Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

66. ¿QUÉ HACE UNA CHICA COMO YO EN UN SITIO COMO ESTE? (Mel)

No sé por qué hago escala en el AEROPUERTO WALPURGIS. Todo es muy raro. Hay un HOMBRE LLAMADO CABALLO relinchando a sus ARISTOGATOS mientras otro, al que dicen TRINIDAD, sigue las HUELLAs de un VIOLINISTA EN EL TEJADO.

En el NOMBRE DEL PADRE y de JESUCRISTO SUPER STAR, en qué estaría yo pensando cuando mi PADRINO dijo “VENTE A ALEMANIA PEPA”. La HUIDA es imposible, ¿por qué no escogería una FRENCH CONEXION o el EXPRESO DE MEDIANOCHE?

El personal de tierra son unos CARADURAS que no dan ni GOLPE y se impone la FUERZA DEL SILENCIO. Que falta el OCTAVO PASAJERO y que el CIELO PUEDE ESPERAR. Toca pasar LA FIEBRE DEL SABADO NOCHE aquí, que disfrutemos de los ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE de la terminal: hay canapés de TIBURÓN y que si somos buenos nos darán un CADAVER A LOS POSTRES…

Recurro a los ULTRACUERPOS de seguridad pero gritan como posesos que se ha cumplido LA PROFECÍA: ¡que soy LA CHICA DE LAS BRAGAS DE ORO!, destinada a casarse con un tal ROCKY, TAXI DRIVER a más señas, si no empezará LA GUERRA DE LAS GALAXIAS. ¡Socorro, esto es el APOCALIPSIS NOW, que inventen ya los años ochenta!

65. Constante movimiento

Nunca supe las razones del por qué nos mudábamos constantemente, pero recuerdo que en la década de los 70 nos movíamos con frecuencia. Fue un periodo plagado de revueltas estudiantiles que, por desgracia, colisionaron de frente con la brutalidad del Estado, donde los toletes golpeaban cabezas de largas cabelleras al compás de la música disco.

También en ese tiempo nuestros corazones se inflamaron con algunas películas, en las cuales, jóvenes pandilleros estaban rebelándose contra todo régimen establecido. Héroes de mezclilla muy parecidos a nosotros. Un nuevo modelo de juventud, más agresiva, estaba proyectándose en las pantallas. Sin embargo, nunca llegamos a convertirnos en «drugos» precoces y violentos como los de “La Naranja Mecánica”; ni tampoco logramos emular el viaje épico de los pandilleros del film “Los Guerreros”, quienes, y contra todo pronóstico, lograron arribar a un paraíso desolado llamado hogar.

Fueron años difíciles para la mayoría de los jóvenes, pero los marcó como generación. No pude disfrutarlo plenamente porque aún era un niño-adolescente, pero lo viví a través de las experiencias de mis padres y tíos, los cuales lograron sobrevivir las convulsiones sociales. Quizá, tuvieron suerte por estar en constante movimiento.

64. NOCTURNO (María Jesús Briones)

Tres vueltas de llave. Penetra el centinela. Mi estrella arrollada. Una gorra sobre mi cabeza desnuda.

El cuero se desliza por mis cueros. Ampollas explotadas en lágrimas y gemidos.
Su batuta enardece Las Valquirias, que me señalan para el sacrificio.

Quince años después, las ampollas renacen en la sala de conciertos. Aplaudo a Mozart y a la batuta de mi marido. Su magia me transporta a Wagner . El eco me acompaña hasta el hotel.
Allí, Él, espectro y guardián en la noche me facilita la llave trescientos tres.
Se abre la recámara. Rezuma el tatuaje. Palpitan mis sentidos.

63. Y Johnny arrojó su fusil (E. Cuesta)

Confinado a perpetuidad, el juez le permitió una única visita antes de ingresar en prisión. Y eligió ir al hospital. Aunque siempre ha sido “un broncas”, ni siquiera sabe por qué lo hizo. “Esa noche me ensañé”, reconoció ante el juez. Atado a los tubos que le sostienen la vida, yace en la cama un chico de edad parecida a la suya. No le permiten tocarlo, pero roza su mano mientras le pide perdón y se tapa la cara, para que no le vean llorar los polis que aguardan fuera.

En el cuerpo, un párpado se abre con dificultad y clava en él su pupila. Esta vez, sí sabe lo que debe hacer, convencido por primera vez en su vida. Él ya está condenado.

