Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

30. DEMASIADO PRONTO

Me desenreda el cabello para quitarme el salitre y la arena, con mucha suavidad, como lo hacía mamá, pero yo me retuerzo y me quejo de que me hace daño. Me ha traído mi bocata favorito, pero le digo que no lo quiero, que hoy quiero fruta. Papá se enfada y ella me disculpa. Que estoy cansado dice . Que bañarse en el mar agota. Que es normal que esté irritable. Que necesito tiempo para conocerla un poco más.

Y me sonríe. Y yo sé que es buena y que tiene ganas de llorar, como yo, que solo quiero llorar. Y abrazarla, aunque la abuela me diga cada sábado que mamá llora en el cielo porque aún no hace ni un año y eso es demasiado pronto.

29. ¿Se pilla antes a un mentiroso…?

La experta en comunicación no verbal señaló que en el vídeo se apreciaba que el imputado se tocaba la cara con frecuencia, como tapándose la boca, mientras explicaba dónde había estado la  tarde de los hechos. El ademán, según la experta, era indicativo de la contradicción que experimentaba, o dicho de otro modo, del deseo de borrar las mentiras que salían de sus labios. También analizaba, esa misma experta, la forma en que el sujeto escondía las manos, o apartaba la vista, mientras respondía a preguntas de los periodistas en una rueda de prensa.

A mí me pareció brillante. Sin embargo, el perito de la defensa rebatió todo su análisis con una simple sentencia: “Esto (refiriéndose al análisis postural) no es una ciencia exacta, señoría”.

Ni los listados de llamadas del encausado, ni los testimonios de los asistentes a la reunión de emergencias parecieron suficientes para asegurar una condena. Así que, al final del tercer día de juicio, esperé en el aparcamiento, me fui directo hacia el acusado, levanté la garrota y le descargué un golpe brutal en el peroné.

Confío en que la cojera sea tan notoria que a su señoría no le queden dudas.

27. El bálsamo

Era fácil, casi un juego de niños y aún así, no siempre resultaba efectivo.

De pueblo en pueblo, durmiendo apartado en los caminos. No diré huyendo porque me parece algo excesivo, no obstante…

¿Que si yo mismo tenía fe?

Bueno, a ver… Puedo inventarme que el que me lo vendía a mí era una eminencia, que ocultaba su nombre y ocupación escapando de las férreas leyes, que utilizaba una fórmula secreta y que los componentes no eran fáciles de conseguir… Vamos, que no crecían en los árboles.

Y desconozco si realmente incluía una serie de sustancias, cómo diría, ¿prohibidas? ¿algo peligrosas? ¿pelín tóxicas? Pues no sé, ni lo afirmo ni lo desmiento. Yo no sé nada de eso. ¿Qué voy a saber yo? Yo sólo soy el charlatán, el tratante, el chamarilero. Un intermediario, vaya…

¿Responsabilidad? ¿Yo? La gente es mayorcita y sabe muy bien lo que se hace. Si me dan un cochinillo y me suplican que lo acepte, pues ¿qué voy a hacer sino aceptarlo? Pero yo no cobro, ¿eh? No se equivoque. Yo vendo cacharros, quincalla, todo lo que usted ve aquí. Y en ciertas ocasiones, sólo para que se pruebe, incluyo, como regalo, el bálsamo.

26. Coincidencias

—Demasiado caro para derrocharlo —decía siempre.

A mí me daba igual, en cuanto él y mi madre se iban a trabajar, lo cogía y me rociaba desde el cabello hasta los pies. Me pulverizaba todo lo que el olfato me permitía, tanta cantidad que a veces me provocaba dolor de cabeza. Pero no me importaba. Al llegar a clase, me ponía la bata moviendo los brazos y los hombros con exageración para dispersar bien la fragancia. Ahora que lo pienso, era como un ritual primitivo, un cortejo propio de ciertas especies de animales, tal y como nos explicaban en clase de ciencias.

Entonces Laura se giraba.

─¡Me encanta! ─exclamaba.

Era obvio que se refería a mí, ¿a quién si no?

Me sentía afortunado. Hasta que sucedió lo inevitable. Se acabó el perfume. Y el ritual de la bata. Y Laura.

Mi madre no me creyó cuando aseguré que yo lo había terminado.

—No lo defiendas —me reprendió—. Hace tiempo que me engaña —añadió apenada mientras los dos mirábamos por la ventana.

Permanecimos allí quietos, en silencio, observando como mi padre y su maleta iban menguando.

25. Bodas de oro

Hace 50 años, los ancianos prometieron decirse siempre la verdad. No lo cumplieron.

Y felices lo celebran junto a sus hijos y nietos.

24. ¡Al suelo!

Nuestro padre era un hombre de paz. Durante la comida nos animaba a resolver los conflictos mediante el diálogo, en lugar de recurrir a la violencia. «Ojo por ojo y el mundo acabará ciego», solía repetirnos. Obedientes, mis hermanos y yo seguíamos su consejo en las peleas: siempre terminábamos con una pedrada en la frente.

Pronto nos convertimos en el hazmerreír del barrio. Nuestro pacifismo nos volvía débiles a ojos de las demás familias, y aquello terminó por superarlo. Una mañana se dejó crecer el bigote y desempolvó el traje de teniente coronel que había heredado de su padre. De esa guisa se presentaba en el instituto cuando algún compañero nos humillaba, en las fatigosas reuniones de vecinos o incluso en el banco, a reclamar los intereses abusivos que la entidad le cobraba. Su porte gallardo y las condecoraciones en el pecho despertaban un respeto instantáneo. Nadie se atrevía a contradecirlo.

