Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

34. DOS TAZAS DE TÉ (Mariángeles Abelli Bonardi)

El síndrome de rubéola congénita lo hacía esclavo de su silencio. Apareció un día pidiendo «Pan», pidiendo «Té», las únicas palabras que podía pronunciar… Por su documento, que mostró a mamá, supimos su nombre y edad, y más adelante, al verlo limpio y afeitado, intuimos que dormía en un albergue.

Con él aprendimos a dar, a darnos… Cada vez que tocaba el timbre, alguno de nosotros recibía la taza, hervía el agua, cortaba el pan, y formaba parte de ese rito del té que nutría el alma sin dejar de quitar el hambre.

Hace poco, visitando a mamá, lo crucé en la puerta de calle. «El mudo» está flaco y canoso, ya no le quedan dientes…  Le llamó la atención que me fuera, y mamá le explicó que «soy grande», que ya me iba a mi casa… «¡Ah…!», exclamó formando un techito con las manos, y en esa interjección cupieron todas las palabras y el cariño del mundo.

33. Sin sombrero (Alberto BF)

Maruja siempre tuvo un don para la pintura. En sus continuos vaivenes por la geografía española lo demostraba con creces, aunque no se le valoraba debidamente.

 

La sociedad le negaba lo que era evidente. 

Y no solo a ella. Otras mujeres a las que conoció vivían la misma situación, por la que se camuflaba su talento en una capa invisible de anonimato.

 

Un día decidió pasear con sus amigos Margarita, Federico y Salvador por el centro de la capital. Y lo hicieron sin sombrero, en un gesto simbólico y transgresor que intentaba captar la atención de una sociedad aletargada. 

 

La respuesta obtenida fueron insultos y pedradas, pero aunque no lo supieran ese día se inició un movimiento imparable. 

 

Casi un siglo de reivindicación imperceptible y ahogada por el silencio, indiferencia, exilio y represión, que noventa años después se deshace de la mordaza convirtiéndose en sonoro grito. 

 

La gota de aceite del arte siempre flota sobre el agua estancada del convencionalismo. Y las pinceladas y letras de Maruja, Margarita, María, Ernestina, Rosa y Concha, entre otras,  ya no pueden quedar en el anonimato.

 

Hoy las disfrutamos con nombre, apellidos y la cabeza bien descubierta.

32. El ladrón de palabras (Juana María Igarreta)

“Sufría el silencio su muda condición, cuando la oscuridad, sabia consejera que habita las almohadas, le propuso quedar al final del día y ayudar al sueño en su ingente labor reparadora, propiciando que ésta alcanzara al mayor número posible de criaturas.

Juntos tomaron calles y plazas; se colaron en los patios, en las casas. Ella iba atenuando luces; él, acallando ruidos y voces.

A pesar de que a la oscuridad se le olvidó apagar la luna, el sueño logró cerrar infinidad de párpados esa noche. El silencio, viendo la importancia de su cometido, no cabía en sí de gozo y envolvió a la oscuridad con un elocuente abrazo”.

Gorka leía este texto anónimo en el reverso de una hojita de calendario en casa de su abuela Maritxu, mientras ahogaba su emoción mordiéndose los labios. No es que aquellas palabras le conmovieran, le parecían cursis, pero hablaban del silencio, tema obligado en la redacción que debía entregar en clase de lengua al día siguiente.

Una vez leídos los escritos, el diligente don Mariano no tardó en llamar a Gorka. Devolviéndole el trabajo, le dijo: “Toma, se te ha olvidado poner el nombre. ¿O prefieres que siga siendo anónimo?”.

 

 

 

31. La coleccionista

En cuanto me dieron el alta, comencé con mis visitas diarias al parque. Lo otro vino después de nuestro divorcio. Imposible resistirme a coleccionar algo tan hermoso y colmado de ruido. De vida. Por eso me he provisto de una red de tul como la de los entomólogos. Y en el bolso guardo tarros pequeños de cristal. Siempre al acecho, escuchando. Después de las capturas, pongo etiquetas adhesivas y los coloco en los estantes del que seguirá siendo su cuarto, aunque Javier se empeñara en transformarlo en un despacho. Mis preferidos son los que acompañan a las rabietas, agudos como el violín que busca protagonismo en una partitura. Los provocados por caídas de toboganes o peleas suelen tener menor intensidad. Aunque sus ecos titilan en mis oídos una vez extinguidos. A veces me siento satisfecha de mi amplio muestrario. Otras caigo en el abismo de la nada; la peor de todas las caídas porque no tiene fondo. Porque me falta la pieza más valiosa de mi colección. Porque no oír el llanto de un hijo en el paritorio es, sin duda, el silencio más atroz.

