Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

35. DEMENCIA

Sentada en la mecedora acunaba a su bebé, arrullándolo suavemente con nanas dulces y gastadas. «Mira qué bonita es mi chiquitina. Tiene ojitos marrón coca cola como los míos», decía. Y le daba besitos en la frente mientras se reía y preguntaba con esa voz tontorrona que se usa para hablar con los bebés: «¿Quién es la cosita bonita de mamá?»

Él dejaba pasar la tarde ojeando el periódico. De vez en cuando levantaba la vista para comprobar si estaba bien y para observarla. Le gustaba ver a su madre así de contenta; con sus ojitos marrones chispeando de nuevo. Cuando llegó la hora de dormir ayudó a la anciana a colocar el muñeco en la cama y a acostarse con él. Colocó bien el edredón, pasó con cariño la mano por su pelo y la tranquilizó: nadie iba a quitarle a su bebé. Este ya no se lo iba a quitar nadie.

34. CALIQUEÑOS (Carmen Cano Soldevila)

Eran tiempos de canciones victoriosas y filas apretadas en el patio del colegio. De ollas de barro cociéndose en la leña a fuego lento. Su color y su aroma se mezclaban con el de la tierra en las abarcas de papá, con sus silencios inesperados.
Eran tiempos del bando en las esquinas, del caliqueño en la boca de los hombres que sabían mandar. No como el abuelo, al que mamá visitaba allá en la ciudad y le llevaba una cesta de comida.
Aquellos tiempos se volvieron aún más oscuros el día en que encontré a mamá llorando con un papel arrugado en las manos. Y en las baldosas, un puro aplastado. En ese instante comprendí cuál era el color del miedo.

33. GENERACIÓN ROBADA

Manuel se quedó mirándola fijamente, como si hubiera visto a un fantasma.
En su pueblo no estaban muy acostumbrados a ver a gente no europea.
Sólo habían visto a latinoamericanos o magrebíes, pero jamás a una australiana aborigen.
Por eso, cuando la vio en clase, con su piel color chocolate, sus grandes ojos, el pelo ensortijado y un miedo atroz en la mirada, quiso conocerla.
Lo de comunicarse, iba a ser más difícil. Pero como estaba convencido de que el valor de la amistad era infinito, prometió que mejoraría su inglés. Era la única manera de acercarse a ella mientras no aprendiera castellano.
Así supo que los padres de Aremi formaban parte de la llamada «Generación Robada».
Habían sido secuestrados con el beneplácito de su Gobierno y separados de su familia para ser criados de acuerdo a la cultura occidental.
También conoció su inenarrable sufrimiento cuando tuvieron que alejarse de sus ancestros y, sobre todo, cuando se vieron obligados a entregar en adopción a Aremi a una pareja blanca.
Ahora, Manuel sabía que tendría un nuevo objetivo: ayudar a que su amiga encontrase a sus padres biológicos, investigando juntos a través de Internet.

32. El disfraz del miedo (Salvador Esteve)

Con la bayoneta calada marchamos atropelladamente hacia la línea enemiga. La lluvia cae cruelmente sobre mi rostro y el miedo va calando en mis huesos. Morteros y truenos se entrelazan en un concierto de sangre. Los compañeros desmembrados y el barro tejen una alfombra de muerte. Ignoro la súplica de mis camaradas, aparto la mirada del amigo herido y sigo avanzando. Grito desgarradamente cuando una onda expansiva me lanza hacia una hondonada. Quedo cubierto de lodo, es mi oportunidad de sobrevivir; permanezco inmóvil.  Poco a poco, el retumbar de la guerra se va convirtiendo en susurro.

Sigo inmóvil, el terror atenaza mis músculos. Pienso en mi mujer y en mi hija, el deseo de volver a verlas me reconforta como coartada a mi falta de valor.

Sigo inmóvil. El alba trae nuevos y escalofriantes sonidos; alimañas carroñeras devoran los restos de los muertos y rematan a los moribundos.

 

Sigo inmóvil.  Del fango ya seco emerge una lombriz que surca la tierra buscando alimento.

 

Sigo inmóvil. El otoño deja caer las hojas; las estaciones se suceden.

