Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

42. LA REBELIÓN DEL MAR

Ahora que…

La mar está muerta. La calma de las mareas han dormido las aguas.

La gente empieza a caminar por encima de los océanos. Los hay que se han quedado a vivir en los castillos de los barcos. Los más emprendedores quieren levantar edificios para rascar los cielos. Hablan de pintar flores en las cunetas a lo largo de las estelas, de colorear árboles en las lomas azules de las ondas, apuntando con sus copas a las crestas nevadas de las olas vagabundas, donde refrescar la mirada de tiempos pretéritos.

Las golondrinas, desorientadas en el desierto azul, se agitan como gaviotas en un vertedero.

De momento no hay países, pero ya se oye que en el paralelo 43 están intentando crear un barrio. Quién sabe si algún día a la gente le dará por unirse en pueblos, en provincias o comunidades y seguir cometiendo los mismos errores.

La mar está quieta. No sabemos lo que habrá en el fondo, en las conciencias de los inmigrantes que, a la deriva, se tuvieron que conformar con el sótano del cementerio.

…he vuelto al arrecife con el salvavidas que me dio la palabra. Donde mi ser un día estuvo a punto de zozobrar.

41. TREPADORA INMORTAL (Mariángeles Abelli Bonardi)

Cuando me encontró, era apenas un podo que otra persona hubiera ignorado, e incluso, llegado a pisar. Su alma de bióloga pudo más y así, tras ponerme en agua, comencé a crecer hasta rodear el interior de su cocina.

Mientras estudiaba, supo que puedo resistir meses sin ser regada y vivir hasta mil años. Que me usan en la industria farmacéutica, y que bebida en un té, curo la tos e infecciones respiratorias.

Ya recibida, con el título en mano y a punto de volver a su provincia, no tuvo corazón para dejarme, y tras plantarme en su jardín, no hubo ladrillo o pared que yo no cubriera de verde, pero como siempre, no me alcanzó: por eso, una noche, con la luna a mi favor y la casa en silencio, me arrastré despacio hasta su escritorio, donde me halló a la mañana siguiente, tapizando el protector de pantalla, aferrada al teclado con mis hojas de hiedra.

 

40. CÓNCLAVE DE EXPERTOS (Rafa Olivares)

Convocados los más sabios de distintos lugares, épocas y especialidades, se reunieron para estudiar aquel caso inédito. El doctor Barnard decía que los tejidos, músculos y vasos se habían regenerado perfectamente; un trasplante resultaba innecesario. Por su parte, Ramón y Cajal, los dos, opinaban que no existían impulsos eléctricos neuronales de molestia o dolor y atribuían la percepción a la memoria patológica del organismo. El profesor Freud, sin embargo, pensaba que todo se fundamentaba en una mente obsesiva capaz de generar síntomas sin relación con un origen físico real. En cualquier caso, lo cierto era que, después de dos siglos, cierta sensación de hormigueo en las palmas de las manos aún persistía en el crucificado.

39. LENGUAS MORIBUNDAS

La lengua de Urban era insegura, y por eso solo la usaba ante su esposa. Ese idioma de amar, odiar, blasfemar y llamar a ciertas cosas por su nombre; esa jerga recibida de sus ancestros para que se la otorgara en herencia a los hijos que nunca tuvo, agonizaba, y ni las cátedras la resucitarían, ni las asambleas la secuestrarían, ni los niños la escucharían de nuevo de boca de sus madres.

Aquella mañana llovía menos que en los pasados días de noviembre, pero la humedad era molesta para los huesos del viejo, que se agachaba con dificultad.

—Delecti’m magna, binomi. Acudi ad ti ja —tal vez leyó.

Sobre la tumba de su esposa, Urban dejó una ininteligible despedida. O acaso un saludo. Las lenguas moribundas no terminan de desaparecer, pero son confusas, pues saben que quedarán sepultadas para siempre en la fosa común del tiempo.

