Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

25. TAROT (Alicia Alguacil)

Estaba pasando por un mal momento. Así que alguien, queriendo ayudarla, le propuso visitar a una echadora de cartas. Acepto y fueron a la tarotista.

La habitación olía a incienso, una vela blanca llameaba al lado derecho de la mesa, donde un mantelito con un dibujo de mandala y un mazo de cartas esperaban para predecir  su futuro.

Una vez esparcidas las cartas, la tarotista le sonrió dulcemente diciéndole que no se tenía que preocupar de nada, ¿ves? le dijo señalando un trío de naipes, esto quiere decir que tu vida va a dar un giro de 180 grados, sufrirás un poco, pero pronto te cambiará la vida, tus dolores desaparecerán y todo te irá bien, serás muy feliz.

Ella preguntó ¿cuándo, será pronto?

-Sí, aproximadamente unos seis meses.

Y así fue. Una mañana de primavera su espíritu como blanca paloma se elevó,  llevándose sus males y dolores. Aquí no le faltan flores.

24. LA MALA VENTURA (Belén Mateos)

 

Todas las noches Alverio se acercaba a la cantina a jugar su partida de cartas. Desde que su mujer falleció no faltó ni un solo día a la cita. Siempre con la misma rutina; un chato de vino, una faria y que no faltase la baraja.

Solía apostar al oro y siempre le salía la sota. Le echaba la culpa a su cuñada que, por el tema de los bienes gananciales, le estaba volviendo loco.

Apuraba la copa hasta la última gota y repetía la jugada una y otra vez hasta que sentía la espada de su cuñado en la espalda y, cara a la pared, se atragantaba con una tos ronca y yerma.

Los vecinos apostaban diez a uno en su contra. Eran aquellos que en vida de Adelina le cantaban las cuarenta y él las veinte se los bebía en vino.

 

Jugador empedernido y compulsivo, quiso jugar su último juego al azar con una pitonisa para preguntar por su futuro, el presente doliente y el pasado ya desaparecido.

La carta de la muerte siempre se mostraba.

Vencido por su irrefrenable adicción, arriesgó su vida. Todo a una baza.

 

A las siete y media exhaló su último aliento.

23. Eugenésica darwiniana

Mucho hay escrito sobre la genial teoría de Darwin. También sobre su prolífica y sobresaliente descendencia, gestada desde la consanguinidad. Sin embargo, lo que casi nadie sabe es que, entre tanta perfección genética, existió un borrón: yo. Se desconoce porque mis padres (a quienes prefiero no citar) al verme nacer, con tres hemisferios izquierdos, seis branquias, diez filas de dientes y un ojo vago, me bautizaron como Eugenesia (Eugenesia Darwin, qué cachondos), y seguidamente me ataron a una roca y me lanzaron a las Fosas Marianas.
No sospechaban, claro, que yo ya sabía usar mis dientes. Y mis branquias. Tampoco imaginaron que, junto a mis abisales e inadaptados compatriotas (entre los que soy conocida, simplemente, como Uge), sumábamos miles de hemisferios izquierdos y de ojos vagos. Y que con ellos he ido invadiendo, poco a poco, pero con suma facilidad, las fronteras de vuestro torpe conocimiento. De hecho alucinarían (alucinaríais) al saber que yo misma introduje esa absurda teoría de las especies en vuestra anticuada conciencia colectiva, para haceros creer que todo es tan sencillo como lo planteó mi supuesto abuelo.
Porque si conocierais la historia completa de vuestra evolución, no la podríais soportar.

22. TIERRA PROMETIDA

 

Cuando salió de su aldea, el anciano y sabio le leyó en las piedras que guardaba en una bolsa cogida a la cintura, el porvenir que le esperaba al otro lado. En la tierra prometida.

Tuvo que atravesar el desierto y más tarde, las aguas gélidas, pero de ello no le habló el sabio anciano.

Cuando llegó lleno de frío y hambre, no encontró nada de lo que le prometieron las piedras del porvenir.

Contactó con un antiguo residente de su aldea y este, lo llevó a una pitonisa para que le leyera las cartas. El poco dinero que le quedaba, lo invirtió en mentiras que nunca se cumplieron.

