Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

46. EL VOLCÁN DORMIDO (fuera de concurso)

El afamado geólogo Gabriel Arango es la única persona de Colombia que conoce el secreto del Cerro de la Teta. Varios videntes le han asegurado que, bajo la forma curvilínea, se esconde un volcán que despertará justo esta noche, en apenas minutos, para escupir nada más y nada menos que oro negro. Gabriel siente una excitación casi adolescente mientras trepa en la oscuridad. Es la turgencia del seno, su enormidad (aparte del ansia de riqueza, claro) lo que le hace llegar casi al orgasmo.

Por el otro lado de la pendiente, Emiliano Londoño, escalador y naturalista, sube desnudo hacia su gran meta: la Teta. Queda muy poco. Los dioses le han dicho a él (y solo a él), que el seno es, en realidad, un géiser dormido, y que pronto despertará, lanzando por su pezón un licor mágico que le hará inmortal. A él. Solo a él.

Ni Emiliano ni Gabriel saben, obviamente, que tanto videntes como dioses suelen mentir. Pues cuando, en efecto, el monte reviva, lanzará leche. Solo leche. Y tampoco saben que entonces, cual ínfimos calostros, ellos serán engullidos por la boca de un gigantesco bebé guajiro que, ansioso, hambriento, emergerá entre las oscuras nubes colombianas.

45. Desde el extranjero

Estoy bien, no te preocupes, la gente aquí es muy amable.

¿Cómo es tu habitación?

Hay una cama enorme y la luz entra por la tarde responde desde la penumbra contemplando el minúsculo cuchitril en el que, él y seis jornaleros más, duermen sobre unos mugrientos colchones.

¿Ya comes bien?

Sabes que aquí en Francia se come de maravilla. Cada noche nos invitan a una botella de vino que le da mil vueltas a un Rioja contesta mientras intenta sacar una mosca que flota en el interior de su taza llena de un oscuro líquido apestoso.

¿Y cómo es el trabajo, amor mío?

Llevo solo diez días. Todavía no me han dado grandes responsabilidades, pero me han dicho que pronto voy a integrar el equipo comercial y se tumba, agotado, con la espalda molida de recoger uvas.

¿Y si voy con los niños? ¿Crees que podré encontrar yo también trabajo?

Aún es pronto, cielo. Además, no hablas francés. Saber idiomas es muy importante. Mírame a mí.

Y si los niños se quedaran con…

Cariño, tengo que dejarte que me reclama el jefe. La próxima semana te vuelvo a llamar, te lo prometo. Un beso muy fuerte, os quiero.

44. Gasolina, chaparrones y dos cuentos mal contados

Nos quemamos a lo bonzo frente al super del barrio. Era la hora de salida de los institutos y los chavales nos grababan con sus móviles, mientras tiraban sus libros a la pira y nos vitoreaban como a estrellas del trap. Cuando el fuego se extinguió, corrimos hacia el América, el bar que había bajo los soportales, y nos besuqueamos junto a la barra como si lo esperáramos desde niños, cuando tú vivías en la caja de herramientas de tu abuelo, en aquel pueblo entre el río Adaja y la frontera alambicada de un coto de caza de piedras dialogantes, y yo soportaba un yugo azul de gomaespuma en la ladera de un vertedero clandestino. Después, el camarero, harto del vaivén de nuestras lenguas, nos echó con cajas destempladas. Llovía en el cráneo oxidado de las víctimas del holocausto, en la ropa tendida de un coronel de artillería, en el primer álbum de cromos del hijo adoptivo de unos señores de Albacete. Corría marzo, con sus pantalones cortos de colegial de entreguerras y una blusa blanca de arpillera; con sus mofletes de solista de trompeta y los zapatitos de cristal que perdían las princesas al abandonar el baile.

43. Hacker mate

Sabes bien cómo husmear en cibernéticas soledades, analizar inseguridades y diseñar ilusiones con palabras de honestidad aparente. Sabes seducir y, con toda la información recopilada, desarmar cautelas que acaban en soñadoras citas para ellas, pero en festines de sangre para ti.

Eres un hacker muy hábil, abyecto colega, pero he descubierto tu juego. Hoy soy yo la que te espera.

