Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

40. Cuerpo a cuerpo (Javier Igarreta)

Sin miedo a ser sorprendidos en flagrante redundancia, hacían el amor al amor de la lumbre. Su reverdecida pasión formaba un tándem perfecto con la reseca leña de encina. Las llamas devoraban la madera, cual hambrienta carcoma ígnea. Mientras las líneas de fuego dibujaban filigranas en ardiente clímax, un inoportuno desequilibrio en la fogata provocó el descabalgamiento de un tronco que, reducido a pura brasa, impactó en la base metálica del fogón. El ruido, casi estruendo en el silencio de la noche, tuvo la virtud de enmascarar la exagerada expresividad de los amantes. El abuelo, que dormía a pierna suelta despertó sobresaltado, a punto de conquistar el Gurugú. Irrumpiendo en la cocina, con calzoncillos largos y un gorro frigio, les arengó con ínfulas de mariscal de campo, calificando de arriesgadas sus fogosas maniobras. Obligados a un alto el fuego, optaron por una prudente retirada. Antes de que el abuelo se explayara contando su larga trayectoria bélica, hallaron en el desván una trinchera segura donde continuar su particular guerra de guerrillas. Un viejo catre y dos pesadas mantas palentinas fueron suficiente bagaje. Una vez ganada la posición dieron rienda suelta a su estrategia.

39. La relatividad del tiempo (Luisa Hurtado)

Me decidí una mañana de mayo, ese día crucé la calle y me puse a esperar en su portal. Cuando salió, antes de que la voz me temblase, le dije lo importante:
-Quiero que seas mi novia.
Ella mirándome desde arriba, era unas dos cabezas más alta, me preguntó:
-¿Cuántos años tienes?
-Nueve.
-Yo diecisiete. Vuelve dentro de diez.
Crecí, viví mi primer beso, alguna que otra borrachera, hasta creí enamorarme; pero pasado el tiempo acordado volví a su portal.
Cuando nos encontramos mis ojos estaban a la altura de los suyos.
-Tengo diecinueve.
-Yo veintisiete y, aunque hayas crecido, necesito un hombre a mi lado.
-Lo seré.
-¿Esperamos diez años más?
Con veintinueve y un cigarro en la mano, me aposté enfrente de su casa. Al poco ella salió, cruzó la calle. No nos dijimos mucho, pero fue lo bastante:
-Soy tu hombre.
-Justo el que yo estaba esperando.

38. DUELO

 

Subirás de nuevo a la habitación.

Abrirás la ventana y te asomarás. Mirarás como algo de luz se filtra entre las hojas del roble que está en el jardín. Mirarás el roble, el columpio con sus plateadas telas de araña y el tejado de la parte de atrás de la casa.

Respirarás hondo y el latido de tu corazón se detendrá durante no más de cuatro segundos. Luego cerrarás bien la ventana.

Vaciarás armarios y cajones; y elegirás algún objeto para regalar, romper o tirar.

Pondrás en su sitio las cartas y desordenarás cada una de las letras que te hacen temblar. Cogerás el ejemplar de la primera versión en inglés del “Ulises” que le regalaste en su último cumpleaños y volverás a leerlo.

Con tu mano intentarás disipar la sombra que está sentada en una esquina de la cama, mirándote; y moverás el espejo que refleja el inconcebible vacío.

Recordarás el pretérito perfecto de los verbos amar, temer y partir. No dormirás.

Subirás de nuevo a la habitación, mirarás para atrás y repetirás el proceso, siempre en solitario, infinitas veces.

37. En el jardín del amor

Un puñado de amapolas ajadas sobre la mesa, un dibujo con una dedicatoria de letras desiguales, un bracito que se colocaba sobre el respaldo de su silla, rozándola apenas, cuando todos se sentaban a su alrededor para escuchar el cuento. Hasta que no las perdió, la seño Julia no se había fijado en cómo las atenciones de Manolito le permitían sobrellevar aquel pueblo desangelado y la fría relación con las demás maestras, que censuran su desaliño y su forma poco ortodoxa de enseñar. Ahora en las clases mastica una tristeza rutinaria que se aguza cuando Eva, mirándola con una mezcla de desdén y triunfo femenino, se acerca a enseñarle el cuaderno. El dictado, de caligrafía impecable, no tiene una falta. La seño traza una gran «B» en el margen. La niña se aleja agitando la coleta repeinada.

Por suerte las Mates no se le dan tan bien. Tres veces ha tenido que borrar las restas con llevada cuando suena la campana. Pero la satisfacción de la seño al castigarla sin recreo se empaña en cuanto, a través de la ventana, distingue a Manolito, que mastica en un rincón el bocata mientras espera impaciente que su nuevo amor acabe las cuentas.

