Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

12 SECUELAS (Rosalía Guerrero Jordán)

El infierno empezaba al sonar el timbre. Hasta ese momento, la presencia del profesor de turno podía mantenerla a salvo.

Pero el sonido estridente que anunciaba el final de las clases le erizaba el vello de la nuca. Luego, echaba a correr.

Con suerte, solo le alcanzaban los insultos, pero la mayoría de los días la esperaban, agazapados como alimañas, en cualquier esquina. Entonces, la rodeaban y llovían las patadas, los escupitajos, los golpes. La humillación absoluta.

Años más tarde algunos le pidieron perdón. Carlos, el matón al que algunos imitaban y la mayoría temía, nunca lo hizo. Carlos, por el que suspiraban todas las niñas. Todas, excepto ella, que osó negarle un beso en el patio.

Ese desprecio despertó su ira, insaciable y demoledora, que solo pareció calmarse cuando encontró otra presa en la que cebarse.

Silvia nunca volvió a ser la misma.

Todavía no entiende por qué, al encontrarle en aquella aplicación de citas, comenzó hablar con él.

Solo sabe que sintió un placer indescriptible al dejar salir toda la ira acumulada. Que una calma blanda y limpia la invadió mientras el cuchillo entraba y salía del cuerpo de Carlos y las sábanas se iban tiñendo de rojo.

 

10. POR UNA SONRISA

Don Perfecto. El preferido de papá desde siempre. Mamá  me prefiere a mí, que no hago bien muchas cosas pero soy curioso  y algo rebelde, como ella. Y a los dos nos encanta cuidar los frutales del jardín.

Mi hermano se desvive por agradarnos a todos continuamente, tanto, que resulta cada día más cansino…Y más repelente.

A veces, cuando estamos solos, me mira y me sonríe de una forma tan extraña que me asusta. Esta misma  mañana  lo ha vuelto a hacer y yo, que no tenía un buen día, le he dicho que o paraba o se iba a enterar. Pero el muy imbécil no paró.

A la hora de comer, mamá me preguntó que dónde estaba Abel, pero me hice el tonto y le contesté que ni idea. Ni que yo fuera su guardaespaldas.

De inmediato, papá se fue a buscarlo, claro. Lo encontrará pronto, sin duda, pero esta vez ya no tendrá esa maldita sonrisa en la cara.

09. LA IRA DE LA CIVILIZACIÓN (JUAN MANUEL CHICA CRUZ)

Aquel niño, con su cuerpo que valdría como  muestrario de  huesos para estudiar anatomía a simple vista, miraba sin  entender nada. Los  nazis que hasta la tarde de ayer hundían sus botas en los cuerpos exangües de los que daban el último estertor y   golpeaban a los  judíos que transportaban en carretillas los cuerpos gaseados de sus compañeros para agilizar la barbarie,  habían desaparecido sin dejar rastro.  Solo quedaban las  chimeneas que exhalaban las fumarolas  de horror de  los hornos crematorios,  a todo trapo, desde la noche anterior en que  sabían que la llegada de los soldados americanos era inminente. El niño se aproximó a una plazoleta que daba a  los edificios de los oficiales  cuyo paso estaba solo permitido a  algunas jóvenes judías a las que,  por alguna extraña razón que él no entendía, les permitían el paso.

Con ese pesado olor a ceniza de huesos quemados sobre su cabeza rapada  vio  aproximarse corriendo a un soldado negro que   aullaba enloquecido. El  espanto de lo que veía le hacía perder el juicio con los ojos fuera de las órbitas,  sumido en  rabia incontenible.

Entonces, viendo aquella ira  ante el horror,  el niño comprendió que la civilización había llegado.

08. Lo sacábamos de quicio (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Nuestro compañero de tercero de bachiller, el hiperactivo Jaime, desquiciaba al director del colegio. Este, ya mayor, de bautismo frailuno hermano Nicolás y de mote “Cartucho”, daba clases de francés, mejor sea dicho, las vigilaba. Su tensión arterial estaba descontrolada. Solía tener frecuentes manchas rojas en los ojos.

