Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

07. SIT TIBI TERRA LEVIS

Lo fuiste todo para mí. A mis ojos, eras la excelencia.

Nunca te gustó esa mediocridad de quedarse a medias y siempre me decías que si uno se proponía hacer algo, lo que fuera, debía hacerlo bien y, sobre todo, debía terminarlo.

Me lo repetiste tantas veces, mi amor, que acabé interiorizándolo hasta convertirlo en una convicción propia. Y entonces decidí que tenía que echarle valor a todo lo que tuviera que hacer a partir de ese momento.

Por eso te disparé justo en el corazón, sin que mi cabeza ni mi pulso dudaran un instante.

No debiste serme infiel sin terminar antes conmigo, pedazo de hipócrita mediocre.

Que la tierra te sea leve.

06. La dama sin vida (Antonio Bolant)

Ya no estaba allí cuando despertó, aunque el armazón de carne que le había alojado durante toda su existencia todavía respiraba sobre aquella cama. Pronto, la enfermera de guardia se alertaría por la parada de sus constantes vitales. ¿Pronto? Se sorprendió de comprender que el tiempo sólo era una ilusión. También de que podía sentir, de una forma inconcebiblemente honesta, con una formidable plenitud que lo conectaba con lo esencial.

Entonces se sintió acompañado. Ella fue la primera en hablar:

—¡Vamos!

—Por favor, dime que vienes de parte del cielo.

—No, pero tampoco conozco infierno alguno.

—Entonces, ¿adónde me llevas?

—No hay «adóndes», serás un estado que aún no eres capaz de concebir, pero que ya empiezas a intuir.

—Es curioso. No me siento solo, tampoco siento ningún miedo.

—No lo tendrás. Todo lo ocupará la esencia perdurable de quienes habéis estado vivos. No sabes cuánto os envidio por ello.

05. LAS RAMIFICACIONES DE UN OJO DEMASIADO VIGILANTE* (Mariángeles Abelli Bonardi)

No daba crédito a lo que veía… Lo agarró con manos temblorosas y me preguntó qué hacía ahí. El ojo se le puso verde y su mirada – una hiedra venenosa – medró por la tapa y todo lo absorbió: el título, el dibujo, los colores y mi nombre, sobre todo el nombre…

Le contesté tranquila, sintiéndome reivindicada, casi pudiendo leerle el pensamiento… ¿Qué hacía ahí yo (que escribía «con palabras raras») en el stand de Escritores Independientes de la Feria del Libro?

 

*Agradezco a mi amigo, Ángel Saiz Mora, las palabras que me inspiraron

04. FURIA

Todo comenzó cuando Agua se enamoró de Hierro.

Hierro disfrutó zambulléndose continuamente en Agua, para salir goteando y satisfecho.

Pero a Fuego le gustaba Hierro.

Rezumaba celos.

Lo abrasaba, volviéndolo rojo incandescente en cuanto salía de Agua.

Hierro regresaba inmediatamente a Agua.

Fuego, desesperado, lanzaba llamas a Agua quien se partía de risa retozando con Hierro.

Fuego se enfadó. Mucho.

Hizo al mundo escupir lava y llamas.

Agua respondió con gigantescas olas y diluvios para apagarlos.

Hierro se cansó de la pelea y se hundió en las entrañas de la Tierra, donde decidió descansar libre de pasiones por el resto de los tiempos.

Mientras tanto, en la superficie, se desató la mayor furia jamás imaginada.

03. Soberbia (Marisa Martínez Arce)

 

La veía pasar con su vestido blanco de percal.  Altanera, ufana.  Mirando por encima del hombro a todo aquel que se le cruzaba. La barbilla alta, la mirada desafiante. Hacía años que bebía los vientos por aquella chica, desde que íbamos a párvulos. Jamás me dio una oportunidad.

El tiempo no perdona, los años pasan. Se le bajaron los humos, aunque demasiado tarde, para entonces me había enamorado de otra. Ahora, era yo quien paseaba por su calle: primero de la mano de mi novia, más tarde agarrado del brazo, de la que ya era mi mujer. No lo hacía por fastidiar, es que el pueblo era pequeño. Ella, nos miraba desde su ventana bajando la cabeza, corroída por la envidia y los celos.

