Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

27. Belleza

Cae.

       Se deshace.

                          Se sumerge.

Rasga la calma del gélido océano y se convierte en mar.

Lo observa todo desde la tranquilidad que le proporcionan las paredes de su hogar. La calidez del sofá y del té caliente entre sus manos. El tiempo, como la imagen del televisor, pasa lentamente, sin querer avanzar.

Suena una vieja balada incluida en el final de un memorable último capítulo de la tercera temporada de una serie médica.

LLORA

SE SUMERGE EN SUS RECUERDOS

RECIENTES.

ROMPE LA CORAZA. Y SE TRANSFORMA EN TRISTEZA.

Más allá, una fotografía. Un recuerdo ahora lejano. Un beso. Una imagen en blanco y negro. Una vida que podía haber sido más longeva. Al lado, en una urna biodegradable, sus cenizas. Restos que le reflejan su mirada y una parte de la vida

Vivida.

“Fue hermoso”. Fragmentos de su historia compartida, acompañan sus lágrimas y su voz entrecortada.

Su sonrisa

Sus ojos turquesas,

Enormes y honestos.

Su largo pelo azabache.

Su cuerpo

Frágil

Ella

Su alegría y sinceridad.

Un llanto le hace levantarse, dirigiéndole a su habitación. Una cuna lo observa agitada. En su interior, ella lo reclama, esperando que la arrope entre sus brazos,

una vez más.

26. Belleza escondida

Acostumbrado a pasar desapercibido, a hablar y no ser escuchado, incluso se preguntaba si los vocablos salían de sus labios a pesar de estar convencido que los pronunciaba, levantaba la voz ligeramente por si fuese que el tono fuera el adecuado para sus oídos, pero demasiado leve como para llegar a oídos de los demás.

En ocasiones ni se molestaba en hablar, observaba las conversaciones y como mucho intentaba introducir alguna palabra en esos instantes en los que se producía un silencio, pero ni así, “soy invisible…” terminaba por admitir, y desistía
Cristina le señaló con el índice y el ceño fruncido, “llevo rato observando que deseas decir algo, pero no terminas de arrancarte, ¿qué quieres decir?”, su primer gesto fue mirar hacia atrás para cerciorarse que era a él.
Por una vez todos callaron y quedaron atentos, intentó hablar, pero le fallaron las cuerdas vocales, lo único que consiguió fue mover los labios sin que llegase a salir sonido alguno, el grupo intentó retomar su conversación, pero Cristina, enérgica, los mandó callar, “silencio, Juan nos quiere decir algo”
Llegó a romper su silencio, su voz era tan bella y sus palabras tan sabias, que la enamoró

25. Belleza efímera

Aquí yace el que suscribe. Un tipo plano, sin aristas, definido en sus contornos a la par que impredecible, belleza efímera ,un fluido en extinción. De mirada turbia, aunque sincero, siempre fiel al transeúnte que resuelve por capricho darle brinco o pisotón. Ladrón de lunas, captor de estrellas, cómplice silencioso de las más tiernas travesuras, agoniza hoy impasible esperando un chaparrón. Sin más armas que el reflejo o una exigua oscilación, se despide, sin chubascos, un humilde servidor…

Sevilla, un caluroso once de agosto de 2018

“Charquito”

24. MASTURBACIONES DEL ALMA (Mødes)

Yo era un niño inocente y feliz.

Hasta que una madrugada, sin avisar, la pubertad se hizo verbo y carne dentro de mí.

Y me zambullí de lleno en las procelosas aguas del onanismo compulsivo y atroz, convirtiéndome en un profesional del variopinto mundo de las pajillas.

A qué negarlo; probé todo el catálogo del mercado: pajas a solas, pajas en grupo, a cámara lenta, tipo Black & Decker, pajas confusas, pajas difusas, a mano alzada, con escuadra y cartabón, pajas modernas, pajas vintage, pajas de frente y también a traición…

Pero una tarde, junto al río, descubrí LA BELLEZA con mayúsculas.

Se llamaba Clara, tenía quince años, y yo me enamoré como un perro. Y dejé de darle al manubrio, para centrarme en los suspiros y la poesía.

