Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
3
8
horas
1
1
minutos
4
7
Segundos
3
2
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

29. EL ENTE

Habían sido 25 años de pésima relación. Un desastre.
Murió joven. Nunca supo por qué.
Le costó reconocerse como un ente. Se fue acostumbrando.
Aunque no le encontraba ninguna explicación a tener que estar junto a ella. Algo invisible le ataba irremediablemente.
Llevaba mal no poder mover objetos. Pero otro vecino etéreo le enseñó. Se divertía volcando tarros de crema y tiestos de geranios.
Se llevó una sorpresa mayúscula al verlo aparecer.
Su mujer abrió la puerta y se echó en sus brazos. Qué pasión. “Por fin”, le decía, mientras lo devoraba a besos.
Pero ¿qué hacía su mejor amigo en su casa con su mujer?.
Entonces lo comprendió.
Cómo le sirvió aquella copa de un extraño licor rosa, con sabor raro, bajo la atenta mirada de ella.
El repentino dolor de estómago. La luz al final del túnel.
A estas alturas ya dominaba manipular objetos. Le resultó fácil encender el mechero y acercarlo a las cortinas mientras en la cama los sudores de ambos se entremezclaban.
Atrancó puerta y ventanas. Imposible salir.
El edificio entero quedó completamente calcinado.
Liberado de sus ataduras, por fin pudo viajar eternamente junto a otros entes divertidos y traviesos.

28. De Color Rosa

Enmudeció el silencio. Las miradas trocaron en objetivos de cámaras fotográficas disparando sin cesar: ahora su sonrisa, luego su  talle, y finalmente sus pies  enfundados en altos tacones que descendían,  para la estupefacción de los invitados a la gala, por los peldaños  con una soltura y seguridad  aplastante.  Sin embargo, la admiración más abrumadora   la consiguió el  vaporoso vestido de cola  rosa fucsia. Sus gasas aleteaban como mariposas mientras descendía por cada uno de aquellos escalones. Como una  cascada de agua, la cola salpicaba brillos de los distintos matices del color rosa  mientras se deslizaba por la ancha escalera. El armonioso porte  había hipnotizado a los allí presentes

Un aplauso. Desconcierto. El presentador habló:

—Tengo el gran honor de presentar al  ganador del “I Certamen literario de novela romántica De Color rosa”, el escritor Juan Torres Cid.

El desconcierto se mezcló con el silencio, todavía dueño del recinto.

—Por favor, les ruego un gran aplauso para el premiado… que se lo merece, no solo por su magnífica novela, también por el sorprendente efecto causado en todos ustedes… ¿Quizás porque el premio se lo lleva esta vez un hombre?, o, ¿por su  acertado atuendo de gala?

Los  aplausos espantaron al silencio.

 

27. A vueltas con Esta Noche Te Cuento

Desde que me propuse participar en un concurso literario que giraba alrededor de los colores, estaba tan obsesionado con el amarillo, que llegué a desarrollar una fobia. Cuando me encontraba un buzón de correos cambiaba de acera, dejé de comer limones, tiré los patitos de mis hijos, e incluso al ver un coche blanco manchado de polvo, me parecía de un gualdo rutilante que me obligaba a huir. Me comencé a preocupar cuando, al cerrar los ojos, los Simpson me hacían partícipe de una orgía sadomasoquista familiar, el lindo Piolín me destrozaba a picotazos, o los Minions me sacaban los ojos y Bob Esponja me absorbía la sangre. Me afectó tanto que un psiquiatra me realizó una agresiva terapia conductista que acabó con mi problema en menos de una semana, justo cuando terminaba el plazo para presentar mi escrito.

Aliviado de mis obsesiones, me preparé para el siguiente reto. Estaba tranquilo, llevaba días sin ensoñaciones, pero una tarde, mientras intentaba concentrarme, se me apareció sobre un campo lleno de emoticonos sangrantes y en descomposición, con un fusil de asalto apuntándome a la frente, la Pantera Rosa.

26. Ahorro en la sangre (Manuel Menéndez)

Aguardamos mientras la chica aplicaba hielo con cuidado sobre los agrietados labios de su madre. Mi compañero resoplaba impaciente, pero me bastaba contemplar aquel cuerpo magullado para no sentir prisa por buscar al desaparecido. La pequeña era apenas una adolescente, marcada por cicatrices que pregonaban que nuestro hombre no usaba los puños tan solo con su esposa.

