Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

32. Absurdolandia (A. Barceló)

─Que no, que te digo que no era yo. Podría ser alguien muy parecido a mí. Dicen que todos teníamos un doble.

─No quieras engañarme, si me seguías la conversación perfectamente y eso que hablamos de cosas personales.

─Que no, hombre, que te juro que no era yo.

─¿Me llamas mentiroso? Solo se autorizó una copia biónica de cada persona y, aunque existieran otras, nunca fue posible trasplantar la memoria dos veces. No podía ser nadie más que tú.

─Yo no te estoy llamando nada, solo te digo que yo no estuve hablando contigo el otro día y no tengo ni idea de con quién pudiste hablar. Soy perfectamente consciente de que la vida biológica es inviable, a día de hoy, en este planeta. Sería imposible que una fuente humana pudiera sobrevivir en esta atmósfera y más imposible aún que la que estuviera viva fuera la mía, el coronel al que enviaste personalmente a primera línea de batalla. Olvidas que todo el mundo acabó muerto en la estúpida guerra nuclear que te empeñaste en comenzar, hasta tú mismo.

31. Adolescencia programada (Alberto Moreno)

Aún recuerdo cuando, al salir del curro, Cafetera, Lavaplatos y yo nos íbamos de marcha. Los chistes sobre Star Wars, los pelotazos de Tres-en-uno… era desternillante. Mi Rumbi y yo ahí estábamos empezando, en lo mejor; el sexo con ella era vertiginoso, mareante.

Ahora, con la hipoteca, las tablets de los niños, los seguros de mantenimiento… Los dos doblamos turno y llegamos a casa extenuados. Ella vomita, se acuesta, da vueltas en la cama, y a la mañana, sin apenas haber conseguido recargarse, se toma una Biodramina y se va. Yo preparo la comida (sí, también aquí), y me encargo de los críos. Con Buzzy todo bien, es bastante predecible y mantiene esa adorable rigidez de la infancia. Pero el mayor nos ha salido rana. Tan pronto ríe, como que llora, como que se pone a dibujar garabatos en la pared. El electricista me ha dicho que es lo normal de la edad, pero yo estoy preocupado. Sé que es un modelo moderno, con mucha autonomía, pero lleva más de un mes sin enchufarse. Por eso anoche me acerqué a su cama y, despacio, le levanté la carcasa.

Entonces lo comprendí todo.

30. Her (Susana Revuelta)

Aunque no está en el «Top Ten» de mujeres más sexis siempre elige a Scarlett, que es la que más le pone. Proyecta su holograma sobre una pared de su microapartamento de nueve metros cuadrados y babea mientras ella se moja los labios con la lengua, deja caer sensualmente el tanga de seda, se arrodilla frente a él, se abre de piernas, se pellizca los pezones y le susurra vete a saber qué, porque es en inglés, y llegados a este punto hace ya rato que cerró los ojos y nunca consigue leer los subtítulos en japonés.

Tampoco es que le haga falta entender qué dice la diosa porque, antes de los cinco minutos que dura la descarga, él ya se ha vaciado y resopla y jadea, satisfecho. «Mañana más», piensa, sonriendo, mientras recupera el resuello. Después alisa la sábana, esponja la almohada, tira los clínex mojados por el inodoro, se lava las manos en el fregadero y justo entonces llega del trabajo Keiko, su novia, con la que nunca practica sexo. Por pereza, por cansancio, por asco también, por mutuo desinterés hacia el otro cuerpo.

29. Árbol genealógico

Arash casó con Roshni, que engendró a Ebrahim.

Ebrahim casó con Amit, que engendró a Habis.

Habis casó con Weendy, que engendró a Cedric.

Cedric casó con Urraca, que engendró a Fernando.

Fernando casó con Luscinda, que engendró a Lesmes.

Lesmes casó con Martina, que engendró a Sancho.

Sancho casó con Jalila, que engendró a Al Abbas.

Al Abbas casó con Isabel, que engendró a Faysal.

Faysal casó con Juana, que engendró a Martin.

Martín casó con Sara Sofía, que engendró a Leonel.

Leonel casó con Mayra-Liz, que engendró a Héctor Antonio.

Héctor Antonio casó con María, que engendró a Ezequiel.

Ezequiel casó con Habiba, que engendró a Abed.