36. Piruetas

El hombre bala estaba distraído. Fue por eso que todos pensaron que erró el disparo. En vez de caer sobre la red atravesó un dulce de algodón, tres globos, un sombrero y una peluca rubia, la jaula de los leones, dos platos del malabarista, un aro de fuego, el hueco entre las trapecistas, el pañuelo del mago y la carpa del circo, saliendo, como era lógico, a la noche estrellada; pero en un giro brusco, e inesperado, volvió a entrar por la puerta siguiendo con  la inercia. La orquesta mantuvo el redoble de tambores, conservando en todo momento el suspense, mientras el público ya no sabía si aplaudir o salir huyendo, hasta que con toda la precisión, suavidad y complicidad del mundo, fue a caer sobre los brazos tersos y robustos del hombre forzudo, que estaba a pie de pista, esperándole. La ovación duró diez minutos. La esposa del hombre bala, que temió por la vida de su amado esposo, abrazó llorando al hombre forzudo en agradecimiento. El circo era una explosión de júbilo. Qué sabía nadie de las vueltas que había que dar algunas veces para esconder algunas cosas.

35. Nirvana. Paloma hidalgo

Antes de acercarme, aunque esa mirada azul y salvaje con la que me observas no puede ser otra que la tuya, te voy a seguir un rato. Quiero estar seguro. No deseo sentir de nuevo el dolor de descubrir que no eres tú, mi amor. Recuerdo aún el bofetón que me propinó la vestal al acariciarle la mejilla, las risas del comerciante de sedas de Damasco tras lanzarme a besarle, y los gritos de aquella actriz, creo que se llamaba Lauren Bacall, llamando a seguridad al verme en su camerino. Esta vez parece que tú también me has reconocido, ralentizas tu caminar, tus pupilas atentas me buscan entre los otros usuarios del parque, y disimulas oliendo algún diente de león hasta que nuestras miradas vuelven a cruzarse y me reafirmo, solo tú podrías mirarme así. Ahora, me aproximaré, y quizás tras un momento de tensión, mi boca tan cerca da la tuya, tu nariz recorriendo mi anatomía, mi lengua pueda volver a recrearse en tus intimidades, como cuando empezamos a ser amantes hace siglos, y juntos alcancemos el nirvana, por fin, aunque sea reencarnados en husky y mastín napolitano, hasta que nuestros dueños nos encuentren.

34. 13 de Mayo

Ay trece de mayo cuando me encontré contigo… comienza la copla y  nuestra historia. Entre la oscuridad y las luces de una discoteca cruzamos nuestras miradas y casi ya desde el principio apenas hacían falta las palabras para entendernos. Pero hablamos, discutimos, viajamos, reímos, amamos… todo lo hicimos intensamente.

Nunca te  gustó conducir de noche;  aquel día también volvíamos a casa a tiempo de que la noche no nos alcanzara; el viaje había sido precioso, llevábamos un reportaje fotográfico digno de enmarcar y una sonrisa en la cara al recordar nuestra amena conversación con el pastelero más peculiar del pueblo. De repente todo se volvió oscuro.

Rehúyo continuamente tus ojos, sé lo que me pides y no estoy segura.

Veneno que tu me dieras tomara de medicina… dice otra copla.

Esta noche enfrento tus ojos y brillan cuando te acerco la “medicina”, veo deslizarse una lágrima por tus mejillas, en ella va un caudal de agradecimiento y alivio y sobre todo un amor infinito. Con tu mirada clavada en el alma bebo de tu misma pócima, no pensaba dejarte solo en este viaje.

Sobre la mesa un calendario, un ramo de tulipanes rojos y una nota:

“Feliz aniversario”

33. Todo estaba en las canciones

 

Serrat, Sabina, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Cecilia y alguna de los Pecos, ahí, encerraditas en esas láminas de vinilo  en círculo, giraban y giraban, horas, tardes y noches enteras. Canciones,  amores que no por  ganas, sino por no haber vivido solo daban vueltas sin más.

Ni miradas primeras ilusionadas, ni palabras  tristes de final. Ni “te quieros”, ni  «olvídames» . Y es que el amor pasaba por delante de mí  sin pararse. Pero todo empezó en la sorpresa, en un encuentro casual,  cuando Yolanda, siendo caprichoso el azar, se me  cruzó como ángel para un final, y con un ramito de violetas me  dio esperanzas, y aunque duró solo unos breves segundos, mi corazón sintió el calor que jamás había percibido antes , luego, otro extraño sentimiento se apoderó de mí cuando ella se marchó  para seguir vendiendo sus flores a otros transeúntes.

Regresé a casa con un nuevo disco bajo el brazo, que giró y giró horas, tardes y noches enteras, mientras  tumbado en la cama y susurrando  «hey «, al igual que un auténtico loco enamorado lloré, pero no, no por despecho sino por la emoción de haber sentido amor.

32. LÍQUIDO AMOR (Juan Manuel Pérez Torres)

Descalzos por la playa paseaban disfrutando la frescura de la brisa. Las cosquillas, que los dorados brillos de la arena ponían en sus pies, eran verdaderas caricias, casi minúsculos besos de espuma. Sus pasos, solitarios y silenciosos en la distancia y sin vocación de encuentros casuales, paulatinamente se acercaban y, con la aurora, una suave luz creciente les permitió, aun siendo desconocidos, reconocerse. El azar los juntó en la orilla y se dejaron inundar por la marea.