Cuando pasamos a la cocina, la muchacha repartió polos color rosa entre sus hermanos pequeños antes de contestar a nuestras preguntas. No, no sabía dónde estaba su padre ni le importaba. Después de darle la paliza a su madre se había largado y no habían vuelto a saber de él. Lamiendo su helado, nos dijo que no necesitaban ayuda de los servicios sociales, que tenían lleno el congelador y que mamá podría levantarse en breve. Sonriendo, añadió que su padre solo les había enseñado a esquivar golpes y no despilfarrar comida. Cuando nos levantamos, nos ofreció uno de aquellos helados. No culpo a mi compañero por aceptarlo. Hacía calor y era demasiado joven para percibir la expresión de triunfo en los ojos de la chica, el olor a lejía del fregadero y la certeza de que nunca encontraríamos el cuerpo de aquel miserable.

25. Algodón de azúcar

Su madre salió de casa dando las recomendaciones habituales: no abrir a desconocidos, no acercarse a las ventanas y, sobre todo, no tocar la máquina de algodón de azúcar. Pero esta parecía llamar a los dos pequeños golosos. ¿Por qué no fabricar un nube? Habían visto cientos de veces cómo se usaba en las ferias. Accionaron el hornillo y mientras uno daba vueltas al palo de madera, el otro añadía poco a poco el polvo rosado, cuando de repente el saco de azúcar se le escurrió entre los dedos. Las hebras blancas y rosas comenzaron a crecer descontroladas, desbordando por las ventanas e invadiendo el jardín. Los servicios de emergencia, tras sesudas deliberaciones, decidieron movilizar a todos los niños de la comarca, que comieron durante horas, con risas estridentes y pupilas dilatadas por el dulce. Cuando llegaron hasta los hermanos, estos parecían gusanos de seda en capullos rosas. Los niños, con dedos pegajosos, exhaustos y al borde de la hiperglucemia, les liberaron comiendo hasta la última hebra, menos en el pelo y las cejas, que hubo que cortar al cero. Por suerte, el único efecto permanente fue un ligero olor a azúcar quemado que les acompañó de por vida.

24. Rosa rosae rosam (Manoli VF)

El olor de la rosa turba el sentido de Aurora. Al acercarse a la flor una espina se introduce, cual una fina aguja, en su dedo índice. Los pétalos rosa son ahora de un carmesí intenso, de un rojo sangre que demuestra la metáfora de la sangre azul. Aurora cae desplomada en un sueño de mil años mientras su padre, el rey Bartolo III, sentado frente a un suculento desayuno en la terraza, deja caer la taza sobre el suelo de adobe, sin llegar siquiera a oír el impacto de la fragmentación. Solo Maléfica ríe, sin ver, complacida como está en el éxito de su sortilegio, como su hijo cabalga, desde el ocaso de los tiempos, hacia el bosque impenetrable en el que la durmiente le espera para casarse con él.

23. PRINCESA DE NEÓN

El trabajo en el Pink no empieza hasta las seis, pero hoy Karla se ha levantado a las dos. Las chicas la esperan en el club un rato antes de abrir, ayer encargaron una tarta y brindarán con el cava barato que compra el Richard. Saca un paracetamol del bolso y lo mastica. Maldita resaca, cincuenta años ya y todavía no ha aprendido que no debe beber con los clientes, si acaso un cubata cortito para quitarse el mal sabor de boca.

Los cumpleaños de las putas viejas siempre son tristes. A Karla le recuerdan que el tiempo no pasa en balde, que hay muchas jóvenes que llegan pisando fuerte y que ella solo va quedando para los más tirados, los que regatean el precio de una mamada y encima le piden un cigarrillo al terminar.

Mientras se maquilla con una capa más de sombra, el corrector de ojeras y un pintalabios chillón, echa de menos la época en la que aún se llamaba Clara. Entonces los bailes lentos eran solo eso, los besos sabían a pastel y no a este sucio neón que le envenena hasta el alma.

 

 

 

 

 

22. ROSA, CASI PÚRPURA (Petra Acero)

¿Cuántas veces fingió divertirse en espectáculos como este? Recuerda el primero que presenció. Era una niña. Venían de lejos. Estaban cansadas y hambrientas. La muchedumbre atronaba la plaza. Su madre le enjugó los churretes de la cara, le atusó el pelo y remetió la enagua. Luego, estiró de su barbilla, empinándola por encima del griterío y las chanzas. Le obligó a reír, patalear y escupir, imitando el jolgorio reinante. Camufladas entre la multitud, escucharon los lamentos finales. Desde entonces, el rosa —casi púrpura— de cada atardecer tiñe de fuego aquel recuerdo.

Adoptan usanzas del lugar. Mienten en gustos y credos. La madre (conocedora del poder de las plantas) elabora ungüentos que recomponen cuerpos y ánimas. La muchacha (cada día más bella) los vende en el mercado del pueblo. Y la envidia (recelosa, lasciva, inquisidora) enraíza entre comadres y extraños.

Hoy, a un palmo de las llamas, rememora aquella tarde aciaga que desvirgó sus miedos. Se siente poderosa frente al raquítico entender del gentío que, exhortado por clérigos sedientos de fe, las acorrala y vapulea.
—¡Akeblichorgümd! —gritan las dos, recuperando su lengua ancestral.
Caen sogas y sayas. Mientras, el rosa —casi púrpura— lame, desganado, los troncos huérfanos de brujas.