El magnetismo del uniforme y la firmeza del engaño lo absorbieron. Cansado de ver por la televisión las fusilerías verbales que se lanzaban nuestros políticos, decidió apretarse el cinturón, enfundarse una pistola de fogueo y presentarse en el Congreso. El resto de la historia la conoce todo el mundo.

23. Una vida de fábula -VALDESUEI-

Comencé a mentir a edad muy temprana para que mis padres no me castigaran por las malas notas, después, para conseguir que me invitaran a unas copas o poder entrar en la discoteca de moda.

Esta habilidad me ha enseñado la diferencia entre lo que te gusta y lo que se te da bien. Y a mí, la mentira, se me da realmente bien.

Gracias a ella he logrado viajar en jets privados, he jugado en el casino de Moscú o Montecarlo, he visto una final de Champions en el palco, me he codeado con mandamases internacionales y me he acostado con las mujeres más bellas.

Con la mentira puedes lograr todo lo que te propongas.

¿Que cómo? Muy sencillo, solo tienes que inventártelo.

22. GEPETTO (Paloma Casado)

Desde la cama mira con ternura al joven que dormita sentado en la silla. A pesar de sus defectos, adora a ese chico. Nunca fue fácil. Recuerda el día en que, a costa de todos sus ahorros, pudo sacarlo de la cárcel a donde lo habían conducido las malas compañías. O cuando consiguió liberarlo del vientre devastador de la droga que a punto estuvo de anular su conciencia. Sonríe al pensar en la psicóloga que, como un hada madrina, ha conseguido convertir en hombre al que antes fuera un títere de sus propios engaños. Lo ve desperezarse y levantarse despacio para decirle al oído:

-Parece que la quimio está dando buenos resultados, pronto volverás a casa.

Sabe que es su última mentira.

 

21. Miércoles

Los miércoles por la tarde, es ella quien me saca. Vamos al parque, deja que yo haga las necesidades más urgentes y enseguida subimos a aquel apartamento que hay cerca. Yo me quedo en la salita, tumbado sobre una manta de lana. Al poco rato, escucho unos gemidos parecidos a los que se sienten en casa algunas noches. Después, volvemos a nuestro piso de siempre. Mientras cenan, ella cuenta en que lugares hemos estado y las cosas que hemos hecho. Exagera respecto a algunas y se olvida de otras. Al acabar, dice que le duele la cabeza y entonces ya sé que aquella noche no escucharé ningún gemido.

20. Tocomocho

 

Contactó conmigo por Pinder y me conquistó en dos pantallazos. Captó mi atención porque nadie me había escrito con tanta formalidad. Un militar educado, a la vieja usanza. Empezamos a chatear por Pistagram y en dos semanas lo di por bueno. Le gustaba lo mismo que a mí, quería viajar a los mismos lugares y hasta bailaba pasodobles, cosa rara en un americano.

Al poco tiempo propuso quedar por Pims y empezamos a conectarnos una vez por semana. Yo usaba un avatar de cerdita con voz dulce e inocente y él uno de Rambo, con esa voz metálica y grave que me encantaba.

Los meses pasaron y mi soledad y nivel de inglés mejoraron notablemente en su compañía.

Hasta que un día desapareció tal como vino. De repente, dejó de haber rastro de él en internet. Supongo que se cansó de mí, de mis conversaciones fantasiosas de vejez acaudalada, de que no le enviase dinero. No lo sé.

Quizás descubrió que me llamo Antonio, que vivo en un piso de protección oficial y necesitaba aprobar el curso de idiomas para que no me quitasen la prestación.

19. TAXONOMÍA DE LA MENTIRA (Mariángeles Abelli Bonardi)

Su nombre latino es Fallacia, y su nombre vulgar, mentira común.

El color de la mentira varía según la especie:

La blanca o piadosa se dice para evitar un disgusto o una pena.

La verde u oficiosa se dice para obtener un provecho o ventaja sin producir daño a otro.

La roja se dice en momentos de lascivia o celos,

y la negra es de carácter criminal.

También llamada embuste, la mentira habita en todo el mundo. De naturaleza parasitaria, tiene patas cortas y se transmite de boca en boca.

(Nota de la autora: la presente taxonomía no se ajusta, necesariamente, a la verdad).

 

18. Falsa apariencia

Mi madre siempre me decía que derrochaba aires de grandeza, que debía conformarme con lo que tenía y que la envidia era mala, y todo porque soñaba con llevar una vida mejor que la suya. Me consumía rivalizar con mis amigas y compañeras: sus ropas, sus coches, sus casas…Pero en la vida las cosas no siempre salen como se planean, y al final resulta que llevo una vida mediocre. Eso sí, de vez en cuando me permito el lujo de fingir ser quien no soy y tener lo que no tengo: me visto con mis mejores galas y visito casas en venta. Nada de pisos, solo chalets y mansiones. A la chica o chico de la inmobiliaria le digo que busco una gran casa, porque somos cinco en la familia además de dos mascotas. Que tiene que tener al menos cinco dormitorios con baño, dos salones, un sótano, jardín, piscina y casa de invitados. Mi marido es un ingeniero de reconocido prestigio y yo una abogada que dejó de ejercer para educar a sus hijos… Los vendedores derrochan amabilidad, se quedan prendados con mis historias y me miran con una cara de envidia en la que me reconozco…

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