Días después le declaré mi amor, y sólo el eco de sus carcajadas burlonas me respondió.

Así que me agaché, recogí del suelo los pedazos de mi corazón destrozado y me fui en silencio.

Y pasaron los años, pero nunca la olvidé.

Y hoy, que soy un anciano, debo admitir que pienso en ella a diario.

Y sonrío al recordar que jamás la buscaron en el fondo del pantano.

 

 

23. Discontinuidades

La belleza del error, la línea recta que se quiebra en una curva. La nota que desconcierta en el pentagrama, como la nariz de Juan, ese mascarón de proa que se me acercó un día enarbolando un soneto de Quevedo en pleno rostro. Me abordó en la parada del bus para preguntar por una calle. Hube de recular. Tomar distancia, evaluar esa cara de belleza intermitente partida por la mitad, calibrar el encaje de sus partes, ubicar en mi mapa mental el lugar deseado para decirle que no, que no sabía dónde quedaba, pero que cerca había un café donde tomar algo. Jamás dimos con la dirección en cuestión, aunque esa misma tarde exploramos territorios personales guiados por dos brújulas apuntando idéntico rumbo. El problema de las brújulas es que, pasado un tiempo, se desnortan. Hoy la suya se orienta opuesta a la mía y yo aprieto la mano de mi hija (nuestra hija), mientras observo la alegría de su semblante al pasar por casualidad por esa misma calle que años atrás desvió mi camino, como la curva que quiebra la línea recta, como la belleza del error.

21. YA SÉ DELETREAR

Mamá, hoy en el colegio me han pedido que deletreara la palabra “belleza”. Enseguida he pensado en ti. Empieza con la “B” de “Bimba”, la perrita que me regalaste en mi cumpleaños. Sigue con la “E” de “Ernesto”, ese bebé que llora todo el día y al que se supone debo cuidar como buen hermano mayor (no sé cómo hacerlo). Después va la “LL” de “llanura”, tan grande y tan verde. Me gusta verla desde la ventana de tu cuarto. Luego viene otra “E” de “espera”, aunque soy un impaciente y tampoco sé bien qué debo esperar ahora. Continúa con la “Z” de “zarpazo”, porque eso fue lo que sentí, mamá, un enorme zarpazo en las entrañas, desgarrador como una gran mordedura. Y al final está la “A” de “añoranza”. No sabes cuánto, ni te lo imaginas.

20. UNA HISTORIA APÓCRIFA (Paloma Casado)

Nunca pudo explicarse como consiguió entrar en su casa sin que nadie lo viera porque, cuando pensaba en él, lo recordaba bañado por una luz sobrenatural. Además de una belleza que no parecía de este mundo, poseía el don de la persuasión y ella, que no conocía varón, se dejó inundar por un fuego que no ardía, pero que incendió su cuerpo de gozo. Avergonzados de su estado, los padres concertaron su matrimonio con un hombre manso que le doblaba la edad, pero que dio apellido y profesión al hijo que esperaba. Cuentan las crónicas que dos años más tarde, él la visitó en su nuevo hogar. Quería alertarla para que salvaran al niño de la matanza que iba a exterminar a todos los inocentes.

La historia posterior que refiere el destino del hijo olvida la vida de la madre. Solo sabemos que cumplió con abnegación el papel al que estaba destinada. Pero podemos imaginarla al atardecer, sentada a la puerta de su casa con la mirada perdida en el horizonte. En silencio, como si pasara un ángel.

19. CUANDO LO BELLO ACABA

Fue bello mientras duro.

Era tan hermoso verlos pasear por el prado. Como la fresca hierba acunaba sus no menos lindos cuerpos, mientras Lucas y Fany no cesaban en eternos juegos sobre ella.

Sin saber como, todo cambio, tornándose bronco y feo.

El acuerdo de divorcio estaba decidido. No podían seguir así, se sucedían las peleas, gruñidos, malos gestos, siempre marcando territorio. La separación parecía la única solución.

Dadas las circunstancias, seguro que sus hijos lo entenderían.