Hoy recoge espárragos al calor de un sol abrasador. Acude a la recogida de aceituna y también a la vendimia. Otro conocido, le ha hablado de las manzanas y la sidra, y se dispone a buscar un contrato por esas tierras. Al menos el clima será más benévolo .

Está seguro que lo tratarán como extranjero y que no tendrá un lugar honesto para residir, a no ser que los que así lo consideran, cambien en su sentir y lo ve muy difícil.

Hoy piensa que la tierra prometida, es la suya.

21. EL REVERSO DE LAS PALABRAS (Mariángeles Abelli Bonardi)

¿Por qué hablaban así? ¿Por qué, si hablaban en español, la boca se movía distinto? ¿Qué había detrás de las palabras de los Dukes de Hazzard? Con una curiosidad que corría a la velocidad del General Lee, comenzaste a aprender: ablandar la boca, hacer oído, practicar la pronunciación… La infancia, la adolescencia, te fueron sumergiendo en el idioma, y entonces llegaron Roxette y los Pet Shop Boys, con su música y su claridad, y te diste cuenta de que sí, de que ése era el camino…

Aprendiste que exit y éxito son falsos amigos, que aquí llueve a cántaros y allí llueven perros y gatos, y que usarlo para entender y dar a entender es lo más cercano a tener superpoderes…

Mientras, no sin orgullo, acaricias la portada del libro cuya traducción lleva tu nombre, recuerdas, con nostalgia, los micrófonos, auriculares y cabinas que, allá por tus dieciocho, tuviste la fortuna de ver en las Naciones Unidas.

20. Silencios sordos (Aurora Rapún Mombiela)

No acababan de encajar. Ni entendían ni se hacían entender. Se encontraron inevitablemente, reconociéndose en un mundo que les era ajeno. Se intuyeron complementarios, sin palabras. Dos extranjeros que se enamoran en tierra extraña. La ciudad escupía su ruido infernal el día en que ellos se besaron por primera vez, únicamente envueltos por ese silencio tan familiar que les había acompañado a ambos desde su nacimiento.

19. Futuro fantasma

‘No hay futuro en tu vida’, sentenció, agitando sus miles de pulseras y abalorios, que decoraban su disfraz a lo Whoopy Goldberg en ‘Ghost’, mientras su oronda figura barajaba ante mis ojos unos ajados naipes una y otra vez.

Algún conocido me había comentado la existencia de la supuesta adivina. No recuerdo quién ni por qué le hice caso, ya que no creía en esas monsergas del más acá o allá. Pero, sin nada mejor que hacer un caluroso viernes por la tarde, allí me planté. Viendo pasar cartas llenas de soles, rayos, estrellas y calaveras sonrientes.

Qué absurda es la vida, pensé, mirando casi hipnotizado a las calaveras que parecían mirarme burlonas.

Con educación exquisita, ocultando mi cara de póker, pagué los cien euros de la ‘consulta’. Me despedí, sabiendo que acababa de ser estafado, y convencido de no volver jamás. Salí, sintiendo a mi espalda cómo los huesos de las calaveras se entrechocaban en una risa maligna.

Lo que no escuché fue el claxon del bus urbano que cruzaba el paso de cebra a la vez que yo.

18. PERMANENCIA – M. Arranz

Perdí a mi madre al nacer. Según escuché  escondida detrás de unas cortinas, fue la “Crónica de una muerte anunciada”….el Tarot jamás miente en las sabias manos de Romelia.

Desde entonces, dentro de mi dulce almohada de pura lana de oveja, estuvo durante años custodiando mi sueño infantil, el amuleto que me protegería de malas influencias. Cuando se enteró mi padre, la tiró directamente al cajón de la leña para que ardiera hasta consumirse. ¡Cuánto me costó acostumbrarme a la suplente!

Fruto del primer paseo con mi hija por el mercadillo, obtuvimos una almohadita que agarró desde su silla y no soltó hasta llegar a casa.

Nos ha acompañado a todos lados durante casi tres años, ha soportado lavadoras, suelos de todo tipo, hasta bocados de varias mascotas, saliendo indemne. Hoy por enésima vez, quise reparar un descosido, cuando descubrí esa pequeña bolsa de raso blanco, bordada con mis iniciales, hecha por encargo expreso de mi madre, que contenía aquel amuleto.