Abed casó con Zaina, que engendró a Abul Bakr.

Abu Bakr casó con Raissa, que engendró a Hamid.

 

Hamid, hijo de Abu Bakr, hijo de Abed, hijo de Ezequiel, hijo de Héctor Antonio, hijo de Leonel, hijo de Martín, hijo de Faysal, hijo de Al Abbas; hijo de Sancho, hijo de Lesmes, hijo de Fernando, hijo de Cedric, hijo de Habis, hijo de Ebrahim, hijo de Arash.

Rescatado en una patera en el Mar de Libia. 

Ilegal sin papeles.

Acogido hasta su repatriación.

28. Echándolo de menos (Isabel Cristina)

—“PACO TE QUIERO”, “PACO TE QUIERO”, “PACO TE QUIERO”—repetía una y otra vez la vieja chocha sentada en la vieja silla en la entrada de su casa.

Su único hijo , Miguel, junto a su querida esposa, cuidaban y trataban con mimo a la anciana, cumpliendo la promesa dada, en su lecho de muerte, al Miguel anterior.

Cada día, en cada visita, ya fueran vecinos o familiares, jugaban a descubrir quién era ese “queridísimo Paco”. Tal vez un antiguo novio, tal vez un desconocido amante o un estimadísimo vecino…

Conjeturas, todo conjeturas. Lo único cierto y seguro es que la vieja chocha, hace  años, había llorado amargamente la muerte del antiguo dictador, cual si de un familiar muy querido se tratara.

27. Pandemia (Josep Maria Arnau)

Él se había ido a dormir intranquilo, pero al despertar la vio a su lado y esbozó una sonrisa. Acarició su cabeza metálica y notó de nuevo un cosquilleo debajo de la pantalla digital torácica. Ella, que también era un modelo T-21, sentía lo mismo y le devolvió la caricia. Se levantaron y activaron la actualización automática de las agendas. Fue entonces cuando sus temores se confirmaron: tenían que llegar antes al trabajo para hacerse unas pruebas. Encendieron el televisor. Todos los informativos repetían la noticia: el Ministerio del Interior había sufrido un ciberataque. Un peligroso virus informático investigado por el Departamento de Robótica había caído en manos de los jáqueres. Los casos no paraban de aumentar y el riesgo de humanización masiva era elevado. No lo dudaron, desconectaron sus procesadores del centro de control y salieron a toda prisa.

26. Bichos (fuera de concurso)

Decían que mi abuela Asun había dejado de hablar el verano en el que una plaga de gorgojos acabó con las reservas de harina de maíz que guardaba con celo en la despensa  para hacer sus famosas tortas de Navidad. Nunca más quiso cocinar dulces: sus piernas se volvieron  pesadas y sus brazos se hicieron lentos, como si el pequeño ejército de insectos la hubiera derrotado por dentro sin remedio.

Yo siempre la conocí silenciosa, arropada en su toquilla de lana y con algún animal en su regazo. A veces era un gato que bufaba y no nos dejaba acercarnos a ella. Otras, un perro amistoso que suplicaba caricias: entonces aprovechábamos para peinarla un poco. Las menos, una gallina del corral que nos miraba con ojos de loca mientras la abuela permanecía ensimismada escrutando el cielo: esos días nos sentábamos en círculo a sus pies esperando que alguna de las dos volara por fin.

El día que encontramos su sillón lleno de caracoles amarillos supimos que nunca más volveríamos a verla.

25. Remedios caseros

Paulino es lo último en robótica. Además de injertos de piel humana, su sistema de engranajes consigue que tenga sentimientos. Para su puesta a punto se le hizo visionar varias comedias, con las que se rio, y algunos dramas, con los que estrenó sus glándulas lagrimales. Pasadas todas las pruebas de calidad, se le puso un nombre, se le dio de alta en la seguridad social, se le buscó un hogar, un trabajo, y ahora es un ciudadano más. Ha estado viviendo con una chica hasta hace poco. Tal vez un pequeño desajuste provocó que las caricias, tan placenteras al principio, se convirtieran en descargas eléctricas, y ante tal circunstancia ella lo abandonó. Se le han caído las orejas, el ojo izquierdo, la boca y la nariz desde entonces. Lleva un esparadrapo en el bolsillo con el que recompone su rostro de cualquier forma. Antes parecía un hombre apuesto. Últimamente, más bien una pintura de Picasso. Uno de sus creadores se ha prestado a devolverle su aspecto original. Como apenas siente molestias, ha declinado el ofrecimiento. Le ha preguntado no obstante si puede coserle el corazón. Porque, aunque intenta disimularlo, cada día le duele más.

