Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

124. Superluna – Leo Garcia

Y cuentan que Mario, extasiado por la increible vivencia que Sarah le había regalado después de tantos años, pidió a los dioses que al despertar, la Superluna de Agosto siguiera ahí, iluminando el cuerpo infinito de su recuperada amada a traves del ventanal abierto a la noche. Sarah se había dormido profundamente rendida tras la batalla de amor y sexo incomprensible, increíble. No eran novatos. No era la primera vez entre ellos. Pero por alguna razón habían alcanzado tal cima de placer que con los ojos abiertos hasta el dolor intentaban asumir que aquello no era verdad, no podía ser, era un sueño. Pero era verdad. Sarah reposaba el sueño de los vencedores y Mario continuaba su súplica al cielo iluminado. “Caeré dormido sin poder evitarlo. Concededme mi regalo: dejad que al despertar el cuerpo de mi amada siga bañado por la extraña luz. No dejéis que la Luna se vaya sin verlo de nuevo.” Y terminando su oración cayó en un profundo sueño creyendo oir la respuesta a sus plegarias… “La Superluna no se irá hasta que tu despiertes” Su corazón no resistió, no despertó nunca. Y desde entonces no hay sol, solo Luz de Luna…

123. Sentencia

Sabía que podía ocurrir, el odio era ancestral, que no lo perdonarían, ya estaba sentenciado. Debía moverse con rapidez, no podía esperar a la mañana por lo que decidió partir ya mismo

Era tarde y una noche muy fría. Mientras desandaba el camino subió el cuello del abrigo pensando que cuando le dijo “cuídate”, no la tomó en serio, ella siempre exageraba.

El súbito batir de unas alas lo sobresalto, un ave nocturna pensó y siguió adelante, la arboleda circundante parecía cobrar vida a su paso en un juego de sombras fantasmagóricas. No vio ni oyó nada a pesar del silencio apenas quebrado por su gemido  mientras un frio que penetró por su espalda lo quemó por dentro. Dobló sus rodillas y cayo pesadamente, la venganza se había consumado bajo la única testigo. La luna.

122. LUNA DEL PERRO

Agosto de nuevo: sueños asesinos de manos, luz de noche y sangre. Lorenzo, el hijo de nadie, sabe que la luna no brilla igual al final de la calle, en la Casa Murua.
Cosechas, incendios, ciclos, invisibles hilos que desatan locuras o pasiones, ladridos nocturnos o inexplicables cambios en el agua, son fenómenos que conoce perfectamente, incluso se anticipa a ellos. El monte ha sido su escuela; le cuesta un mundo escribir su nombre y no sabe leer, pero ve en los ojos de los demás. Por eso sabe, aunque jamás la ha visto, que la Loca Encerrada, la menor de los Murua, es su madre. Y también sabe quién es su padre cuando escucha aullar desde el norte, al iniciarse la Luna del Perro.
Pero esta madrugada de lluvia nueva no es capaz de recordar bien, al mirarse las manos sucias de sangre tibia todavía, si ha sido él o no. Los perros, mojados y locos, hace rato que dejaron de ladrar, y el último rayo de luna de la noche se niega a abandonar la casa que hay al final de la calle.

121. Manolo

Manolo termina su Vodka sentado sobre el taburete del fondo de la discoteca. Ve pasar a las chicas en grupos hacia el baño riéndose a carcajadas y sospecha que es por sus  orejas que aumentan de tamaño y sus manos tan peludas.

Las uñas de los pies rebasan el zapato como garras y los dientes le sobresalen hacia fuera, cada vez más. Los ojos son tan grandes que asustan al más tranquilo.

Mira a un lado y otro de la barra como buscando a alguien o algo, no sabe lo que quiere.

Temeroso, baja la cabeza, como quien esconde un misterio, sobre todo esta noche de luna llena. El sueño se apodera de él.

 

Despierta con su cuerpo extendido sobre dos taburetes, le pica todo, retira la máscara y deja de ser el mismo que anoche ventiló tanto vodka que no sabe ni donde está. Este disfraz de hombre lobo no es para mí, dice cansado, con cara de no haber descansado en días.