 

Sigo inmóvil. Tal vez cuando el miedo deje de oprimir mi espíritu, cuando perdone mi cobardía, pueda por fin levantarme; tengo una eternidad para conseguirlo.

31. El Lienzo

Como de costumbre, antes de empezar un nuevo lienzo, le hago una pequeña reverencia y le susurro a la tela: ¿Qué quieres ser?

Así hice. Luego es un dejarse ir por las emociones a través de los trazos, buscando a través de ellos diversas formas de hurgar en la propia alma…para despertar alguna idea a seguir y empezar una nueva aventura.

En estado casi hipnótico, hundí el pincel en la paleta de los arenas, pero curiosamente, al trazar la línea, el lienzo absorbió totalmente la pintura, dejando un rastro de gotitas transparentes desafiando la gravedad…

Sorprendida, me acerqué para observar el fenómeno y acerté a escuchar su petición:

“Seré lo que tú quieras que sea, pero a cambio, me como el marrón”.

Me salió un lienzo chantajista…Por eso, mi cuadro tiene toda la gama de colores, menos el que se comió.

30. Corto de vista (La Marca Amarilla)

Pues el niño tiene una piel canela preciosa, brillante como su perenne sonrisa. La niña es más oscura, de un ocre más ferroso, sobre todo se nota en sus arreboladas mejillas. El bebé es precioso, como la madre, y los cabellos oscuros como el ébano hacen que sus miradas penetren con ese blanco límpido. Posiblemente sea el padre quien tenga la tez más cercana al cacao y ahora mismo su ceño no demuestra simpatía, pero no me extraña después de que escuchara a mi abuelo decir “vayámonos de aquí, niña, lejos de estos mmmfff negros”.

29. LODOS DE AMOR (Joaquín Collado Sevilla)

-¿Mamá, por qué no para de llover, por qué no vuelve papá?… ¿Estás llorando…?

“Cobarde riada y pantano, que anegas y arramblas las vidas. Las aguas se me han llevado y deja mi hogar a deriva. Miseria deja los fangos y ojos ahogan sus niñas. Ni esposa ni a hijo abrazo, ni sentiré sus caricias. Si hay Dios, por qué no me hablado, por qué no frenó esta desdicha.”

“Siénteme, voy a tu lado. Y ha crecido tu familia. Saliste a salvar y has salvado y ahora te adoran más vidas. Mucho amor has desahogado, que entre esos lodos se hundían. Tu sangre entre el verde ha quedado, marrón se ha hecho y arcilla. Descuida que la he moldeado y al lado estás de la vida.»

-No llores mamá… Papá va a estar siempre con nosotros… me lo ha dicho él.

28. La casa de cartón

Juan se despierta con la agitación de la calle. En su memoria todavía se desvanece el último sueño: su mujer, los niños, el trabajo de contable en la empresa familiar. A veces sospecha que nunca existieron.

Constreñido, se revuelve con dificultad en busca del bote de pegamento, pero sus dedos, a tientas, se enredan sin querer con la jeringuilla que utilizó antes de dormir. Cuando lo encuentra desenrosca la tapadera y sorbe con fuerza la primera esnifada del día. Luego abre de par en par las tapas para ver cómo desfila la marabunta de pies. Pies hiperactivos que, evitándole, van y vienen en un trasiego precipitado.

Enseguida regresa a la privacidad de su caja. Aquellos pies pertenecen a otro mundo, un mundo que él abandonó hace mucho tiempo.

27. MISIÓN DE CASTIGO (Rafa Olivares – EdH 2019)

Con Pin de piloto y Pon de copiloto, despego del juguetero rrrrrroummm rrrrrroummm para sobrevolar el Fort Apache, el barco pirata y a Lenita haciendo un puzzle de Mickey Mouse. En vuelo rasante rrrrrroummm rrrrrroummm, y sin repostar, atravieso el pasillo; cuando llego al salón, tomo altura rrrrrroummm rrrrrroummm  para hacer una pasada de reconocimiento sobre papá, viendo el partido de la selección, rrrrrroummm rrrrrroummm y mamá, leyendo una novela de Eduardo Mendoza. Después llega la parte más delicada y peligrosa; al entrar en la cocina apago motores cof cof cof para no desvelar mi presencia, planeo ffffffsssss en temeraria maniobra de aproximación a la despensa y, casi sin espacio, realizo un aterrizaje de emergencia ploommm. Justo al lado de los hangares marrones de las galletas de chocolate. Hummm…

