Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

08. ANATOMÍA DE UN INSTANTE ( Fernando García del Carrizo)

Mi hermana está a punto de ahogar a su pollito en la bañera al intentar limpiarle la caca con la que se ha manchado. El teléfono no para de sonar sin que nadie lo coja. Mi padre chilla desde la cocina que por favor alguien responda, que tiene las manos sucias de hacer albóndigas, mientras mi madre termina de planchar los uniformes del colegio. Mis hermanos galopan por el pasillo con el traje de indio el primero y el de vaquero el segundo, mientras gritan como en las películas. El timbre de la puerta suena varias veces sin que alguien abra, para desesperación de papá que sigue empantanado con la cena. El general Mc Arthur abre sin detenerse para evitar que Toro Sentado se escape. Es la abuela que viene de rezar el rosario con las amigas. Pregunta si alguno va a responder la llamada. La pequeña empieza a llorar al ver que su amigo con plumas ha dejado de moverse. Imposible estudiar con tanto ruido. Ya que estoy de pie, que ponga la mesa. Si suspendo es cosa vuestra. Debo escribir una redacción sobre qué quiero ser de mayor. Papá, fraile en un convento de clausura.

07. BIG BANG

Al poco de la explosión primigenia las galaxias iniciaron sus danzas de amor entrelazándose frenéticas en medio del infinito universal.

Cuando sus flujos se intercambiaron dieron luz a insignificantes seres que hoy en día intentan desentrañar asombrados y perplejos los secretos de sus progenitores.

Misión imposible.

06. EL VACÍO QUE OCUPA UN HUECO (Juan Manuel Pérez Torres)

Sentados en su sofá, mi amigo me contó que, paseando por un descampado cercano a su casa, mientras pensaba en sus cosas, una tarde observó un escarabajo pelotero que se dedicaba a su labor diaria de rodar una bola de estiércol. Parecía una tarea simple, fácil y desordenada, pero cada giro de su bola era un acto de equilibrio y precisión, una danza con el hábitat que lo acogía y que le ofrecía, con cada obstáculo, una oportunidad para aprender y adaptarse. Ya oscurecía y, mirando cómo ganaba intensidad el brillo de las estrellas, pensó que, aunque dispersas y aparentemente desordenadas, formaban constelaciones que guiaban su camino. Entonces comprendió que el caos no es más que una parte del orden universal. Con su capacidad para crear nuevas formas y caminos, el escarabajo pelotero siguió su despreciable o, al menos, insignificante labor. Gregorio regresó sabiendo que, aunque el mundo pareciera caótico, cada movimiento tenía un propósito en el gran tapiz de la vida. Ya en casa, quiso escribir algo sobre la belleza que reside en el caos, o sobre el caos que esconde la belleza, pero, arrugando el folio, me dijo, hizo una bola y la encestó en la papelera.

 

 

05. CUANDO VI EL MAR POR PRIMERA VEZ (Fernando da Casa)

Lo recuerdo como si fuera ayer. El viento en mi cara, el runrún de las olas en mis oídos, ese aroma penetrante que expandía las aletas de mi nariz y embriagaba mi alma…

La humedad empapaba mi frente de perlitas de sudor y una extraña sensación de sed me empujaba a caminar sobre la arena, blanda y mullida como una alfombra de invierno. De repente, un frescor inaudito salpicaba mis pies, ahora sí, ahora no… ¡Me invitaba a adentrarme mar adentro!

Me zambullí, ¡cómo dudarlo!, en cuestión de segundos. Miento… Más bien tropecé con el empuje de las olas, las muy pérfidas atenazaron mis pies y forzaron mi caída. ¡Qué juguetonas! Tosiendo, les di las gracias por tan excitante experiencia.

El mar ofrece besos de sal. Aunque tosí con el primer escarceo, repetí mil y una veces. No hay nada más dulce que enredarse a besos con el mar.

Desde entonces, sigo enamorado de él, de noche y de día, con sol o sin él. Lo siento, lo huelo, lo escucho… Aunque mis ojos me nieguen lo evidente.

