darle tiempo a comprobarlo. Convendría que hubiese ido más atento para darse cuenta de que cuando decidió atravesar la calle para llegar a la altura de la chica que corría con un chándal verde, el semáforo no estaba de ese color para él. Así habría evitado que un vehículo que marchaba a una velocidad excesiva se le viniera encima. El impacto fue tan brutal que salió despedido antes de caer roto sobre el asfalto. Nunca llegaría a saber que la conductora del coche rojo que le embistió iba vestida de azul.

74. PAZ GLAUCA

Veo el viento agitar los brazos de la encina; yazco boca arriba y las hojas cobran frenética vida yendo del Jade al olivino.

El sol incide en ellas, creando sombras chinescas; paso del sopor al frío y una extraña paz me invade; oigo pedir ayuda y no soy capaz de reaccionar.

Tengo el torso húmedo, viscoso… ¡mal día para montear!.

¿De dónde saldría aquella maldita bala?…¿ Quizás; del ánima acerada de algún compañero demasiado <<verde>>?.

Por no querer ocultar el barbour que me regalaste, no me puse el chaleco naranja; ¿cómo iba yo a querer ocultar, ninguno de aquellos tonos: enebro, musgo y salvia?.

Se me agolpan los recuerdos, de entre ellos; tu mirada esmeralda contemplandome con ternura. Ah…¿si pudiera estar ahora a tu lado?, cuantas cosas te diría; ¡pero estoy aquí!.

Tus ojos se me van figurando cetrinos, mientras una luz fulgente nace de ellos y me siento levitar, <<la mirada de mi Diosa me transporta>>.

¿Pudo haber sido diferente?, ¡¡Si!!; pero es la historia de siempre, no cae el Sol hacia el Este, abnegado voy hacia mi ultimo vahído.

¡¡Te quiero,!!.

¡Mal día para montear!..

73. METAMORFOSIS (Manuela Balastegui)

Abrió el armario. De entre todos, eligió el vestido con lentejuelas brillantes, de color verde oliva, como su nombre. La tela tenía brillos resplandecientes. Los zapatos en fila esperaban ansiosos: sabían que unos zapatos con poco tacón usurpaban su sitio. Oliva se notaba ya pesada. Con el paso de los meses empezaba a hacer todo más despacio. Con calma se vestía, calzaba sus zapatos nuevos, se rociaba con perfume, retocaba el maquillaje y pintaba sus labios apetecibles de tonalidad rojo anaranjados. Se engarzaba los pendientes largos. Le encantaba que danzaran al compás del movimiento de su melena, con caída vertiginosa hasta las caderas. Esa noche lucía especialmente hermosa.

Bullía el café-teatro. El silencio enmudeció cuando Oliva emergió en el escenario. Su figura embrujaba. Su cuerpo y su melena danzaban al son de la música, con movimientos espasmódicos. Los zapatos taconeaban tras el vuelo de su vestido, como mariposa revoloteando. Llevaba media hora de delirante danza. En medio de su catarsis escapó un gemido de sus labios. El público estalló en vítores y aplausos. No tuvo un minuto para sentir el dolor de las contracciones. Un bebé había salido a escena.

72. VERDE ESPERANZA

Salió disgustado del despacho del examinador, le había suspendido el carnet de conducir porque decía que estaba un poco verde, así que tendría que volverse a presentar. ¡Con la falta que le hacía! Su cara se puso verde de ira. Más clases que tendría que pagar, como si los billetes verdes cayesen del cielo. ¿De dónde sacaría el dinero? Pensando en esto de camino a casa se le relajó el semblante, era el tiempo del verdeo y hablaría con un amigo que tenía olivares para que le permitiese trabajar en su finca. El verdeo es una labor agrícola que se lleva a cabo en el mes de septiembre con motivo de la recolección de la aceituna de mesa. Su nombre viene dado​ por el color verde de la oliva. Al pasar por la puerta del Ayuntamiento vio ondeando la bandera blanca y verde de Andalucía y le vino a la mente las palabras de su himno, ¡andaluces, levantaos!, en ese instante una emoción le embargó y el pesimismo por su precaria situación económica se tornó en un brote de esperanza al pensar en esos jornaleros que con su voluntad consiguieron tierra, paz y libertad.