30. Pareidolias

Recordó esa nota justo antes de que todo comenzase.

“La ausencia de sonidos puede volverte loco ya que, el silencio total no existe. El oído, nervioso, tratará de buscar lo que sea y trasteará dentro de tu cuerpo para hallar esa fuente. Y la encontrará en los ecos lejanos del corazón, en el latido de la sangre e incluso en las contracciones del intestino. Una cámara anecoica podría ser un arma de tortura, una forma de enloquecer a la gente. Pero yo creo que, en esa supuesta ausencia total de sonido, si acaso hubiesen logrado aislar todo el exterior, una vez que tu oído hubiera iniciado esa búsqueda suicida y tras comprobar la bulliciosa locura de tu interior, el cerebro encontraría reposo en aquellas melodías soñadas, esas que te acompañaron y que se metieron tan dentro de ti, que en ese supuesto secuestro despertarían y saldrían a la luz brindándote la ayuda necesaria para calmar al oído explorador y superar el tormento. Pareidolias acústicas o algo similar.”

Anónimo.

29. Ecos de Manuel (Adrián Pérez)

Cuando mi hermano Manuel se empeñaba en algo, siempre producía un gran alboroto. A los siete meses de gestación, decidió nacer y los alaridos de mamá se escucharon antes de tiempo en todo el vecindario. Con solo tres años era él quien nos leía cuentos a los mayores cada noche. Aprendió a ir en bici o a comer sopa sin usar las manos, lo que solía generar una enorme ovación. Incluso le “consiguió” a mamá aquel collar que siempre se quedaba mirando en el escaparate, lo que provocó que ella le diera un sonoro beso en la mejilla.

Pero un día se empeñó en que quería volar.

Nos reímos a carcajadas de él hasta que vimos que hablaba en serio. Cuando se subió al tejado no supimos si rezar o llorar. Algunos hicimos ambas cosas. Entonces gritó: “allá voy” y se lanzó al vacío.

No cayó en picado ni se estampó contra el suelo ni se mató. Simplemente desapareció entre las nubes y nunca más volvimos a saber de él. Hay quien dice que algunas noches lo ha visto junto a su ventana. Acurrucado y desnudo. Siempre con una sonrisa y un dedo en la boca, pidiendo silencio.

28. Joven promesa (Isabel Cristina)

Miguelito, se quedaba con la boca abierta y sin pestañear  escuchando a la seño, cuando el viernes les leía un precioso poema, uno de esos de amor.

La tarde del sábado, Miguelito escribió: “ María, tu risa es el más dulce sonido para mis oídos” y sonrió.

Al rato, pensando en Lucía y cambiando el color de su bolígrafo, continuó: “Tu piel huele a algodón”.

Con la mente agotada por buscar palabras y sonidos que construyeran una inolvidable frase romántica, un poema de amor, hubo de descansar y merendar un buen vaso de leche con cacao  para reactivarse.

Más tarde prosiguió: “Susana, tu pelo plateado ilumina el día gris” y se complació. A última hora de la tarde quiso dedicar unas palabras a su madre: ”Tus caricias suavizan mi vida”, confesó sin miedo.

Orgulloso, pasó a limpio sus versos en un precioso papel dorado, el color del amor verdadero, y con una letra bien trabajada, le pareció haberse convertido en un joven poeta muy prometedor; también pensó que a  estas alturas, ya no quería firmar como “Miguelito” y siendo como era la hora de cenar, decidió que de momento, le parecía muy interesante suscribir su poemario  con un “Anónimo”.

27. Voces (Susana Revuelta)

Interrumpen el sueño de Clara dos gorriones que trinan alborotados en el alféizar de la ventana. «Algo va mal», murmura, amodorrada. Sin fuerzas para despegar los párpados, y aunque quisiera no oír nada, le deslumbra a través de la persiana la claridad del día y le llegan las bocinas de los coches, un frenazo en el asfalto, el bullicio del tráfico ahí abajo.

