Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

03. LOS AÑOS DIFÍCILES (Paloma Casado)

Al bajar las escaleras de Radio Nacional, Aurora descubrió una carrera en la  media de su único par decente. Fuera la esperaba el aire de febrero para acompañarla a casa.

Encontró a su madre cosiendo, como siempre.

– Hija, vienes helada. Ven, arrímate al brasero que ahora te caliento café. Qué bien habéis estado hoy, aunque tú casi no has actuado. Hay que ver cuánto sufre el pobre Armando.

–Mamá, es solo una novela. En realidad…

–No me cuentes nada, ya sé que todo es mentira pero, ¿qué distracción le queda a una mujer como yo que no sean las historias que dan en la radio?

Aurora calló que “Armando” se había librado de la cárcel por ser de la “cáscara amarga” gracias a sus contactos, que “el duque” era un sobón, que…

–Mamá, esas historias no le llegan ni a la suela de los zapatos a la nuestra.

–Tienes razón, hija. Los horrores de la guerra y luego tu padre…a saber en dónde estará enterrado el pobrecillo, un maestro que nunca hizo mal a nadie. Es un dolor que llevo aquí dentro…

–Anda no llores, vamos a tomar ese café. ¿Quieres que le añadamos unas gotas de coñac?

 

 

02. Despedida (Juan Antonio Vázquez)

La tez morena y la dureza de sus manos delatan que fue hombre de campo: lo sé bien; allí pasamos incontables mañanas junto a su inseparable transistor, él dando rastrillo, yo arrinconándolo con mil preguntas que no le dejaban escuchar el radioteatro: «…la noche se lo tragó mientras el Montecristo le recortaba brazas para darles caza. Seis toneladas de hierro y plomo les pisaban la derrota desde Tórtola, y a merced de lo que divisaban de proa, mañana yacerían bajo las aguas…». Ese día, recuerdo, quise saber qué era la muerte: un lobo de mar insaciable –dijo mi padre apagando el receptor–, un pertinaz cazador que siempre encuentra tu barco y toma tu alma por tesoro. Lo escuché maldecir por años desconocer el final de aquella historia. Hoy, a su lado en el hospital, no se me ocurre mejor adiós que susurrarle al acariciar su pelo ralo: «…pero el capitán les arenga a abandonar sus puestos: a reír y a cantar. A burlarse del destino; a presumir del salitre y ahuyentar su temor. Al amanecer, el navío perseguidor no da crédito. Perdido el rastro de su miedo nunca darán con ellos». Y sonríe. Y cantamos los dos.

01. ÚLTIMOS DESEOS (JAMS)

Mi hermana está en su cuarto follando con el hijo del vecino. Han entrado en casa muy solemnes, han hablado con mi padre y ahora bufan como potrancos. Mi padre ha trasladado al salón todas las existencias de alcohol de la casa. Tiene una cacerola repleta de hielos, se ha puesto los auriculares y ha encendido el DVD para ver la última temporada de su serie favorita. La acción está ambientada en la Guerra de Iraq pero él se descojona de la risa.
Mi madre no ha regresado; todos nos imaginamos dónde está. Que lo disfrute.
El abuelo no para de llorar. Estamos los dos en la cocina. Han dejado de funcionar las líneas telefónicas, y apenas logramos sintonizar la única emisora de radio que nos mantiene informados. En las últimas horas la temperatura ha ascendido 10 grados en todo el país, y acaban de confirmar que las Islas Británicas ya han desaparecido. El calor se hace insoportable.
He pensado en grabar una despedida con el movil, o romper el cristal de la tienda de enfrente y darme un atracón de helado. Querría hacer algo interesante, o distinto, o emocionante, pero no logro superar el jadeo hipnótico y lascivo de mi hermana.

100. Manipulando el asunto (microrrelato erótico), por Luz Leira

Ahora, en este preciso instante, lo tengo desnudo frente a mis ojos. Siempre me impresiona la presentación y me siento tan insegura como la primera vez. Pero me reconozco una viciosa del género: tan limpio, tan pulido. No muy grande, es verdad, pero de extraordinaria potencia. Vigoroso. Épico. Ascendiendo en palpitante tensión hasta descubrir al final su sorpresa redonda y brillante…

Me entretengo en repasarlo con mis labios varias veces, despacito, deleitándome en su tono firme. Con la práctica, mi lengua se ha vuelto precisa y sin necesitar más prefacio me voy directa al tema. Lo estoy clavando, sin digresiones: más de la mitad ya es mía. Su introducción me produce un íntimo placer que procuro dominar. Conozco los recursos. Como avezada valkiria, bribona en el montaje, apuro y aminoro la acción a mi antojo, administrando sabiamente las pausas. Pero no puedo dilatarme más. Se acerca el clímax. Debo acelerar el ritmo. Más rápido, más rápido, más… Mmmmmmm… Sí… Así…Qué gusto… ¡Ya! ¡Ya! ¡Por fin he acabado este micro!