42. ENCRUCIJADA (Rafa Olivares)

Apurados de tiempo, los tres sabios se dirigían, en carruaje tirado por briosos corceles, al castillo de Fronenbürg donde tendría lugar el congreso de científicos. Sabían que, en un punto determinado, el camino se bifurcaba hacia Este y Oeste. Desconocían cuál era el que llevaba al castillo pero, afortunadamente, en ese cruce vivían dos hermanos gemelos, tan idénticos que solo se diferenciaban en que Hans decía siempre la verdad y el otro, Hans también, siempre mentía. Además, nunca admitían más de una pregunta de los viajeros. 

Elucubraban los eruditos sobre qué única interrogante plantear para saber la dirección correcta cuando el filósofo Müller exclamó «¡Ya lo tengo! Preguntaremos al primero que encontremos cuál sería la respuesta de su hermano sobre el camino a Fronenbürg y tomaremos el contrario al que nos indique». Celebraron con euforia la ingeniosa lógica del colega hasta que llegaron al lugar en el que se encontraban los hermanos. Antes de poder formular la pregunta acordada, el doctor Schneider advirtió «Aprecio en ambos gemelos evidencias claras de trastorno bipolar, con tendencia a adoptar la personalidad de personas cercanas». Fue entonces cuando el profesor Weber sacó una moneda de su bolsillo y la lanzó al aire.

41. REFLEJO DISTORSIONADO Rosa Gómez

Gracia se planta desnuda frente a un espejo. Quiere analizar cada parte de su cuerpo con la intención de mejorarlo.

—Me sobra grasa de los muslos. Necesito una liposucción aquí. —Sus muslos son muy delgados; apenas hay diferencia con la parte inferior de la pierna.

Contrariada, pellizca la piel del abdomen.

—Haré la dieta de las mil doscientas calorías. Tengo que alisar esta barriguita. —Su abdomen está totalmente liso; por encima, se pueden contar las costillas.

De espaldas, gira la cabeza para verse los glúteos.

—Necesito una flancoplastia ya; la genética de mi madre no me ha ayudado. —Tiene un culo pequeño, sin apenas carne, eliminar algo sería inviable.

Acerca la cara al espejo y se asusta.

—¿Cómo no me había dado cuenta? ¡Es demasiado ancha! Una bichectomía sería ideal. —No le queda grasa en el rostro. Una finísima capa de piel envejecida cubre su calavera.

Espantada con su propia visión, grita desesperada.

—¡Mi pelo se cae! ¡Tengo la piel cuarteada! ¡No puedo salir así! —De todo lo dicho, esta es la única verdad.

Gracia, de nombre artístico Graciela, se prepara. Quiere estar perfecta. Será el último desfile.

40. Cándida

A las dos semanas de comprarlo la dejó tirada en la carretera; dio dos tirones y se paró, así, sin más, saliendo de una curva. Se acordó de Felipe y de toda su familia, de sus más lejanos ancestros y de la que alguna vez pudiera ser su descendencia. Le dedicó la retahíla de insultos más extensa que pueda imaginarse, con expresiones que jamás antes habían salido de su boca, animadas por una elocuencia que solo se consigue bajo ciertas circunstancias y  como desahogo momentáneo, y no fue hasta que empezó a apaciguársele la ira que recobró la sensatez y encontró a la verdadera culpable, porque  a quién si no a ella se le ocurrió creer con fe ciega en un vendedor de coches de segunda mano.

39. Bola de nieve

Mis padres me pusieron Tom por el Tom Sawyer de Mark Twain. Mi abuela dice que las mentiras tienen las patas muy cortas, como Danny DeVito. Mi abuelo afirma que son como una bola de nieve: crecen y crecen.

Negué haber hecho las pintadas en la fachada del colegio. Aseguré que ni siquiera había estado en la ciudad; me fui a esquiar con mi tía. Me pidieron algún ticket que lo demostrara, pero ella es muy generosa y pagó todo. Las manchas en mi sudadera parecían pintura, pero dije que era grasa de su coche; intenté ayudarla a arreglar un pinchazo.

—¿Podemos llamarla? —preguntaron.

—Eh… no, es sorda —respondí, improvisando.

—¿Le escribimos las preguntas?

—Bueno… el problema es que también es ciega.

Me miraron en silencio. Noté que algo fallaba: vi cejas fruncirse y escuché algún suspiro profundo. Tragué saliva.

—¿Cómo conduce?

Tardé varios segundos en responder.

—No conducía. Fuimos… en autobús.