38. Inseparables (Alberto Jesús Vargas)

Los cuatro empezamos a ser inseparables ya en la escuela primaria. Por eso, cuando Guille murió sin guardar turno, decidimos no referirnos a él como un difunto al que se le llora o como un muerto al que se le entierra. Él seguiría con nosotros. Lo habíamos jurado al terminar el instituto, pasara lo que pasara no perderíamos nunca el contacto. Quizás esa fue la razón por la que no nos extrañó tanto verlo aparecer, como si nada, dispuesto a jugar la partida semanal de pádel que aquel jueves, para evitar asumir su ausencia, no quisimos suspender. Reprimiendo las ganas de abrazarlo, fingimos normalidad y ninguno cometimos la torpeza de aludir a su reciente funeral. Y terminado el encuentro, nuestro retornado amigo, ejerciendo más que nunca como alma del grupo, nos convenció para salir de fiesta. Jaleados por él, vivimos la noche intensamente, desenfrenados, como si no hubiera un mañana. Al cerrar el último garito, él se empeñó en conducir y acabamos, con las primeras luces del día, estampados contra un camión. Fue entonces, mientras flotábamos en una ingravidez espiritual, cuando Guille nos dijo: «Chicos, ahora empieza lo bueno de verdad. Bienvenidos a este otro lado».

37. Tierra (Luisa Hurtado)

Sé que la historia se repetirá y la vida seguirá porque, aunque debajo de mi piel de arena y rocas yacen olvidadas y reducidas a polvo cientos de especies de seres vivos ya extintas, siempre hay una criatura que resiste, sobrevive y prolifera.
No, no estoy muerta, no lo estaré hasta que la estrella alrededor de la cual giro desde hace millones de años me alcance y engulla, no lo estoy aunque lo repitan esos seres que me han convertido en un planeta maltratado que ya no les gusta, del que huyen a bordo de costosas naves hacia las estrellas.
Sé que yo no moriré, no ahora. En cambio ellos… .
Se admiten apuestas.

36. Armas de destrucción doméstica ( Paz Monserrat Revillo)

Siempre le chocó ese destello marino en la mirada del hijo, tras su linaje de ojos negros. Caprichos de la genética, pensó. Hasta que una analítica rutinaria revela el grupo sanguíneo del adolescente, incompatible con el suyo. Todo confluye en la terrible sospecha de un engaño. Tan fácil como someterse a un sencillo protocolo.

Frente a su puño apretado, ella jura haberle sido fiel. Abren sus vidas en canal con una saña desconocida. Donan fluidos, se someten a más pruebas. Él ofendido, ella rabiosa. Del chico basta su cepillo de dientes.

A la espera de la cita, la casa es un campo de minas.

Un médico, parapetado tras su mesa gris y su bata blanca, suelta la noticia como quien lanza una granada de mano. Protegiéndose de las esquirlas tras un informe repleto de tecnicismos, les dice que tampoco es hijo de ella. Que lo siente mucho, les parece oír a lo lejos entre una polvareda de palabras absurdas como negligencia, intercambio, pasado, enfermeras y falta de protocolos.

Mientras ellos tratan de sobrevivir a la devastadora explosión, el chaval de ojos azules disfruta probando con un par de amigos las armas de la última versión online de World of Warcraft.

35. CASCOTES (Rosalía Guerrero Jordán)

Corremos cogidas de la mano buscando una salida que no existe, malheridas y sedientas, mientras una lluvia de metal y fuego va convirtiendo nuestros sueños en cascotes.

Huimos intentando encontrar una salvación imposible, como gacelas saltando al abismo en un intento desesperado de evitar las fauces del león.

Pero tú y yo sabemos que no servirá de nada.

Porque no existe escapatoria, ni esperanza, ni un lugar en el que estar a salvo.

Porque hagamos lo que hagamos, estamos condenadas por esta maldita guerra de hombres malditos.

No corras más, mírame a los ojos y abrázame con fuerza. Estaremos juntas hasta el final, y aunque acabemos sepultadas bajo una montaña de cascotes y no quede nadie que recuerde nuestros nombres, alguien, algún día, escribirá nuestra historia.

34. Posteridad

Al fondo de la cueva, Nut toma un cuenco con pigmento rojo, se llena la boca, apoya las manos de Mok sobre la pared y sopla con fuerza. Lo repite con sus manos y las de la niña.

Días después la palidez de la niña y su tacto gélido alarman a Nut. Prueba, sin éxito, a agitarla. Le introduce el pezón en la boca, pero no reacciona. Por fin comprende, desiste. Grita apretándola contra su seno. Las demás se acercan. Su grito arrastra un dolor profundo del que acabará aprendiendo que no sirve rebelarse. 