Contra su voluntad, cuenta las ocho campanadas del reloj de la iglesia. Lentamente, va percibiendo también los sonidos de alrededor: el goteo de un grifo mal cerrado, el despertador del vecino, una pinza que cae al patio. Y, de pronto, las voces. Al principio son un murmullo lejano, pero van acercándose a ella hasta susurrarle al oído, recriminándola, «qué haces sobre tu vómito, qué asco das, eres una desgraciada».

Se sienta en la cama y hunde la cara en la almohada, «no puedo más, no quiero oíros, marchaos», pero las voces no callan. Como se hace tarde, se recompone como puede y se seca las lágrimas para no alarmar a Laura al despertarla, y mientras le prepara el Cola-Cao y un bollo para el recreo calcula mentalmente que con dos blísteres, la próxima vez, no podrán despertarla.

26. LECTURAS IMPERSONALES (A. BARCELÓ)

La información dispersa en una lista interminable de cifras es procesada y compilada por un programa informático. Se producen resultados que son escrupulosamente analizados con absoluta frialdad para elaborar sesudas estadísticas con desembocadura en importantes decisiones: poca circulación para mejorar esa curva; densidad de población demasiado baja para mantener un centro de salud; porcentual interés en aumentar el gasto en determinado servicio en detrimento de tal otro… Y así, simples datos sin alma, provocan y provocarán incontables puntos de giro en historias anónimas a las que solo podrán poner nombre y apellidos sus respectivos protagonistas.

25. Ecografía

Eres un feto. Procedes de una estirpe inteligente, amante del silencio. Sientes terremotos, te asustas. Abres las puertas con tus manitas, echas un vistazo. Fuera hay bombas, montañas de basura, delirios, gritos… Es suficiente, decides retroceder. Cierras las puertas, empequeñeces. Retrocedes más. Te comunicas con tus padres, tatarabuelos. Ellos hacen lo mismo.

Ahora eres un neandertal. Avanzas. Eres adulto, inteligente. Acabas de sobrevivir a una devastadora glaciación que no será registrada en los libros. Crees estar solo, sobre la inmensidad helada, mas a lo lejos ves a otra superviviente, tal vez la única. Es hermosa, y lleva una antorcha. Ambos cerráis los ojos, sentís una vibración interior, un mensaje. Se acerca, os saludáis con la mano, pero no os detenéis. Ella prosigue su camino en solitario, y tú el tuyo. Alrededor reina un glorioso silencio.

24. Huelga de palabras

Encontró un anónimo que habían deslizado por debajo de la puerta. Era un sobre sin remitente ni destinatario, que solo contenía un folio en blanco. No pudo volver a hablar, los piquetes informativos del diccionario, hartos de menosprecio, eran muy violentos.

23. El detective privado y los extorsionadores (Paloma Hidalgo)

Yo estaba con papá cuando llegó el primer anónimo. Lo sacó del buzón, lo leyó, y a la papelera. Con mi hermana descubrió el segundo. La nota, escrita en mayúsculas, acabó en la basura. Cinco misivas más tarde, mi hermano mayor cambió de sistema, yo recortaría letras en los folletos publicitarios, él buscaría modelos de cartas de extorsión, y Elsa pegaría todo. Papá empezó a guardar aquellas misivas, si iba a la policía, le harían falta pruebas. Esa noche suspendimos la misión. Para conseguir aquella videoconsola nueva, iba a ser necesario pillar a mamá con el señor con el que había empezado a quedar en una cafetería del barrio. Seguro que a ella la idea de comprar las fotos comprometedoras que los extorsionadores dicen poseer-y de papá y sus dos amigas tenemos, alucinante las cosas que hacen los mayores- por solo 863,25 euros, le parece mejor que al incrédulo de papi. Lo malo va a ser hacer esas fotos, él no sube a casa ni cuando papá viaja. Jorge está convencido de que siguiéndoles, ya les ha visto intercambiando papeles y apretones de manos, si no podemos comprarla antes de las vacaciones de Navidad lo lograremos antes de las de verano.

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