 

02. LEYENDAS RURALES (Ángel Saiz Mora) -Fuera de concurso-

Ningún disparo hizo blanco en mi cuerpo, pero me dejé caer durante las detonaciones. No hubo tiro de gracia. Al atardecer pude escapar a rastras de aquella zanja abarrotada de cadáveres. Días después, tras instalarme en una gruta, reuní coraje para visitar el pueblo.
Fue doloroso asimilar que mi novia accediera de inmediato a emparejarse con el alcalde, después de que ese maldito dijo a las tropas que llegaron que yo era un elemento subversivo, pese a mi falta de interés por la política. Él no soportaba que un simple cerrajero hubiese heredado tierras, de las que se apropió, ni mi relación con la muchacha más bonita, que también hizo suya. Tampoco ella tuvo inconveniente.
En las noches más oscuras rondo las calles. Al creerme muerto, cuantos me conocieron piensan que soy un fantasma. Formo parte del paisaje, como la fuente de cuatro caños.
Podría abrir cualquier puerta, pero solo entro en una casa. He convertido la vida de sus moradores en un calvario, tanto, que envidian no estar ya difuntos. Les aterra verme aparecer. La que iba a ser mi mujer ha perdido toda su belleza, presa de una enloquecedora ansiedad. El alcalde lleva tres infartos.

01. ERWÜNSCHT

El embajador le confesó que la gobernanza de Erwünscht podría ser un referente para cualquier nación. Le mostró su admiración por las aguas cristalinas, los bosques, el trabajo de los campesinos, la tranquilidad de sus senderos… Lo describió como una condición envidiable.

El gobernador entendió sus palabras como una advertencia, una sutil amenaza, y contrariado, reunió al consejo: tomarían las previsiones necesarias para evitar la pérdida de su codiciada situación. Comenzaron con el control de tránsito por los principales caminos. Fue necesario acrecentar el ejército, y muchos campesinos se hicieron soldados. En las tierras abandonadas se construyeron fortines y nuevas industrias de armamento.

Algunos visitantes, sorprendidos por las novedades, corrieron el rumor de un enemigo lejano en ciernes y fueron expulsados por mezquinos y maledicentes. Como gestos inequívocos, talaron el bosque circundante para evitar sorpresas, envenenaron los pozos para contrariar el abastecimiento oponente y se encerraron intramuros.

El confinamiento del ejército asustó a los vecinos que se plantearon huir, pero les forzaron a regresar en su propio beneficio. Aunque controlaron y cerraron los accesos, el territorio se fue vaciando y creció el miedo hacia el gobernador y sus consejeros, satisfechos al fin por conseguir instaurar un estado fuerte, autoritario, definitivamente inconquistable.

91. La Dama de las Líneas

Era alta, pálida y con rasgos diferentes a la gente de la zona. Aunque hablaba español, se le escapaban, de vez en cuando, palabras en un idioma desconocido. Cada vez que iba por provisiones al pueblo, la bruja María compraba escobas. Con la carga  al hombro, regresaba a la árida llanura donde vivía, sola, en una choza. Al poco rato, se levantaban las polvaredas que se creía eran producto de sus vuelos sobre el desierto. Decían que despegaba, envuelta en nubes de polvo, con el chispazo de los celajes prendido entre las briznas de sorgo de la escoba; pero nadie la sorprendió nunca en esas actividades mágicas. María alejaba a cualquier mirón a escobazos, mascullando  imprecaciones en su natal alemán. 

Los rumores cesaron, cuando se pudo contemplar, desde lo alto de los cerros o en un aeroplano, cómo cada centímetro cúbico de gravilla barrido  por la arqueóloga, dejó al descubierto las figuras de una araña, un mono, un colibrí, una ballena y otros geoglifos hilvanados contra el fondo oscuro del desierto de Nazca.

