Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
7
horas
1
9
minutos
5
4
Segundos
0
9
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

64. ÚLTIMA REPRESENTACIÓN (Belén Sáenz)

Estaba oscureciendo cuando llamaron a la puerta. Una mujer esperaba en el umbral. Me pareció apreciar un sutil aire de parentesco, una actitud maternal inquietante aunque era visiblemente más joven que yo. Le ofrecí café y respondió que sabía que yo tomaba siempre té, que lo prefería. Callé, intrigado, mientras ella desgranaba circunstancias de mi vida que ni siquiera yo mismo reconocía: que me fascinan las puertas giratorias, que lloro con los anuncios de turrón, que no me sé la tabla de multiplicar. Conocía al dedillo mi cartilla de vacunación. Cada palabra suya abría un abismo en mi alma y yo no podía evitar que resonara el eco. Me empecé a marear. Los rincones de la habitación se deslizaban sobre las esquinas como paneles móviles; los muebles y los objetos mudaban igual que piezas de atrezo. Pregunté a aquella mujer si era la Parca y le rogué que no me llevara. Me dijo que era la Autora de mis dramas y comedias. ―Personaje; no eres sino la criatura de una diosa menor. Discúlpame, mi inspiración se ha disipado y creo llegado el momento de que se apaguen los focos y caiga el telón para ti. Espero humildemente merecer tu aplauso.

63. El influjo de la Luna

Desde que los niños cambiaron los circos por los videojuegos, el alcalde ordenó desmantelarlos. Muchos trabajadores se marcharon y consiguieron reciclarse en la construcción o en la hostelería —véase el caso de acróbatas y malabaristas—. Pero la Sansona, abandonada por el Forzudo y sin empleo, decidió dar a luz en el pueblo al hijo que esperaban. Ella murió en el parto, y el niño creció salvaje y bravucón. Una noche, agitado por la Luna Llena, la rompió de una pedrada.

Ahora, solo existen dos trozos en el cielo: el cuarto creciente y el menguante. Los que habitan bajo el cuarto creciente son los afortunados. Abunda la armonía conyugal y los negocios prósperos. Sin embargo, a los que nos tocó la parte decreciente, vivimos en penuria y con parejas inestables. A pesar de todo, no debemos quejarnos. Peor suerte que la nuestra corrió el hombre lobo: su especie se ha extinguido.

62. Okupados

La situación se volvió insostenible. No nos dejó otra opción. Y siguiendo el ejemplo de cómo papá resolvió sus problemas con mamá, nos deshicimos del okupa. Desde entonces, se acabaron las fiestas a horas intempestivas con la música a todo volumen. Ya no volvería a convertir nuestro hogar en un fumadero de marihuana. Ni tampoco acumularía más montañas de basura en casa. Desaparecerían los malos olores y los bichos. Por fin podríamos dormir tranquilos, sin ese temor a que sucediese una terrible tragedia por existir un altísimo riesgo de incendio. Y sin tener que volver a soportar aquellos altercados que nos sobresaltaban cada noche porque se emborrachaba con sus amigotes. Mereció la pena el riesgo que corrimos. Se acabó.

Ahora la convivencia es muy tranquila. Nada perturba la paz de la comunidad. Seguiremos viviendo en armonía siempre que todos mantengamos la boca cerrada y cesen de una vez los malditos golpes que proceden del sótano.

61. Golpe de estado

El sol brillaba majestuoso. El teniente coronel de la Guardia Civil entró en el Congreso con una pistola en la  mano y subió solemne a la tribuna de oradores. “¡Quieto todo el mundo!”, gritó. Unos días antes, los reyes Felipe y Leticia habían entregado el premio Princesa de Asturias a Meryl Streep, Fernando Alonso lograba la victoria número treinta y tres en un gran premio de Fórmula 1 y Rafael Nadal publicó en las redes sociales que volvía a la competición después de un año lesionado.

“¡Quieto todo el mundo!”, volvió a gritar el teniente coronel en el Hemiciclo mientras las balas de su pistola y las de los subfusiles de sus hombres se incrustaban en el techo del Parlamento.

“¡Al suelo!, ¡al suelo todo el mundo!”, insistió. Pero solo la mitad de los diputados obedeció sus órdenes, porque la otra mitad se puso en pie y comenzó a aplaudir entusiasmada.

