Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

41. DOS CORAZONES

El último tsunami que asoló el pueblo dejó la plaza sembrada de caracolas, un tridente oxidado y un viejo lobo de mar con un parche en el ojo y un corazón tatuado a la altura del suyo. Pronto nos hicimos adictos a sus historias de batallas sangrientas, piratería y abordajes imposibles. Pero el viejo, que aseguraba tener cientos de amaneceres, se apagaba día a día al tiempo que sus historias trepidantes y cargadas de aventuras se iban edulcorando hasta convertirse en anodinos cuentos rosas. La última que nos contó hablaba de un amor imposible y le llenó los ojos de lágrimas, igualándolo con los demás viejos que lloran sus recuerdos. Perdió nuestro interés y desapareció. En su lugar hallamos un corazón viejo y descolorido, casi rosa.

40 Fluido rosa (Pablo Núñez)

Siempre que lee las esquelas del periódico y reconoce un nombre, atisba de soslayo en el calendario que el último capítulo de su vida, o la última página, está cada vez más cerca. Le embarga entonces una zozobra similar a la que surge a la vuelta de unas vacaciones. Desearía rebobinar el tiempo, volver a su infancia, cuando la vejez era algo abstracto, incierto. Sin embargo, a pesar de los nubarrones que flotan en su cabeza, todo lo sigue viendo de color de rosa; tan rosa como el humo que salía del crematorio en el momento en que el cuerpo de Sara se transformaba en ceniza. Sus amigos se sorprendieron de tal circunstancia, pero él no. Había metido en el ataúd los discos de su grupo favorito para que los pudiera escuchar en su nuevo hogar, sin duda en el lado oscuro de la luna. 
Nota que sus ojos se humedecen, señal de que debe arrinconar los desvaríos que lo llenan de angustia. Espanta sus pensamientos sacudiendo la cabeza, pone un vinilo en el tocadiscos, se asoma a la ventana y mira al infinito con los ojos cerrados, mientras comienzan a envolverle los primeros acordes de Wish You Were Here.

39.- Estrategias.

Esta vez no fallaría. Han sido semanas repasando al detalle croquis, planos, tiempos…

Madrugo. Doy un paseo, leo la prensa, tomo un café. Hago la compra, cocino.  Repaso el guión y compruebo que continúa sin llover. Bien.

Me enfundo mi mejor traje a las 19:05. A las 19:30 compro las flores y a las 19:45 llego a la calle. Son las 19:53 cuando me apoyo en el escaparate de la mercería. Todo va perfecto, al milímetro, al segundo.

Sale a las 20:04. Me ve, se hace la sorprendida al ver las flores. Sonríe. Esta vez, al menos, recuerda mi nombre. Charlamos unos minutos. 20:17, acepta mi compañía hasta su casa. Genial.

20:39, llegamos a su portal. Me invita a subir. Ahora soy yo el sorprendido, pero disimulo. Cogemos el ascensor, séptima planta. Y hasta aquí mi plan… porque ahora me mira con una lascivia que no tenía planificada. Pulsa el botón que detiene el ascensor. Se desabrocha la blusa y contemplo los bordes de su sostén de encaje. Rosa, como el color que cubre sus labios y ahora también los míos… Inolvidable.

Aunque no sabría decir si mi estrategia realmente ha funcionado, o ha sido la suya… No sabría.

38. Baila, baila, bailarina

Alexander Ivanov, el gran maestro de ballet, le entregó su alma a la lujuria y al alcohol hace mucho mucho tiempo. Tras perder el prestigio, la reputación y los amigos, se encerró en su casa y nada más salía para reponer la despensa de precocinados y ginebra barata. Solo le quedaba ella que, de vez en cuando, aún le deleitaba con maravillosas coreografías, como las que él mismo creaba, que le hacían recordar aquella época de gloria, mientras la contemplaba desde el raído sofá lleno de lamparones y olor a vómitos de noches pasadas. A veces se le caía alguna lágrima que se mezclaba con las babas, aquellas que se columpiaban en la comisura de los labios, tras el penúltimo trago. Pero también sentía odio por ella, no soportaba que fuese capaz de seguir bailando mientras su vida se había ido a la mierda y por eso, un día, sin miramientos, lanzó con fuerza la caja al suelo, que se partió en mil pedazos, menos aquel par de zapatillas rosas que, desafiantes, se quedaron en pie.