El despacho quedó en silencio. El director se inclinó sobre la mesa y me miró fijamente antes de soltar la frase que me hundió del todo:

—“Si dices la verdad, no tendrás que acordarte de nada”. ¿Te suena? Es de un tal Mark Twain.

38. Biografía no autorizada (MVF)

Me mentiste siendo el árbol de mis sueños, pájaros diminutos que crecían en tus ramas, alimentados por el viento de la fe que te tuve. Me mentiste, desde esa nube blanca con forma de elefante que dejaste entrar por la ventana, en una tarde lenta, lenta, como un cachorro herido. Me mentiste, y eso sí que no puedo perdonártelo, en mis propias raíces, cuando una y otra vez te pregunté de dónde éramos y tú inventaste nombres, pueblos, casas, poblaciones enteras para hacerme vivir dentro del libro que escribías solo tú.

37. ¿Y SI FUERA VERDAD? (Fernando da Casa)

 

“La Tierra es plana.

Como el Sol, las estrellas y la luna.

La mujer nació de una costilla del hombre, para servirle y perpetuar la especie.

Los animales no tienen alma, ni sentimientos. Fueron creados para alimentarnos y entretenernos.

El hombre blanco debe liderar políticas de paz y prosperidad para el mundo, para que convivan gentes de otras razas y condiciones, porque –a pesar de su inferioridad genética- todos los seres humanos tienen derecho a una vida digna.

La caridad es la base de la justicia social.

No te preocupes si crees que no eres perfecto, si no alcanzas las metas que se esperan de ti, si te avergüenzas de tu cuerpo, si tu conducta sexual no es la apropiada, si tus pensamientos te llevan a dudar de todo… Todos somos pecadores.”

Ángel terminó su redacción garabateando una firma y la fecha: octubre de 2030.

Estaba satisfecho de su trabajo, lo entregaría en la escuela al día siguiente. Podía ir solo, sin miedo a drones o a escuadrillas justicieras, ya desaparecidas de las calles.

Hacía tres meses que había estallado la paz mundial.

Por suerte, Dios existe.

36. Escala 1/12

Felicidad fue la primera. Trabajé muchas horas con ella en el taller. Es roquera y languidece recostada en el sofá, como si fuera una guitarra abandonada. En su mano izquierda sostiene un frasco de barbitúricos. Pobrecilla, falleció por una sobredosis. Le siguió Maya, la equilibrista. Tiene una figura escultural y reposa con el cráneo destrozado en el patio interior, tal cual quedó al precipitarse al vacío. Noé, su melliza, lo presenció todo, tuve que decirle que se diera un baño caliente para calmarla. Ahora descansa en la suite del piso de arriba. Le apasionaba coger olas hasta que una gigante se la tragó. Está sumergida en el yacuzzi, con unos plomos atados a la cintura.

Me chifla la casita de muñecas, una réplica exacta de la mía. Ayer fui a la tienda de manualidades y adquirí un juego de cuchillos para la cocina. A Eclipse le va a encantar. Es una gran chef y hace poco le concedieron una estrella Michelín. Emocionado, la abrazo por detrás y, mientras cierro la puerta de madera azul del comedor con el pie, le susurro al oído: no abras los ojos hasta que yo te lo diga.

 

35. Ni un pelo de tonto

Como todas las mañanas el semáforo, que hay justo al salir del garaje de su casa, está en rojo. Mientras espera a que se ponga verde, acostumbra a observar la enorme valla publicitaria que preside la plaza, pero hoy ha habido cambios. No se trata de una atractiva chica anunciando lencería, ni de la conocida bebida refrescante con chispa, tampoco del tentador destino turístico rodeado de palmeras; ese que le hacía soñar antes de empezar la dura jornada en el bufete de abogados en donde trabaja.

Esta mañana un atractivo hombre maduro de abundante pelo gris y tez bronceada le sonríe de una forma que a Daniel le parece ofensivo. Anuncia una loción crecepelo muy conocida. Él mismo es uno de sus mejores clientes. De hecho acumula frascos y frascos vacíos de esa misma loción en el trastero.

Y ahora, mientras acaricia su despejado, suave y redondo cuero cabelludo, unas ganas de venganza sin límites se adueñan de él.

Con el semáforo ya en verde y con la prueba del delito en su trastero, acelera con más ímpetu de lo habitual.

 

 

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