Altivo, el guardia civil miró al frente, tomó el micrófono en sus manos y proclamó ceremonioso: “Se acabó lo que se daba. Esperaremos en silencio a que llegué la autoridad competente”.

El día siguiente amaneció con una niebla densa que fue conquistando poco a poco todos los rincones.

60. Desamor crepuscular (fuera de concurso)

No pareció importarle mi idea de cortar la relación. Diría que hasta se alegró. Que al fin iba a librarse de mis tonterías, dijo de primeras. El resto sobró. Sobre todo, aquello de que últimamente me encontraba más viejo, como también sus jocosos comentarios sobre mi bisoñé, mi bastón y mi pañuelo de seda. No es que eso me doliera demasiado; el amor despechado suele ser injustamente cruel. Otra cosa fue aquella estridente risa suya que me acompañó mientras bajaba los nueve pisos, algo que hice andando, pese a mi rodilla artrítica, para evitar el ingrato y desconchado espejo de su ascensor.

59. PUNTO FINAL (Ana María Abad)

Desde que aquella idea germinó en su cerebro, sus dedos parecían haberse adherido al ordenador, tecleando febrilmente día y noche, hilando la trama de una historia de intriga, amor y muerte a través de los siglos. Estaba convencido de que aquella novela iba a ser su consagración como escritor de éxito, y apenas podía esperar para verla terminada.

Por el camino, durante aquellos tres años de su vida en que apenas se había despegado de la silla, había perdido algunas cosas, unas más valiosas que otras: su mujer, sus amigos, algunos kilos, las ganas de fumar. También había ganado: unas cuantas dioptrías y un gato callejero que se había colado un buen día por el entreabierto balcón y se había apropiado del abandonado sillón de orejas.

Y ahora, tras un desenlace totalmente inesperado y espectacular, había puesto el punto final a la brillante frase que cerraba el argumento de manera perfecta. Ya podía descansar.

Apoyó la cabeza sobre los brazos y cerró los ojos. No oyó el eco del último latido en su pecho, ni el maullido lastimero del gato, ni el pitido del ordenador al borrar todo el disco duro ante la amenaza de un virus.

58. Encuentros (Fuera de concurso)

Desde que volvieron al pueblo, sesenta años después de decirse adiós, se cruzan todos los días por la calle sin abrir la boca. Se enamoraron en la playa cuando eran unos críos y hacían juntos castillos de arena. Se ayudaban sin necesitarse, necesitándose a la vez. Poco antes de que se dijeran te quiero, sus familias emigraron en busca de una tierra prometida. La de ella la encontró en el sur; la de él, en el norte. Allí fueron enterrando las hojas vacías de sus calendarios. Cuando se jubilaron, volvieron al sitio donde fueron felices. Él llegó primero; ella, dos semanas después. Desde entonces se saben sus horarios y sus caminos y, aunque nunca se hablan, sus miradas sí se encuentran, mientras una brisa marina cosquillea sus corazones. Tienen miedo de romper esa magia con una palabra a destiempo. «Algún día me podría arriesgar», piensa ella. «El sábado le podría decir algo», piensa él, «o el domingo tal vez». Ambos sueñan con retomar su última conversación, acabar con aquella función interminable de incertidumbres, dar el carpetazo a sus temores. Y después, ¿quién sabe?, hacer castillos de arena sobre sus cuerpos en la cama de él. O en la de ella.

57. Trampas de la memoria (fuera de concurso)

Camina absorta en el eco de sus pasos. Se detiene y hace presión con la maltrecha punta del pie en una de las tablas. Le gusta ese tenso crujido del suelo, el olor rancio del escenario, las arrugas del telón, el esplendor de los focos ahora apagados, el murmullo del público, las noches de estreno, los aplausos: sus aplausos. Abre los brazos y se inclina durante varios segundos. Se yergue con parsimonia y repite la reverencia. Atrapa al vuelo una flor irreal, simula olerla, interpreta un beso en los pétalos y la arroja con un rebuscado movimiento hacia la platea vacía. Saluda a los palcos, a los pisos superiores. Se abraza con fuerza a su torso y lanza besos en cualquier dirección. Sale y vuelve a entrar, quince veces, veinte, quizás más. Con la emoción pierde el resuello y la cuenta. Mira el reloj, restriega sus manos sobre la bata, se recoloca el moño y hace mutis mientras maldice esa mala cabeza de los últimos tiempos. Aún tiene que barrer los camerinos y no recuerda en qué parte de las bambalinas ha olvidado la escoba.