 

37 ROSA Y NEGRO (Toribios)

Todas las niñas tienen su etapa rosa, esa en la que su cartera es rosa, y las paredes de su habitación , y su bicicleta, y su ropa y, si por ellas fuera, todas las pinturas de su estuche. Luego viene la etapa negra, en que reniegan de su vida anterior  para convertirse por un tiempo en seres más bien cercanos a la familia Monster. Pero tú no. Tú seguiste siendo una adolescente de cuento, con todas tus cosas en el abanico que va del rosa palo al fucsia. Así te conocí y así me enamoré, y de rosa nos casamos ambos en una ceremonia tan glamurosa que salió en la prensa… rosa. Nuestra vida no ha sido siempre de ese color de ensueño, pero nunca nos hemos rendido. No pudo con nosotros el accidente que me dejó en esta ergonómica silla rosa, ni la muerte de nuestra hija Rosa en manos de una secta, ni podrá tampoco esa caja satinada en rosa en que reposas. Mantendré ante todos mi porte nacarado, aunque sienta avanzar  en mi interior esa corriente espesa de  bilis negra como la pez que pugna por convertirse en geiser y emborronarlo todo.

36 DESNUDO INTERIOR (Gabriel Pérez Martínez)

Pasamos la vida intentando saber quiénes somos. Y aunque se diga que es en el fracaso cuando nos conocemos a nosotros mismos, yo sólo deseaba triunfar.

No creo en el destino, pero el horóscopo del día del estreno lo decía claro: “Para lograr el éxito, ponte una prenda rosa”. En el espectáculo de humor en el que iba a actuar, hacía de ciclista. Descarté enfundarme el maillot amarillo (por lo de la mala suerte ligada a este color) y como coincidía que en esa época se corría el Giro de Italia, me decanté por una maglia rosa. Hubo carcajadas durante mi interpretación. «Eres único», pensé mientras el público vitoreaba mi nombre entre aplausos y bravos. Tras finalizar la función, ya en mi camerino, contemplé por primera vez, horrorizado, la mano del ventrílocuo.

35 ESOR NE EIV AL (Pilar Alejos)

Otro escurridizo amanecer desliza su líquido sol a través de la persiana. Hace mucho que desperté, pero permanezco en la cama con los ojos cerrados. Los auriculares me susurran en bucle la misma canción. Es como un mantra que me aísla de todo, mantiene mi mente en equilibrio y ayuda a ponerme en pie.

Me impide pensar en cómo evitas mirarme a los ojos cuando rozas mis labios al llegar a casa. Prefiero recordar tu risa. Resultaba tan contagiosa cuando aún éramos cómplices… Aunque, cuando estás conmigo, no puedo dejar de temblar de ausencia dentro de tus abrazos.

El tiempo pasa, pero el dolor no cesa y late con fuerza perforándome el pecho. Una y otra vez, me envuelven esas palabras de Edith Piaf que actúan como un bálsamo:

 

«…Quand il me prend dans ses bras

Il me parle tout bas

Je vois la vie en rose…»

 

Entonces, me levanto y atravieso el espejo. Allí no me duele encontrar la habitación llena de mi rabia y vacía de su aliento. Siempre enmudecen los reproches de por qué la olvidaste en el asiento trasero del coche. Aquí, donde, en lugar de a culpa, tus besos saben a chicle de fresa.

 

34 UN ROSA MÁS OSCURO (Carmen Cano Soldevila)

No entiendes cómo has llegado hasta aquí, pero estás decidida.
Fuiste educada para que tu vida fuera de color de rosa, el de tus vestidos y tus lazos. El que elegiste para la tarta de boda y las paredes del dormitorio.
Hace tiempo que te encoges de dolor y maquillas tu rostro para ocultar el tono morado.
Al fin hoy has salido de compras y has regresado con un pequeño revólver en el bolso y una sonrisa nueva en tus labios magenta.
Estamos orgullosos de ti. Nosotros nos encargamos del resto, cariño.