Primero fue una ola traviesa que rompió por sus tobillos y recorría sus pantorrillas a salpicones. La piel acrecentaba sus brillos marinos con el agua, y, a la par que en el cielo iba clareando la luz, de sus cuerpos brotaban mil corrientes hacia el pecho.
Después, la intensa refracción del sol disfrazaba su fuerza cegadora que, desde el rebalaje, los empujaba, los arrastraba y los adentraba en un mundo de algas nuevas, ignoradas, en un acuático espacio de encantadoras sensaciones, en un mágico limbo de fondos oceánicos.

Luego, cuando más bucearon, las luces sucumbieron bajo la superficie y, con tanta penumbra, no supieron emerger de lo abisal. Hoy siguen compartiendo el mismo mar, aunque, cada náufrago, una isla.

31. Receso (fuera de concurso)

 

—¿¿Tiene habitación libre?? —preguntan los dos desconocidos, al unísono.

—Solo tengo una. De una cama –les responde la recepcionista.

Hay un silencio. De hielo afilado.

—¡¡Yo lo he dicho primero!! —explotan ambos.

De nuevo, otro silencio. De estalactita.

—Miren… no quiero problemas. Ya hay bastantes problemas ahí fuera. Decidan ustedes mismos.

Los desconocidos necesitan descansar, pensar. Dormir, al fin, en blando, después de tantos días. Por tanto suben, y ocupan los extremos del colchón. Uno a la izquierda, otro a la derecha. En silencio.

El sueño los invade pronto. Arden las pesadillas y los músculos. Estallan odios, remordimientos, dudas… Fogonazos de frío y sangre. Sueños de guerra puñetera, con sus puñeteros giros. De hecho ahora hay dos. Dos giros, sincronizados, que hacen coincidir sus brazos. Y sus manos.

Ambos disimulan. Ninguno se mueve. Así. Así se está bien.

Fuera nieva. Es época de tormentas, bandazos, avances y retrocesos. Es noche de polos opuestos. De movimientos lentos, indecisos, de apariencia casual… Hasta que llega el primer beso. El primer beso es como el primer disparo.

Al amanecer se visten, se miran.

—¿Pagamos a medias? —pregunta un coronel.

—Sí —responde el otro coronel, sonriendo—, lo otro ya veremos cómo lo apañamos.

30. DISCO MYSTERY – EPI

Mis recuerdos más nítidos de aquella noche de verano en la playa pertenecen a mi sistema límbico.
Sobre todo, los olores de la arena mojada, el del fuego de campamento, los aromas del porro comunitario y el de mi chica.
He vuelto a recordar esos olores, todos, menos el de mi chica.
El sonido también lo recuerdo, el casette de los Beatles se fundió con nosotros aquella noche.
Gracias a mis amigos pude reconstruir aquella noche mágica.
El porro rulaba de mano en mano, la sangría estaba riquísima y las risas iban en aumento.
Nos bañamos desnudos, jugando a la pelota en el agua. Al poco rato dejamos de hacerlo y nos abrazamos, salimos despacio y nos tumbamos en las toallas.
No recuerdo nada más que su olor y la arena mojada y según me contaron, nos quedamos dormidos, nos taparon y nos dejaron en paz.
Me despertó justo cuando estaba amaneciendo, nos miramos, nos besamos y al darnos cuenta de que estábamos desnudos, nos entró vergüenza y nos tapamos.
Al despedirnos nos prometimos mil cosas, ninguna se cumplió y no la he vuelto a ver.
Cuando me cruzo con unos jóvenes fumando un porrete, algo de mí añora.

29. Final de color rosa

Cuando ella se echó a un lado y él encontró acomodo sobre la balsa improvisada, el cine entero estalló en aplausos. Después de veinticinco años y miles de visionados, el amor verdadero triunfa y el público ve cumplidos sus deseos más íntimos.

Esta vez Rose y Jack son rescatados. La joya no acaba en el fondo del mar, si no en una casa de empeño, y con lo poco que les da el prestamista, se instalan en un ático del Bronx. Jack pinta y pinta sin cesar: Rose de espaldas, Rose tumbada, Rose desnuda… Siempre desnuda. No consigue  venderlos —dice—, pero lo cierto es que no se los muestra a nadie. Rose es solo suya.

Ella empieza a cansarse de fregar suelos para poder comer, le pide que se busque un trabajo. Él es un artista, no puede embrutecer sus manos. Ella empieza a guardar unas monedas en una lata que esconde bajo el fregadero. Centavo a centavo, junta lo estipulado para recuperar la joya.

Rose compra una maleta y un billete de tren. Emprende, esta vez sí, el viaje de su vida. Y lo hace sola.

Cuando se encienden las luces, el público abandona la sala en silencio.

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