¿Azul? ¿Verde turquesa? No sé lo que significan esas palabras. Pero sé que jamás veré algo más hermoso que el mar.

04. Diluvio

Desconozco si fueron cuarenta días con sus cuarenta noches pues perdí la cuenta del tiempo que estuvo derramándose el cielo sobre nosotros. Desde el balón, observábamos el mar en el que se había convertido nuestra calle. Los niños, con el bañador y el flotador de unicornio, nos rogaban que les permitiéramos bajar. A Miguelito le dejan, protestaban al borde del llanto. Yo trataba de mantener la fe en que más pronto que tarde, escamparía hasta el día en que dejé de sentir los molestos ladridos del perro del vecino, el trino estridente del canario de la vecina y no encontré por ningún lado a Algodón, nuestro pequeño hámster. Entonces supe que estábamos condenados.

03. ARTISTAS (Ángel Saiz Mora)

Aprovechó la ausencia para penetrar en aquel ecosistema al que tenía prohibido el acceso, temerosa de que ella pudiese aparecer en cualquier momento, dado lo imprevisible de sus horarios.

La mujer esquivó un sándwich mordisqueado. Era imposible no pisotear la ropa que enmoquetaba el suelo. Se sentía vigilada por peluches oscurecidos de polvo, aunque allí, lo que reinaba, era una jauría de hormonas.

Trataba de comprender ese dormitorio vandalizado al evocar su propia adolescencia rebelde, también por los genes del padre de la muchacha, un pintor cuyo estudio era puro desorden, poco afable en el trato, pero que siempre demostró cariño sincero con hermosos gestos. Le echaba mucho de menos.

Su expedición rozaba el fracaso, sin indicios sobre por qué su hija se había dedicado a observarla atentamente durante las últimas semanas. Un papel sobre la colcha le mostró los mismos ojos expresivos que veía en los espejos, la sonrisa tierna con asomo de arrugas. Un derroche de realismo y talento.

Logró salir de la habitación anárquica, donde también anidaba la brillantez. Dejaría sus emociones para mañana, cuando, con toda probabilidad, por su cumpleaños, la joven le entregase el soberbio retrato para el que había posado sin saberlo.

02. El naturalista (fuera de concurso)

Lo que a su familia le horrorizaba a mí me resultaba fascinante.  Los secretos que escondía Míriam en su cabeza solo eran otro más de sus encantos. De lejos parecía un ser adorable,  un hada sacada de un cuento.  De cerca, unos peligrosos ojos verdes  y unos perfectos dientecillos blancos advertían a cualquiera que se abstuviese de tocarla. Me encantaba observar sus juegos infantiles, a cierta distancia, cuaderno en mano. Nunca me decepcionaba.

A veces era una ardilla, otras un ratoncito, un ruiseñor, una pareja de mirlos, una mariposa que había completado su metamorfosis o una lagartija azul. La fauna que escapaba de aquella maraña salvaje e indómita que era su melena, sin que ella apenas pestañeara, era infinita.  E, invariablemente, un atávico instinto depredador la empujaba a perseguirla y cazarla para después llevar su presa, como un trofeo, a los pies de su madre y deleitarse  escuchando sus arcadas.

01. DESLUMBRADOS

La erupción ininterrumpida del Hulubelu en los últimos días había convertido el suceso en un espectáculo grandioso que atrajo la navegación cercana de los cruceros que atravesaban el Pacífico. La fumarola y la luminosidad de su ignición eran tan espléndidos que horas después, en la bahía de la isla más cercana al cráter, habían fondeado varios trasatlánticos con miles de turistas. El escenario era perfecto, y en todos los buques se proponían veladas con el privilegiado acontecimiento de fondo: las fantasías pirotécnicas en la proa del Princess Victoria, conciertos intimistas con el fulgor del magma en el Ivernia, acróbatas y malabares de fuego en el café de la cubierta del Vulcania, coreografías con antorchas bajo las estrellas de la inmensa terraza del Nieuw Amsterdam…

A las pocas horas, finalizada la fase de actividad volcánica más intensa, cuando las últimas estelas de los buques se perdían en el horizonte, otra vez se frustraban las exiguas esperanzas de los habitantes de la isla que, un día más, desde la playa cercana, seguían gritando y haciendo señales para que los rescatasen.