99. Escalofríos fantásticos Calamanda Nevado

Soy informática solitaria. Ni compañeros, ni conversaciones casuales sobre penaltis o precios decisivos rebajados. Viajo solo en avión. Me evado de la rutina viendo cine erótico de terror en el portátil. Sin ser adicta, cuando quiera lo dejo, gozo desde mi sillón de los culos más despampanantes.
El otro día disfrutaba relajada y a gusto una de estas historias amorosas, y de pronto se chafó el final; no esperaba romanticismos pero me gusta ver como acaban. Unos virus se colaron por el escote de una rubia, la bragueta a un tío que andaba por allí, y la enorme garganta del Macho Alfa.
Tomando forma de monstruos eróticos, rojos, y parpadeantes, no solo tapaban las imágenes calientes, pasearon de un lado a otro la pantalla haciendo gestos obscenos.
Accedí rápidamente al programa principal. Actualicé antivirus, no habían caducado, probé accesos a defensas más potentes, y en un pis pas, a través de contraseñas, reinstalé y formatee el disco duro recuperando la peli,  unos minutos. Porque ladró mi perro como él sabe, jugó y enredó los cables del ordenador, montó al monitor con pasión, desenchufó el equipo con la boca, se tragó mi cena de Navidad, y se metió en mi cama.

98. La Gallinita Ciega. (Montesinadas)

¿Que por qué hago esto? Me preguntas. Pues porque te quiero, mi amor. Porque es tu cumpleaños y es mi manera de darte una sorpresa. ¿Que por qué te tapo los ojos? Ya sabes que siempre me gustó jugar y no hablo del sexo, que también, pero creo que a ti te atrae más el riesgo. ¿Verdad,  amor? No digas nada, deja que la apriete mejor, no vaya a caerse y se rompa la magia. Sé que te pone cachondo que sea una guasona y una incansable bromista, así me conociste y después de tantos años sólo quiero superarme a mí misma. Ve despacio, así, no vayas a tropezar y te lastimes; por nada del mundo deberíamos hacernos daño.

Atento, estamos en el pasillo, se estrecha, no tropieces con las maletas de la chica, la he echado a patadas esta mañana. ¿Que por qué? ¿Tú qué crees?

Con cuidado, vamos a salir a la calle y vas descalzo. Te pincharás con las piedras del jardín, pero no te preocupes,  también te he metido las zapatillas de cuadros que tanto te gustan en las cajas. Lo tienes todo bien organizado. Llegó el momento, ya puedes quitarte la venda.

97. A la manera de la RAE (Rosy Val)

Corría el mes de otubre cuando conoció a aquel vagamundo. Hablaba sin parar, como si se hubiera tragado un cederrón. Aún asín, le invitó a comer a casa. Le indicó el lavabo, y que en el toballero encontraría una toballa limpia. Cuando sentado a la mesa apareció su comida favorita, unas almóndigas con moniatos, no pudo reprimir su entusiasmo. Ella, al ver cómo en su plato nadaba la bayonesa, tampoco. De postre le pidió una madalena, y un güisquito, cortito. Cuando la confianza aterrizó entre los dos, se arremangó sus bluyíns y le mostró en su culamen, pedazo cicatriz de una mordida de crocodilo. También le contó lo muncho que disfrutaba todos los setiembres en la oscuridad de las cuevas viendo volar a los murciégalos. Le gustaba este tipo, y de repente, asín, sin pensárselo le espetó… “¿Te gustaría vivir aquí, en esta casa, conmigo?”. Se emocionó munchísimo y con ojos lacrimosos le reveló que jamás había vivido en una. Tiernamente se abrazaron cuando ella le confesó, que nunca había tenido un agüelo.

96. DIVORCIO EXPRES o CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA.

No he tenido que tomar la decisión, ha llegado sola, cierto es que era de esperar. Durante los días en los que hemos vivido juntos me has maltratado; tal vez no sea justo decir eso, en algunos me hiciste feliz, pero los menos. Esta misma noche voy a tener el valor de decirte adiós. De dejar atrás tu furia, tus engaños que destrozaron mis pocas esperanzas en ti. Lo llevo pensando toda la semana, sí, puedes decir que lo hago con alevosía, es mi manera de decirte que no te quiero, que tú has matado mis últimos tiempos y que no lo soporto más.
Llegarás cansado. Sin ganas de dar nada, ni malo ni bueno, comprendiendo que en la comisura de mis labios hay una sonrisa y no es por ti, es por otro. No me importa confesártelo ya, me voy con él. Sé que no lo conozco, pero tengo plena seguridad de que será mejor que tú.
Así que esta noche voy a salir al balcón en el que he llorado tantas veces mientras tú te regocijabas con ello y en un solo grito que se escuchará por toda la ciudad, te abandonaré para siempre. Adiós 2015.