62. SEGUNDAS PARTES.

No éramos la pareja ideal, ni tan siquiera aspirábamos a serla. Puede que la historia se deteriorase en aquella barra compartiendo miradas, copas y tertulias con antiguos compañeros de los años setenta. O quizás fuese aquel camarero que jugaba con nuestra rutina, ahogada en cubitos de hielo. De cualquier modo, el amor se derretía.

Yo fantaseaba con viajar a Manhattan en busca de un amor apasionado que no tendiese a naranja ni a mecánico. Sentarme frente al puente de Queensboro para contemplar aquellos Ford-de-Luxe que se habían convertido en Hot-Rods de caminar seductor y atrevido. Poder derramar mis penas al río East. Soñaba con no echarte de menos.

Pedías otro Bourbon y de nuevo, recurrías a tus anécdotas enredadas de tupé e instituto Rydell, pero hace tiempo que dejé de ser  una adolescente a la que le quedasen bien los  pantalones de cuero y los rizos rubios. Marlon Brando aseguraba que era el momento de huir. Con la intención de salvar lo perdido te sugerí  interpretar un tango, pero contestaste: Sandy, es tarde para bailar lejos de París.  Y mientras desafiábamos al destino, éste había dado su gran golpe, al mostrarnos que  las “Love Stories” del cine también mueren.

61. CON OTRA MIRADA (Rafa Olivares)

(Dedicado a Modes. Se lo prometí en Abril).

Lo había intentado todo, pero todo había resultado reiteradamente inútil. Y no fue porque me faltara voluntad o perseverancia; durante más de veinte años seguí, de forma estricta, las pautas establecidas, con resultados siempre efímeros. A cada propuesta, nuevas esperanzas, renovados ímpetus, y al final, la persistente frustrante decepción.

Con ninguna dieta conseguí librarme de los kilos que me sobraban. Con la de los astronautas me salían manchas en las uñas; la de la alcachofa me alteraba el carácter; la del doctor Atkins me producía insomnio; con la de sirope de limón se me caía el cabello…. Todo lo soporté como un mal menor con tal de bajar de peso. Vanos esfuerzos.

Pero ayer tarde, ¡por fin!, encontré la solución. Volver a ver aquella película, que tanto me había impactado hacía tiempo, me ha cambiado la vida. En bendita hora. El personaje del soldado Johnny fue mi inspiración. Hoy ya peso ocho kilos menos, la mitad del objetivo.

Mañana me corto la otra pierna.

59. ENTROPÍA

Soñaba con coleccionar instantes. Depositarlos en cajitas pequeñas, sentir el olor a madera al cerrar la tapa  y no abrirlas jamás. Le reconfortaba la idea de saber que pasara lo que pasara, tendría un ancla en este mar frenético. Cuando ya nada es para siempre, ni siquiera sus pasos en el asfalto podían seguir el ritmo desenfrenado del cambio.

Ya se lo había preguntado antes la oruga a Alicia, ¿Puede saberse quién eres ? No, no lo sabía. Como en aquella película de los 70, solo sabía quién era esa mañana, era una falda en tono pastel que había metamorfoseado en una cazadora de cuero negro. Cómo iba a tener la respuesta, si lo único que parecía permanecer en el tiempo era el olor a chicle de fresa que se iba apagando cada vez que masticaba.

Encendió una cerilla y el olor a madera ardiendo se difuminó con el de la fresa. Ahora tenía más clara que nunca la respuesta. ¿Puede saberse quién eres tú? Era la que ya no quería un ancla, era la que prefería abandonarse al vaivén de las olas.

58. AYOTZINAPA (María Ordóñez)

Los gritos y lamentos traspasan las paredes cubriendo calles, campos, mar. Arriban chirriantes a los oídos de todos nosotros, estemos donde estemos. No nos dejan pensar, hablar, sonreír, comer. No nos dejan hacer el amor porque ya no hay amor. Se ha de haber ido lejos. Muy lejos. Allá donde no matan gente, donde no la desaparecen, donde todos pueden pensar, hablar, sonreír, comer y hacer el amor en paz. Aquí ya no podemos. Este eco constante del llanto ya no nos deja.

Antes todo era lujuria. Como en película setentera. El verde del campo era lujurioso, el azul del mar también. Todo. Y nosotros éramos los más lujuriosos porque éramos felices. Desde tierras frías muchos llegaban buscando semejante ventura. Al encontrarla, algunos ya no se iban. Ahora ya ni se acercan. Tienen miedo. Porque aunque el sol brilla deslumbrante como siempre y el turquesa loco del mar igual hechiza, así como los prados del altiplano con sus apasionados verdes, ahora ya no hay flores. Casi todas las hemos arrancado para ofrecerlas a nuestros chicos perdidos. Si los encontramos las ponemos en sus tumbas. Si no, ante sus fotos; a ver si su perfume disipa un poco esta maldita pena.

