Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
7
horas
2
2
minutos
5
9
Segundos
4
3
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

26. La arruga es bella

Cuando me miraba al espejo llamaba mi atención aquella arruga en el entrecejo, cada vez más pronunciada y profunda como un surco sobre tierra seca. No obstante, decidí acudir a la cita y mostrar mi rostro sin complejos ni engaños.

A pesar de mi escaso fondo de armario, conservaba aquel vestido rojo ajustado y sexi que seguro llamaría la atención de mi pretendido. Completé el atuendo con unos tacones altos y un bolso.

Cuando llegué al restaurante, él me miró con asombro y balbuceando exclamó:

−Estoy sorprendido. ¡Tú belleza es mayor aún que en la foto!

Ella sonrió picarona y contestó:

−Siento que una arruga la estropee…

−La arruga es bella querida –contestó él−. Y una sola no desmejora lo más mínimo semejante vestido.

25. INEFABLE (Juan Manuel Pérez Torres)

Algunos, como mariposas, zigzagueaban los aromas del naranjo del patio y se acomodaban por los dulces azahares, por el muro jaspeado de jazmines y, también, por las púas de la buganvilla. La fragancia de las rosas, tras ellos, volaba alrededor, cual voluta evaporada de su invisible presencia.  En la casa, los hermanos revisaban armarios, cajones, álbumes, cuadernos. Aireando su ropa, nació una brisa, como viento céfiro, elevando al cielo dorado el leve peso de sus más maternales recuerdos. En la calle, gente extraña lanzaba besos al aire.
Al cabo de la tarde, desistieron de encontrarlos. Lo dejaron todo bien cerrado y oscuro y se abrazaron antes de irse a buscar, cada uno por su lado, dónde habían perdido sus ombligos.

24. Dinastía equivocada

La misión era fácil, ella desconectaba la alarma del chalé de sus abuelos y yo cogía el jarrón chino de la vitrina de Luis XV. Luego, lo llevábamos a la casa de empeños y, con el dinero obtenido, nos fugábamos juntos. Cuanto más lejos, mejor. Un plan sencillo que salió bien, aunque solo nos llegó para dos billetes de metro y, antes de la cena, estábamos de vuelta cada uno en su casa.

23. Una historia de amor

Mientras otras tortugas superaban peligros de todo tipo y se dirigían a desovar en la playa, Manolita, la única díscola del grupo, se volvió para dejar sus huevos en un recodo del río. Tras un interminable y difícil camino corriente arriba, al fin pudo llegar al lugar en que conoció a Rodolfo, el hermoso sapo cancionero que la engatusó y amó una noche de luna llena en ese lugar paradisiaco que nunca olvidó.

Hoy, unos pequeños reptiles inquietos de una especie desconocida juguetean en las cascadas, entre traviesas truchas, ante la mirada atenta de sus progenitores que cantan felices al sol.

22. MIRADA(S) (Mariángeles Abelli Bonardi)

Donde otros ven cabellos de Medusa, él ve ensortijados rizos.

Donde otros sienten un aliento de dragón, él disfruta de ese perfumado que le da los mejores besos.

Sus ojos me dejaron de piedra, atenta a su sonrisa de vampiro, y las partes recosidas de su cuerpo derribaron por completo mi armadura.

Ya no tenemos miedo. Caminando juntos, ahuyentamos los fantasmas del rechazo. Ahora, al fin, la vida es bella.

21. FE DE ERRATAS

Quiero dejar aquí constancia de lo injustos que han sido conmigo los transcriptores de una parte vital de mi vida. De generación en generación se ha ido gestando una mentira que quiero borrar de todo el imaginario de aquí en adelante. Cierto que me tocó ser la fregona mientras mis hermanastras se pasaban el día vagueando, cierto también que mi madrasta me hacía la vida imposible, hasta ahí, nada que objetar. Pero no hubo pajaritos ni hadas que me hicieran un traje para acudir a palacio, ni una hermosa carroza. Nada de eso. El traje lo confeccioné yo misma, robándole horas de sueño a las noches, con las telas que sisé de los vestidos que mis malhadadas hermanastras desechaban. Y nada de zapatos de cristal. Calcé unos zapatos que ellas no querían y, no siendo de mi talla, rellené el sobrante con algodones. Verídico es que bailé con el príncipe y disfruté de una noche diferente, pero confieso que era un petulante y un estirado. Eso me sirvió para valorar a otro príncipe sin palacio que me venía rondando: el hijo del jardinero. Ilusionada, hui con él, pero ese es ya, otro cuento.

20. La vie est belle (A. Barceló)

Abre los ojos, el lujo y el buen gusto le rodea. Levanta la persiana, hace un día estupendo, el jardín del chalet luce espléndido. Ducha, traje de marca, unas gotas de perfume caro y a trabajar. Sale del garaje al volante de su coche de alta gama recién estrenado. Música a tope: “because I’m happy, na, na, na…” Llega a la empresa y asciende hasta su despacho en el ático de la torre principal, por algo está en la cúspide, las vistas son de película. Enciende el ordenador, de fondo de pantalla las playas de arena blanca y aguas turquesa del idílico destino para sus futuras vacaciones. Introduce el password, abre el último informe, lo repasa bien, lo firma y lo envía. En él aconseja el despido de treinta empleados como medida necesaria para ajustar el gasto y ampliar los beneficios, hubiera bastado con cargarse a dieciocho, pero los números serían más discretos, así quedará mejor en el Consejo de Administración. ¡Uuuhhhmmm!, huele a bonus extra.