Ahora sé que las cartas solo dicen la verdad, la última vez que hablé con la anciana Romelia creí que desvariaba:

—La Sacerdotisa me ha dicho que regresará. El Amor de tu madre os acompañará por siempre.

17. Sorprendente ¿o no?

El día de su jubilación, junto con la protocolaria placa de reconocimiento a toda una vida de servicio a la empresa, recibió como regalo una baraja de cartas. El obsequio que pretendía ser una broma en referencia a su recién estrenada nueva etapa, acompañaba a todas horas al jubilado. Acostumbrado a los retos, no tardó en cambiar el solitario o el cinquillo por los juegos de magia. Elige una carta – asaltaba al primero con el que se cruzaba poniéndole delante el abanico de naipes. Fue tal su obsesión que cuando no estaba practicando nuevos trucos, se entregaba a la lectura de libros acerca de los más importantes magos. Por lo tanto, no debería haber sorprendido que acordado por parte de los hijos su ingreso en una residencia, desapareciera sin dejar rastro. Y con él todos sus ahorros además de enseres personales. Salvo la placa con el logo de la empresa abandonada en la mesilla junto a la foto familiar.

16. Visión de futuro

Yo soy un hombre con los pies en el suelo. Cuando los veía por televisión, de madrugada, siempre pensaba que eran unos sacacuartos. Pero aquel tipo era diferente, la gente llamaba porque no fallaba una: adivinó que me arruinaría, después el divorcio y el despido. Decía verlo todo en su baraja de naipes.

Antes de poner en marcha otro negocio y rehacer mi vida, fui al plató donde grababa. Hice lo correcto, un cenizo así en la sociedad era un peligro.

15. HOMENAJE

Me fascinó su particular modo de vestir , su corte de pelo, un aire parisino que fue el primer contacto con lo extranjero de una niña pequeña de un pueblo “muy pueblo”. Cuando nuestras familias se hicieron inseparables, descubrí embelesada que escuchaba canciones francesas  y ópera, que entre sus parientes había pintores y músicos, que al cumplir los dieciocho se fue a París a trabajar en la clínica de un dentista, que  también cosió botones en una empresa suiza,  en un viaje por Europa que duró poco más de un año.

En la pared un retrato suyo  en Montmartre y una foto infantil vestida de fallera. El primero trasminaba estilo, vida y libertad, el segundo era la viva imagen de una familia católica tradicional; en esa dualidad se debatió siempre. Cuando me hice adulta no entendí muchas veces que aquella persona que había idealizado de niña fuera la misma que en su madurez acabó abrazando un ideario bastante retrógrado y tuvimos múltiples ocasiones de confrontar nuestras diferencias.

Aquel día no supo argumentar en una de nuestras muchas conversaciones y sospeché…luego vino el diagnóstico.

Hace muy poco se fue una muy buena persona que ya sólo sonreía cuando oía música francesa…..

14. París

Me asomo a los almuerzos pausados de los fantasmas y envidio su bienestar. Al principio, iluso de mí, me gastaba alguna moneda en esos preciosos cafés tratando de emularles. Un día tuve la suerte de recalar en una mesa recién abandonada. Tal vez demasiado apresuradamente. Pero no recabé en el hecho de que su salida acelerada fuera provocada precisamente por mí. ¡Cómo podía imaginarme yo que mi sola presencia iba a espantar a alguien! No lo vi venir. Y cuando los camareros empezaron a alentarme a que me marchase, yo al principio no comprendía.

Delante de mí veo a un gendarme que se acerca pausado y no deja de mirarme. A mi vez le miro a los ojos. Un brillo de desafío recorre la calle. Parece que todo se detenga. Incluso la gente parece apostar en ese duelo imposible. Casi puedo oírlos jalear, y yo, trémulo y sudoroso, ya no puedo defraudarles.

Tengo miedo al dolor. Y tengo mucho miedo a la cárcel. No soy bien recibido allí. Y no quiero más albergues ni expulsiones, ni multas, ni desprecios. Cuando hui de mi país me engañaron los oropeles. Nunca imaginé que hubiese algo peor que el hambre.

 

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