Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

17. Un hola, un adiós… (Gemma Llauradó)

Morí hace un año, pero el tiempo es relativo. 365 días, ¿es mucho o poco? ¿Cómo saberlo? Siento y lo percibo todo por insignificante que sea para la mente humana, pero no tengo la propiedad de interactuar con nada ni nadie de vuestro mundo. No puedo tampoco valorar el tiempo, cuando la eternidad me acompaña. No estoy sólo, pero tampoco, cómo imagináis. ¿Cómo describirlo? ¿Cómo describir algo así? ¿Cómo referir una existencia extracorpórea? Imposible. Soy polvo, agua, aire, luz… soy energía… Una energía imperecedera quizás. ¿Cómo estar seguro?… ¿Pienso? Mis pensamientos, mis añoranzas, mis deseos son los vuestros. Vivo en vuestra memoria, en vuestros recuerdos, porque sólo vosotros lo queréis así. Sólo por ello, sigo con vida en el recuerdo de vuestras mentes, dónde hay cabida para todo y para todos, para cada uno de vosotros, con los que un día compartí mi vida, mis momentos, esas ilusiones y deseos… y porque yo ya no estoy aquí, con vosotros, porque mi vida es la muerte. Estoy muerto. Seguir disfrutando de vuestra vida tal como la conocéis, y recordar sólo aquello que es grato perpetuar porque la vida no es sólo de color de rosa. (Dedicado a Fran)

16. Gajes del oficio (Javier Igarreta)

Enredado en el cajón de sastre de su escritorio, palpó la textura de aquel bolígrafo, roído hasta la extenuación aunque todavía con tinta suficiente para una última aventura. Pero en el segundo párrafo de la tercera página, tuvo que abortar una incipiente desviación del azul al rosa. Aquella absurda salida de tono, sin duda una treta del subconsciente, le sacó de sus casillas. Arrancó la hoja y arrugándola con rabia, la arrojó a la papelera, con tan mala puntería que la sufrida pelotita se perdió bajo la cama. Se agachó en su busca, pero halló una navaja con cachas de nácar rosa que, aún encerrada en sí misma, mostraba abiertamente su carácter letal. Habría pasado por alto tan evidentes connotaciones, si no hubiera recibido la llamada amenazante de su editor, recordándole los plazos de entrega, así como la exigencia de evitar un tocho cargado de metáforas o lencería.  Antes de que se diera cuenta, la navaja fuera de sí comenzó a mostrar entre líneas su frialdad de acero. Y él se dejó llevar. En la feria del libro, todos alabaron aquella perfecta simbiosis, achacando la ausencia del editor a una de tantas elipsis del mundo editorial.

15. Identidades de neón (Aurora Rapún Mombiela)

Desde que nos disfrazaron de mariposas, sueño que volamos lejos. La noche en que me vi reflejada en ti a través del amasijo de cuerpos sudados que se revolcaban sobre nuestras pieles desnudas, me aferré a tus alas. Confío en que algún día ellas nos saquen de aquí. Desde el rincón más oscuro del infierno, contemplamos las luces rosas parpadeando en la ventana. Nos fumamos otro cigarro a medias mientras aplastas mis esperanzas con tus tacones de aguja.

14. CADILLAC DEL 54

Intrigado por ser la primera vez que recibía un correo urgente que no viniera de alguna institución judicial o penitenciaria, su cabeza, aún con la resaca matinal de todos los días, apenas acertaba a comprender:
“Estimado señor Jaramillo:
Nos honramos en comunicarle que es usted el ganador del sorteo celebrado en la Casa-Museo Graceland de Memphis el pasado bla, bla, bla…”
Lo inverosímil aunque tentador de aquella carta certificada lo dejó aturdido, y cuando, ya atardeciendo, despertó, la carta seguía allí, llena de misterios:
— ¿Y cuándo he estado yo en Tennessee? ¿Y cuándo voy a poder ir allá a recoger el premio? ¿Y quién es ese cantante tan famoso?
Jaramillo, que durante el sueño delirante de su siesta ya se veía cruzando el desierto de regreso a casa al volante de un Cadillac descapotable rosa y blanco, sin resaca y tras una ducha, veía que la vida abandonaba esos colores para adoptar otra paleta menos chillona y atrayente.
Al llegar a la cantina, el mesero le leyó la carta y se lo explicó todo, escuchando después con condescendencia sus lamentos:
— ¿Y cómo piensan que voy a volar 1.800 millas para escuchar una charla sobre multipropiedad?

