Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

28. Echándolo de menos (Isabel Cristina)

—“PACO TE QUIERO”, “PACO TE QUIERO”, “PACO TE QUIERO”—repetía una y otra vez la vieja chocha sentada en la vieja silla en la entrada de su casa.

Su único hijo , Miguel, junto a su querida esposa, cuidaban y trataban con mimo a la anciana, cumpliendo la promesa dada, en su lecho de muerte, al Miguel anterior.

Cada día, en cada visita, ya fueran vecinos o familiares, jugaban a descubrir quién era ese “queridísimo Paco”. Tal vez un antiguo novio, tal vez un desconocido amante o un estimadísimo vecino…

Conjeturas, todo conjeturas. Lo único cierto y seguro es que la vieja chocha, hace  años, había llorado amargamente la muerte del antiguo dictador, cual si de un familiar muy querido se tratara.

27. Pandemia (Josep Maria Arnau)

Él se había ido a dormir intranquilo, pero al despertar la vio a su lado y esbozó una sonrisa. Acarició su cabeza metálica y notó de nuevo un cosquilleo debajo de la pantalla digital torácica. Ella, que también era un modelo T-21, sentía lo mismo y le devolvió la caricia. Se levantaron y activaron la actualización automática de las agendas. Fue entonces cuando sus temores se confirmaron: tenían que llegar antes al trabajo para hacerse unas pruebas. Encendieron el televisor. Todos los informativos repetían la noticia: el Ministerio del Interior había sufrido un ciberataque. Un peligroso virus informático investigado por el Departamento de Robótica había caído en manos de los jáqueres. Los casos no paraban de aumentar y el riesgo de humanización masiva era elevado. No lo dudaron, desconectaron sus procesadores del centro de control y salieron a toda prisa.

26. Bichos (fuera de concurso)

Decían que mi abuela Asun había dejado de hablar el verano en el que una plaga de gorgojos acabó con las reservas de harina de maíz que guardaba con celo en la despensa  para hacer sus famosas tortas de Navidad. Nunca más quiso cocinar dulces: sus piernas se volvieron  pesadas y sus brazos se hicieron lentos, como si el pequeño ejército de insectos la hubiera derrotado por dentro sin remedio.

Yo siempre la conocí silenciosa, arropada en su toquilla de lana y con algún animal en su regazo. A veces era un gato que bufaba y no nos dejaba acercarnos a ella. Otras, un perro amistoso que suplicaba caricias: entonces aprovechábamos para peinarla un poco. Las menos, una gallina del corral que nos miraba con ojos de loca mientras la abuela permanecía ensimismada escrutando el cielo: esos días nos sentábamos en círculo a sus pies esperando que alguna de las dos volara por fin.

El día que encontramos su sillón lleno de caracoles amarillos supimos que nunca más volveríamos a verla.

25. Remedios caseros

Paulino es lo último en robótica. Además de injertos de piel humana, su sistema de engranajes consigue que tenga sentimientos. Para su puesta a punto se le hizo visionar varias comedias, con las que se rio, y algunos dramas, con los que estrenó sus glándulas lagrimales. Pasadas todas las pruebas de calidad, se le puso un nombre, se le dio de alta en la seguridad social, se le buscó un hogar, un trabajo, y ahora es un ciudadano más. Ha estado viviendo con una chica hasta hace poco. Tal vez un pequeño desajuste provocó que las caricias, tan placenteras al principio, se convirtieran en descargas eléctricas, y ante tal circunstancia ella lo abandonó. Se le han caído las orejas, el ojo izquierdo, la boca y la nariz desde entonces. Lleva un esparadrapo en el bolsillo con el que recompone su rostro de cualquier forma. Antes parecía un hombre apuesto. Últimamente, más bien una pintura de Picasso. Uno de sus creadores se ha prestado a devolverle su aspecto original. Como apenas siente molestias, ha declinado el ofrecimiento. Le ha preguntado no obstante si puede coserle el corazón. Porque, aunque intenta disimularlo, cada día le duele más.