 

A mí siempre me dicen que durante la luna llena la gente actúa de modo diferente, pero creo que es un mito legendario. Nada que ver con Manolo en la fiesta de disfraces del pueblo.

 

120. En mil pedazos (Juancho)

Desde el asiento trasero de su Ford fiesta entretejían mil sueños. Noches fugaces repletas de estrellas, de nuevas experiencias, de deseo, en las que parecía tan fácil tocar la luna con las manos tras un orgasmo. Noches de promesas y proyectos embriagados por una atmósfera de amor y semen, de alcohol y humo, de mensajes enviados en una botella hacia un futuro incierto. Noches de apetito por todo aquello de lo que carecían, de romper moldes, de escaparse lejos. No resistieron sus anhelos el primer alunizaje.

119. El secreto de una luna de verano

Llevaban ya bastante rato caminando en silencio.

– «Soy tan feliz … ¿No te parece romántico pasear por la noche junto al mar?»

– «Claro cariño»

– «Como no dices nada … Siempre has sido muy callado.»

¿Qué podría decir? Como siempre que hay luna llena piensa en su gran amor. En un viejo trato que hizo con ella. – Cada luna llena que veamos, por muy lejos que estemos, por favor, piensa en mí. Yo haré lo mismo; había dicho ella hace más de 30 años.

La vida los separó hace mucho y aquel amor de juventud acabó pero él seguía cumpliendo su parte del pacto y se preguntaba si ella, por lo menos alguna vez, lo haría.

– «Si no vas a hablar, por lo menos bésame, tonto.»

El la besó, pero nunca volvió a besar como antes. ¿Cómo podría? Para besar hay que hacerlo con el alma y él la había entregado en cada uno de los besos que le dio a ella. Y una vez más guardó su secreto, que se puede ser feliz con un corazón roto siempre que se ame hasta el final.

118. RUPTURA SENTIMENTAL (Miguel Ángel Pegarz)

Aunque supiese a ciencia cierta que sería la última vez que viajara con ella, no quiso descuidar ningún detalle. Puso en el coche su ambientador favorito, para que les embriagase el perfume de sus pretéritos viajes felices. Abrió la puerta del copiloto y situó el asiento bien atrás, para que quedase acomodada sin dificultad. Puso su disco favorito en el equipo de música y condujo en silencio, bajo la enorme luna llena que iluminaba sus rostros.

Paró en aquel puente apartado, de carretera secundaria, donde tantas veces habían ido. La sacó del coche y no pudo evitar un último beso a su cuerpo antes de arrojarla al estruendo de la corriente. Una lágrima escapó de su ojo mientras no dejaba aún de preguntarse por qué tuvo que jugársela  precisamente al Don

117. Un pequeño paso.

Sigo aquí; cumpliendo la promesa que surgió de mis labios en aquel instante último, cuando dejaron de besarte. Si fui capaz de acercarte la Luna en aquella noche de verano, este platónico calvario, al que me postran nuestras diferencias, es misión baladí para el martirio de tu amado. Es tan igual, el tacto de esta tierra que piso, a aquella que baña la azulada sal donde te perfumas cada mañana; que es atroz pensar en la finita distancia que separa nuestros mares. Nuestros mares, tan distintos; nuestros seres, tan iguales. Aquí sigo, esperando que tus noches se hagan oscuridad, para cumplir sin remedio la promesa de estar siempre contigo cada vez, bajo la Luna llena. No tengo nada que hacer, solo cuidar que nuestro Sol nunca deje de iluminar; solo esa es mi obsesión hasta que llegue el momento de poder besarte otra vez. Es un pequeño paso para mí, es un gran paso para nuestro amor. No te olvides de mi Luna, no te olvides de mí. Tu selenita.

