Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

43. El penitente (Aurora Rapún Mombiela)

Al fin los dioses habían enviado, directo desde el cielo, un chiringuito a su playa. Alabados fueran por escuchar sus plegarias. No se arrepentirían, haría lo que estuviera en su mano por complacerles. Ya por la mañana realizó su primera buena acción y se acercó a por un helado para los niños; envió un beso al cielo cuando fue, más tarde, a por una limonada para la suegra; besó la cruz que colgaba de su cadena al dirigirse a por unas patatas fritas para sus cuñados; se santiguó al pedir una cervecita 00 para su suegro. 

A pesar de lo tortuoso del camino y de las dificultades que le fueron impuestas, él las aceptó sumiso. Las deidades le complicaban el camino cada vez más, pero él entendía que eran pruebas de fe y se enfrentaba a ellas trastabillando a través de un laberinto de toallas, incluso tuvo que cubrir algún paso a gatas. Y a pesar de la mala cara de su mujer y de esos brazos cruzados que indicaban que algo no iba bien, él estaba convencido de que al fin, las vacaciones de verano habían cobrado sentido.

42. Camino de perfección

El día que el capellán contó en su prédica que los tejedores de la lejana Bagdad dejan siempre una tara en sus alfombras porque solo Dios puede ser perfecto, sor Perpetua del Divino Rigor comprendió que llevaba toda su vida pecando de soberbia y empezó a permitirse algunas faltas, veniales, por supuesto: bostezar durante los oficios de maitines o laudes; escamotear unas rosquillas o unos bocaditos de cielo del obrador para devorarlos golosa; introducir alguna sabandija en la celda de la madre superiora despertando así sus gritos de pánico.  Desde entonces una paz desconocida ha redondeado sus facciones y las novicias han dejado de tener miedo a su maestra. La  abadesa, en cambio, ha empezado a observarla sospechosa. Ahora mismo acaba de encontrar un sapo sobre el terciopelo carmesí de su reclinatorio y le está lanzando una mirada enfurecida que no presagia nada bueno. Sor Perpetua, sin embargo, no muestra la menor contrición: al escuchar los alaridos de terror, en el rostro de los ángeles turiferarios se ha dibujado una sonrisa cómplice y el Jesusito que preside el altar, tapándose la cara con la manita para disimular una carcajada, le está guiñando a la pecadora el ojo izquierdo.

40. No más gazpacho (Ana María Abad). Fuera de concurso

Cenicienta vertió el gazpacho en los boles y se limpió las manos. Esa noche era el Baile Real y estaba harta de discutir con su Hada Madrina sobre carrozas, calabazas y zapatillas de cristal. Que si el Príncipe es muy apuesto (un engreído, seguro), que si verás lo cariñoso que es el Rey (¡huy, qué peligro!), que si el Palacio necesita un toque femenino… ¡Ja! Como si fueran a permitirle salirse del camino trazado y cambiar las cosas. De esclava de la casa sin voz ni voto a muñeca de porcelana encerrada en una jaula de oro, en una sola noche. Ni hablar.

Cuando el Hada Madrina se materializó en la cocina, le brindó su mejor mohín de obstinada determinación y no fue necesario cruzar ni una palabra más: la buena mujer suspiró resignada, agitó su varita y se esfumó con un chisporroteo. Allá ella.

Poco después, al no obtener respuesta a sus impacientes campanillazos, la madrastra bajó a la cocina justo a tiempo de ver a una plateada mariposa sobrevolando los boles de gazpacho hacia la ventana abierta, rumbo a la libertad.

39. Rutas divergentes

Tendido en aquel potro de tortura decide leer la carta. Su hija le explica sin paliativos que necesita vivir, no aguanta más. Es por el bien de los dos. Ha contratado cuidadoras para que sea atendido del mismo modo que ella lo hacía. Saben que eso no es cierto, pero ya no importa. Piensa en su incapacidad para agradecer o para pedirle perdón por desplantes y malas caras.Tras diez años en la sombra de su cuarto, rebozado en dolor, él tampoco aguanta más. Sobre la mesita descansa una nota: me voy sin recibir tu último beso.


38. La salsa (Paloma Hidalgo)

Me encantaba maquillar niños en las fiestas, cómo olvidar aquellas caritas sonrientes convertidas en delfines y mariposas. Fue una lástima que aquella madre que me denunció y el juez no me dejaran explicarlo todo. También resultó penoso que el primer bailarín de la compañía donde me contrataron tras el paso por el reformatorio, interpretase de forma tan torticera el masaje relajante que pretendía regalarle. Con las coristas, sobre todo con Maica, con quien pude poner en práctica mis mejores performances durante algún tiempo, lo pasé mucho mejor. Por desgracia la calidad del espectáculo terminó mandándonos a todos al paro. Tras vagar sin rumbo atravesando trabajos en los que mi arte nunca fue valorado, cuando estaba a punto de tirar los pinceles, un amigo me propuso algo. Gracias a la vaselina mentolada (soy muy sensible a los olores), me confieso en mi salsa. A todo el mundo le encanta lo que hago aquí. Mis compañeras disfrutan con la voluntariedad que manifiesto siempre, los familiares agradecen la profesionalidad y delicadeza con que borro de sus rostros queridos la huella del beso de Tánatos, y mi jefe, que nunca le cobre las horas extras que hago cuando la ocasión lo merece.