El invierno es duro y peligroso, y escasea el alimento para el grupo. Mok ha salido a cazar, a la desesperada. Como la niña, no va a volver nunca. 

Dentro de poco Nuk se apareará con otro hombre para intentar de nuevo formar una familia. Pero en su cabeza perviven las imágenes de su niña y de Mok. Siente su ausencia como una punzada en el vientre. Cada día visita sus huellas en la pared, sin imaginarse que quedarán, por la eternidad, a salvo del olvido.

33. Hacia el más allá

La noche había sido larga y desperté con una extraña sensación de vacío. Al levantarme, una figura que se me antojó familiar esperaba a los pies de la cama.

—Hola, Muerte, te veo cansada.
—No, quizás algo desanimada. Mi trabajo es penoso, siempre haciendo daño, y hoy te toca a ti.
—Tranquila, no lo tienes que ver así. Cuando acaba una vida empieza otra.
—Eso dicen.
—Puede que la otra sea mejor, eterna y plenamente feliz. Yo tengo esperanza.
—No sé, nunca me lo he planteado, no es parte de mi trabajo.
—Desde siempre nos han enseñado que hay otra vida ¿Cómo no vas a saberlo?
—Te digo que no sé lo que hay después, nunca he muerto y me temo que nunca moriré.

32. Ha nacido una estrella (Sara Sánchez Hernández)

Mamá decía que mi destino era triunfar. En mi sexto cumpleaños y sabiendo que se moría, me hizo jurar que cumpliría su designio. El resto de mi infancia transcurrió entre mullidos algodones y merecidos sobresalientes. Mi juventud, entre sofisticados ordenadores, complejas fórmulas matemáticas y matrículas de honor. Era muy atractiva y siempre tenía tíos a mi alrededor. Nada ni nadie se me resistía. Me gradué Cum Laude y enseguida me fichó la NASA. Como era de esperar me seleccionaron para el primer viaje a Marte. Tuve que hacerme la humilde y mentir ligeramente en los test. Aquellos psicólogos eran bastante idiotas.

Y por fin, tras meses de viaje espacial estoy a punto de pisar este inmenso desierto rojo. Querían echar a suertes quién de los tres bajaría primero, pero obviamente debía ser yo. Además él llevaba semanas raro, apenas me tocaba, y ayer le pillé besándola. Cambiarme a mí por esa vulgar rusa… No me quedó otra que despresurizarles. Fue bastante desagradable.

Parece que Houston sospecha algo, he de apresurarme. Emocionada, pongo mi pie en el carmesí suelo mientras pienso en los titulares: “Una asesina, la primera humana que pisa Marte”.

Mamá, he cumplido mi promesa. Jamás olvidarán mi nombre.

 

31. No puede quedar ninguno.

Los duelistas desenfundan sus flamantes espadas y se disponen a cercenar la cabeza del oponente. De acuerdo a una antiquísima ley no escrita solo pueden ejecutar un mandoble. El populacho asiste enfervorecido a la contienda, aplaude, clama, jalea a los adversarios. Tras el lance ambos sobreviven. La plebe, alborozada, traslada a la morgue los cadáveres del alguacil y el vicealcalde.

Se desafían entonces a duelo de escopeta. Cuentan los pasos reglamentarios y se escucha un único disparo. Sorprendentemente, el duelista A se contorsiona sobre sí mismo, como si de Thomas A. Anderson, más conocido como Neo, se tratara, y esquiva el tiro. La bala, una Remington 300 W.M. Core-Lokt, atraviesa el gaznate del párroco, rebota en el crucifijo del monaguillo y revienta el cráneo del alcalde, desciéndete directo de un conocido presidente norteamericano. Fallecen los dos.

Pero el juez advierte que el duelista B disparó antes de tiempo y ordena repetir el lance. El griterío se torna ensordecedor. Esta vez son los dos miembros de la oposición los que caen fulminados, de sendos disparos.

Finiquitada la faena, A y B recogen sus armas y, entre vítores, marchan a la siguiente localidad, donde los recibirán con los brazos abiertos.

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