71. SABIDURÍA ETERNA

La abuela Lucía era tan sabia como el refranero.
Cuando llegaba la primavera sacaba todo su arsenal y usaba esos aforismos para cualquier momento de la vida, cuando le parecía oportuno.
En cuanto veía reverdecer de forma peligrosa la belleza de sus nietas, sin venir a cuento, les recordaba:
“Queridas mías, cuando os vayáis a vestir tened en cuenta que “la que con verde se atreve, por guapa se tiene”, y nunca olvidéis cuando pretendáis casaros que “a la fruta verde y al hombre barbado, darle de lado”.
Pero también aplicaba esa erudición en el mercado para evitar tentaciones de vendedores sin escrúpulos, advirtiéndoles que la “fruta temprana, verde y cara”, o que “la leña verde, mal se enciende”.
Además sacaba a relucir su conocimiento popular para impedir que el mal corrosivo de la envidia se acodara en el espíritu familiar. Entonces aprovechaba para recordarles que “la hierba del vecino es siempre la más verde”.
Sus familiares y amigos seguían siempre, obedientes, sus consejos. Y para que el mal de amor no anidase en su ánimo, Lucía, toda llena de razón, les recitaba eso tan manido de que “la mancha de la mora con una verde se quita” .

70. REGRESO

Al despertar, no sabe dónde se encuentra. Una habitación abandonada por el tiempo. Un hogar perdido en su significado. Gimen las ventanas por sus heridas de cristal. Llora el presente rememorando el pasado. La vida convertida en muerte. En nada.

Cierra los ojos y busca la hierba. El aroma del bosque. El cobijo de las copas de los árboles. La caricia del viento. La luz del sol atravesando ramas. El verde de la esperanza. El verde de la vida. Las hojas que ocultan hogares, pisadas, momentos. Las hojas que roban besos.

Se yergue en busca del sol. Se levanta en busca de amor. Se alza en busca de respuestas.

Su cuerpo duele. Hiere. Su cuerpo no es suyo. Lo olvidó en alguna parte.

Desnuda recuerda. Desnuda llora de impotencia. Desnuda existe. Desnuda no olvida.

Grita. Se escucha el volar agitado de los pájaros asustados. Y el silencio. El terrible y horrible silencio.

Grita y recuerda. Llora y observa la ropa rasgada. Siente el golpear del cuerpo sobre su memoria. Grita y odia. Odia y grita. Llora culpabilidad. Clama impotencia. Duelen sus lágrimas.

Surge de la nada y se funde con el verde del bosque. Con la esperanza. Con la vida.

69. PIRÓMANO (Salvador Esteve)

Acojo la noche como disfraz y entre la desolación me abro paso. Mientras los humanos duermen con la conciencia enjaulada en sus miserables sueños, repto sobre el asfalto y asciendo al edificio más alto; el orgullo de la ciudad.  Ya en su cumbre levanto mis ramas como brazos clamando justicia y espero. Las nubes se van agrupando presagiando la tormenta. El rayo escucha mi llanto y viene hacia mí desgarrando mis tejidos.  La savia que hasta ahora me insuflaba vida  se esparce sobre el cemento; el fuego empieza su reguero de ceniza, de destrucción.

Mientras mi existencia se consume veo una lluvia verde caer sobre la tierra.

68. NERVIOS

Aunque me tome las pastillas a su hora, con exasperante puntualidad, repitiendo el rito de forma monacal, sigo sin poder soportarlos. Ya no le digo nada al doctor ¿Para qué? No creo que pueda subir mucho más la dosis de los tranquilizantes sin dejarme catatónico.

Antes lo había probado todo. Incluso esos potentes narcóticos tan eficaces como ilegales. Pero ahí continuaban, bailando, riendo con estruendosas carcajadas que me rompían los nervios. Haciendo chistes mientras me señalaban con sus quince dedos. Una fiesta para ellos, sin duda.

Pero aquel día no pude más.

Yo no soporto que me molesten en el baño. Y aquella mañana ahí aparecieron gritando, discutiendo sobre algo incomprensible. Intenté echarles pero no pude. Estaba ridículo de pié, con los pantalones a media pierna dando manotazos al aire.

Muy enfadado y cansado me presenté en la Consejería de Educación. Quise retirarme de aquel proyecto “Erasmus Replus” y hacerlo inmediatamente. No podía aguantar más a esos estudiantes bajitos, verdes y de otro mundo que no respetaban nada «¡Que se vayan a un hotel!»; le dije al funcionario. Pero me contestó que eso era imposible, que había firmado un contrato y que de no cumplirlo cometería un importante delito transplanetario.

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