13. Volver

Absorto en mis pensamientos, me descubrí caminando hacia mi antiguo barrio. Como si el tiempo se hubiera detenido, allí estaba el patio del recreo donde dábamos torpes patadas al balón, el cine de donde salíamos, espada láser en mano, dispuestos a defender la galaxia, el viejo portal sin ascensor donde vivíamos… De manera inconsciente, pulsé el timbre y una voz familiar vino del pasado para aparecer en el portero automático. Y tras empujar la puerta, subí raudo los escalones deseando con todas mis fuerzas que mamá me hubiera traído de la compra una deliciosa Pantera Rosa.

12. Creación – Desarrollo – Crecimiento – Transición – Movimiento

Su diminuto cuerpo va tomando forma. Al principio se ve tan frágil… Poco a poco va tornándose en un color rosado, muy leve. Es un bebé, su nueva criatura que está a punto de salir al mundo. Asomará una línea, verá a lo que tiene que enfrentarse y se arrugará. Y entonces ese color rosado se volverá casi blanco; querrá borrarse, desaparecer.

Con los anteriores también le ocurrió. Pero les acarició y recompuso una y otra vez, mulléndolos como a un cojín recién relleno, hasta darles la forma adecuada. Y salieron y pelearon solos.

Cuando esté completo cogerá la confianza necesaria, seguro. Aunque parece que siente demasiada vergüenza. Su carita sonrosada mira a todos lados. Observa a los de mayor tamaño sin poder articular palabra. Tantos como hay, de todos los colores…

Asustado, se hace una bolita rosa, como de algodón de azúcar, sus letras se esconden y se niega a salir.

No, aún no está preparado. Quizás no sea la mejor época. Lo dejará reposar. En otro momento le dará mejor figura. Y cuando esté en su punto caminará él solito.

Tiene tantos sueños para él… Seguro que ahuyentará cualquier miedo. Y se sentirá cómodo con todas sus letras.

11. IMPERFECCIONES (Ángel Saiz Mora)

Cierta predisposición natural y largos años de práctica habían hecho de ella una experta observadora, capaz de catalogar sin error a cualquiera que entrase en su cafetería, con gran nivel de detalle. Lo suyo era un don singular. En menos de un minuto sabía distinguir a una pareja de amantes clandestinos, jefe y secretaria; o al bebedor que perdió el trabajo y no se atrevía a comunicárselo a la familia. Nunca fallaba, tampoco al ver entrar a aquel individuo elegante, que pidió un té por hacer tiempo, tras comprobar que no estaba la persona con quien se había citado. Llevaba una rosa en el ojal de la americana, a modo de identificación.
Desde la barra confirmó que era alguien con quien muchas mujeres querrían compartir sus días, prácticamente intachable, divertido y sincero, aunque no hubiese mencionado en el portal de Internet que respiraba fuerte al dormir y tenía problemillas de próstata.
Hombre y decepción salieron por la puerta dos horas más tarde.
Esa noche, la pantalla del portátil de la camarera sumó otro candidato descartado, el quinto esa semana. Al lado, solitaria, se marchitaba la rosa que había mantenido oculta en el bolsillo del mandil.

10. El muro (Jesús Garabato)

Tras tantos días esperando el momento, ha llegado la hora. Vais a intentarlo. Tienes miedo. Siempre lo has  tenido. A pesar de todo lo que cuentan sobre lo que os encontraréis al otro lado. O de las maravillas  que en ocasiones veías en el televisor de tu abuela. «Ya», dice alguien. Os incorporáis. Corréis.  Trepáis. Gritáis.

Atrás quedan vuestras familias, vuestros amigos menos valientes, vuestros antiguos temores… A los pies del muro, rebajada por la blancura de tu inocencia, tu sangre fluyendo. Y en lo alto, la luna.

09. MÍNIMA NOVELA ROSA (Mariángeles Abelli Bonardi)

Mujercitas así veían todo a través de una lente sonrosada, por eso, cuando El lector del tren de las 6:27 le dijo “Me encontrarás en el fin del mundo”, ella le creyó. Hacia allí se dirigió, sin conseguirlo: el Atardecer en París y La forma del agua perdieron todo su atractivo…

Cuando El peso del corazón ya era demasiado, El café de los pequeños milagros la recibió: íntimo y suave, en labios de un nuevo amor, vibró El haiku de las palabras perdidas.