91. Sentimiento por un simple pavimento

Odio la moqueta, ese perfecto nido de ácaros y polvo. La odio con todo el desprecio del mundo por muy calentita que sea… que sí, que sí, que es magnífica cuando hace frío y su tacto cálido acaricia los pies, ya lo sé, pero es que cada vez que paso la aspiradora recuerdo aquel suelo de gres, impoluto después de limpiarlo, de superficie absolutamente firme y lisa, que no levanta una nube invisible de gérmenes cuando se camina sobre él… y me da, ya ves tú, una nostalgia, una tristeza tan tonta, una pesadumbre… con lo grácil que es pasar una mopa… es como bailar, deslizándola con suavidad, trazando los pasos al ritmo del tempo que más convenga… díselo tú a la aspiradora, ese monstruo del que hay que tirar para que se desplace, que va quejándose todo el rato con un rugido ensordecedor… aquella solería tan lejana, de la que no veo ni rastro desde hace tanto tiempo… en fin, que unos echan de menos a la familia, a la morcilla de Burgos o a las fiestas del pueblo, y yo, tan dramática, peno por un simple suelo de cerámica.

90. NIDO VACÍO

Todavía prefiero mantener cerrado tu dormitorio. Así puedo imaginarme que continuas aquí y que dentro todo sigue como antes. Si me concentro, puedo escuchar a través de la puerta tus sueños agitados por no querer dormir sola cuando eras pequeña, las risas hablando con alguna amiga o el desorden extraordinario de tu adolescencia protestando por cualquier tontería.

Desde hace semanas intento convencerme para sacarle provecho: podría tener un vestidor de los de las revistas, un despacho para no tener que trabajar en la mesa de la cocina o el estudio de pintura con el que siempre soñé.

A veces casi lo consigo, entro decidida a arrasar con todo de una vez pero a la hora de la verdad no tengo valor. Me tumbo en tu cama y cierro los ojos para empaparme con los recuerdos que encierran las cuatro paredes. Y cuando ya no puedo soportar el pellizco que me encoje el alma, marco tu número con ese prefijo al que aún no me he acostumbrado. Para prometerte una vez más que estoy feliz de que tú lo seas a miles de kilómetros de casa.

 

89. Mudanza

Desde que tuvo conciencia, el viaje de ida y vuelta había transcurrido de la misma manera y, en aquella tarde melancólica, una tristeza suave la llevó hasta la playa. ¿Se puede tener nostalgia de un lugar en el que nunca se ha estado? Se asentó en la arena. Añoraba el olor del mar, el sonido del agua, el suave balanceo de las olas y anclada a la tierra percibía, poderosamente, la llamada del horizonte. Tan poderosamente que se levantó de un salto y, como en un trance, se adentró en el agua. Escuchó la llamada y supo hacia dónde dirigirse mientras su cuerpo se estiraba, ubicuo y múltiple. En el atardecer, en la playa, un caparazón yacía en la orilla abandonada por la marea.

88. Lo que me quedaba

Si yo pudiera expresarme, y en caso de que lo hiciera sirviera para algo, intentaría que no me traquetearan tanto para meterme con esa maldita grúa de hierro en la calentuza piscina. Qué sí, qué ya sé porque lo hacen. Pero a mí me vienen los recuerdos de la alberca del pueblo y su agua fresca. Y me veo allí de niña hasta bien madura.

De niña, a lo loco, como si el mundo no tuviera nada mejor y se acabara en mi horizonte. De jovenzuela, ya se sabe, el primer beso subacuático y demás maravillas.

Ya en época de madurez, recuerdo como me tumbaba siempre en el mismo espacio de hierba para secarme al sol. Sabía que él habitaba debajo y que después me acercaría a dejarle unas flores a mi Laura mientras le contaba otra vez como lo hice; con la seguridad de que nunca se cansaba de escucharlo.

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