24. MASCOTAS DE ÚLTIMA GENERACIÓN (Rosalía Guerrero Jordán)

Estas mascotas de última generación son adorables. Tan suaves y blanditas que da gusto achucharlas. El problema es que se ensucian a menudo y hay que darles un mantenimiento diario adecuado. Además, se estropean demasiado rápido: en unos pocos años quedan obsoletas, y hay que sustituirlas por una nueva.

Al principio parecen un poco tontas, pero a fuerza de mostrarles algoritmos se les puede enseñar a obedecer órdenes sencillas y a comportarse de una manera adecuada.

Con mi última adquisición creo que he conseguido que me coja algo parecido al cariño. Aunque a veces me lanza miradas turbias, como si no aceptara que al final las máquinas hayamos conseguido someter a la especie humana.

23. Huéspedes

A veces me los encuentro por casa, casi siempre sin avisar. Se cuelan por cualquier abertura, quizá porque están hechos de esa materia peculiar que conforma las emanaciones. Pueden salir de una taza de café o del humo de un cigarrillo, incluso de la ropa que duerme en un cajón de la cómoda. Me los tropiezo por el desván, por más que intente organizar las cajas, los enseres o aplicar el método Kondo de limpieza y depuración. Lo peor, con todo, sucede cuando los descubro camuflados en mi propia piel, contagiándome su forma de vestirse, de hacer cualquier tarea o alterando el tono de mi voz. A veces no me miro al espejo para no adivinarlos en mis ojos, en el ángulo aflojado de mi rostro, la caída de mis cejas o el rictus de mis labios al despertar. Algunos días, los mejores, brindamos por los buenos tiempos, celebramos habernos conocido y perdonamos las ausencias recetándonos el bálsamo de la comprensión.  Lo peor viene algunas noches, cuando se quejan de todos sus dolores imaginarios y arrastran sus cadenas por los pasillos, convencidos de estar aún en el infierno de los vivos, cual prisioneros de otra realidad.

22. EL DÍA DE LA RAZA

A nadie se le ha desmoronado jamás todo su pasado y su porvenir como a mí, que, por un puro azar, leí y me demostraron que ni yo soy blanco ni ninguno de mis descendientes lo será ya de aquí en adelante, y eso por un desliz de mi tatarabuelo, negrero y navegante a partes iguales, que, sin pensar en su linaje futuro, amó a una de las esclavas que tendría que haber vendido, fugándose con ella y dejando al mismo tiempo de lado la trata y la marinería, sus dos pasiones con las que, es verdad, legó una pingüe fortuna a sus herederos, que fundaron empresas decentes, prósperas aún hoy, en cuya cúspide me sitúan mis buenas artes y me mantienen mis inmejorables relaciones, a las que financié y colmé de parabienes, y que, por desgracia, comienzan a darme de lado debido a esas gotas de sangre mestiza que no logro sacar de mis venas y que me cierran el paso al regio besamanos que se celebra hoy en la cámara de comercio.

21. ZELENSKI, UN ÍDOLO CON Z

El general de plomo ascendido a soldadito de oro contra aquel actor de metacrilato aupado a héroe de la esperanza. Y aquellos tanques con Z (ZoZobran) desilusionados por la derrota ante un Mazinger Z hecho de raZón, papel y tijera.

Aquella guerra perdida antes de poner un pie en la entereza del otro, con la excusa «de porque lo digo yo». Bueno porque lo dice él, el hipócrita de la palabra, el retirado de los servicios secretos a la sombra del Gulag. Y ahora acaricia el botón rojo poniendo rostro a la demencia.

Pero los rayos de la luna enfrían la nieve ensangrentada de los sumisos uniformados que no se atrevieron a rechazar la orden de avanzar. Como aquel soldado de diecisiete años que fusiló el último pensamiento del sargento Juan Soler.

Tan solo quedan aquellos coraZones ucranianos derretidos en la nieve, insuflando primaveras de hierro y casquillos de nostalgia para ennoblecer la muerte «con esa dignidad propia de los vencidos«.

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