08. Novela rosa

Al llegar, el suave perfume de los rosales en flor me cautivó, dándome todo vueltas hasta tropezarme con una mata de azaleas e hibiscus rosados, situada frente al ventanal alumbrado por una farola trastabillándose contra la pared, como una campana avisando de la presencia de un intruso.
Víctima del vértigo al verla asomarse cubriéndose el cabello con su pañuelo de seda rosa, me oculté detrás de un centenario tilo. Necesitaba contemplarla y tal que aquel «Caballero de la rosa» de la ópera de Strauss, entregarle en secreto mi presente.
Sin embargo no tenía ningún salvoconducto, por lo que soporté con inusitado estoicismo aquella espera, elucubrando una sólida estrategia de galán enamorado.
El atronador tubo de escape de una Toyota retumbó en la avenida que accedía a la mansión. La joven observaba al motorista que se dirigía hasta la casa. Se había desprendido del pañuelo para balancearlo en el aire, saludando de aquel modo al tipo con andares de cowboy.
Perplejo, no sabía si quedarme o marcharme, así que para calmar los nervios me bebí un jarabe con agua de rosas y canela. Comprendí que mi amor enfermizo no me permitía reparar en las espinas que ocultaba mi adorada Rosa-lía.

07. PANTONE ROSA (Virtudes Torres)

Nunca acepté que por ser niña tuviera que vestir de rosa. Yo adoraba el azul, el verde y el negro, sobre todo el negro. Solo en las flores soportaba el color rosa en cualquiera de sus tonalidades.
Con el tiempo fui luciendo distintos tonos sonrosados. De pequeña causados por pellizcos “cariñosos” en mis mejillas y, más tarde, cuando estas se ruborizaban ante los comentarios acerca de mi fisonomía, de mis pechos o mis caderas.
Un día apareció mi príncipe azul, ese que tenía mi color favorito y me ofreció un cielo tan claro, tan… celeste.
Como sabía que adoraba el negro, me reglaba cada noche una cúpula llena de puntitos plateados.
Estallaron las tormentas, de verano, de invierno… y el color azul fue tornándose violeta, púrpura, magenta, hasta adquirir un rosa palo que, para no verlo, me ponía mis gafas de sol.
Pero ahí estaba mi príncipe, atento con su ramo de rosas y su promesa de un cielo sin nubes.
Hoy el cielo está precioso y mi príncipe no ha escatimado en flores de todos los rosas imaginables. Por no hacerle un feo, he dejado la negrura de mi fosa para agradecérselo.

Se ha quedado lívido y sin pulso.

06. LOS ÚLTIMOS MOHICANOS (Paloma Casado)

–Cuando yo tenía tus años existían cuatro estaciones diferentes. En invierno…

–Ya empezamos –interrumpe mi nieta con fastidio sin levantar los ojos del videojuego–

Hasta mí llegan los reflejos rosados de la pantalla que reclama todo su interés. Salgo al descansillo de la planta y encuentro a Víctor apoyado en la barandilla. Tiene más o menos mi edad y como yo, añora los viejos tiempos.

–Esta juventud, le digo, siente un desprecio absoluto por el pasado.

– A mí tampoco me escucha nadie, contesta.

Hemos compartido muchas conversaciones de crítica y nostalgia desde que la atmósfera se volvió tóxica y crearon este mundo artificial. Al menos, nosotros pudimos sobrevivir. Vemos acercarse a Roberto con gafas oscuras para protegerse de un sol imposible.

–¿Y esa reliquia? Le pregunto.

–Estoy hasta los cojones del omnipresente color. Prefiero verlo todo negro. Pensaron que una atmósfera rosa nos haría más pacíficos, que no habría contestación a su “mundo feliz” y acertaron –responde el viejo cascarrabias–.

–Yo creo que echan algo en el aire para atontarnos, digo.

–Sí, bromuro –bromea Víctor recordando un chiste viejo– ya estoy notando los efectos.

Reímos los tres. Los últimos “mohicanos” de una época perdida.

 

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