Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

75. Juegos de soledad

Pienso en unicornios y colchonetas para dar vueltas de campana mientras miro la esfera blanca fijada a la pared. El tiempo no se multiplica por siete en las salas de espera de los veterinarios donde van a morirse los gatos; la manecilla grande escapa a cada hora de la pequeña, alejándose torpemente en círculos, para ser atrapada de nuevo.
Fuimos hasta el último segundo antes de que te marcharas. Después el reloj los fue escupiendo uno a uno, lanzándolos al socaire de la casa, ingrávidos como copos de nieve. Al principio los dejé volar por las habitaciones, mirando acurrucada como aterrizaban por todas partes, calando de frío la ropa que con la prisa dejaste olvidada sobre la silla del dormitorio. Pasé días viendo como se acumulaban poco a poco, haciendo montoncitos en los quicios.
Mato el tiempo recogiéndolos muy despacio, apilándolos en el centro del salón; promontorios de ausencia, sobre los que a veces me tumbo haciendo ángeles.

74. El plan B

¿Que has ideado una estrategia perfecta para ganar dinero fácil? ¡Caramba! Pues ya me la explicarás con detalle. Así de primeras suena bastante bien desde luego. Te anticipo que no seré yo quien ponga trabas a semejante iniciativa. Aunque no sé, si de verdad piensas, como dices, jugártelo todo a esa carta, creo que deberías antes ponerte un poco en lo peor. Calla, escúchame. Llámalo funesta coincidencia, alineación fatídica de los astros, aciago despropósito, mala suerte…, pero podría ser que alguno de tus planteamientos no funcionara según lo previsto —quién te dice que no—, o tal vez que el rumbo que adquiriese tu existencia no acabara de satisfacerte, que te cansaras de ciertas cosas o que de repente anhelaras una ocupación más edificante de tu tiempo; de manera que por falta de éxito o de alicientes, por desencanto, hastío o simple desidia, todo terminara yéndose al garete. Te convendría disponer entonces, ya lo sé, en tan improbable caso, de un recurso de emergencia, de una alternativa que te permitiera salir de esa lamentable situación, ¿no crees? Así que no me hagas perder más la calma. ¡¡Acábate de una vez la merienda y vuelve a tu cuarto a estudiar!!

73. ¿POR QUÉ? (Esperanza Temprano)

Se te puso entre ceja y ceja que te ibas y de la noche a la mañana, te marchaste sin decir adiós. Me dejaste tirada, como una colilla, abandonada a mi suerte, que bien sabes que nunca fue mucha. Mi vida es un desastre, trabajo el doble que antes y cobro la mitad y cuando intento quejarme me dicen eso de que son lentejas. Con Javi las cosas no pueden ir peor. Todas las mañanas cuando me levanto digo “de hoy no pasa pedirle el divorcio” y por la noche cuando me acuesto, sepulto la cabeza bajo la almohada para no escuchar mi propia voz interior que me grita “¡¡cobarde!!”. No sabes cuánto echo de menos nuestros paseos por el parque, tus consejos e incluso tus riñas. A veces cuando alguien llama al timbre con toques cortos pienso que eres tú y salgo enseguida a abrir y luego me doy cuenta de que tú ya no vas a volver. ¿Por qué me dejaste sola, papá?

72. LA METAMORFOSIS

Despacio, como todas las demás noches (salvo el lunes, claro), inició su ritual. Cerró los ojos y no pensó en nada por un par de segundos. Puso su música: Summertime como siempre; aunque no fuese verano ni hiciera calor. Después, abrió metódicamente el estuche que estaba sobre la mesa oscura. Cogió el tubo alargado que sobresalía y echó un poco de maquillaje sobre la mano. Lo extendió suavemente por toda la cara, acariciando las mejillas, las sienes, sus arrugas… Se tomó su tiempo para disimular las ojeras y esas pequeñas rojeces junto a la nariz. Se pintó los ojos y empezó a dejar de ser ella misma. Cuando acabó, comprobó el resultado. Gesticuló, hizo muecas, se puso bizca… Sus músculos estaban preparados; como los de un tigre a punto de saltar sobre su presa. Sólo faltaba el último paso: dobló su alma en cuatro partes y la escondió, bien plegada, en una esquinita de su corazón. Ahora sí que estaba lista. Dejó el camerino, caminando despacio. Escuchó su nombre y después los aplausos. Salió al escenario y, como todas las demás noches salvo el lunes, se comió al público para cenar.