95. TRAICIÓN

Su recuerdo solo ya hubiera bastado para dilatar la herida. Pero no. También los discos. También esa piel tuvo que dañársela. Nina Simone, Abbey Lincoln: el dolor no titubea, reconoce bien una guadaña de nombres que asoma desde los estantes.

Cuando ella sólo pretende descansar, al fin. Pero la voz: esa caricia, por última vez, de una música de terciopelo. El vacío que él le dejó casi acierta a encoger bajo el disfraz de Frank Sinatra.

La aguja va recorriendo el vinilo: más recuerdos, la brecha cuántos milímetros más grande. Come fly with me, sí, volaron juntos. A la luna, cierto. Cada vez que trepaba al cielo de sus ojos.

Y ahora esta caída. Va a cerrarla cuanto antes. No será la forma más digna de encajar los golpes. Pero si no soporta seguir. De qué otra manera.

Y Sinatra se aleja. Igual que la ventana; la aguja salta del vinilo a su decisión: no es capaz de hacerlo. Esto tampoco.

Pone de nuevo el disco. Llora en silencio, grita en silencio y su desesperación de rodillas, pero al menos, un día más, la voz. Ésa tendrá que ser su manera. Soñar que resiste entre la piel de esas notas.

94. ELLA

Así era ella, a su manera, en su cabeza se albergaban pelos blancos que trataba de ocultar con un poco de betún y aunque sus mejillas habían perdido frescura ella trataba de reanimarlas dándose pequeños pellizcos hasta que conseguía colorearlas.

Lo más complicado era dar vitalidad a sus ojos que alojados comodamente entre un nido de arrugas habían mermado de tal forma que le era difícil encontrar para derramar algo de color sobre sus párpados .

La sonrisa era su mejor arma, y por eso se detenía de forma meticulosa en la boca dando rojo pasión a sus labios cerrando de esta forma su peculiar acicale.

Completaba todo esto con el vestido gris de franela para cobijar el frío y la rebeca negra roída de tanto usarla pero llena de recuerdos .Con su abrigo negro y sus zapatos de corto tacón salía todas las tardes a buscarlo por el parque, allí fuera su ultima cita, y le había prometido amor eterno.

93. Todas las vidas de Marcus Temple

“Piensa en tu futuro, Marcus –me había sugerido mi padre–: ¿qué quieres ser: un escritor pobre o un médico pudiente?”. Entonces yo andaba por tercero y tenía que elegir entre ciencias y letras, con todo lo que aquella decisión significaba. De repente, comencé a encontrármelo en la biblioteca o en los pasillos del instituto con un manual de medicina en las manos y los dos nos mirábamos sorprendidos, pero no comprendí lo que había sucedido hasta mucho después, cuando Laura iba a convertirse en la Sra. Temple y Claudia se cruzaba en una de mis vidas. ¿Se puede amar a dos mujeres a la vez? Una parte de mí quería huir con ella; la otra, quedarse, comprar una casa, tener hijos, un perro. ¿Que qué sucedió? Imagínenselo. A partir de ese momento me he enfrentado a numerosas decisiones importantes y en cada una de ellas otro Marcus Temple me ha tendido la mano deseándome suerte para comenzar otra vida. Me pregunto dónde estarán, qué habrá sido de ellos, del joven Doctor Temple, del Marcus que se casó con Laura, de todos los demás. Los quise, aún los quiero. Solo espero que, a su manera, ellos también hayan sido felices.

92. El papel de Sara

Sara espera su turno. Al final de su brazo derecho un papel le ancla con su peso a la realidad. Sobre su corazón descansa un libro repleto de historias. Sara apenas es un par más en el largo ciempiés que forma la cola, una observadora ajena a la ola de emoción que recorre la fila y que rompe al llegar a ella. Sara dirige su mirada hacia el cartel que corona la ventanilla de admisiones, que anuncia «MATRICULACIONES» con letra chillona y amenazadora. Sara cierra sus ojos y ante ella vuelve a asomarse la interminable sonrisa burlona en blanco y negro de su piano, las caídas repetidas una y otra vez frente al espejo del salón de baile, las tardes encerrada en la inmensidad de un patio con otras prisioneras, vigiladas por un balón arisco y, ahora… Sara es la decimotercera en la fila, la decimotercera con un impreso en la mano, doce manos por delante de la suya han rubricado ya su elección. Su mano derecha se libera y echa por tierra unas ilusiones ajenas a ella. Sara sonríe y abraza con ambas manos su libro. Solicita otro impreso, otro papel para que Sara escriba su nueva historia.

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