116. Inocencia (Juan Fuente/Barlon Mrando)

El pequeño Christopher Jr. cumple nueve años y viste por primera vez una chaqueta de la NASA que le queda enorme. Ha esperado paciente a que se descosiese el horizonte y lograse salir la luna, que ahora luce inmensa. Tiene permiso para quedarse hasta las doce y media y ni una sola nube ha venido a interferir. Los grillos le animan sin descanso mientras arrastra el espejo de una vieja cómoda hasta la parte más lejana del jardín. Su madre, en la ventana, lo contempla mientras regresa. Reconoce tantos gestos que debe dejar de mirar. El muchacho ajusta el telescopio y observa con excitación. Suelta un suspiro: la cara oculta es igual que la otra. Si hubiese podido decírselo, su padre no tendría que haber subido a verlo.

115. Alas en la noche (Calamanda Nevado)

Supe que su  sirvienta declaró al día siguiente. “Después de escuchar el último telediario, y  las noticias del tiempo, habló como tantas veces de la luna, y salió de   viaje. Parecía  intranquilo”.
Sus amigos le advertíamos sobre su  influencia. Nos aseguraba, cada día más pálido. –La luna comparte mis secretos-.  Aun así, insistíamos.   -No la observes tanto Andrés. Descansa.  Viaja. Vete a la costa…-
El oficial que llevó el  caso  también pudo leerme parte de lo que testificó   una  singular pareja, que conducía cerca de él: “Iba como loco. La carretera era un peligro. La luna y él se  lanzaban haces luminosos.  Ella le arrojó unas luces heladas que  lo pararon, ¡y lo volvieron trasparente! Nos detuvimos  para  ayudarle, claro”-  Luego añadieron.  “Cuando comenzaba el plenilunio, se elevó delante de nuestros ojos por encima de los tejados; trasparentado y ligero.  A pesar de  la escarcha  y las partículas rojizas de polvo que lo envolvían, cayó sin dejar de sonreír”.
Así los forenses se basaron en estas declaraciones para certificar: “Causa desconocida. El firmamento  esconde secretos insospechados”.
Y es verdad. Andrés se creía alérgico  al sol.  Pero esa misma mañana lo tomó por primera vez en mi piscina, y sin problema.

114. LUNA A LUNA, VERSO A VERSO

Sara era mejor poeta que puta, y eso que de esto último no andaba escasa de méritos. Las noches tempranas, después de cenar frugalmente, bajaba a la calle y se sentaba en uno de los bancos de la callejuela que desemboca en la plaza Maravillas. Era un primor verla. Tan hermosa.

Aleteando sus largos cabellos, encorsetado su cuerpo rotundo en su ceñido vestir, esperaba a que alguien se le acercase y pactase con ella el salario del goce. Por aquello de escapar a los reproches y a las miradas vecinas, el primer cliente no llegaba antes de la luna cerrada para citarse en duelo con la hembra. Y era sobre todo en esa deliciosa espera, cuando Sara solía imaginar jugosas y amorosas rimas que hubieran hecho palidecer, por insultante comparación, al mejor de los orgasmos.

 

113. El delfín y la luna (Cuento – Juana Mª Igarreta)

Érase una vez un pequeño delfín hechizado por la luna. Una noche de luna llena, mientras miraba embelesado la gran esfera plateada que ésta proyectaba sobre las aguas del mar, escuchó:
— Mar, me han invitado a la Feria de Abril y quiero pedirte un puñado de tus rizadas olas; las coseré al bajo de mi traje de nube y podré lucir un auténtico vestido de sevillana.
— Selene, acércate mañana al final del día y tendré preparadas las mejores olas para ti.
Cuando a la noche siguiente la rotunda luna descendió hasta el mar para llevarse un buen número de las más bravas olas, el delfín no se lo pensó dos veces y fue a camuflarse de un salto entre la blanca espuma de una de ellas. Así, este singular polizón consiguió, en una singladura sin precedentes, abandonar el mar y llegar al espacio celeste.
Algunos dicen que una vez cumplido su sueño, se refugió en una gran masa de nubes oscuras y volvió al mar en medio de un inmenso aguacero. Otros aseguran que si miramos fijamente a la luna en noches de plenilunio, una pequeña sombra en forma de pez se adivina entre sus manchas.

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