90. La derrota

Un órdago a la grande quiebra el silencio que acristala el cementerio. Cuatro borrachos rodean la tumba del prior. Los naipes descartados tiemblan sobre la losa de mármol  que apresa el frío de la noche de difuntos. Un montón de amarracos, todavía intactos, espera sobre el jaspe veteado, como una ofrenda hecha al diablo. La calma, hecha añicos, alfombra los caminos que recorren fosas y sepulcros, nichos y panteones. Un halo de fósforo serpentea alrededor de los cuatro jugadores, que se miran a los ojos, retadores. Son las doce, la hija del enterrador se despierta del letargo anual que la atenaza, sube la escalinata de la cripta en la que habita, se podría decir que flota por los tétricos callizos que conducen a la timba. Se acerca a los tahúres; un relente de alcohol tapiza crucifijos y epitafios, el camisón de la chica, ahora transparente, y los palos que se agitan en el interior de la baraja. A la espalda de su padre le susurra un «quiere» diminuto. El viejo desdentado descubre sus reyes de cartón, todavía ebrios, con una carcajada desacorde. Frente a él un desconocido, también alcoholizado, muestra una jugada, hasta ahora insuperable, los cuatro jinetes del apocalipsis.

89. 180 grados

Llevábamos dos años casados.

Llegué a casa tan emocionada, tan excitada, era una tarde de sábado, quería decirle cuanto lo amaba, que feliz me sentía, compartir con él la inmensa alegría, la noticia de que estaba embarazada.

En el quicio de la puerta me quedé esperando a que terminara la conversación que sostenía, oí que decía sin darse cuenta que yo había llegado.

— Deseo tenerte a mí lado, acariciar tus senos, morderte los labios—

Mi vida dio un giro de ciento ochenta grados.

Aún hoy me dice que fue un error, que me quiere, pero no es eso amor, no como yo lo entiendo.

Y eme aquí, tan rota como acorazada por dentro, por los años forjada.

¿Como  pude ser tan idiota? Intentando olvidar lo pasado, perdonar lo imperdonable, continuar a su lado, por estar embarazada o por ser tan cobarde.

Creí superarlo por el transcurrir de los años. Mas el pasado y el presente se fundieron en un suceder de acontecimientos, sin pasión ni confianza.

Todo quedó paralizado en aquel quicio, una tarde de sábado.

 

 

88. Pasos asombrosos

El sudor corría por su frente y huía desesperadamente, no creo que pueda mas, pensó. Sus piernas fallaban y su corazón golpeaba con fuerza su pecho. La respiración se entrecortaba desembocando en una fuerte tos.
Llegó a un cruce. Miró a ambos lados. Ninguna señal. Nada. Ninguna indicación.Por donde voy, se preguntó. Todo estaba oscuro y solo se oía los pasos de aquel hombre siniestro. Miró atónito su sombra alargada, jadeando con los ojos fuera de sus órbitas. Los pasos se acercaban. Me rindo dijo poco a poco.
Su cara se deformó, sus facciones se agrandaron de forma increíble y soltó una gran carcajada.
Lo demás ya no me acuerdo.

87. Una visita inesperada

Compré el conjunto de ropa interior más sexy de toda la ciudad. Últimamente sentía que habíamos caído en la mayor de las rutinas y quería darle una sorpresa. Se había marchado fuera de la ciudad unos días, a un congreso de no sé qué, y le dije que en esta ocasión no iba a poder acompañarle. Se lamentó por ir solo, pero lo comprendió. Ya en el hotel, no me resultó difícil conseguir la llave de su habitación. Subí en el ascensor junto a una pareja de recién casados. Ella me miraba con desdén, mascullando algo entre dientes, él se relamía recorriendo mi cuerpo con la mirada desde mis tacones de vértigo hasta el cuello levantado de mi gabardina. Eso me puso a cien. Abrí la puerta de la habitación con decisión, encendí las luces y, desabrochando mi gabardina dejando a la vista todo mi esplendor, grité un aquí está tu cachorrita, que sonó muy guarro. Pero la sorpresa me la llevé yo al descubrir que no estaba solo; que esta vez en la cama del hotel, quién lo iba a imaginar, estaba con su mujer.

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