24. MASCOTAS DE ÚLTIMA GENERACIÓN (Rosalía Guerrero Jordán)

Estas mascotas de última generación son adorables. Tan suaves y blanditas que da gusto achucharlas. El problema es que se ensucian a menudo y hay que darles un mantenimiento diario adecuado. Además, se estropean demasiado rápido: en unos pocos años quedan obsoletas, y hay que sustituirlas por una nueva.

Al principio parecen un poco tontas, pero a fuerza de mostrarles algoritmos se les puede enseñar a obedecer órdenes sencillas y a comportarse de una manera adecuada.

Con mi última adquisición creo que he conseguido que me coja algo parecido al cariño. Aunque a veces me lanza miradas turbias, como si no aceptara que al final las máquinas hayamos conseguido someter a la especie humana.

23. Huéspedes

A veces me los encuentro por casa, casi siempre sin avisar. Se cuelan por cualquier abertura, quizá porque están hechos de esa materia peculiar que conforma las emanaciones. Pueden salir de una taza de café o del humo de un cigarrillo, incluso de la ropa que duerme en un cajón de la cómoda. Me los tropiezo por el desván, por más que intente organizar las cajas, los enseres o aplicar el método Kondo de limpieza y depuración. Lo peor, con todo, sucede cuando los descubro camuflados en mi propia piel, contagiándome su forma de vestirse, de hacer cualquier tarea o alterando el tono de mi voz. A veces no me miro al espejo para no adivinarlos en mis ojos, en el ángulo aflojado de mi rostro, la caída de mis cejas o el rictus de mis labios al despertar. Algunos días, los mejores, brindamos por los buenos tiempos, celebramos habernos conocido y perdonamos las ausencias recetándonos el bálsamo de la comprensión.  Lo peor viene algunas noches, cuando se quejan de todos sus dolores imaginarios y arrastran sus cadenas por los pasillos, convencidos de estar aún en el infierno de los vivos, cual prisioneros de otra realidad.

22. EL DÍA DE LA RAZA

A nadie se le ha desmoronado jamás todo su pasado y su porvenir como a mí, que, por un puro azar, leí y me demostraron que ni yo soy blanco ni ninguno de mis descendientes lo será ya de aquí en adelante, y eso por un desliz de mi tatarabuelo, negrero y navegante a partes iguales, que, sin pensar en su linaje futuro, amó a una de las esclavas que tendría que haber vendido, fugándose con ella y dejando al mismo tiempo de lado la trata y la marinería, sus dos pasiones con las que, es verdad, legó una pingüe fortuna a sus herederos, que fundaron empresas decentes, prósperas aún hoy, en cuya cúspide me sitúan mis buenas artes y me mantienen mis inmejorables relaciones, a las que financié y colmé de parabienes, y que, por desgracia, comienzan a darme de lado debido a esas gotas de sangre mestiza que no logro sacar de mis venas y que me cierran el paso al regio besamanos que se celebra hoy en la cámara de comercio.

21. ZELENSKI, UN ÍDOLO CON Z

El general de plomo ascendido a soldadito de oro contra aquel actor de metacrilato aupado a héroe de la esperanza. Y aquellos tanques con Z (ZoZobran) desilusionados por la derrota ante un Mazinger Z hecho de raZón, papel y tijera.

Aquella guerra perdida antes de poner un pie en la entereza del otro, con la excusa «de porque lo digo yo». Bueno porque lo dice él, el hipócrita de la palabra, el retirado de los servicios secretos a la sombra del Gulag. Y ahora acaricia el botón rojo poniendo rostro a la demencia.

Pero los rayos de la luna enfrían la nieve ensangrentada de los sumisos uniformados que no se atrevieron a rechazar la orden de avanzar. Como aquel soldado de diecisiete años que fusiló el último pensamiento del sargento Juan Soler.

Tan solo quedan aquellos coraZones ucranianos derretidos en la nieve, insuflando primaveras de hierro y casquillos de nostalgia para ennoblecer la muerte «con esa dignidad propia de los vencidos«.

