Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

15. Luna de agosto (Ginette Gilart)

A través de la ventana abierta los rayos de luna iluminan los cuerpos desnudos y entrelazados de los dos amantes. Luego la mano de él resbala lentamente por la espalda despertando en ella un nuevo deseo.
Bajo la luna llena la fiesta está en su apogeo. Apoyado en la barra del chiringuito, Curro no parece participar de la juerga: «No tenía que haber dejado a Rocío sola, con sus dolores de cabeza». Bebe a sorbitos su copa y observa la escena: alrededor de la hoguera todos bailan y cantan sobre la arena aún caliente; todos no, falta Manuel.
Qué extraño, piensa, mientras acaricia suavemente el filo de su navaja.

14. La luna más llena (Ricardo González)

 

El tío Ramón me encargó, como cada vez que le visitaba, sus 6 botellas de R., el pan de hogaza de su Burgos natal y aquel queso de Manzanares.

Vi cómo se alzaba en el horizonte la enorme luna llena del 19 de marzo de 1993. Dicen que la mayor de la historia.

Me recordó al extraño fenómeno que relataba aquel maestro del humor.

Cansado y cabreado tuve que parar por imperativos mecánicos. Gracias a eso, pude contemplarlo desde el arcén de la A-3.

Esperando a la asistencia que promete todo seguro, disfruté durante dos horas.

“Viernes Santo es el primero posterior a la primera luna llena después del equinoccio de primavera, de manera que la semana santa nunca será antes del 21 de marzo ni después del 23 de abril”.

Esta información resulta sumamente importante para alguien que, como yo  después de 500km. seguidos,  debe derivar la mente para no quedarse dormido.

El rocío empezó a manifestarse. Me refugié en el coche.

Otras dos horas después, decidí abrir una de las botellas de rico R. una cuña del queso manchego y un buen trozo del enorme pan.

Era de madrugada, ya sin luna. Hacía mucho frío. Me despertó la bocina de la grúa.

 

13. Demencia (Susana Revuelta)

Desde que encontraron el cadáver de Holly hundido en el pozo negro, mamá se pasa los días deambulando como un fantasma por los pasillos y habitaciones sin parar de repetir «no olvides bajar la tapa, hija, no olvides bajar la…» cada vez que me ve entrar o salir del cuarto de baño. Está convencida de que se escurrió por el agujero del inodoro que ahora engulle cada nuevo cachorro de setter que obstinado trae papá cuando misteriosamente desaparece el anterior.

Solo el eco de esa cantinela, las descargas de la cisterna y los ladridos suplicantes me mantienen distraída. Porque desde aquello nadie habla ya de mi hermana. Ni de ella ni de nada. Por eso yo, para sentirme menos sola, sigo llevando mascotas a su tumba y en las noches de luna llena me quedo allí un ratito a jugar con sus sombras.

 

12. CARITA DE LUNA LLENA

Su carita de niña asustada te provocaba ternura nada más verla, era especial. La quisimos muchísimo y ella lo sabía, creció como una más en la familia. Nunca supo que era adoptada.

Era imposible que una niña tan bonita tuviera problemas, Síndrome de Cushing lo llamó el doctor que nos explicó su caso. Luego vinieron las alegrías, las primeras palabras, tan deseadas, los pasitos iniciales, los abrazos, y también los problemas de huesos, los tumores, las fracturas. No perdió la sonrisa, excepto cuando el dolor la superaba. Fue feliz más tiempo que la mayoría de la gente y hace poco nos dejó.

Nos gusta pensar que en la noches de luna llena nos mira desde su altura y nos manda sus rayitos de amor.

11. PROMESAS

Manolo se había enamorado como lo que era: un adolescente. A sus dieciséis años, ese mes de julio había conocido el primer amor, pero Esther tenía que volver a Barcelona. Ella había suplicado, implorado, exigido y amenazado a sus padres para conseguir quedarse en el pueblo con los abuelos todo el verano, pero habían alquilado un apartamento en Cádiz para agosto y no hubo forma de convencerlos. Tenía que reunirse con ellos y su hermano pequeño.

Acurrucados en el pequeño banco de piedra de la Fuente del Rosal, mientras la luna llena lucía en el cielo castellano, él no era capaz de soltarse de su abrazo, aunque sabía que no había remedio. Tenía que acompañarla a casa y despedirse de ella hasta, por lo menos, Semana Santa.