19. Desde el séptimo

Por dentro y de cerca todo parece dibujado en la pared. Ellas son mucho más bajitas. Y ellos más antipáticos. O taciturnos; puntualizan los del equipo que pululan, plató arriba y abajo, sin tarea determinada.

Todos releen el guión, y se graba. Pero nunca aciertan a la primera. Ni a la segunda. A la tercera,… si hay suerte. Pero se dan pocos casos.

El sirope de fresa anuncia la muerte, que parece sentarles muy bien a todos. Esas escenas son fáciles de reproducir. Aunque al del sonido le chirrían todos los sistemas cuando hay que preparar más de una detonación en cada jornada de montaje.

A oscuras y en cómoda butaca de patio, aprovisionados con un combo XL de bebida y palomitas, ningún espectador se percata del truco del audio pro triple envolvente. Y la historia avanza trepidante por la gran pantalla. Los aplausos quedaron emparedados tras la última reforma de las salas.

18. UN PEQUEÑO CAOS (Ana María Abad)

Mientras vivió, Pablo disfrutaba viendo a su hija Sara disponer el belén en un orden propio y muy particular, aún sabiendo que la perfeccionista de su mujer madrugaría la mañana siguiente para reestructurar a escondidas el despropósito de turno, achacándole el cambio a Papá Noel, que siempre dejaba junto al pesebre una figurita de mazapán.

Este año, la mula ha terminado en el patio del castillo romano, el buey en la charca de los patos, los tres Reyes Magos confraternizando con los pastores en la taberna, y el Niño Jesús echando una mano a las lavanderas. A María le toca sacar el agua del pozo, pero es José quien se lleva la peor parte, al quedar ubicado tras un matorral, junto al caganer.

El día de Navidad, Alicia se levanta decidida a recolocarlo todo una vez más pero, al ver la estrella en delicado equilibrio sobre el puente de madera, sólo es capaz de pensar en cuánto echa de menos a Pablo. Cuando Sara llega corriendo a por su mazapán, el belén está intacto; una nota firmada por Papá Noel le ilumina el rostro: “tu padre me ha convencido: así está mejor”.

17. BENZETACIL 2400

Y pensar que, hace muchos años, cuando apenas era un mozo flacucho y sin bigote, me encantaba hacerme el hombrecito delante de la enfermera que, echándome en su regazo, me clavaba en el glúteo aquellas dolorosas agujas contra el reúma.
—¡Ay!
—Relaja el culete, que te va a doler más, me decía y luego me soltaba con un cachetín y un guiño.
Creo que por esa mirada tan cómplice y por mi natural tendencia a lucir el trasero he sido un mujeriego impenitente hasta el día de hoy, aunque ahora veo el precio de mi dejadez.
—Pase y desvístase de cintura para abajo, me dice un doctor muy serio que me mira con reproche y preocupación.
—¿Es grave?, pregunto sin la menor respuesta, salvo un suspiro de reprobación.
Mientras observa mi ruinoso estado y se ajusta los guantes de látex, el doctor manipula con destreza el vial y piensa en la cantidad de víctimas de mi insensatez, pero mi mente, temerosa del diagnóstico, ya está de viaje a la clínica de mi infancia, donde la realidad dolía menos que un pellizco.

16. Nada es lo que parece. (Montesinadas)

La misma noche que con una quijada de burro destrozó a los filisteos, la bella Dalila se presentó en su tienda para salvar a su pueblo. Con los excesos del vino y la tensión de la batalla, Sansón se durmió profundamente en los brazos de Dalila que no llegó a sentir, entre sus piernas, la descomunal fuerza del héroe. En el silencio de la madrugada, según el plan, sacó el cuchillo oculto entre sus velos dispuesta a cortar, mechón a mechón, aquella larga y hermosa cabellera que, según la leyenda, encerraba la fuerza de los dioses. Cuál fue su sorpresa cuando, con sólo tirar, toda aquella pelambrera quedaba en su mano y la cabeza de Sansón lisa como un canto rodado del río Jordán. Perturbada acercó la daga a otra parte del cuerpo dispuesta a cortarla e imaginando que, como cualquier hombre, ahí escondería su vigor.

15. Alicia

Regresé a la casa de mi infancia y se me antojó más pequeña que en mis recuerdos. Aquel pasillo interminable donde correteábamos apenas ocupa un puñado de baldosas. La litera que compartía con mi hermano desde cuya altura oteaba el mundo, se me presenta ahora irrisoria. Todo ha menguado como en aquel país de las Maravillas. Aunque hay algo que mantiene el tamaño aterrador de entonces, el cinturón con hebilla de papá.

Nuestras publicaciones