 

 

 

26. LA NORIA

No pude medir el diámetro de la eternidad en la que te mantenías, con esa expresión insondable sumida en la realidad de tu arrobamiento, mientras en mi interior los cristales de la angustia se fragmentaban en miles de gotas frías acuchillándome la esperanza.

«Soy fuerte», me decía a mi misma. Aunque en el fondo sé que es mentira y la mierda ya me está llegando al cuello, porque nunca acepté tu terrible enfermedad.

Al girar mi cabeza hacia la ventana, creí verla llegar junto a otros familiares y mi corazón se disparó. Si, es mamá, atravesando la alfombra de hojarasca que nos separó tan temprano, cuando aún no comprendía vuestra crisis sentimental. ¡Qué paradoja tan extraña! por un lado la lividez de papá y tú llena de vida, con esa dulzura infinita en tu mirada que me estremece.
Pero en este momento de absoluto júbilo, los fantasmas de mis miedos arañan con sus afiladas uñas un imposible reencuentro tantas veces imaginado en la soledad de mi cuarto.
Una enfermera nos susurra al oído que dejemos descansar al paciente, parece que mantiene las constantes vitales, entonces vuelvo a subirme a la noria de nuevo, ojalá todavía sea posible seguir montándome mañana.

25. MI CUMPLE

Hoy el jardín se viste de gala. Las margaritas, cruces, amapolas, el ciprés y las marmóreas tumbas evocan la vida y la muerte como las caras de una moneda.

Las hermanas del recoleto convento vienen a felicitarme, me regalan jarrones con flores naturales, de papel o de barro. Aunque todas vestimos el hábito marrón de raída lana y toca negra en la cabeza, ya nos conocemos por nuestros movimientos que nos delatan incluso desde lejos.

Yo permanezco tumbada y veo las caras, radiantes de las novicias, adustas las veteranas y advierto las lágrimas de la madre abadesa que fuera mi amiga y confidente. Ambas sabemos que pronto nos juntaremos.

Hay dos monjas veteranas que, a menudo, oigo llorar temerosas por sus achaques de salud que grave y sin remedio les parece. Hoy no lloran.

Las dos novicias, alegres y llenas de vida, disimulan su cariño impuro que, cada día, se demuestran a escondidas entre las cruces o bajo el ciprés, juntando desazonadamente sus cuerpos para empaparse con apasionados besos.

Cae la tarde. Tras el lastimero toque de campana, el camposanto queda triste y vacío. Veo las flores a los pies de mi tumba y vuelvo a pensar en la eternidad.

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IsidroMoreno

24. En la frontera

Mi padre era un pirata. Surcaba las aguas enfangadas y antes del alba volvía a casa con el botín. Sabía de su regreso porque hasta mi cama llegaba el olor del torrefacto. No tenía parche ni una pata de palo. Tampoco sus hermanos. Pero todos se dedicaban al contrabando de café. Aunque yo sabía que era el más valiente de los cuatro. Y que, a pesar de su cuerpo menudo, era capaz de enfrentarse a una patrulla de la Guardia Civil. Las mujeres también colaboraban. Bajaban con los niños al río cargadas con cestas de ropa. Allí las esperaba el Gloria, un portugués más fuerte que un alcornoque. Él ocultaba los fardos en un chamizo y con su voz de urraca siempre reclamaba la única presencia de mi madre. Al separarse de nosotros, el miedo se alojaba en sus grandes ojos terrosos. Un día la seguí y vi cómo el portugués metía la manaza bajo su ropa. Ella me pidió silencio pero me faltó tiempo para contárselo a mi padre. Aquella madrugada no me despertó el olor a café. Por la mañana, trajeron el cuerpo de mi pirata favorito cubierto de lodo. Del Gloria, nunca más se supo.

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