21. Mi musa araña

Probablemente, vuestras musas se parezcan a esos juguetones seres de vaporosos tejidos rosa que revolotean entra cabeza y corazón intentando, con dedicación y sutileza, que ambos vibren en sintonía. Pues bien, mi musa no se parece en nada a las vuestras, la mía araña. Más veces de las que me gustaría, me propina enrabietados zarpazos al comprobar los lamentables frutos de la semilla de su inspiración. La verdad es que no me quito merito; sacar de quicio a una musa no está al alcance de cualquiera.

Ya han pasado seis meses desde mi última pifia y no sé nada de ella, se marchó con un «ya te vale…» y aún no ha vuelto. Tampoco me extraña, pedirle paciencia para un tipo como yo, debe ser mucho pedir. Mientras tanto, aquí sigo, esperándola, tumbado boca arriba con mi cabeza hueca apoyada sobre mis manos entrecruzadas sin dejar pasar ninguna imperfección del techo. Solo espero que regrese pronto, porque esa familia de musarañas se está empezando a mosquear conmigo por mirón.

20. Feliz cumpleaños

“It is a boy” dijo el doctor ucraniano con mascarilla poniendo en mis brazos un arrullo cálido y tierno que me dio la mayor felicidad de mi vida.

“Tengo un hijo, se llama Enric”

Temblaba de emoción y me tuve que sentar.

Entonces recordé a mi padre diciéndome: “Los hombres no lloran”

Y lloré.

“Si tú quieres, mi pequeño”, le susurré al oído mientras lo mecía, “jugarás con muñecas y cocinitas y te podrás vestir de princesa cuando te apetezca, porque yo te querré siempre tal y como tú quieras ser”

Lo que más feliz le hace es vestirse de superhéroe. Hoy cumple 4 años y le ha costado elegir disfraz para su fiesta. Spiderman, Superman, Batman, los tiene todos. Menos Aquaman: un secreto, le da miedo el mar.

Entre los invitados a su cumple está Claudia, una niña encantadora vestida de princesa Elsa de Frozen que él dice que es su novia.

También yo me he puesto guapo para su fiesta de superhéroes.

“Enric, ¿de qué me puedo disfrazar yo?, le pregunté buscando en internet.

Tras contemplar varias opciones, me miró y me dijo:

“Papi, de Catwoman”

Y eso he hecho.

Nos lo estamos pasando genial.

19. Rosa Rosae

La culpa fue del latín; bueno, de que me quedara para septiembre. Mi madre y mis hermanas se habían ido a pasar el verano al chalet de la playa. Y yo, mientras tanto, soportando el calor de Madrid custodiado por mi padre. Entonces apareció ella. Abrí la puerta de servicio y la vi. ¡Cómo me alegré de confundir las declinaciones! Acababa de terminar primero de Filología Clásica y era preciosa. Todo me parecía maravilloso, hasta el latín. Comenzamos declinando la palabra «rosa». Con el vocativo ya usaba la puerta principal. En el genitivo se quedaba muchas veces a cenar. Me sentía tan feliz y eso que nunca nos dejaban solos. Pero desapareció antes del ablativo. Y con ella el chalet, la casa y mi futura matrícula en la universidad privada. Eso, además del Mercedes que conducía mi padre cuando se fugaron juntos.

18. LA FLOR DEL DIABLO (MØDES)

 

 

No te acerques                                                                                                             CÁLLATE

 

Eres una bestia                                       NO, CARIÑO. YO SOY LA BESTIA

 

Llamaré a la policía           SABES QUE NO LO HARÁS

 

Me haces daño ¡HE DICHO QUE TE CALLES, ZORRA!

 

 

Despertó aterrada.

Y, mientras recobraba la calma, asumió que algunos monstruos tienen los colmillos afilados y desgarran la yugular de tus recuerdos cuando estás desprevenida.

Después, mirando por la ventana del vagón que la alejaba del infierno, se preguntó en qué momento su vida rosa se tiñó de negro luto, en qué momento su marido le mostró la cara oculta de su luna, en qué momento las fuentes del Nilo que un día él le prometió, sólo existieron a la altura de sus ojos.

Entonces, un leve pálpito en su abdomen la hizo reaccionar.

Y con la intensidad de un Maelstrom, un estallido de certeza atravesó su alma.

Estaba embarazada. De una niña.

Y un segundo más tarde, mientras una galerna de emocionadas lágrimas iluminaba su rostro, pensó:

“Se llamará Rosa. Y juro que, desde niña, la enseñaré a usar sus espinas contra todos los malditos jardineros de este mundo”.

 

Nuestras publicaciones