Repentinamente, un último rayo de esperanza le iluminó: –Esther, la luna que se ve desde Barcelona y Cádiz es la misma que ésta, ¿no? Pues mírala todas las noches. Yo la estaré mirando también. Le diremos un “te quiero” y será como hablarnos a través de ella. Así estaremos juntos todas las noches.

Manolo era un romántico. Y además, un ingenuo. ¡Con la de chicos guapos que veranean en Cádiz!

10. Lobos y chihuahuas (Jesús Mollinedo)

Madre e hijo adolescente hablando una tarde en el parque, junto al estanque.

Él tira una piedra y el proyectil rebota en el agua dejando una estela de ondas vacías e imperfectas.

-Madre, ¿es verdad que los lobos aúllan a la luz de la luna?

A padre se le erizan los pelos del cuerpo cuando vuelve con los amigos del bar por la noche. Aúlla como un lobo cada vez que te golpea una y otra vez y te fuerza delante de mi, mirándome con esos ojos rojos fuera de sí-.

-Madre, ¿los osos también aúllan como los lobos?

Padre me besa por las mañanas, me acaricia y me da muchos abrazos, el abrazo y la zarpa del oso, me dice, grande y poderosa-.

-Madre, y los chihuahuas, ¿aúllan también a la luz de la luna como los lobos o los osos?

Padre dice que me va a comprar uno por mi cumpleaños, que son cariñosos y protectores-.

-¿Sabes una cosa madre? Odio a padre cuando se le erizan los pelos, prefiero tus abrazos a los suyos, y no quiero tener chihuahua. Quiero una pistola cargada con balas de plata.

-Madre, ¿por qué lloras?-.

-Hijo, esta noche es luna llena-.

9. LUNA ANTE O POST MERIDIEM (Marcos Santander)

Salgo de casa. Miro a izquierda y derecha y, a pesar de que oigo el murmullo lógico del día y la hora, no veo a nadie, y ni tan siguiera veo ningún tipo de vehículo aparcado en ambos lados de la calle, no hay movimiento perceptible salvo la vibración del aire incidiendo en mis tímpanos, ese murmullo callejero habitual de cada día que me sujeta a la realidad. Me froto los ojos. Me preocupo e intento racionalizar el momento y las sensaciones, y llego a un par de, para mí, lúcidas conclusiones: o estoy soñando, o estoy en proceso de desaparecer de la faz de la tierra. Me palpo la muñeca izquierda. Giro el reloj. Señala las doce, ¿Ante o post meridiem? No logro saberlo. Mis ojos giran en dirección vertical y se percatan, me percato, de que varios rayos de sol han herido con sus corpúsculos sendas retinas. Durante un rato, repaso varias escenas de mi anodina vida, e incluso, vuelvo a jugar en aquella pequeña presa en la que aprendí a nadar. De pronto, el murmullo asidero se va haciendo más inteligible. “Pero papá, ¿Qué haces aquí en la calle, desnudo y a estas horas de la noche?”

8. Desliz (Blanca Oteiza)

Esta mañana en el autobús nos hemos cruzado la mirada, he sentido deseos de saludarte, pero tus ojos me han dicho en silencio que mejor lo deje como está.

El recuerdo de aquel verano, en cambio, ha sacudido mi memoria. Tambaleándome entre parada y parada he visto como bajabas una antes que yo. He querido salir corriendo detrás de ti, pero mis pies no se han movido hasta la siguiente.

Ya en la acera deambulaba como un mendigo de cariño, añorando tu compañía. De pronto el día se volvió turbio, eclipsado por tu ausencia que creía superada. En los escaparates veía tu rostro sonriendo como aquellos días de agosto.

En mi mente aún bailan las últimas palabras que me dijiste aquella noche de luna llena junto al mar que la reflejaba. Te observé ir hasta que te perdiste por la esquina de la calle que conduce a la iglesia.