71. Sazonador (Blanca Oteiza)

No sé qué pensar. Quizás deba poner sal a la vida. Hacer la maleta y salir a buscar la receta de la chispa que me falta en la cocina. Los fogones no son lo mío y los guisos terminan yendo por la ventana de los desperdicios. Cansada de danzar entre sartenes y cacerolas decido buscar otra pista de baile que alegre mis tardes.
Sin el delantal salgo al encuentro de nuevos sabores que endulcen mi paladar. Quizás me haga repostera donde poder embadurnar mi cuerpo en salsa de chocolate y crema. Sin mucho caminar encuentro al panadero que me anima a traspasar la puerta nevada de harina. Amasar de madrugada las hogazas con música de fondo que habla de amaneceres junto al fuego, magdalenas y aroma a café recién molido.
No sé si la sal está en el salero, pero el azúcar está a mi alrededor cuando comparto mis platos con quien aprecia mis manos.

70. ADICTA A LA LIMPIEZA (Amparo Martínez)

Le gusta estar allí… En esa habitación, Aurelia se siente nueva, sin estrenar. Por eso practica muecas sobre las sábanas limpias. Como no consigue incorporarse de la cama, se sorbe los mocos y olfatea. ¡No huele a tierra mojada! Se extraña (su abuela maldecía los días de lluvia: eran los culpables del condenao agarrotamiento que la esclavizaba a su camastro). Le escuecen los arañazos. Se descubre algún moratón, pero… ¡ni rastro de roña! Sonríe.

La niña que jugaba en el parque estaba sucia, casi tanto como aquella muñeca de la alcantarilla. “Aurelita, ¡tira esa moña! ¡No vas a meter más porquería en casa! ¿Me oyes?… Esta muchacha, además de tonta, ma salío sorda”, se lamenta su madre. “La cría no tie la culpa, mujer, cuando la chola no funciona…”, tratan de consolarla las vecinas, sin frenar el ritmo de sus ganchillos. Aurelita desnuda a la muñeca, le escupe hasta quedarse seca y, luego, restriega la saliva ennegrecida… Poco a poco aparece el plástico rosa y suave.

Ayer, cuando la internaron, hicieron lo mismo con ella. Por eso, Aurelia está contenta y ensaya pucheros miserables de loca exmugrienta, para engañar a esa gente que la abuchea dentro y fuera del hospital.

69. COFFEE & CIGARETTES (Javier Puchades)

Si fuese verdad lo que dicen de mí, sería la última persona sobre la faz de la tierra. Total por lo que ocurrió aquella vez…
Era una mañana soleada, aunque por la tarde jarreó. De haberlo sabido, no habría utilizado mi mejor cara para convencer a mamá de que limpiase por fuera los cristales del comedor, ya que conforme estaban no podía cotillear. Ella, decidida, se subió al alféizar. Yo la sujetaba por los tobillos. Entonces, apareció una abeja (que a qué mala hora puse flores) y la solté. Ella se tambaleó, pero pude agarrarla, lástima que con el aspaviento tiré una maceta al vacío con tan mala fortuna que golpeó en la cabeza del Anselmo, el del tercero, que estaba asomado fumando y allí se quedó. Se montó tal follón que acudieron: policías, bomberos, ambulancias… Menos mal, ya que cuando me llevaban detenida, se escuchó una explosión. Grité: “¡la cafetera!”. Con el jaleo, la había olvidado. Aquello hirvió, apagó el fuego y el gas… Y como mi Mariano tenía la costumbre de encenderse un cigarrillo al levantarse… pues que salió por los aires junto con el piso.
Ven cómo el fumar mata. Y luego dicen que soy gafe.

68. TAXONOMÍA

Aquel día, cuando me llamaron al despacho de dirección, sentí el abismo frente a mí. Sólo el llanto disipaba tanta angustia.

-¡Siéntese! -escupió don Francisco tras su escritorio mientras palpaba con los ojos unos folios que temblaban en su mano. – ¡Esto es increíble! –repetía aturdido. Entonces soltó las hojas que volaron libres, rodeó la mesa y se acercó hasta poner su cara frente a la mía. Como en un espejo podía verme en sus pupilas y su aliento me provocó una arcada. -Veamos –dijo para sí respirando profundamente-. Su clase está compuesta por unos veinte individuos. Usted puede definir cada uno de ellos, igual que yo. Por ejemplo: El alumno Rodrigo es un agarrado, el señorito Ibarrola será un rico heredero, la señorita Arroyo es muy hábil con las matemáticas y Pizarro quiere ser bruja. Iniesta siempre está jugando con el balón, Morales es el que escribe poesía en el recreo, Calvo la chica que todo lo sabe, Ontanares el nuevo, Estévez el de los chistes fáciles, López y Andrade son dos amigos inseparables, Iglesias quiere ser delegado de clase, González roba… Pero usted ¡Usted! ¡Nadie sabe qué diablos es usted! ¡Deje ya de confundirnos a todos y defínase!