37. MY WAY

Voy con los ojos cerrados ignorando a quienes me rodean. Es un juego que he inventado aprovechando que me conozco al dedillo los pasillos del supermercado. Cuento los pasos: uno, dos…cinco, seis: cojo un paquete de harina, doy tres pasos más, atisbo, y tomo un sobre de levadura; luego iré a por la salsa de tomate y la mozzarella. ¡Mañana cocinaré pizza!

En la noche no duermo bien a pesar del Lexotanil. Al despertar, me dicen que un cura quiere hablar conmigo, pero no tengo tiempo para curas, rabinos, o testigos de Jehová.  ¡Que venga otro día! , yo tengo que volver al super por una botella bien fría de Moët & Chandon.

Estoy recorriendo nuevamente el pasillo del super, ese que los otros llaman el corredor de la… no sé qué. Hemos llegado. En mi mente descorcho el Champán y me sirvo una copa generosa. Unas manos me hacen acostar y me sujetan a la camilla, lo que no me impide retirar la pizza del horno. Mientras se templa, tomo la copa, saboreo el primer sorbo y luego doy un trago largo. Siento un pinchazo y fuego y el cosquilleo de las burbujas heladas detrás de la nariz.

36. CESTONA 2023 – EPI

He vuelto al Balneario de Cestona 61 años después. Mi abuela tomaba las aguas allí y ese año me llevó.

Ya no queda nada de aquel niño que correteaba por el complejo.

El edificio sigue igual. Anclado junto al río Irola y envuelto en un ambiente decimonónico.

Pasillos interminables de madera con una alfombra estrecha en el centro que me recordaban a la película de El resplandor.

El crujido de la madera se transmitía por mi columna vertebral y me erizaba el vello.

Me habían informado de que estaba casi lleno, pero yo no veía a nadie.

Me dirigí al salón de baile. Recordaba perfectamente donde estaba. Y al abrir la puerta me quedé maravillado. El espacio imponente. Sin embargo, estaba vacío.

Al mirar los espejos verticales de las paredes me quedé espantado. Había mucha gente bailando, dando vueltas sobre sí. Sonaba un vals. Empecé a girar vertiginosamente y caí de espaldas.

Al abrir los ojos, varias personas se inclinaban sobre mí.

Todo parecía normal. Sonaba “Despacito” de Fonsi. La gente bailaba alegremente.

Me senté. Y al mirar otra vez al espejo, vi a una señora con un traje de principios del siglo XX que me sonreía.

¿Era mi Abuela?

35. La elección

El camino era una vereda estrecha delimitada por imponentes olmos que lo separaban de un erial infinito. Solo el horizonte te situaba y el amanecer y el ocaso te orientaban en la dirección correcta. Conforme avanzabas los olmos aparecían delante tuya, desaparecían a tu espalda, y marcaban tu ritmo de vida.

Un día decidiste abandonar esa ruta plácida y segura y adentrarte en el campo inhóspito que la rodeaba. Te ilusionaste en esa nueva aventura. Sembraste frutas y hortalizas, levantaste ciudades y creaste buenas carreteras, comercios y fábricas, pero cuando te diste cuenta de la soledad en que te encontrabas en ese mundo nuevo y quisiste volver y seguir tu ruta, los centenarios árboles no existían y el sendero agonizaba bajo el sol inclemente.

34. El guardián de la selva

Agazapado el jaguar observa a los niños que, desorientados y cansados, caminan en círculo desde hace días. Les sigue sigiloso hasta el arroyo donde dormita la anaconda en espera de una presa.

Los monos chillan, grita el guacamayo y hasta el perezoso ha bajado de su árbol. Todos quieren avisar a los niños del peligro. Pero esta vez no habrá festín, no mientras vigile el guardián.

La niña mayor lo sabe y tranquilamente da de beber a sus hermanos. Ella desconfía de los hombres que llevan armas pero no de la madre naturaleza que les hizo llegar comida desde el cielo.

De nada sirve seguir buscando la salida al laberinto porque ha entendido el mensaje. La selva, mágica y poderosa, les anunciará el momento y les indicará el camino.

Lesly de reojo mira al guardián agradecida.

33. La importancia de los nombres

Cuando yo nací, lo menos importante era que me buscaran un nombre. Mi padre no estaba, mi madre falleció justo en mi primer llanto _el primero de los muchos que derramaría después _y mi abuela no tenía la intención de criar un “piojo”a su edad.

Me colocaron en un serón y andando la matrona me dejó en la puerta de un convento. Durante un tiempo me llamé «la niña», «Teresita» y «Manuela» según quien hablase de mí, hasta que me bautizaron  como Dolores.  Ya de mayor, con 13 años, yo misma decidí llamarme Agustina, sí, como la heroína y como ella, me labré la vida a golpe de luchas, coraje y  negándome a ser monja  salí del único hogar conocido para hacer mundo, construirme y avanzar. Después de 40 años he logrado deshacerme de  dolores  de la propia vida y del  carnet de identidad.

 

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