Mas, se dieron una última oportunidad, algo a lo que aferrarse, para intentar evitar la separación a toda costa.

Llamaron a un adiestrador, este, en menos de una semana, consiguió que Lucas y Fany volvieran a convivir juntos en armonía.

El matrimonio estaba feliz, ya no tendrían que separar a sus queridos perros.

 

18. TRATADO SOBRE PROPORCIÓN (A. BARCELÓ)

Acudió a su cita preocupado y encontrarse con aquella joven no atemperó sus nervios, más bien lo contrario. Se trataba de una criatura divina y no cabía la más mínima duda que también debía ser inteligente y capaz. Poco a poco, gracias a su dulce tono de voz y a su hipnótica mirada verde su confianza fue ganando enteros, tanta, que cuando ella lo propuso, él ya había conseguido vencer miedos, reticencias y reparos.

Su alarido debió escucharse hasta en Sebastopol, porque al momento apareció una compañera preocupándose por si todo estaba bien. Él, entre sudores fríos y lágrimas contenidas, más por no dejarla en mal lugar ante la que debía ser su supervisora que por propia convicción, asintió.

Pasadas algunas semanas, la que estaba nerviosa ante su cita era ella. Cuando se vieron, ambos desearon que los tragara la tierra. No eran necesarias presentaciones, pero los dos disimularon. Ella, belleza de proporción áurea, la doctora novata que le había atendido. Él, próstata normal de proporciones adecuadas a su edad, padre de su novio y el primer tacto rectal de su recién iniciada residencia.

17. CUENTO DE INVIERNO. MERCEDES MARÍN DEL VALLE

Hiedra salió una noche buscando la luna, pero no halló rastro del satélite.
El gato Canela se interesó por ella, sabía que le dejaba raspas de pescado en un derrubio cercano. Él tenía un sexto sentido, además de siete vidas. Se sentó a su lado y buscó la luna también.
Era gracioso ver como movían sincrónicamente sus cabezas.
Después de un rato decidieron volver a casa. Era tarde. Hiedra lo miró para despedirse. Él vivía dos puertas más arriba. Cuando puso el pie en el último peldaño, Canela balanceó su cola erguida, mirándola insistentemente.
Salieron de nuevo y caminando en paralelo se dirigieron al parque.
Hiedra de pie, envuelta en su bufanda, insistía en su búsqueda. Canela, subido a la cima del tobogán estiraba el cuello de tal manera que, contra todo pronóstico, perdió el equilibrio y bajó acelerado por la pendiente metálica. Hiedra se asustó tanto al escuchar el maullido agudo del gato que, aunque la situación era un tanto cómica, corrió evitando que se estrellara contra el suelo. Lo apretó fuertemente. Sus corazones latían, al unísono, agitados.
Una luz misteriosa realzó la belleza del momento. En un charco cercano, la luna, sigilosa, bebía agua de lluvia recién caída.

16. Introspección (Ezequiel Barranco)

Su condición de sordociega no le impidió disfrutar de la belleza. Comenzó su aventura en París, donde le dejaron que acariciara y estudiara a La Victoria alada de Samotracia. Se impresionó tanto que, cuando la recordaba, imitaba los movimientos con que la acarició en una especie de baile sensual, sinuoso. Repitió la experiencia, entre otras,  con La Piedad, El discóbolo, Nefertiti, El pensador y El éxtasis de Santa Teresa.

Cada recuerdo, cada representación era un baile distinto, lento, profundo e hipnotizador, y así lo entendió un célebre coreógrafo, que la llevó a estudiar esculturas famosas y, para cada una de ellas, compuso una obra musical basada en percusión, que ella notaba por la vibración del suelo. Recorrió el mundo entero, alcanzando grandes éxitos con coreografías como El dolor de Laoconte, La noche oscura del Moái o Los amores de Venus y David.

En el cénit de su fama se encerró en su casa casi un año para aislarse y crear su baile más hermoso, personal y sincero. En el estreno, sin música, iluminada por un potente foco, y en un silencio casi religioso, comenzó a bailar como en un milagro invertebrado, para ofrecernos su más logrado número: Autorretrato.

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