La clase consistía en repasar en voz alta un cuaderno de color fucsia de ediciones Bruño que dedicaba cada una de sus páginas a las palabras en francés y su traducción al castellano de un tema: la vendimia, la caza, la pesca etc…

Era un guirigay de voces que sacaban de quicio al vigilante, que como un poseso explotaba, se dirigía al sitio de Jaime, el más voceador de los alumnos y ciego de ira le caneaba el cogote a mano abierta y hasta le golpeaba la cabeza con la tapa del pupitre.

Esto nos ponía eléctricos a los compañeros que lejos de defenderlo, jaleábamos al fraile gritando ¡dele!, ¡dele!, ¡dele! El cura cesaba su tortura y tornaba su cara inquisitoria 225 grados como buscando otra víctima y callábamos. Terminada la ejecución reanudábamos con medida sordina a recitar: el conejo: le lapin; el álamo: le peuplier; y gritando fuerte, el cartucho: la cartouche…

07. Escena final (María José Escudero)

Tras el “silencio, se rueda”, la cámara enfoca a la actriz principal que viste con el típico desaliño de una mujer que se siente poca cosa. La escena tiene lugar en un espacio asfixiante y sombrío y le da la réplica un actor de imagen vulgar que, con poco maquillaje, queda perfecto para el papel. De repente, ella hace un movimiento brusco, inesperado y al mismo tiempo grita: “Ya puedes decir que te duele más que a mí, ahora sí que lo puedes decir”. Visto entre bambalinas parece como si se hubiese salido del guión y nos perturba un poco. Todavía ignoramos la causa de su arrebato y nos preguntamos a qué viene esto. Pero, según iremos descubriendo a través de algunos flashbacks, el personaje se ha cansado de ocultar su mirada herida, y no ha podido contenerse.

“Ahora sí que te duele más que a mí”, repite y repite, se desgañita transfigurada. Luego, tras escucharse un portazo, hace mutis por el decorado. Y lentamente, la cámara desanda el camino por ella andado hasta enfocar al hombre que, encogido, gimotea y trata de hacerse un torniquete con un paño de cocina.

—¡Corten! —ordena el director—. Es la toma buena.

06. LAS AFUERAS (Paloma Casado)

En un lugar como este los perros enseñan los dientes. Atados con cadenas, comen solo el mendrugo que el amo los echa y aun así defienden su territorio. Son tontos los perros de puro fieles. Abundan también las ratas y no hay gato que las enfrente sin salir mal parado. Hasta la luna se muestra legañosa como una puta vieja. Andrés no puede verlos, pero su cuerpo siente los baches del camino, la humedad de su orina en los pantalones y el corazón en las sienes.

Por fin el coche para y se abre el maletero. Unas manos lo sacan a empujones y es entonces cuando vislumbra la sonrisa rota del chico con el que peleó hace unos días. Su mirada vuela de él a sus dos compañeros y se detiene en el bulto reconocible que tiembla en el suelo. Una pistola surgida de algún bolsillo le mira ahora con su ojo vacío de cíclope y después apunta al cuerpo arrodillado de su compañero. Entre risas e insultos -¡A ver si ahora eres tan valiente, Maricón!- le tienden el arma y Andrés comprende que esta noche tendrá que matar o morir en un lugar como este.

5. In crescendo

No hemos terminado de cenar cuando él mira el reloj y dice que se tiene que ir, que es tarde y al día siguiente madruga. Aunque me sorprende una excusa tan simplona, no pregunto nada y lo acompaño hasta la puerta. Antes de abrir, le insisto en que se quede, le propongo flambear piña -nuestro postre favorito-. Pero no consigo convencerlo, nos despedimos sin mucha más historia y él se marcha como alma que lleva el diablo. Tanta prisa repentina me molesta y me quedo observándolo por la mirilla. Veo que, mientras espera el ascensor, hace una llamada con el móvil y sonríe. Reparo en que sonríe mucho. Demasiado. Ahora tanta risa me fastidia. Y cuanto más tarda el ascensor, más sonríe él y más me enfado yo. Entonces cierro los ojos, respiro hondo y empiezo a contar números. Uno, dos, tres,…antes del cinco abandono la técnica recomendada y me tomo una copa de ron. Luego una rodaja de piña. Y más ron y más piña, otra vez ron y otra vez piña. Sin azúcar y sin quemar. Ni siquiera escucho que está sonando mi teléfono. Está llamándome él, mi terapeuta, presiente que la terapia de exposición tampoco funciona.