57. NO DESEARÁS…

Todos los días bajo la basura a las nueve de la noche en punto, cuando Alfredo llega de trabajar. Es un hombre ordenado y cabal. Tiene muy buena planta y unos ojos preciosos.

A las ocho y media comienza mi ritual. Me maquillo un poquito, no me gusta exagerar; tampoco son horas. Me recojo el pelo en una cola de caballo. Siempre han dicho que me favorece mucho. Deja ver las orejas y el brillo de mis pendientes favoritos, esos que solo me pongo para esta misión. Tengo el resto del día, cuando él no me ve, para soltarme la melena. En días calurosos suelo elegir un vestido vaporoso, sencillo pero elegante, con un poco de escote: insinuante, pero no demasiado. Los días más fresquitos, en cambio, siempre visto vaqueros y camiseta. A veces, añado una sudadera. De marca. Para los pies, siempre unas parisinas. Las tengo de todos los colores posibles. Cada día, al abrirme la puerta del ascensor, echa una mirada disimulada a mis zapatos y sonríe con aprobación.

Mi vecino del quinto, Alfredo, es decorador; se fija mucho en los detalles. El caso es que sigo esperando que él tenga uno conmigo.

56. El secreto de Dorothy (María José Escudero)

Hernie está más relajado y feliz que de costumbre. Tiene un brillo intrigante en la mirada y, aunque su cuerpo aún no ha terminado de crecer, parece como si hubiera transitado por el futuro. Ya no busca respuestas en los libros ocultos ni en las salas de cine. Cautivado, escucha la banda sonora de una noche de verano en que su inocencia palideció a los pies de mi cama.

Postrada en la melancolía de las sábanas, rememoro los abrazos silenciosos, la ternura de unos dedos aprendices, aquel latido inquieto y generoso de su amor adolescente.

Ahora le imagino respirando la brisa apacible de la playa, vigilando nuevos atardeceres en la isla, aferrado a la carta que narra nuestra historia. Y quisiera decirle que no consigo olvidarlo y tampoco arrepentirme, que el recuerdo de su piel me asalta todavía, que sólo espero envejecer despacio…

La música suena. Dorothy  baila decalza, y su sonrisa -mezcla de amor y  dolor- invade la pantalla.

55. ESA PELI DE CULTO

Me dormí cuando el capitán Willard se adentraba río arriba en busca del comandante Kurtz. Al despertar, Alex golpeaba a Georgie y al lerdo Dim con esa delicada ultraviolencia tan natural en él; Dim intenta salir del agua y frente a él aparece Travis, que acciona un ingenioso mecanismo para que el revolver se deslice hasta su mano. El tercer disparo alcanza una rueda de la Vespa de As de Oros mientras suena el “I’ve had enough” de los Who, evitando así que Jimmy arroje el scooter sobre los blancos acantilados de Dover, en un larguísimo plano secuencia donde se ve a la teniente Ripley abandonando a toda hostia la Nostromo, perseguida por un lobotomizado Mc Murphy que no cesa de babear mientras su amigo Billy Hayes logra escapar de aquella horrible cárcel turca disfrazado de guardián. Nos acercábamos al clímax cuando noté olor a chamusquina. Todo sucedió muy rápido: el fuego brotaba desde dentro de la pantalla, las puertas de emergencia se bloquearon, y una adolescente pecosa y desaliñada se paseó entre las butacas en llamas con aire catatónico. A excepción de Danny y Sandy, que escaparon volando a bordo del ultramático e hidromático descapotable, el resto perecimos calcinados.

54. Déjà vu 1978 (Jerónimo Hernández de Castro)

Antonio rebullía en la cama del hospital. No se acostumbraba a tanto tiempo sin usar calzoncillos y se rascó bajo el camisón verde que no era capaz de abandonar. Su nieta, compañera silenciosa durante toda la tarde, puso a cargar el móvil antes de abrir el armario compartido con su vecino de habitación, también operado de lo mismo.
– Abuelo hay que modernizarse. Tenemos que hablar con Lady Gaga para que te dé el contacto de su modisto.
El convaleciente reparó entonces en los pantalones negros ceñidos hasta la rodilla que ocultaban las botas de la joven. Por un instante se vio con una camisa oscura de cuello infinito bajo una esfera multicolor de cuadritos de espejo, barriendo la pista con sus inmensas patas de elefante. Aquellos no eran tiempos para hacerse un traje blanco, pero con su tupé moreno y ese movimiento de muñecas todas las chicas querían bailar con él.

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