67. Aliento contenido Calamanda Nevado

Era mediodía, cuando el sol quema más,  una familia numerosa pescaba con los pies a remojo en el cauce bajo del rio.   Con juegos  y risas desproporcionadas, observaban aquel  campo con los ojos entornados. El prado amarillo y verde parecía azul, y   era solo para ellos y   sus árboles. A lo lejos se acercaba la tormenta y las nubes se rajaban de abajo a arriba; ascendiendo.

Los aromas y colores todo lo colmaban; aun así,  la sombra de las ramas se quejaba al  afluente por el próximo temporal y el nauseabundo olor a tierra húmeda.  A las aguas de aquel exótico barranco  les preocupaba la mano negra  del rayo; las haría perder la mansedumbre de sus espejos y el esplendoroso reflejo del pinar verde; incluso alterarían su color y sabor  las blandas cortezas quemadas.  

De pronto el espantoso  ruido seco del trueno conmovió a todos haciéndoles volver a la realidad. La corriente  del agua los lamia con su larga  lengua sin dudarlo, dándoles fuertes patadas en la espalda bajo infinitas  nubes grisáceas.

Desde entonces la madre ve llover con los ojos muy abiertos y los labios prietos, y  se asoma al cielo  intentando desplegar unas alas invisibles, y una nana.

66. YO ME RETRACTO

No quiero ni imaginar mi mueca… Quiero seguir viviendo. Necesito respirar y prometo encontrar sentido a mi existencia.

Mi vida pende de un hilo así como mi cuerpo pende de esta soga que abraza mi cuello, que baja de la viga de un feo cobertizo en una vieja casa, como yo, abandonada.

Ahora me arrepiento de haber pateado la banqueta y aquí, con mi ridículo balanceo, sigo pateando al aire en busca de algún soporte o de la puta banqueta que a pisar no alcanzo.

No, no quiero ni imaginar mi mueca… Qué lenta es la asfixia y cuán largometraje de vida me evoca. Patear ya es inútil, lo sé, pero cejar no puedo. Sólo quiero vivir, pisar, respi…

 

IsidroMoreno

65. En defensa propia

Dicen que las mujeres lloran frente al espejo y los hombres los rompen. Pero no siempre es verdad.
Celia no consigue verse reflejada en ninguno. Y no son precisamente las lágrimas las que le nublan la vista. Recorre probadores de tiendas, baños de estaciones y ascensores buscando otros. Se resiste a creer que son todos iguales. «Alguno habrá que sepa apreciar cómo soy» piensa.  Por eso se  maquilla de rojo los labios y embadurna sus ojos con espesos potingues; poniendo especial énfasis en tapar las oscuras bolsas que le rodean la mirada. Quiere marcar un territorio que antes no dejaba indiferente.  Se atormenta  pensando que ya no la adora como antes, cuando la piropeaba y le hacía sentir la más bella de todas las mortales. No alcanza a comprender su invisibilidad. ¿Qué culpa tuvo ella de aquel arrebato? ¿Debía tolerar que le devolviera una imagen arrugada? ¿Unas ojeras penosas? Y ese rictus… ¡no lo soportaba!
Lo cierto es que él, con sincero talante, tampoco tuvo la culpa cuando ella despertó con ganas de quebrarse ni cuando sus puños cerrados la emprendieron con él. Sus añicos, diminutos y afilados, sólo actuaron en defensa propia.

64. Llovía todo el tiempo

Mi primer recuerdo lúcido fue considerar a mi madre una miserable porque me untaba en las tostadas poquísima Nocilla, no como en el anuncio. No la odiaba, pero nunca nos caímos bien. Luego, lo normal, suspensos en matemáticas, unas tetas pequeñas, el novio de mi mejor amiga acariciándome, la soledad suplantando a mi sangre, la polla de algún profesor de la facultad, el diploma de Magisterio ardiendo, los ojos llorosos de mi padre, gritos, portazos…

Tengo un recuerdo que no puede ser real: llovía todo el tiempo. Llovía sin nubes, llovía dentro de la casa, llovía bajo mi piel… Luego, el tipo aquel del paraguas que no se iba. El cabrón consiguió que escampara. Probamos un tiempo, nada planeado. Tuvimos a Dani y comencé a actuar en algunas obras. Cuando tuve a Berta, cogió su paraguas y se largó. Lloré solo un día porque al día siguiente tenía mamografía y la audición para aquella primera película de Zlateck. Ayer cumplí cincuenta. Berta huyó hace tiempo, dice que soy una miserable, que la he ignorado desde lo de Dani y creo que tiene razón. ¿Qué cómo me ha tratado la vida? ¿Quieres un titular o un epílogo? Vamos, no me jodas.

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