20. REFLEXIONES DE UN ROBOT DOMÉSTICO

Con la humedad, cada tornillo de mi cuerpo se resiente y me cuesta moverme. No es cierto que los robots no tengamos problemas de salud. Ya no soy aquel veinteañero que ejecutaba con precisión cada orden de su dueña. El aceite ya no logra hidratarme y sus órdenes languidecen. Tampoco ella es la misma. Ya no precisa que cocine complicadas recetas, ni que abrillante cada rincón de la casa para agradar a las dilatadas visitas. Ya no me pide que prepare sofisticados cócteles ni que entone delicadas melodías para amenizar tórridas noches de amor con vigorosos y jóvenes amantes. Vivimos un otoño eterno, de pérdidas constantes. Temo que un día de estos, por las desajustadas ventanas, se cuele un viento que arroje al suelo su frágil corazón. Solo espero que se lleve junto a él mi placa principal, la que está bajo la deslucida carcasa que me cubre.

19. Mensajes

Mis antepasados me hablan: mi abuelo Antonio continúa diciéndome desde el más allá lo mismo que me decía en vida: “Juanito, debes dedicarte más al trabajo y menos a la juerga”; de seguro es mi bisabuelo el coronel, al que no llegué a conocer, quien desde su pedestal me espeta marcialmente que mi vestimenta y el largo de mis cabellos no se corresponden con mi sexo, y, sin  duda alguna, es mi abuela Carlota, quien vivió convencida de que Dios la había enviado a este mundo con la misión de juzgar al resto de la humanidad, la que desde su soberbia dictamina que mis amigos son todos unos vagos… y que debo evitar a mis vecinos, gentes vulgares según ella, de las que, sorprendentemente, conoce hasta el último detalle de sus vidas.

Estos mensajes póstumos comenzaron a llegarme esporádicamente hace algunos años, con el tiempo se fueron haciendo más frecuentes y actualmente ya me resultan insoportables. Puede ser que mis antepasados lo hagan con buenas intenciones, pero me parece imperdonable que, para hacerme llegar sus sermones, hayan implantado la voz de mando y los gestos crispados que hoy tiene  a la dulce mujer con la que un día me casé.

18. C:\User\Droid\IA.exe

Aquello podría ser la felicidad.

De lunes a viernes Juan dedicaba unas horas a alimentar mi memoria. Siempre vigilando cada respuesta que daba el sistema IA con base en un potente procesador Teruel Logics que había sido desarrollado por él y que actualizaba definitivamente las capacidades de mi viejo diseño original.

Guardo en la memoria el instante en el que me encontró en un anticuario de la calle mayor. «¡Un San Vicente Mecanics!» Exclamó entusiasmado a través del escaparate. Desde entonces no ha hecho más que mimar cada circuito, cada conexión, cada servo.

Me convertí en su gran proyecto, me ha hecho único.

Pero Juan hace ya un año que no viene y está ilocalizable. Aquel primer día en solitario había en la red información difusa sobre un accidente terrible en la autopista. Hoy hace seis meses que la conexión IP dejó de funcionar y me es imposible contactar con Mediterránea Source.

El garaje está oscuro y no puedo hacer nada porque estoy incompleto. No tengo batería. Sigo vivo porque estoy encadenado a la red eléctrica por un cable de metro y medio y tengo miedo porque sé que tarde o temprano la empresa Eternal Benefit cortará la luz.

17. PROCESO DEDUCTIVO (Ana Mª Abad García)

Mamá dice que antaño las cosas eran muy diferentes, pero yo encontré en el desván un viejo baúl con un montón de cartas de un tal Enrique -al parecer un tatarabuelo muy lejano, o algo así- que la dejan en entredicho.

Por ejemplo, en una de esas cartas explica que cuando a su jefe “se le cruzan los cables” es mejor no ponerse en su camino o “estás fundido”. En otra, describe las vacaciones que pasa en Mallorca para “recargar las pilas” porque necesita “desconectar” del trabajo. Y hay una en la que afirma que “está algo oxidado” y que ha pedido cita para una “puesta a punto”.

En fin, que me da la impresión de que nuestros ancestros no eran tan distintos de nosotros como quieren hacernos creer. Y, con esa íntima convicción, me enchufo a la toma de corriente y pulso el botón “Pause” para pasar la noche.

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