 

56. Un adiós con zapatos nuevos (Juana María Igarreta)

La zapatería Pasos, que era la tienda más antigua del barrio, llegaba al fin de su larga andadura. Con sus zapatos había caminado gente de todas las edades durante más de un siglo.

Esteban contemplaba por última vez las estanterías repletas de cajas en la trastienda del establecimiento. “Hasta aquí hemos llegado”, musitó con triste resignación. Mientras, un aluvión de sensaciones irrumpía en su interior, agitando su exhausto corazón que latía cada vez más desordenado.

El día que Esteban falleció, los vecinos de la zona se vieron sorprendidos con el cartel que lucía en el escaparate de la zapatería, en el que podía leerse: “Abierto por defunción. Sírvase usted mismo”.

Cumpliendo la última voluntad del anciano comerciante, todos los que acudieron a su funeral cruzaron la puerta de la iglesia con zapatos nuevos.

55. “Un año en la vida de Álex”

Aquella novela me había atrapado, el chico que explicaba sus aventuras era un encanto. Me disponía a sentarme en el sofá para leer un rato cuando, al coger el libro, me llegaron unos copos de nieve de los primeros capítulos. No me sorprendió pues ya sabía que la narración empezaba en invierno. Les siguieron algunas margaritas de la primavera que asomaba a continuación, más o menos por donde tenía el marcapáginas. Luego me salpicaron unas gotas de agua salada; parecía que el verano iba a transcurrir en el mar. Pero algo debió ir mal en las vacaciones de ese joven risueño de ojos azules: en vez de unas hojas otoñales caídas de los árboles, salió de entre las páginas una carta de náufrago en su botella. Sin pensarlo dos veces, me fui al puerto para poner rumbo a esa isla perdida decidida a rescatar al protagonista. Quería pasar a formar parte de la historia y estaba resuelta a reescribir, junto a Álex, su final.

54. ELLAS (ALICIA ALGUACIL AGUDO)

 

Alans, había escrito la obra y repartió los papeles con arreglo a lo que ella estimaba. Pronto empezaron las envidias y rencillas. Los papeles una vez puestos en escena, necesitaban más interacción, se quedaban un poco cortos, así que los fue ampliando sobre la marcha.

La escena principal eran dos mujeres que se habían casado y contaban un poco su vida. A la actriz que se suponía la protagonista, una vez que Alans le dijo que tenia que interactuar más con su compañera, empezó a decir que su papel era el más largo y lo que tenía que hacer era decirle a las demás que se  supieran el suyo. Por más que Alans le explicó que quería que viviera el papel, que no recitara lo que ella había escrito y que dialogara con Esther, Patricia no hizo caso. Alans estuvo a punto de decir que la obra no se iba a  representar, pero tenía a las otras componentes que no tenían culpa del orgullo  y envidia que Patricia reflejaba, incluso se ganó el favoritismo de otra, que solo hacían que criticar como Alans dirigía.

La obra se representó, pero al bajar el telón ya nada fue igual.

53. NO QUIERO SER MAYOR

Muchas personas dicen que lo peor es no llegar ¿pero en qué condiciones? ¡¡ Pregunto yo!! Todos esos sueños que tenías memorizando cada segundo minuto luchando como si te faltara el aire es más teniendo en cuenta que siempre queremos más ,no me refiero al dinero en sí “ese va y viene” Lo que quiero decir es “Ser alguien en la vida” pero luego te das cuenta “De que te sirve” Te pisan hasta la saciedad vulgarmente te hacen la cama  y que vas hacer ,deprimirte, necesitamos pastillas para dormir ,despertar, estar contentos y no demasiado eufóricos ,rendir y rendirse. Cuando no tenemos ninguna necesidad de trascendencia y afán de superación .la vida se vuelve una acelga, nos volvemos boniatos.

Hay que vivir el momento y dejarse llevar porque la vida se te escapa entre los dedos y solo tenemos una …

“Uno puede derrochar la vida en habitaciones mal ventiladas ,buscando oscuras verdades, buscando, investigando, hasta que uno es demasiado viejo para disfrutar la vida”

Nuestras publicaciones