4. DIENTE POR DIENTE (Ángel Saiz Mora)

El hombre cree percibir en la mirada de la doctora, sobre la mascarilla, un ceño fruncido que añade alteración a la que ya traía.
La dentista le hace algunas preguntas banales, para tranquilizarle, supone. Luego introduce un artilugio que impide que cierre la boca. Tampoco puede hablar. Ella menciona entonces el tema de la agresividad al volante.
Mientras examina las piezas, la doctora añade que días atrás fue víctima de un ser colérico, que bajó de su coche con intención de atacar, de lo que quizá se salvó por ser mujer, pero no de sus insultos de machismo rancio.
El individuo se revuelve inquieto, apenas nota el pinchazo.
La odontóloga extrae la aguja. Afirma que nunca olvida una cara.
El paciente recuerda. Ese taladro dental emite un zumbido terrorífico. Quisiera huir, pero está paralizado. Teme haber recibido una anestesia general, encontrarse a merced de alguien que sufrió su ira injustificada.
Ella percibe el desamparo del hombre. Aclara que la jeringa solo tenía agua destilada, que puede marcharse si lo desea. Casi siente compasión. El tipo sigue lívido. Abandona la clínica sin coraje para pedir disculpas. Tampoco sabe cómo explicará en casa esa mancha enorme en sus pantalones.

02. Aprendizajes

El niño camuflado entre rocas enfoca la mirada al detectar movimiento. El perro de tres patas abre su ojo amarillo, levanta el muñón que fue oreja. El sol abrasa la tierra yerma.

Por el camino corre a trompicones la mujer, descalza, llorosa. El hombre del chaleco negro la atrapa, la devora, se hunde en ella, la aplasta, entregado a sus embestidas, ajeno a sus gritos. Después, la silencia con una patada en la cabeza, la abandona sobre el polvo rojizo.

El niño mira, interioriza. El perro se yergue, va hacia ella, lame la sangre y aúlla. La mujer no volverá a tropezar más. El hombre ha regresado a casa.

La tarde se disfraza de noche. El niño abandona su escondite, coge un palo, una piedra. Se acerca a la mujer inmóvil, besa su frente helada. Se dirige a la barraca. Atisba por la rendija de una ventana.

La botella vacía atrapa la luz del candil creando espectros en la pared. El hombre está dormido, apoyado en la mesa. El niño entra, el hombre ronca. La piedra quiebra la base del cráneo, le enmudece. El niño sonríe, blande el palo. Mira al perro.

El perro tiembla. Huye de allí para siempre.

01. LA BODA

La novia le susurra al marido recién esposado que la apriete fuerte, que la quiera, que no la deje caer nunca. Mientras, su madre, entre sorbo y sorbo de un vino ácido y barato les ve danzar y repite entre dientes… sed felices, muy felices, sed felices… El padre ha vaciado de nuevo su vaso. La luna, que es testigo desde el tejado, lo mira como a un fantoche discutiendo con su negra sombra en un idioma incomprensible. El viejo escurre los restos de la botella sobre el gaznate antes de reventarla contra el suelo y convertirlo en un universo de estrellas de vidrio. El novio, enfurecido, lanza a la mujer contra un asiento y corre en su busca. Le increpa. Lo arrastra, lo zarandea y lo saca fuera de escena. Los gritos han callado la música. Vuelve el silencio de los grillos. El novio, que ya ha encontrado la calma, busca una botella nueva y un vaso limpio y se sienta, solo, a echar un trago junto al rosal de flores amarillas. Mientras, al fondo, se oye el llanto callado de una mujer. O dos.

84. La barca

Ahí está la barca de Andrés amarrada en la bahía, tan blanca, tan limpia; la línea roja, el nombre negro: María.
Ahí está, donde Andrés la deja, hasta las gaviotas la respetan y no se acercan. El sol la ilumina y ella brilla en medio de la bahía, para envidia de los otros marineros, para envidia mía.
Y yo la querría, la barca de Andrés, menos cuando se sube María; entonces no, entonces la hundiría.

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