 

7. LES PETITS ESPAGNOLS (J.Redondo)

El abuelo, enfundado en su largo abrigo, quedó desarbolado. El sombrero de fieltro, también gris, apenas dejaba ver la barbilla caída sobre su pecho. Sin más lágrimas quedó solo entre los bolardos y cornamusas del Musel.
El barco, un carguero francés con tripulación oriental, era ya solo un punto de tenue luz. El viaje debía transcurrir en horas nocturnas. El destructor “VELASCO”, tomado por los “Nacionales”, en misión de acecho, trataba de dificultar estas labores de la Cruz Roja Internacional.
A Dioni se le encomendó el cuidado de sus tres hermanos. Superada la edad para ser niño refugiado, al objeto de pasar inadvertido, la abuela le había afeitado las piernas.
Un estruendo, un cañonazo, les despertó. Mi padre sacó a sus hermanos a cubierta. La brisa marina alivió sus pulmones viciados por el aire de la sentina.
Bajo la luna llena los escoltaban sendas fortalezas flotantes llenas de lucecitas. El sonido ensordecedor de los motores, el chapoteo del agua cortada en proa y revuelta por las hélices a popa, aturdía a los niños. Se trataba de navíos de guerra de la flota inglesa que en misión de custodia aseguraron su llegada, sanos y salvos, a Pauillac, en la costa francesa.

6. PRECIPITACIÓN LUNAR (Salvador Esteve)

Narciso Sánchez observaba en el espejo sus rasgos perfectos, ¡qué guapo era, diantre!  No comprendía cómo sus padres, dos carcamales de lo más vulgar, habían concebido un ser tan lindo.  Cuando acabó de acicalarse se cruzó con su hermano, el gordo, y con un gesto, mezcla perfecta de superioridad y desprecio, hizo que éste bajara la cabeza avergonzado.

Narciso salió a la calle e inspiró profundamente.  Cuando pasaba por la calle Arenal en la intersección con la avenida España, escuchó un fuerte ruido que le hizo levantar la mirada.  Entonces vio la luna, pero no la luna referente de poetas y trovadores, la que Neil Armstrong pisó, o bestializa a los licántropos, sino una luna de tres por dos que la señora Gutiérrez había comprado para decorar su vestíbulo.  Un cabo de la grúa se había roto en su intento de izarla al octavo piso.  De repente, vio su rostro reflejado en el espejo, cada vez lo veía más nítidamente, aún tuvo tiempo de pensar ¡qué lindo soy! antes de que la luna y su cara estallaran en rojo vanidad.

Narciso no murió en aquel accidente, pero su ego está en cuarto menguante.

 

5. LAS VIUDAS BLANCAS (Paloma Casado)

Dicen que en las noches de plenilunio, regresan para tejer juntas la ropita de los hijos que nunca parieron.

Uno del derecho y otro del revés o en punto bobo, van surgiendo de sus agujas plateadas jerseys y patucos tejidos con hilo lunar. Cantan a coro y sus voces se confunden con el rumor de las hojas de los álamos cercanos que agita el viento.

Luego recorren las calles del pueblo buscando a niños frágiles que vestir con sus mortajas. Por eso, las madres velan sin descanso las cunas de sus pequeños enfermos y a veces, tras un ondear de visillos, observan un estremecimiento en sus cuerpecitos y sienten la fría caricia de unos dedos.

Son las viudas de los jóvenes que marcharon al frente. Ellas murieron solas,  ellos en el campo de batalla, añorándolas.

 

 

 

4. Hombría (Mar Horno)

Eran un pueblo festivo. No terminaban una celebración cuando ya estaban preparando la siguiente. A pesar del  carácter parrandero de los vecinos, a nadie le terminaba de gustar «La Fiesta de las Hachas», que siempre se solemnizaba en luna llena. Con los años, las formas de esconderse se habían perfeccionado hasta convertirse en un refinado arte. Incluso algunos se perdieron para siempre. Pero la mayoría habíamos disfrutado en mayor o menor medida de  pequeños cortes que tomábamos como la penitencia necesaria en pago de nuestras faltas. Amputaciones que curábamos a base de contrición y paciencia. Menos las del Macario, arribado a  la aldea hace poco, y que,  a pesar de conocer la tradición, se veía con la Rosario a espaldas de su marido. Perdió su hombría de un certero tajo. Durante las partidas de dominó todos le enseñábamos algún muñón para consolarlo pero él negaba con la cabeza y salía del bar cabizbajo. Luego pasaba por debajo del balcón de su amada y lloraba porque ya nunca podría recitarle versos con lengua.

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