33 De luz y de color (Alberto Jesús Vargas)

A pesar de que en su casa solían pasar estrecheces, se sentía la niña más presumida del arrabal. Soñaba con vestidos airosos, faldas de vuelo y lazos de color rosa, siempre rosa. Le encantaba Marisol, la joven estrella capaz de llenar una pantalla de luz y de color. Cuando daban alguna de sus películas en el cine del barrio se las apañaba para colarse allí cada tarde si, como solía ocurrir, no tenía las diez pesetas que costaba la entrada. Quería ser como ella, bonita, salerosa y sobre todo, querida y admirada por la gente. Delante del espejo imitaba sus gestos y cantaba trocitos de sus canciones: “La vida es una tómbola, tom tom tómbola…”, “Ola ola ola, no vengas sola…” Mamá le reía la gracia y hasta a veces convertía en faralaes algún vestido viejo y le ayudaba a darse un toque de colorete y carmín. Rosa, siempre rosa. Sin embargo, delante de papá, dejaba de ser comprensiva y ni siquiera intervenía cuando él se quitaba el cinturón y descargaba su rabia de perdedor sobre aquel cuerpo indefenso, menudo y frágil, mientras sentenciaba que la peor deshonra para un padre es que un hijo le salga maricón.

32. LAS GAFAS DE LA NOSTALGIA(Mercedes Marín del Valle)

Me las acercó y me invitó a que me las pusiera. Sus gafas de montura y cristales, rosa. Pequeñas y estrechas para mi cráneo. Me llevó hasta la orilla de la mano y nos sentamos muy juntas, esperando que una ola nos trajera espuma y arena a partes iguales. Entre tanto, cantábamos. Miré al horizonte y mis ojos detrás de aquellos cristalitos rosáceos, se impregnaron del vapor de la nostalgia, y vi, nítidamente, que no muy lejos, otros rostros sonrosados, salpicados de vida y de sal, me habían colmado de dicha.
No me hacía falta el espejo para ver que, atravesada por la flecha imparable del tiempo, me dolía de las heridas y las culpas. Pero su voz impaciente y cantarina puso fin al túnel del pasado, anunciándome lo que ambas esperábamos; una ola que nos tambaleó por dentro y por fuera. Las gafas salieron despedidas y las dos miramos como se alejaron para luego volver a la orilla. Como mis recuerdos, como la vida. La tomé en mis brazos y mi beso transcendió el presente. El suyo tenía el sabor de la dicha. Nos miramos y supimos que las conexiones especiales son inmunes a la distancia y al tiempo.

31. Peppa Pig (Luisa Hurtado)

Yo creo que sabía que era demasiado grande como para entretenerme con aquellos estúpidos dibujos animados, pero aún no había encontrado el valor para contarme lo que pasaba en su habitación cuando entraba con aquellos hombres que con suerte deseaban desaparecer de mi vista cuanto antes.
Por mi parte yo tenía mis sospechas pero, ante algunos comentarios de mis amigas, no dudaba en negarlo todo y enfadarme llegado el caso.
Después, al cabo de un tiempo, la puerta del cuarto de mi madre volvía a abrirse y una tímida normalidad comenzaba a instalarse en nuestras vidas. Mamá sonreía mientras apretaba unos billetes en la mano, ellos salían de casa sin decir adiós e intentando no mirarme y yo hacía como que me sumergía en Peppa Pig unos minutos más, odiando a ese dibujo que tenía justo lo que a nosotros nos faltaba: un padre.

30. La mosca (Susana Revuelta)

Podía haber tenido una muerte natural, sin sobresaltos, pero vete a saber cómo se desenredó de la telaraña de detrás del cabecero, no se desplomó en el parqué tras chocarse una y otra vez contra el cristal de la ventana, y logró más tarde esquivar el zapatillazo que la habría espachurrado en la pared.
Ya puestos, habría sido incluso preferible que saliera volando por el balcón para terminar estampada en un parachoques o engullida por una paloma. Cualquier cosa, lo que fuese, antes que caer en aquel plato de caldo humeante y agonizar escaldada entre fideos, trocitos de pollo y zanahoria mientras esperaba que unos labios rosas sorbieran la cuchara.

(Fuera de concurso)

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